Las primeras veredas de C. del Uruguay

Antigua vereda de piedra de la ciudad de Concepción del Uruguay

En nuestras recorridas por la ciudad, encontramos unas viejas veredas de piedra labrada, que por supuesto, llamaron nuestra atención, las suponíamos de hace mucho tiempo, pero no podíamos determinarlo. Luego, pudimos acceder a un digesto de Ordenanzas municipales del año 1901, y ahí encontramos, la respuesta a nuestro interrogante

El 3 de marzo de 1901, el presidente municipal Wenceslao Gadea, promulga Ordenanza Nº 20, que había sido sancionada unos días atrás, el 25 de febrero, por el Concejo Deliberante local.

Plano de la ciudad de 1897

Esta norma, dividió a la ciudad en tres radios. El primero se extendía desde la plaza Ramírez cuatro cuadras al norte, hasta la calle Artes (hoy Bartolomé Mitre), igual cantidad de cuadras hacia el sur, hasta la calle San Luis (Hoy Ereño), dos cuadras al este, hasta Erausquin y Jordana y tres cuadras al oeste, hasta América (14 de Julio) y Madrid (21 de noviembre).

El segundo radio se extendía desde el límite del radio uno, tres cuadras hacia el norte, hasta calle Belgrano, cuatro hacia el sur, hasta calle Montevideo (25 de agosto) y seguían igual los límites este y oeste.

Finalmente, el tercer radio se extendía desde esos últimos límites hasta los  bulevares que circundaban la planta urbana de ese entonces y la separan de la zona de quintas.

Esta Ordenanza, fija con carácter obligatorio y de acuerdo al radio dónde se encuentre la vivienda, diferentes criterios de construcción de frentes, veredas y cordones, además de establecer los cerramientos de patios y baldíos y los tipos de revestimiento de los frentes de cada una de las casas, hasta fijaban, las alturas de los frentes y de las aberturas y puertas que daban a la calle y por supuesto, la forma y los materiales de los que deberían ser construidas las veredas en cada caso.

Por ejemplo para las casas comprendidas dentro del radio uno, establecía que el alto debería ser de 6 metros como mínimo si era de una sola planta y de 10 metros, mínimo, si era de dos pisos. Las aberturas que daban a la calle deberían ser de 2,40 metros de alto y las puertas de 2,90 metros como mínimo. En esta ordenanza podemos encontrar una explicación del porqué de las casas de esa época de una misma altura y con puertas y ventanas de este tamaño.

Las paredes de los patios o baldíos que daban a la calle deberían ser de ladrillo con una altura de dos metros, excepto las que se encontraban circundando la plaza Ramírez que debían tener una altura de tres metros. Además establecía la obligación de construir ochavas en las esquinas y revocar y blanquear las paredes que daban a la calle.

Antiguo cordón de piedra

Similares condiciones se determinaban para los demás radios, aunque con menores exigencias a medida que se iba alejando de la zona céntrica, por ejemplo, para el radio dos regían las mismas condiciones que en el primero, en lo referente a la altura de las viviendas y de sus aberturas y puertas exteriores y el revestimiento externo. En este radio, las casas eran mayormente de techos a dos aguas, tipo rancho, y ahí se especificaba que quienes tuvieran ese tipo de techumbre ya sea de “teja, cinc o paja”, deberán colocar caños de desagüe que eviten que el agua de lluvia caiga sobre la vereda y que estos, deberán pasar por debajo de la vereda y desaguar directamente en la calle.

Además se establecía que quienes justifiquen no poder costear una pared de ladrillos en patios o baldíos, podrán hacerlo con alambre de cerco.

Para el tercer radio era obligatorio contar con puertas y aberturas de las medidas indicadas para los dos radios anteriores, así como también contar con la ochava correspondiente, y, en este caso se podían delimitar los predios con alambre de cerco, siempre que tuviera una altura mínima de 1,80 metros y colocado con postes de madera labrada.

Para ajustarse a lo normado por esta Ordenanza, se definió un plazo de 90 días para el radio uno, de 180 para el segundo radio y de 360 días para el radio número tres.

