El Panteón de Dolores Costa de Urquiza

Vista general del panteón. (Foto: Carlos Ratto)

A fines del siglo XIX, Doña Dolores Costa de Urquiza mandó a construir una bóveda en el Cementerio de C. del Uruguay; monumento arquitectónico muy poco valorado como tal.

El panteón tiene una ubicación céntrica, tomado la perspectiva del casco histórico del cementerio local. Lugar más que destacable e importante, que en las necrópolis de localidades vecinas ocupa el oratorio o la imagen de un santo o de una virgen.

Lo que, en principio nos muestra la preponderancia e influencia de Dolores Costa en nuestro medio fue verdaderamente notable, con lo que quedaría justificada la sesión que en su momento le hiciera el Municipio local de tal terreno.

Los primeros datos hallados en numerosos documentos al respecto en el archivo municipal surgen en 1882, cuando el 28 de julio, el Sr. Andreasi, en representación de la mencionada eleva una solicitud al Presidente Municipal expresando su intención de adquirir un terreno en el cementerio público local con el objeto de construir una bóveda  para lo que solicita un espacio de 5 varas de frente (4,20 m.) por 6 de  fondo, con frente a la del Sr. Urdinarrain”.

Esto nos indica que el terreno estaba ubicado en uno de los lados de la calle principal. Tal solicitud no sé ajustaba a las disposiciones vigentes pues en  la contestación del 13 de agosto de 1882 por parte de las mencionadas autoridades se indica que no se le puede conceder más que 5 varas de fondo por ser lo que tenían las demás construcciones existentes en esa línea, mientas que de frente no existían obstáculos al respecto lo que nos da la pauta de que no eran demasiado numerosos   los monumentos funerarios en el sector señalado, hoy conocido como “casco histórico”, hoy, totalmente saturado.

La operación se concretó 8 de Agosto por una suma de 250 pesos fuertes. Con lo que se inicia la parte más interesante de este tema, porque la viuda del General Justo José de Urquiza, no estaba conforme con el lugar adquirido, lo que pone de manifiesto en una carta de fecha 20 de diciembre de 1883 a la Honorable Corporación Municipal de puño y letra  de la interesada aclarando sus deseos de permutar el terreno obtenido recientemente por otro “Mas céntrico y notable”, que por lo interesante de su lectura, vale la pena transcribir algunos párrafos textuales que nos ayudarán a comprender la significación que ella le daba al tema: “… por las esculturales del monumento, por la calidad del material que va a emplearse, por las demás condiciones contenidas en el contrato celebrado  con el arquitecto, no es un error asegurar que no solo será de agradable aspecto, sino que puede el contribuir y contribuir{a a hermosear nuestro cementerio, llamando la atención de los que en adelante quieran visitarlo como a uno de los centros que se encuentran aglomeradas las más hermosas construcciones de una población…” Y que estando iniciadas las obras habrían notado con su arquitecto, que esa ubicación no permitiría apreciar los efectos que estaba destinado a producir. Siendo el nuevo elegido el punto de encuentro de las calles que van de N. a S., y de O. a E., donde sería percibido desde los cuatro extremos de las mismas. En su evidente deseo de impresionar a las autoridades municipales para lograr su objetivo pone en su conocimiento que las columnas y planchas de mármol se habían encargado a Italia, “… y que por su clase será de lo mejor y más costoso que ha llegado al país… Aclarando que abonaría “alguna diferencia” si fuera necesario para concretar la permuta referida. La respuesta de la Comisión de Obras Públicas con fecha 22 de diciembre de 1383 fue afirmativa, con la sola aclaración que la obra se iniciara a los 2/3 del común central del cementerio, debido a la existencia de otra sepultura particular en el punto señalado, de la que no hemos hallado dato alguno.

Al mismo tiempo se recomienda la plantación de árboles en los caminos laterales. Desde entonces encontramos en el “centro” del Cementerio de Concepción del Uruguay la bóveda de Doña Dolores Costa de Urquiza, cuyo nombre perdura grabado sobre la puerta pese a que los avatares del tiempo hayan deslucido las doradas letras originales, y su blanco mármol ennegrecido y marcado por las huellas de los años, pero aún en pie, testigo silencioso de los devenires de nuestra historia. Todo lo expuesto nos lleva a una reflexión final: ¿Se condice el empeño de Doña Dolores Costa de hermosear la “Ciudad de los muertos” con su bóveda con el olvido de los hombres del siglo XXI respecto al patrimonio histórico-arquitectónico? Pues la ordenanza municipal (N° 3647/93) que ha declarado de “interés histórico” a toda construcción anterior a 1940, respecto a los monumentos funerarios del cementerio local, no basta para protegerlos si sólo queda la buena intención en el Papel

Texto tomado de: Prof. Celia D’Angelo, C. C. “Ibarra Grasso”, “Doña Dolores Costa de Urquiza y la ciudad de los muertos”. Artículo publicado en diario “La Calle” el 17/01/1994

Urquiza, Sarmiento y los helados

Antigua máquina para hacer helados, con sus componentes

Hubo un tiempo en que el granizo, también llamado pedrisco, no se relacionaba con las abolladuras. Era una excelente noticia para los niños porteños, quienes se lanzaban a recoger la mayor cantidad posible porque era la oportunidad de tomar helado. El escritor, diplomático y dandi Lucio Mansilla, nacido en 1831, recordaba el entusiasmo que generaba el granizo del verano entre los chicos.

“El asunto tenia magia y llevaba varios pasos. Primero, la diversión de salir corriendo por el patio a juntar todo el granizo que fuera posible y llevarlo de prisa, antes que se derritiera hasta la cocina. Allí había un cilindro de madera que tenía adentro otro más pequeño de metal, en el cual se había colocado leche crema batida con huevos, azúcar, cacao y vainilla. En el cilindro más grande se colocaba el granizo, de manera tal que cuando se giraba violentamente la manija exterior del aparato, el cilindro pequeño giraba al tiempo que se enfriara y transformarse la crema en una sustancia muy fría que la gente de la época la llamaba “helado”, y era justo que así lo hicieran porque más frio que el granizo no había nada, en el tórrido verano de la vieja Buenos Aires”.