Las veredas

Hemos dejado este punto para el final, ya que esta norma fijaba también como debería construirse la vereda y los cordones de acuerdo al radio en que se encontraba la casa, y nos sorprendió encontrar, en al menos dos lugares de la ciudad todavía restos de esta veredas de más de 120 años de existencia, como se podrá ver en las fotos que se adjuntan al artículo.

En efecto, en lo referente a las veredas, y para el radio uno, se determinaba que las mismas deberían construirse con “piedra labrada del país, piedra del Salto, mármol, mosaico, con cordón de piedra labrada”.

Las exigencias variaban, siendo para el radio dos de “ladrillo denominado de mesa, con cordón de piedra labrada” y para el radio tres los requerimientos eran mucho menor, ya que se estipulaba que las veredas se podían construir con “tosquilla apisonada o cualquier otro material que a juicio de la oficina de Obras públicas ofrezca solidez, exceptuándose el empleo de pedregullo o piedra china la que no se permitirá su empleo en las veredas, solo con concreto de portland, con cordón de piedra sin labrar de primera clase.

Este es, creemos, el origen de estas viejas veredas y cordones de piedra labrada. De todas formas, esta Ordenanza, de la cual desconocemos el grado de cumplimiento que tuvo, no deja de ser un detalle curioso más de nuestra historia cotidiana.

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuente: Digesto de ordenanzas municipales. Año 1901

 

 

 

 

 

Cuando se quiso fundir las campanas originales de la Inmaculada Concepción

Campanas de la Basílica. Albun de 1920

Al fundar Tomás de Rocamora la villa de “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, le asigna a la parroquia de la nueva ciudad un sitio frente a la plaza principal, hoy plaza “Francisco Ramírez”. Si bien en los primeros años la capilla siguió siendo la vieja “Capilla de Almirón”, consagrada el 1781, ya para 1802 se encontraba funcionando la primera parroquia de la Inmaculada Concepción, ubicada en el centro de la manzana en el mismo sitio dónde se encuentra el actual templo.

Aquella primera capilla de la villa funcionó entre principio del siglo XIX y el 2 de noviembre de 1849, cuando un voraz incendio la destruyó casi completamente, el padre a cargo de la parroquia, Dr. José Benito Cotelo, en una carta dirigida a Urquiza, describe el incendio de esta manera, dice “toda la iglesia ha sido presa de las llamas. De cuanto había en la sacristía nada se pudo salvar, por empezar allí el fuego, y sólo se salvo lo que había en el cuerpo de la Iglesia…”

Luego de esto, la capilla funcionó por espacio de casi 10 años en un salón de la escuela ubicada al norte, calle por medio y luego, una vez construido, en un espacio del Colegio del Uruguay hasta el 25 de marzo de 1859 fecha en que es consagrado el nuevo templo, el actual.

Este se debe a una iniciativa de Urquiza, asesorado por  sus amigos y consejeros, Pbro. Miguel Vidal (Vicario General y Senador nacional); el Deán de catedral de Paraná, Dr. Juan José Álvarez y el Vicario Foráneo, Pbro. Domingo Ereño.

Producto de esas charlas, en el año 1857, el general Urquiza, presidente de la Confederación, informa al párroco Domingo Ereño que había encargado el proyecto de construcción del nuevo templo al Arquitecto italiano Pedro Fossati, quién elaboró los planos y presupuestó la obra en 156.000 pesos fuertes, estos planos y el presupuesto fueron aprobados por la Comisión creada al efecto, y que se componía de el padre Domingo Ereño como presidente y la completaban Eulogio Redruello, Wenceslao López, Pedro M. Irigoyen, Nicolás Jorge, Fidel Sagastume, Antonio Palomar, Juan G. Barañao (Tesorero), Manuel A, Urdinarrain

El contrato con Pedro Fossati no incluía la construcción de los altares y de las torres-campanarios, de lo cual se deduce que estos últimos, estaban en el proyecto original. El acta-contrato firmada por Fossati y la Comisión encargada de llevar adelante las obras, fue firmada el 16 de febrero de 1856, estableciendo un plazo de entrega de 18 meses. En uno de sus puntos expresa que “Los altares, torres y casa del cura no están comprendidos en el presente contrato”.