El aparato que describe Mansilla se llamaba “heladera “y se había puesto de moda en las principales casas de todas las ciudades. Ampliando un poco el texto del autor de Una Excursión a los indios Ranqueles, diremos que el cilindro era un balde de madera y contenía en su interior otro cilindro, de estaño. Afuera presentaba una gran manivela de hierro con mango de madera. Las que existían en el país había sido importadas de España. El dato que omitió Mansilla – o tal vez, lo desconocía – era que en el espacio donde se colocaba el hielo, la nieve o los copitos de granizo también se colocaba sal con el fin de bajar la temperatura. A medida que uno giraba con la manivela iba congelándose el interior del cilindro de estaño. Era necesario abrirlo para quitar el helado que se pagaba en las paredes y repetir el proceso hasta que todo el contenido se hubiera congelado.

En 1870, el viaje del presidente Sarmiento a Palacio San José, Entre Ríos, con el fin de reunirse con el Gral. Justo José de Urquiza fue uno de los hechos cruciales de su mandato, ya que el encuentro tendría serias repercusiones políticas. El anfitrión dispuso una serie de medidas para brindar al sanjuanino un recibimiento apoteótico. La emblemática fecha de la cumbre seria el 3 de febrero, aniversario de la batalla de Caseros en la que el entrerriano venció a Rosas.

A pedido de Urquiza, el 23 de enero llego al Palacio San José una máquina de helados. La remitía su yerno, Simón Santa Cruz, junto con una nota que comenzaba diciendo. “Mi respetado Señor, mando mi sirviente con la máquina de hacer helados y las sales y ácidos necesarios”. Por eso estamos en condiciones de sospechar que el histórico encuentro entre Urquiza y Sarmiento, en el caluroso febrero de 1870, estas dos figuras se refrescaron con unos helados, hechos con la máquina del servicial yerno.

Texto: Copia del libro “La comida en la historia Argentina” de Daniel Balmaceda – agosto 2016

Pinturas de la Basílica Inmaculada Concepción. Las originales y las nuevas

El primer mural pintado fue el ábside (altar de la Inmaculada Concepción). El autor represento al Cristo Glorioso y Señor de todo el Universo y de la historia a quien la tradición eclesial lo llama: “Cristo Pantocrator”. (Foto: Jorge Duarte)

Nuestra Basílica abrió sus puertas el 25 de marzo de 1859, por primera vez y para todos sus fieles. En un principio fue un templo macizo, pero modesto y sencillo. Poseía tres altares costeados por el Gral. Urquiza.

Para el año 1880, comienza una época en que la devoción y el ánimo de decorar el templo, hacen que pasara a tener doce altares y el edificio se llena de filigranas de imágenes y colores. Este movimiento dura hasta 1930. Es en ese período cuando aparecen las pinturas de Ítalo Puccioli, seleccionadas por el Pbro. Amancio Rodríguez, ayudado por un grupo de damas notables de la ciudad. Las pinturas fueron realizadas entre los años 1901 y 1902, lamentablemente años más tarde se pierden por la humedad del lugar y falta de mantenimiento (1960).

A casi 100 años de aquel trabajo de Puccioli y del que sólo nos han quedado algunas fotos, nace un nuevo proyecto pictórico, que recupere la belleza del edificio, además de propiciar el encuentro y reencuentro con la Divinidad. Es así que el pintor seleccionado fue Raúl González de la ciudad de Paraná.

El primer mural pintado fue el ábside (altar de la Inmaculada Concepción). El autor represento al Cristo Glorioso y Señor de todo el Universo y de la historia a quienes la tradición eclesial lo llama: “Cristo Pantocrator”, es decir el Cristo del final, el cristo que nos vendrá a buscar. Con esta imagen se quiere subrayar la Fe de los fieles. También en este mural, el autor pinta un rio, el Uruguay, vegetación al costado, representando la vegetación de las islas y detrás una ciudad, que sería Concepción del Uruguay.

En segundo lugar, pinta la Cúpula y Pechinas, (crucero central), dedicado a la VIRGEN, donde hace un cielo con la Inmaculada Concepción, acompañada a la derecha por Santos y Beatos venerados en Argentina y a la izquierda los venerados en América Latina.

Cuatro pechinas sostienen a esta cúpula que está 28 metros de altura y tiene 13 metros de diámetro. En ellas pinta a los cuatro Evangelistas, haciéndolos en este caso con rostros latinoamericanos.

Luego pinta el ábside lateral derecho (altar de Nuestra Señora del Carmen). Este mural se llama, “La Anunciación del Ángel a la Virgen”. Representa el ángel en el momento en que le avisa a María que sería madre y la generosa respuesta de esta accediendo a la voluntad de Dios. En esta representación se ve en el centro a la virgen recibiendo al ángel, a la derecha representa a todas las Santas y a la izquierda hace una escena de nuestra era, donde están las mujeres entregando al virgen pan casero y naranjas. Dos productos importantes en Entre Ríos, trigo y citrus.

En el ábside lateral izquierdo (altar del Sagrado Corazón), representa el día de Pentecostés. En este mural representa a la Virgen en el medio con los Apóstoles recibiendo el Espíritu Santo. A la derecha de esta pintura entre otros vemos a Don Bosco con los jóvenes y a la Madre Teresa con los enfermos, a la izquierda, una ciudad, Damasco (según la biblia inmediaciones de esta es donde la Virgen se reúne con los Evangelistas) y votes, pues los Apóstoles eran pescadores.

Y por último el frontón posterior o pared del coro, (Balcón del coro) aquí nos hace el Nacimiento de Cristo. Se puede ver que en este pesebre hay un árbol de manzana, esta Adán y Eva, están los Reyes Magos, Santa Teresita y fría y también vemos al Papa Francisco y a su pie San Francisco, el santo por el que toma su nombre. José preparando el lugar donde acostaran al niño y la Virgen con el niño, a su lado.

(Fuentes: Folleto de Parroquia Basílica de la Inmaculada Concepción. Programa pictórico. Charla con el artista plástico Raúl González).

1941. La fallida demolición del Mirador del Colegio del Uruguay

Imagen del colegio y su mirador en el año en 1851

Aunque muchos “Concepcioneros” no lo saben, a fines de la década del treinta el Histórico Colegio del Uruguay fue objeto de una profunda remodelación encarada por las autoridades nacionales. Siendo su Director en el archivo del Museo “Casa de Delio Panizza”, el Profesor Gregori encontró un abundante material relacionado con todo el proceso pertinente a la demolición y posterior remodelación del Colegio. Es de suponer que dicho material se encuentra en este museo por cuanto Delio Panizza integró varias Comisiones que estuvieron vinculadas a la remodelación del Colegio. 
En el mes de setiembre de 1936 el Sr, Luis M. Campos Urquiza, escribía a Delio Panizza una carta diciéndole: “Ayer el Sr. Presidente, dictó un decreto por el que se autoriza a la Dirección de Arquitectura a proceder a la demolición de parte del Colegio y vender en subasta pública sus materiales, así pues muy pronto se iniciará esa obra ansiosamente esperada”
A fines de la década de 1930 se intensificaron los trabajos por parte de la Dirección de Arquitectura, pero, en el año 1940 se esparce como reguero de pólvora en la comunidad educativa local una noticia preocupante: el ministro había firmado la orden de demolición del Histórico Mirador sin considerar que este, encerraba todo un pasado viviente.
La comunidad educativa uruguayense se movilizó. Firmada por los ex alumnos Wenceslao Gadea, Delio Panizza, Julio Reibel, Albino A. Romanzo y Pedro Martínez Piñón, circulo una invitación destinada a los ex alumnos del Colegio Nacional y a los que se convocaba para tratar el preocupante tema, en el diario “La Juventud” de fecha 11 de agosto de 1940 se publicó un artículo titulado “A los ex alumnos del Colegio Nacional y Convecinos”, que entre otras cosas manifestaba ” En conocimiento de que se proyecta continuar las reformas del edificio de “nuestro Colegio Nacional del Uruguay Justo Jose de Urquiza”, comprendiendo las mismas la supresión o demolición de su Mirador, cuya enhiesta silueta a más de haber sido testigo de tantos decenios de historia lugareña, constituye un rasgo característico, tradicional e insustituible del edificio, los suscriptos, entendiendo que es imperativo de un deber de tradición, de cultura, de amor a lo nuestro y de justa conservación, poner toda la voluntad y acción en el sentido de impedir la realización de tal proyecto, nos permitimos invitar a los ex alumnos de nuestro histórico viejo y querido instituto, y también a los vecinos que simpaticen con la idea a una reunión con objeto de cambiar opiniones y aunar propósitos al respecto, el próximo domingo 14 de agosto, a las 10 horas en el Centro Comercial”.
Por otra parte los miembros integrantes de la Comisión interesaron a los alumnos del histórico que ocupaban puestos clave en el orden nacional como los Dres. Antonio Sagarna y Campos Urquiza.
La reunión se realizó con marcado éxito y como resultado de la misma se elevó al Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Dr. Jorge e. Coll, un petitorio que entre otros conceptos decía lo siguiente: “El pueblo de Concepción del Uruguay, en cuya representación acuden a vuestra Excelencia las Entidades Culturales, Sociales y comerciales de la Ciudad; sus autoridades y vecinos, ha sido conmovido por un rumor que lo ha llenado de inquietud pues, de hacerse efectivo, irrogaría un enorme perjuicio moral. 
“Según él, con motivo de las refacciones emprendidas en el Edificio del Histórico Colegio Nacional que fundara Urquiza y que llevé su nombre, se ha dispuesto ahora la demolición del Mirador, lo cual implicaría un error tal que creemos no le tolerará V .E. accediendo a nuestro pedido. 
“De ahí, que efectuada una numerosa reunión de vecinos y ex alumnos fue designada le Comisión de los cinco miembros firmantes en primer término, a fin de llevar a V. E. un memorial explicativo y que, como ve V.E., su gestión es apoyada por entidades de la Ciudad, Autoridades y vecinos que signan la presente.
“No es posible Exmo. Sr. que precisamente en una época en que despierta ardorosamente el sentido y el sentimiento de la argentinidad pueda procederse con tanto “desconocimiento” de la historia y tanta falta de amor a lo nuestro y se decida la demolición de verdaderos monumentos como es el Mirador del Colegio del Uruguay cuya campana no sólo llamó a tantas generaciones de estudiantes, sino que tocó a la libertad en el Pronunciamiento y desde cuya cima, en 1852, fue dirigida la heroica defensa de la ciudad. 
“Quitar al Colegio su Mirador, es arrancar de él su más típico y original ornamento un trozo de casi un siglo de historia lugareña, es cercenar uno de sus atributos característicos, es romper un símbolo”.
El petitorio fue elevado al Ministro con más de cien firmas de Autoridades, Instituciones, Periodistas, etc. Finalmente, la cordura primó, el Mirador fue restaurado y ahí está mostrando a las generaciones de alumnos y visitantes, toda una etapa histórica dónde se consolido la organización nacional.
Texto extraído de: Gregorí, Miguel Angel, ¿Sabía Ud. que en 1941 estuvo a punto de ser demolido el Mirador del Histórico Colegio?, Diario “La Calle” 15 de agosto de 1993
· Actualizado el miércoles