Si bien la Basílica de la Inmaculada Concepción, fue consagrada el 25 de marzo de 1859, la primera vez que se oyó la campana donada por Dolores Costa fue el 8 de diciembre de 1858, ya que para inaugurarla se rezó la misa mayor en la iglesia meses antes de su consagración por parte del Nuncio Apostólico Marino Marini.

Originalmente la parroquia contó con tres campanas, “La Misionera”, fechada en 1729, que fue la primera campana de la nueva capilla de la villa, allá por 1790 y otras dos donadas una por Dolores Costa y otra por Justo José de Urquiza, la primera, llamada “La Justa”, tiene grabado lo siguiente “Debido a la piedad de Dolores Costa de Urquiza, y aparte: Antonio Massa – fundidor – 1858 Bs. As.” Y la segunda, llamada “La campana del general” dice “Debido a la piedad del Excelentísimo Sr. Gobernador de la provincia de Entre Ríos, D. Justo José de Urquiza – 1864, y aparate: Nicola Elena, italiano. Garantida por 2 años”.

Campanas de la Basílica, foto de 1938, gentileza Prof. Rubén Bourlot

En un principio, estas campanas estuvieron ubicadas sobre la pared norte del templo, por encima del reloj púbico, como se puede ver en las fotos que acompañan este artículo, hasta que en las reformas de la década de 1940, las torres fueron construidas y las campanas fueron alojadas ahí, en una de ellas, en la que da al norte.

Fue precisamente para estas fechas, más exactamente en el año 1947, cuando se desato una de las polémicas  a que nos tiene acostumbrado nuestro pasado. Las dos campanas donadas por Urquiza y su esposa, se encontraban dañadas, siendo imposibles que tañeran como otrora, en este marco el cura párroco de la Inmaculada, Pbro. Zoilo Bel, dispuso que las mismas sean retiradas y remitidas al Arsenal de Guerra de la Armada Naval para que allí fueran fundidas y luego con ese material fueran hechas nuevas campanas que retornarían al templo para continuar con su función. Esta actitud provocó una polémica en la ciudad, ya que había otras personas que opinaban que, aunque le fueran dadas sus antiguas formas y leyendas, ya las campanas no serían las mismas que acompañaran durante tanto tiempo y en muchas circunstancias tristes y felices a los habitantes de la villa, aunque algunos pensaban que ello era lo adecuado.

Otros, creían que lo mejor era retirarlas así como estaban, donarlas a un museo, se mencionó al Palacio San José o al Colegio del Uruguay Y luego ver la posibilidad de adquirir otras, ya sea por aportes del gobierno o por una colecta comunitaria de los Uruguayenses. De todas formas, se pedía al Comisionado Municipal que convocara a una amplia reunión con personas e instituciones de la localidad para analizar el tema y tomar la decisión más conveniente.

El señor Rodolfo Seró Mantero, a través del diario “La Calle” realizó una especie de “encuesta”, requiriendo la opinión de varias personalidades de la ciudad, entre ellas la del Sr. Antonio P. Castro, director, en ese momento, del Museo Sarmiento y ex director del Palacio San José, quien opinó en contra de la fundición de las campanas y dijo “si están rotas, rotas debe quedar” y recordó que en su momento, se opuso a la fundición de tres campanas existentes en el Palacio san José y que finalmente las mismas quedaron tal cual estaban, “rotas, pero tal cual estaba en su origen”. Luego opinaros sobre el tema otras distinguidas personalidades como Wenceslao Gadea, Benigno T. Martínez  y Manuel Macchi. Como se ve, las opiniones no eran coincidentes en cuanto al procedimiento a seguir, pero si en el sentido de conservar las tradiciones y los objetos de manera que se preserve su originalidad. De todas formas Seró mantero, se alegraba del movimiento que se había generado y consideraba que todo movimiento de opinión es beneficioso para una comunidad.