La imagen fundadora de la Inmaculada Concepción

Foto de la primera Imagen de la Inmaculada Concepción (Foto: Jorge Duarte)

Esta imagen de la Purísima Concepción, fue donada por el Cabildo de Buenos Aires hacia 1781, presidio la vida de hombres y mujeres que dieron vida a la Villa del Arroyo de La China y, a partir de 1783, a la hoy ciudad de Concepción del Uruguay.
Ante esta imagen, Tomas de Rocamora dio nombre a la ciudad y ante ella fueron bautizados los dos máximos prohombres de Entre Ríos, en 1786, Francisco Ramírez y en 1801, Justo José de Urquiza.
Hasta 1851, la imagen de la Purísima había permanecido en diferentes templos locales que se sucedieron. A fines de ese año, desaparecen datos de la misma en los archivos parroquiales. Es posible que haya sido entregada por el Pbro. Céspedes a la familia Echaniz, para su custodia y guarda. En estas manos permanecerá la pequeña imagen hasta 1938, año en que Catalina Echaniz, por medio de su sobrino Fidel Adrián Zaballo la entrega a la Parroquia de Villaguay.
Por años esta Parroquia Basílica requirió la intervención del Obispo de Gualeguaychú y el Arzobispo de Paraná para que – contando con la conformidad de los descendientes de esa familia – la imagen retorne a esta ciudad.
Realizado nuevamente este pedido, y habiendo acordado ambos prelados, en el mes de octubre de 2013, el Párroco de la Iglesia de Santa Rosa de Lima de Villaguay, Hizo entrega al Párroco de la Iglesia de la Inmaculada Concepción Pbro. Jorge Almeida y a la Comisión de Archivo y Patrimonio Histórico en la figura del Prof. Adrián Bertolyotti de la imagen en cuestión.
Nuevamente la Histórica estatua de la Madre de Jesús está en la Parroquia y en la ciudad que vio nacer y a los cuales su nombre dio. (Copia del texto de la placa que acompaña a la imagen en Basílica de la Inmaculada Concepción)

Hallazgo de los restos del general Justo José de Urquiza

Los restos del general Urquiza son depositados en el nuevo féretro.

El Prof. Oscar Urquiza Almandóz, narra en el Tomo III de su “Historia de Concepción del Uruguay”, los pormenores del traslado de los restos mortales del Gral. Urquiza, a la Basílica de la Inmaculada Concepción, el día 25 de agosto de 1871, luego  de permanecer los mismo más de un año en el panteón familiar en el cementerio local.

Luego de los trámites realizados por Dolores Costa ante las autoridades eclesiásticas, policiales y civiles, se realiza el traslado de los restos y efectúa una  ceremonia con la presencia de familiares y amigos. Los restos fueron depositados en una cripta que el mismo Urquiza había hecho construir para sus padres y hermanos.

La viuda hizo colocar una placa de mármol en la nave izquierda, sobre la que se suponía era la cripta, que dice:

“R.I.P.

AQUÍ YACEN LOS RESTOS MORTALES

DEL

EXMO. SR. CAP. GRAL.

DON JUSTO JOSÉ DE URQUIZA

1er PRESIDENTE CONSTITUCIONAL

DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE ENTRE RIOS

QUE MURIÓ ASESINADO

EL 11 DE ABRIL DE 1870 A LA 7 1/2 DE LA NOCHE

EN SU PALACIO SAN JOSÉ

A LOS 69 AÑOS DE EDAD

SU AMANTE ESPOSA E HIJAS

LE CONSAGRAN ESTE TRISTE RECUERDO”

Durante muchos años se le rindió homenaje al prócer junto a esta placa, pero nadie sabía si el féretro estaba detrás o debajo de la misma, o en la base de alguna columna o debajo de algún altar. Había, por lo tanto, diferentes versiones sobre dónde estaban realmente los restos del general Urquiza.

En 1901, para el centenario del nacimiento del Gral. Urquiza, se realizaron investigaciones al respecto que estuvieron a cargo del entonces Presidente Municipal Don Wenceslao Gadea, quien no tuvo el apoyo de la iglesia y no se llegó a buen fin.

Años más tarde toma la posta el Director entonces del palacio San José, Don Antonio P. Castro, quien comprueba que el cuerpo de Urquiza no se encontraba detrás de la lápida, ni debajo, ni en la columna, ni debajo del altar. Solo quedaba la cripta subterránea. Lugar casi inaccesible físicamente y por no contar con el apoyo eclesiástico. Pero en aquellos tiempos, se pudo mirar el interior, sin bajar, y no se divisó nada, siguiendo con la gran incógnita.

En la mitad del Siglo XX, precisamente el día 6 de octubre de 1951, y con la presencia de familiares descendientes del Gral. Urquiza (Campos Urquiza y Sáenz Valiente), se reanuda la búsqueda. Se examina la bóveda, y se descubre que una de las paredes no era tal, sino un tabique. Se realiza una perforación donde se pueden ver ataúdes y restos semis destruidos por el tiempo y la humedad. Estos fueron rápidamente identificados por contar con placas de bronce. En esa oportunidad, no se toca nada.

Las personas que protagonizaron este hallazgo dan cuenta a la Comisión de Museos y Monumentos Históricos, solicitando la intervención ante la Iglesia de Concepción del Uruguay a efectos de verificar la existencia de los restos del Gral. Urquiza.