No obstante esta situación convulsionada, el 13 de mayo de 1947, el cura párroco Pbro. Zoilo N. Bel, resolvió enviar las campanas agrietadas, casi 1000 kg. de bronce, a los talleres de fundición del ministerio de marina de la Nación, dando cerrado intempestivamente el debate sobre el destino de la viejas campanas.

Dos años debieron pasar para que las campanas vuelvan  a su histórico lugar, en efecto el 6 de octubre de 1949, el cura de la parroquia, anuncia que las campanas estaban ya de nuevo en su lugar, conservándose tal como habían sido colocadas en 1858 y 1864.  Hoy, debido a su antigüedad y a su frágil estado, solo se las utiliza para hacerlas sonar en acontecimientos especiales, como por ejemplo, el fallecimiento de un Papa.

De esta manera se dio por terminada una polémica más de la ciudad sobre qué hacer con aquellas viejas campanas!

Las nuevas campanas

Hoy el campanario sur, que originalmente estuvo vacío tiene campanas nuevas, agregadas en la última puesta en valor en el año 2010, que también se rinden homenaje a personajes de nuestra ciudad que han acompañado el origen e historia de C. del Uruguay, tan ligada al asunto religioso.

La campana mayor se denominó “Don Tomas de Rocamora”, fundador de la ciudad que intercedió ante el Virrey Vértiz para que la villa llevara en su denominación el nombre de la patrona de la Parroquia. La campana de la derecha se llamó “Don León Almirón”, lugareño de la Villa del arroyo de La China, que hacia 1778 solicito a las autoridades Virreinales autorización para levantar la primera capilla, origen de la villa. Y  la campana de la izquierda, “Fray Pedro de Goytía” primer sacerdote a cargo de la capilla, designado por el cabildo de la Catedral de Buenos Aires.

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Abescat, Francisco, “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, Diario “La Calle de fechas 14 de mayo y 17 de mayo de 1947. Agradecimientos a la Mus. Ana Trípoli y a la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza” por su colaboración para este artículo.

 

 

El cambio en la mano de circulación en C. del Uruguay

Autos estacionados sobre la izquierda en calle España

En nuestra ciudad, como en muchos países de Latinoamérica, al comienzo de la introducción de vehículos, sobre todo motorizados, se tomó como regla la circulación por la mano derecha, norma que se sigue aún hoy en varios países, sobre todo anglosajones siendo Gran Bretaña y Australia los ejemplos más visible, y así, por supuesto, pasó en Entre Ríos, hasta que otros países adoptaron la norma de circular por la mano contraria y fabricaron vehículos, fundamentalmente Estados Unidos, adaptados a esa función, es decir con el volante a la izquierda, tal como lo vemos hoy.

Un poco de historia

En función de que el tránsito en la ciudad de Buenos Aires, se había vuelto muy complicado, y con el fin de organizarlo, la municipalidad de Buenos Aires, estableció mediante una Ordenanza del 4 de abril de 1872 que “los carruajes deberán siempre marchar por la derecha de la calle”.

Pero solo la circulación vehicular era por la derecha, con el tiempo la ingeniería inglesa empezó a tener mayor protagonismo y, por ejemplo, a fines del S. XIX, los ferrocarriles circulaban todos por la vía izquierda, excepto el de Casa Amarilla a Ensenada construido por un ingeniero oriundo de EE. UU., país donde desde la Independencia se avanzaba por la derecha.

En vista de ello, o sea por la predominancia de la costumbre inglesa, el intendente Francisco Seeber reguló el 17 de mayo de 1889 que el tránsito debía desarrollarse por la mano izquierda, disposición confirmada por otra del 16 de julio de 1897.

Aviso de Ford difundiendo el cambio de mano

Para 1945, el número de accidentes era muy elevado en relación a la cantidad de vehículos que circulaban, y dónde, aún se mezclaban los motorizados y los de tracción a sangre. Los expertos argumentaron que ese elevado número de siniestros, se debía que nuestro país era uno de los pocos que aún tenían la mano de circulación por la izquierda. Para evitar esto, se decidió cambiar el sentido de circulación, es decir que pasaría de la izquierda (sistema inglés) a la derecha (sistema norteamericano).