Esto se llevó a cabo el día 6 de octubre de 1951, donde se labra una extensa acta donde consta lo encontrado y su estado. Describen el ataúd que guarda los restos del Gral. Urquiza, cuyos restos fueron examinados por los doctores Gracia y Castro O´ Connor, quienes lo reconocen, mediante comparación de la foto y mascarilla existente. El Acta levantada en la oportunidad dice textualmente lo siguiente (A pesar de su extensión, se trascribe en su totalidad por lo interesante de los detalles que narra la misma): El Acta levantada

El 6 de octubre de 1951 se constituyó en la Iglesia Parroquial de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, la Comisión Especial designada por la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, juntamente con los señores, descendientes del general Urquiza, Fiscal General (R) doctor Luis María Campos Urquiza y don Francisco J osé Sáenz Valiente, Cura Párroco de la Iglesia, presbítero Zoilo Nicanor Bel, Juez Nacional de Primera Instancia, doctor Ventura Ramón Ojeda Fevre, doctores en medicina Ricardo Castro O’Connor y Oscar E. García, designado éste como legista por el señor Juez Nacional, Director del Palacio San J osé, don Manuel F. Macchi, Administrador del mismo, don Tomás Castagnino, Secretario del Colegio Nacional del Uruguay, don José Maria Nadal, don José A. S. Nadal Sagastume y don Enrique Federico Fuchs. La parte pertinente del Acta está concebida en estos términos: “. . . levantaron la losa de mármol exterior… que cubre la entrada de una cripta que resultó medir 4,50 por 2, 55 metros y 2,55 de alto, con paredes revocadas en cal, saturada de humedad. Descendiendo a la misma los señores arriba nombrados, se procedió a demoler el tabique descubierto por los señores Campos Urquiza y Sáenz Valiente (…) encontrándose dos ataúdes y varios restos humanos (huesos), así como restos de maderas y metales. Uno de los ataúdes está a nivel del suelo, en una elevación de 0, 20 cuya tapa de madera ha desaparecido por la acción de la humedad, y que se supone contener los restos de don Juan José de Urquiza, hermano del prócer, según se desprende del acta de exhumación de los restos de la familia labrada en Buenos Aires con fecha 2 de mayo de 1860, cuyo original se encuentra en la Iglesia Parroquial de esta ciudad, y de una placa con este nombre. También se hallaron entre los escombros de madera dos pequeñas chapas de metal con los nombres de “Cándida Garcia de Urquiza” y “José de Urquiza”, padres del prócer, lo que hace suponer que corresponden a los restos humanos arriba citados, cuyas urnas de madera han sido destruidas por la acción del tiempo y la humedad, a que también se refiere el acta de exhumación citada precedentemente. Asimismo se hallaron tres vasos votivos, de metal, con sus respectivas tapas y numerosos herrajes, cerraduras, manijas y otros adornos. Sobre dos barras de hierro cuadrangulares de tres centímetros de espesor, colocadas paralelamente detrás del tabique demolido y a un metro de altura del piso, se encontró asentado en ellas un ataúd cuya caja exterior de madera había desaparecido por la acción del tiempo y la humedad, por lo que se presentaba a la vista con una cobertura total de plomo. Se procedió a descenderlo. Enseguida se abrió la plancha de plomo que lo recubría, apareciendo una caja de madera de ocho centímetros de espesor. Levantada la tapa de ésta se encontró el ataúd, sobre cuya tapa de madera se hallaba una cruz de metal y una placa grande, también de metal, con la inscripción de “Gloria Deo”. Desclavada esta tapa de madera, apareció una caja de zinc, dentro de la cual se hallaba un cadáver cubierto con una mortaja, ésta última en excelente estado de conservación. Apartada ésta, se vio que el cadáver estaba reducido a estado esquelético, hallándose vestido con pantalón de brin, camisa, chaleco, saco, medias de lana y botines de color negro con elásticos en la parte superior, todo en bastante buen estado. Inmediatamente los doctores Castro O’Connor y Garcia efectuaron el examen médico legal de los restos, con el siguiente resultado: cadáver de sexo masculino, de una altura de 1,68 a 1,70 metros, según las tablas antropométricas de Rollet para esqueleto y concordante, aproximadamente, con la medida que se tomó desde los tales al hueso dejado por el cráneo en el cabezal de la mortaja. Cadáver de unos 80 a 100 años de antigüedad, a juzgar por la desaparición total de las terceras falanges de los dedos de las manos. Sobre el fondo de la mortaja se observa la presencia de grandes cúmulos de cabellos largos pertenecientes a las zonas occipital y parietal izquierda, de color castaño. El cráneo se hallaba inclinado hacia la derecha y el maxilar inferior desarticulado. Tomándose con las manos dicho cráneo, se observa que el maxilar superior izquierdo había desaparecido casi totalmente, (…) y unas pequeñas zonas de su articulación con el molar (…);el seno maxilar se hallaba totalmente abierto en su cara anterior y hacia la boca. Presentaba, además, una destrucción de la apófisis pterigoides izquierda del esfenoides. En el maxilar superior derecho se encuentra solamente el segundo molar en el maxilar inferior, portador de una prótesis de caucho rojo conteniendo dos incisivos centrales y el lateral izquierdo y que estaba sujetada por orificios en donde penetraban el canino, primer premolar y el segundo molar; en dicha mandíbula estaban in-situ: incisivo lateral derecho, primer molar derecho, segundo molar derecho y en el lado izquierdo sólo el primer premolar. Algunas piezas dentarias se desprendieron al levantar el cráneo. Resto del cráneo: normal. No se halló proyectil alguno, ni incrustado en los huesos craneanos ni en el interior del cráneo, pero en el fondo del cajón debajo del cráneo se halló una prótesis metálica superior portadora de los incisivos centrales , con su lado izquierdo deformado a al altura exacta de la perforación traumática del maxilar superior correspondiente. El examen del atlas, muestra a esta vértebra dividida en dos, pero por origen destructor del tiempo. En costillas no es dado observar impresión alguna de arma blanca. El resto del esqueleto no presenta particularidad alguna. El cadáver se hallaba vestido en su tronco, con el miembro superior derecho colocado en la manga correspondiente, y el izquierdo suelto, viéndose la manga de ese lado cortada en toda su extensión. Del examen del cadáver se desprende que pertenece a un hombre adulto que ha sufrido un traumatismo por herida de bala en el maxilar superior izquierdo, de trayectoria al parecer recta, que no ha penetrado en la cavidad craneana. Dicha lesión concuerda en un todo con la fotografía del cadáver que nos fueron exhibidas como del General Urquiza y con la mascarilla del mismo, existente en el Palacio San J osé y las prótesis dentarias guardadas en dicho Monumento Histórico, también concuerdan con las prótesis hallada en el cadáver y la falta de piezas dentarias en los maxilares. En conclusión, los presentes manifestamos: que los restos del cadáver examinado, pertenecen al Capital General don Justo José de Urquiza, en virtud de razones médicas, históricas y familiares, dejando así cumplida la misión que se nos recomendara (…) “y para mayor seguridad se clausuró la lápida con una faja debidamente rubricada (…)”.