Por otro lado, la influencia de la potencia industrial de los Estados Unidos, se iba haciendo sentir en Latinoamérica y muchos países iban adoptando su forma de manejo, ya que los vehículos que estos producían eran con el volante a la izquierda. Argentina no fue indiferente a este contexto y decide enviar al al ingeniero Nicanor Alurralde a EEUU para estudiar las condiciones y la señalización, en tanto el Automóvil Club Argentino inició una campaña preparatoria que culminó en la propuesta de un cambio para el 5 de octubre de 1944 (Día del Camino). La cuestión económica no fue un punto menor, ya que al tener que adaptar el sistema de manejo de los autos, que provenían principalmente de EEUU, se volvía engorroso y agregaban mucho valor al precio final de los vehículos.

Pero, uno de los elementos que más influyó en la toma final de la decisión del cambio de mano  la proximidad de la inauguración del puente internación Paso de los Libres-Uruguayana que nos uniría con la república brasilera, ya que este último país tenía desde hace tiempo la circulación por la derecha y hubiera sido caótico que se encontrara de este lado con la circulación cambiada. La inauguración estaba prevista para el 12 de octubre de 1945.

Para ese momento solo Argentina y Uruguay mantenían la circulación “a la inglesa”, finalmente Uruguay fue el último país de Latinoamérica es imponer el tránsito por la derecha, lo hizo desde el 2 de septiembre de 1945 a las 4 a.m.

Tomada la decisión, nuestro país emite el virtud del decreto Nº 26.965/1944 que establece que a partir del día 10 de junio de 1945, desde las 06:00 se debería cambiar la mano de circulación en todo el país y se limita temporalmente la velocidad de circulación de los coches en campo abierto  a 70 km p/h, en zonas suburbanas a 35 Km p/h; y dentro de las ciudades (zona urbana) a 20 Km p/h. Es interesante destacar que el día elegido fue un domingo, dónde el tránsito es menor, de modo de que el cambio de mano fuera los menos traumático posible.

En la provincia se creó un organismo la “Comisión Provincial del Cambio de Mano” y, en nuestra ciudad, los medios de difusión, básicamente los diarios tuvieron mucha influencia en difundir las nuevas medidas que fueron acompañadas por personal de tránsito de la municipalidad en la orientación de los conductores en los primeros momentos, con el fin de ordenar el tránsito y prevenir accidentes.

Los comercios y empresas se sumaron a la campaña de difusión y podemos ver un aviso de Ford de esa época publicado en el diario “La Calle”, que señala que, entre los beneficios que traería esta medida destacaban que “Los nuevos coches llegarán más rápidamente al país”, “Los motores y repuestos costarán menos” y “El turismo con los países vecinos se verá facilitado”, un aviso dela tienda “La Chaqueña” decía “Cambie de mano, pero no de tienda”.

Al principio según los relatos de las crónicas de la época fue un proceso no exento de problemas que fueron severamente marcados por el joven diario “La Calle”, sobre la falta de controles, de señalización del sentido de las calles, de planos indicativos y, por supuesto, de la mala conducta de los conductores, algo todavía no resuelto  más de 75 años del “cambio de mano” de la circulación vehicular.

Ese día, el 10 de junio, y por esta razón, se celebra en nuestro país el “Día de la seguridad vial”.

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Diarios “La Calle” de 1945. Agradecimiento a la Museóloga Ana Trípoli, por facilitarnos el acceso a las fuentes. Y, http://www.vialidad.gba.gov.ar/

 

 

 

Cuando se dispuso talar todos los árboles de plaza Ramírez

Plaza en 1902, puede verse sin árboles y ya con la reforma de canteros de W. Gadea

Wenceslao Gadea, la tala de árboles en plaza Ramírez y la defensa de Lorenzo Sartorio
 