Habían pasado ochenta años del traslado del cuerpo de Urquiza y el misterio quedaba develado.

Cuatro años más tarde el Gobierno adquiere un féretro nuevo para nuestro caudillo, el mismo fue comprado en Casa Mirás de Buenos Aires a un costo de $ 23.000. Al tratar de pasar los restos al nuevo cajón se encuentran con que los huesos estaban pegados a las telas que pertenecían la uniforme, tenía medias de lana y bota de cuero, se lavan los huesos y se arma el esqueleto.

Bibliografía: Urquiza Almandóz, Oscar, “Historia de Concepción Del Uruguay” (Tomo III) y Miloslavich de Álvarez, María del C. “Los Restos del Gral. Urquiza. Construcción del Mausoleo”

Sepulturas en la Basílica de la Inmaculada Concepción.

Placa en forma de urna funeraria dedicada por su tía Rafaela Calvento a la memoria del padre Gregorio Céspedes y Calvento. (Foto: Jorge Duarte)

Al fundar Don Tomas de Rocamora la ciudad de Concepción del Uruguay, delimito las manzanas en que se haría la Plaza Principal, y a su alrededor los edificios más importantes: La Comandancia, el Cabildo, el Colegio, la Iglesia, y otros edificios y dependencias, y junto a la Iglesia, el Cementerio. (Ver:   https://concepcionhistoriayturismo.com/el-cementerio/)

Doña Tadea Jordán, madre de nuestro caudillo Pancho Ramírez, está enterrada en el actual solar que ocupa la Basílica de la Inmaculada Concepción. Así los expresa Oscar Urquiza Almandóz en su obra más importante “A su muerte, fue sepultada en la vieja Iglesia de la villa, como ha quedado testimoniado en la anotación del párroco Castañer: “En el día 7 de febrero de 1827, yo, el abajo firmado Cura y Vicario de esta Parroquia de la Concepción del Uruguay, sepulté dentro de la iglesia (por orden del gobierno) con oficio y misa de cuerpo presente todo solemne, cantado de 1a, clase, el cadáver de doña Tadea Jordán, viuda del finado don Lorenzo López; recibió todos los sacramentos de que doy fe. Dr. Castañer”.

Otras tumbas también se recuerdan como, por ejemplo: Justo Carmelo de Urquiza (hijo del Gral. Muerto en 1870), su madre Juana Zambrana, el padre Céspedes, entre otros. De este último no hay documentación de que sus restos estén en ese lugar, posiblemente fue enterrado en La Concepción, y su tía Rafaela Calvento le dedico un altar en el templo con una placa que aún se puede ver en forma de urna.

El padre Céspedes y Calvento fue la primera vocación religiosa de la ciudad y se desempeño como cura de la parroquia entre 1851 y 1856, en que falleció trágicamente. Fue, durante su curato, que la parroquia (en ese momento en ruinas luego del incendio de del 1 de noviembre de 1849),  fue declara Filial de la basílica de San Juan de Letrán, el 23 de noviembre de 1851 y fue el primero que comenzó con las gestiones que finalmente culminarán con la erección del nuevo templo. Era hijo de José Mariano Céspedes de Florenciana Dolores Calvento. Gregorio Mariano Diocleciano nació en esta ciudad el 17 de noviembre de 1828 y falleció trágicamente el 14 de enero de 1856, tenía 27 años, cuando intentó salvar la vida de un joven en peligro en las aguas del riacho Itapé, en la zona conocida como “Puerto de las piedras” Que era usada en esa época como balneario de la ciudad. Si bien en un principio sus restos fueron sepultados en el cementerio nuevo de la ciudad, se cree que luego fue trasladado al interior del nuevo templo

Al construirse el actual templo, el Gral. Urquiza posiblemente haya solicitado a Fossati, haga una cripta para depositar a sus padres ya fallecidos en Buenos Aires, según un Acta de 1860, y que luego resguardaría sus propios restos. No se cuenta con documentación que así lo asegure, ya que el Arq. Fossati nunca menciona este trabajo.

La consagración del Templo se realiza el 25 de marzo de 1859 y el 8 de mayo de 1860 se efectuaron los traslados de José de Urquiza y Cándida García, y también Ana Urquiza de Montero y Juan José de Urquiza, padres y hermanos del Gral. Urquiza. Todos muertos en Buenos Aires. Y ese mismo día también se efectuó el traslado desde Nogoya de Cipriano de Urquiza. Se sabe de la ceremonia y de los diferentes altares donde fueron colocados los cuerpos haciendo dudar que la cripta que supuestamente Urquiza pidiera a Fosatti no existiera. Teniéndose conocimientos que algunos historiadores dicen fue posterior.

Al ocurrir los hechos en Palacio San José, el cuerpo de Urquiza fue depositado en el Cementerio Publico, el día 13 de abril de 1870 (libro cuarto pág. 269, Parroquia Inmaculada Concepción) y el día 25 de agosto de 1871 se trasladan los restos mortales a la Basílica Inmaculada Concepción, (libro quinto de muertos pág. 50). Traslado que se efectuó estando presentes familiares y amigos. En el acta que se hizo, firmada por el Cura Clemente R. Sota, consta que es depositado en Panteón construido al efecto en bóveda subterránea. Dejando entrever que se construyó en alguna fecha próxima a este traslado.

Aquí nos planteamos un interrogante, ¿De qué fecha data la cripta subterránea donde se guardaron ochenta años los restos mortales del Gral. Justo José de Urquiza?

(Fuentes: Nadal Sagastume, José, “Nuestra Parroquia”; Abescat, Francisco “La Ciudad de Nuestra Sra. de la Concepción del Uruguay” y Urquiza Almandoz, Oscar, “Historia de Concepción del Uruguay” Tomo II)

 

 

 

 

El Altar Mayor de la Basílica de la Inmaculada Concepción.

Vista del Altar Mayor de la Basílica. A la izquierda en una foto de mediados del siglo XX, a la derecha una vista actual. (Foto: Jorge Duarte)

Consta en los registros la no inclusión de los altares en el Presupuesto presentado por el Arq. Fossatti para la construcción del templo. Aunque existen cartas del Pbro. Ereño fechadas en 1859, que certifican la erección del altar mayor por estos años. Según dicen el Prof. Macchi y Don Nadal Sagastume, esta construcción fue costeada por el Gral. Justo José de Urquiza y levantado en memoria de sus padres José Urquiza y Cándida García.

Merece destacar, que a diferencia de la costumbre de la época este altar fue construido de material y no de madera. En la mencionada carta, dirigida a Urquiza, el sacerdote así lo describirá “… mármol artificial llamado estuco (…) este será eterno en duración bajo la bóveda y libre de polilla y demás insectos que generalmente invaden los retablos de madera”

Hacia 1889, (según puede leerse en la página 18 del Libro I de Inventarios),  en tiempos del Pbro. José Bencivenga, se reforma el altar mayor, agregando un piso superior en madera. Reforma que fue sustentada en parte por al Apostolado de la Oración y por dinero de fábrica, de donde se usaron $ 500 “por la parte dorada” y $ 300 “para ayudar a pagar los demás gastos. El dorado de estos altares continúo hacia 1900, en tiempos del Pbro. Amancio Rodríguez, atendiendo a cartas referidas al tema, entre el sacerdote y el hacedor de esta trabajo.

Quién más detalles aporta sobre el estado definitivo de altar mayor es el Pbro. Zoilo Bel, quién fuera párroco hacia 1945. Este en la hoja 20 del Libro de I de Inventarios específica “El altar mayor bajo la el título de la Inmaculada Concepción. Hecho en mampostería hasta una altura de seis metros y luego en madera. Pintado a la cal y a la tiza y cola, con las molduras en dorado. La mesa del altar cubierta de dos chapas de mármol y dos graderías de mármol.”

Durante el curato del Monseñor Juan Ángel Fiorotto, – y seguramente con la intención de modernizar la imagen del templo – contemporáneamente a la modificación del presbiterio, se cambia el Sagrario del Altar Mayor, por uno de líneas más actuales hacia los años 1960, realizado en bronce y con una pequeña columnata de mármol. El existente hasta el momento, posiblemente el original, es ubicado en una capilla de reserva debajo del retablo principal del mencionado altar.

En el año 2011, el Pbro. Jorge Almeida, acompañado por el Pbro. M. Maio y el equipo que le acompaña en la puesta en valor del templo basílica, integrado por el Arq. Miguel Alegre y el Lic. Prof. Adrián  Bertolyotti, resuelven reponer la pieza histórica a su lugar original. Este sagrario antiguo realizado en mármol de Carrara blanco, con las detalles en mármol rojo y de líneas clásicas repite en forma casi exacta la fachada original del edificio. (Texto: Lic. Adrián Bertolyotti )

 

Monolito a Justo José de Urquiza (Sitio de su nacimiento)

Monolito que recuerda el lugar del nacimiento del general Justo José de Urquiza

Este monumento, ubicado en inmediaciones del Arroyo Urquiza (y a la vera de la Autovía Artigas, seguramente pasará desapercibido para muchos de nosotros. Fue emplazado en ese lugar decidido por Ordenanza N° 996 del 18 de septiembre de 1936 del Honorable Concejo Deliberante de Concepción del Uruguay.

Es una pirámide realizada en piedras del lugar, en la cara que da a la ruta tiene la leyenda:

“La Municipalidad de Concepción del Uruguay al Capitán Gral. D. Justo José de Urquiza”. “Nació en este sitio el 18 de octubre de 1801”

Esta placa no se encuentra en la actualidad como se puede apreciar en la imagen.

La Ordenanza N° 996, también contemplaba la reposición de la placa colocada en el año 1901 por el Magisterio de la Provincia en una casa que existía. Dicha placa expresa lo siguiente: “Al Capitán General Justo J. de Urquiza, en el sitio de su nacimiento, las escuelas primarias del Uruguay. 1801 – 18 de octubre – 1901”

El Monumento se bendice e inaugura el 18 de octubre de 1837, con un acto de grandes proporciones, estando presentes autoridades nacionales, provinciales y municipales, la Banda Militar. La Unidad Militar dispuso de automotores para el traslado de alumnos del primario y secundario. Este ejemplo es una muestra más de cómo vamos dejando en el olvido a monumentos que intentan recordar hechos de suma importancia para nuestro país, provincia y ciudad, si lo comparamos con lo que fue su inauguración hace más de 80 años.

Los discursos fueron varios: Intendente Dr. German Ravena, Prof. Raúl Fernández por Asociación Departamental de Maestros, Dr. T. Dante devoto por el Colegio Nacional, J. Hernández, representando a los alumnos del Colegio y para cerrar el Dr. Panizza, representante de la Comisión Nacional Honoraria del Palacio San José y Ex-alumnos del Colegio Nacional.