En el libro “La ciudad de Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, una Edición de Autor de Francisco Javier Abescat (Editorial Ca-Sal, 10 de marzo de 1971) podemos leer lo siguiente:
“25/2/1901 se autoriza a cortar inmediatamente todos los arboles de plaza Ramírez y vender la madera. La gran arboleda se taló por la noche apareciendo al día siguiente sin árboles, a raíz de lo cual hubo un movimiento y propuesta popular y se imprimieron y distribuyeron volantes alusivos al hecho”.
La Ordenanza Nº 21, fue aprobada por el HCD el 19 de febrero de 1901 siendo su presidente Porfirio L. Tenreyro y su secretario José A. Vidal, y promulgada el 3 de marzo de 1901 por el presidente municipal Wenceslao S. Gadea y secretario Gregorio Izaurralde.
 
El articulado, expresa lo siguiente:
Art. 1: Autorícese al DEM para que someta a estudio de persona perita, la sustitución de los paraísos que se encuentran en la plaza “General Ramírez”, por la arboleda adecuada para esta clase de paseos, debiendo presentar un proyecto al efecto.
Art. 2: El DE procederá a cortar inmediatamente todos los árboles casuarinas que existen en la misma.
Art. 3. Autorizase igualmente al DE para que se proceda a la venta, en licitación pública de toda la madera que se extraiga de estos árboles, destinando su producto a la compra de nuevos árboles que embellezcan dicha plaza.
Art. 4: Los gastos que demande la presente se imputarán a Obras Públicas
Art. 5: Comuníquese.
 
Esc. Wenceslao Gadea

Wenceslao Gadea es electo Presidente Municipal el 7 de enero de 1899, Gadea renuncia a su cargo el 20 de mayo de 1902, siendo reemplazado por el Presidente del HCD, Porfirio L Tenreyro. Había nacido en la ciudad de concordia en el año 1863 y falleció en Buenos Aires en 1951.

Estudió en el colegio Nacional Justo José de Urquiza y más tarde se recibió de Escribano, a lo largo de su extensa vida desempeñó varios cargos públicos entre los que se destacan el de Secretario (1893) y Presidente de la Municipalidad local (1899-1902) cargo al que renuncia para asumir como Diputado provincial por el partido Conservador desempeñándose como tal hasta el año 1905 y autor del libro “Don Justo, la tragedia de Entre Ríos en 1870” sobre el asesinato del general Urquiza.
Como Intendente realizó importante sobras para la ciudad, entre ellas: Sustituyó el alumbrado público a kerosene por el de gas acetileno y más tarde por el alumbrado eléctrico. Obtuvo del Gobierno Nacional la reconstrucción del edificio del Correo y de la Curia Eclesiástica la refacción del interior de la Parroquia de la Inmaculada Concepción y de sus techos. Hizo construir los jardines y canteros de la Plaza Ramírez y remodeló el cementerio público municipal que estaba, para ese tiempo, muy deteriorado. Proporcionó al Gobierno Nacional la piedra para construir la dársena del puerto, y finalmente logró de la Provincia la sanción de la Ley que permitió la construcción de la Escuela Nicolás Avellaneda. En 1907/8 fue Convencional por el Círculo Uruguay-Colón junto con los Dres. B. G. Cook y L.B. López
Wenceslao Gadea falleció el 15 de Agosto de 1951, a los 88 años, en la ciudad de Buenos Aires y sus restos descansan en el panteón de la familia Jorge en el cementerio local. Una calle de la zona del puerto nuevo lleva su nombre (Ordenanza 1566 del 8 de septiembre de 1952), y lindando a esta en una plazoleta existe un busto que lo recuerda.
 
Intentando dilucidar los pormenores de esta publicación, consultamos distintos ejemplares del periódico “La Juventud”, existentes en la Hemeroteca Municipal en el museo Casa de Delio Panizza, para relatar cómo fueron los hechos, y si en verdad esta tan polémica resolución se llevó a cabo, a pesar de lo afirmado por Abescat en su publicación.
 