Dos anécdotas se rescatan de los discursos:

El Sr. Prof. Fernández, hace entrega de una ofrenda que tenía en custodia expresando:

“Que hacía 36 años se había realizado una excursión al mismo lugar, que muchos fueron a pie y una caravana de muchachos partieron de la ciudad con las estrellas, los mas a caballo y en carro, y en coches los privilegiados.”

Esa excursión fue organizada por los maestros que trajeron una placa, la que fijaron en un viejo Tala. Pero el Tala no ofrecía seguridad alguna y se traen la placa a nuestra ciudad y en esta oportunidad el Profesor la traía para dicho Monolito en nombre de los maestros de 1901.

Y el Dr. Delio Panizza, por su parte, se refiere a  la tradición que dice que este es el lugar donde nace el Gral. Urquiza, pero en una oportunidad se escribió con Lola Urquiza de Sáenz Valiente, quien le comentaba:

“Era más o menos alrededor de 1860 y yo, niña aun, volvía con mi padre de un viaje a la Colonia San José, por el fundada. Habíamos concurrido a una fiesta de aniversario, habíamos estado en casa de Peyret, habíamos visitado las granjas y recibido grandes agasajos. Volvíamos a la ciudad del Uruguay en la volanta usual en esos años y al pasar por “Los Corrales” (hoy Villa Teresa) y donde aún existe de pie un antiguo corral de piedra, mi padre señalándome la casa, me dijo, más o menos: – “ves, hija, ahí he nacido yo”.

Esta referencia de mi propio padre, que recuerdo muy bien, me ha hecho dudar siempre sobre el sitio que la tradición ha señalado como lugar de su nacimiento EL TALAR”.

Y termina su alocución diciendo: “sea o no el sitio preciso de su nacimiento, la tradición así lo señala y los hechos y documentos que acabo de referir así lo corroboran”.

Texto: Abescat , Francisco Javier “La Ciudad Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”

El nombre de “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”

Plano de la ciudad y sus alrededores en 1930. (Imagen: Rubén Bourlot)

Con la denominación de “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, utilizada en pocas ocasiones, se conoció a nuestra ciudad primitivamente; y más tarde fue citada en la misma forma por algunos historiadores y escritores.

La vieja costumbre generalizada en el país de simplificar o de inicialar parte del genérico de las poblaciones, hizo que la nuestra se conociese en diversas formas, dentro de un concepto que contribuyó a los equívocos actuales, teniendo en cuenta que el país vecino modifico el patronímico.

Analicemos, prácticamente Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay, fue fácilmente suplantada por Concepción del Uruguay y después apocopada por Uruguay simplemente que es como generalmente, aún hoy decimos.

Tan es así, que el Histórico Colegio Nacional fundado por el Gral. Urquiza, fue bautizado por su fundador “Colegio del Uruguay”. En la correspondencia oficial y particular de ese tiempo se utilizó también el “Uruguay”, y en cartas geográficas, mapas, planos, etc.,  se calificó de “Uruguay” o “El Uruguay”.

Respetando aquella designación, leemos en el frente del Colegio, la leyenda “Colegio del Uruguay Justo Jose de Urquiza”.

Posteriormente se generalizo el “C. del Uruguay”, hasta el punto de que, tomando esa forma oficializada por la costumbre en toda documentación, papeles de gobierno impresos, etc., la Empresa de Ferrocarriles Ingleses al construir la Estación coloco el gran letrero del nombre, los tableros de los coches de pasajeros y los estampados de los vagones, como así boletos, formularios, etc. de esta antedicha forma.

Virtualmente desaparecieron “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, “Uruguay”, “el Uruguay” y “Concepción del Uruguay”.

La ciudad argentina mantuvo durante décadas, su independencia de nombre mientras el país vecino fue la “Banda Oriental”. Fueron las edades de las Provincias unidas del Rio de La Plata bajo el Triunvirato y Directorio, y de la Confederación Argentina bajo el Gobierno de Don Juan Manuel de Rosas. Luego de la Constitución de la República Argentina, organizada y sancionada bajo el Gobierno de Don Justo José de Urquiza, la Banda Oriental paso a ser “República Oriental del Uruguay” y posteriormente como actualmente “El Uruguay”.

Ahí comenzó para los argentinos del resto del país y para los extranjeros el equívoco, pues a “C. del Uruguay” y aun a “Concepción del Uruguay”, se la tuvo y se la tiene por desconocimiento lamentable, como una ciudad que pertenece al “Uruguay”, la nación limítrofe.

Con referencia a este asunto, y como iniciativa periodística destinada a la comuna y opinión pública, el Diario “El Telégrafo” de propiedad y dirección del señor Ernesto Bourband T (hoy publicación desaparecida), realizo una campaña pro-cambio de nombre de nuestra ciudad y entre sus proyectos proponía al consenso general los patronímicos de “Concepción” o “Concepción del Río” o “Concepción de Entre Ríos”. Sobre el particular no hubo novedad.

En el “Año del Libertador General San Martin-1950” el Miembro de la Comisión Municipal de Cultura don Ismael Ali Brouchoud presento un proyecto que fue aprobado por unanimidad, por el cual la Intendencia municipal debía adoptar en toda documentación, correspondencia, impresos, etc., el nombre de “Concepción del Uruguay” y no dar entradas a expedientes, solicitudes oficios, etc., que fuesen presentados con el nombre inicialado, y además gestionar ante Ministro de Transporte de la Nación, el cambio en la Estación. (Siendo estas ya de FF.CC argentinos). La resolución se cumplimentó en todas partes y el Ministerio de Transporte accedió a lo solicitado por la comuna.

Texto: Abescat, Francisco Javier, “La Ciudad Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, 1953