Lorenzo Sartorio

“La Juventud”. Este periódico, fue fundado y dirigido hasta su muerte por Lorenzo Sartorio, quien lo funda, el 14 de diciembre de 1899, con tan solo 14 años (Había nacido en 1885) y se publicaba los martes, jueves y sábados, siendo sus diferentes ediciones muy esperadas por el contenido de sus artículos. Lorenzo Sartorio falleció en Buenos Aires el 25 de febrero de 1921, siendo sus restos traslados a la ciudad por tren y depositados en un panteón en el cementerio local. Su periódico, “La Juventud” dejó de aparecer entre los años 1953 a 1955. La ordenanza Nº 646 del 14 de octubre de 1924, le da su nombre a la ex calle Nº 1 del Norte. Los ejemplares que hoy atesora el museo “Delio Panizza”, fueron legados al propietario de la vieja casona, por Cecilia Sartorio, última hermana viva de Don Lorenzo.

Durante la búsqueda en las ediciones preservadas en la hemeroteca del Museo Delio Panizza, correspondientes al año 1901, hemos encontrado 3 referencias a los árboles de plaza Ramírez (4 y 11 de marzo y 1 de abril) y uno al paseo en general, correspondiente al 19 de septiembre de dicho año, todas ella oponiéndose a la medida y al estado de la plaza.
 
El primero, publicado al día siguiente de la promulgación de la Ordenanza por el intendente Gadea, es decir el 4 de marzo de 1901, bajo el título “Este desatino, Sres. Ediles” expresa: “Una Ordenanza municipal recientemente sancionada, manda que sean tumbados bajo el peso del hacha los paraísos que adornan nuestra plaza embelleciéndola. Constituye esta medida un desatino del gobierno de la ciudad. Un disparate natural que solo obra inducido por la inspiración de un inocente, sin pensar en las conveniencias y el ornato de la plaza. Esos árboles frondosos que brindan su sombra protectora están bien como están y solo puede permitirse que un gobierno comunal despojado de prestigio sin fijarse en la protesta pública, mande hacer un desatino semejante.
”El producto de la leña que den se empleará en la compra de los que han de suplir, pero sean cuales fueren estos árboles, Sres. Ediles tendremos la plaza Ramírez por algunos años en estado deplorable. ¿Acaso no hay suficiente con la destrucción de los jardines para hacer las innovaciones que han dejado a la plaza despojadas de éstos, reemplazados por un adorno mamarrachos sin ninguna estética porque ni siquiera se han consultado las reglas de un mediano buen gusto. El gobierno de la comuna manda ahora a deshacer ahora, de un golpe lo que fue obra de estudio para otras C.D. constituido por elemento de más inspiración y preparación que llegaron a la solución de que configura un desatino el voltear árboles que difícilmente podrán ser bien reemplazados. Las casuarinas están también incluidas en la resolución edicial”.
 

 

En esta foto pueden verse los canteros con diferentes formas de la reforma de W. Gadea
 
Días después, el 11 de marzo, el periódico volvía con sus reclamos a favor de los árboles de la plaza y en un artículo titulado “Protestamos nuevamente” publicaba una nueva crítica que decía “Ninguna resolución ha tomado el C.D. Municipal que destruya su resolución destinando a ser cortados los árboles de la plaza y por lo tanto, repetimos nuestra protesta. El público sensato ha aplaudido nuestra propaganda y solo hay palabras de acre reproche contra los que han ordenado semejante extinción. Los árboles de la plaza están bien como están y los únicos responsables de la falta de ornato y desmantelamiento de la misma serán los Sres. Ediles, muchos de ellos sin intereses en este vecindario y que bien pueden estar hoy en esta como mañana en Buenos Aires y, por consiguiente, importándoles bien poco que exista o no plaza, que tengan o no árboles que le embellezcan, etc. Un anciano venerable que fue laborioso intendente, Mrs. Seekamp (Fue intendente interino en 1882 y 1883),n os decía, días ha, que él ha visto pasar 30 años para que los paraísos llegaran a ser los frondosos y bellos árboles que hoy embelleces nuestro paseo público. Esperamos, repitiendo nuestra protesta severa contra tal desatino edilicio”.
 
El 1 de abril, “La Juventud” volvía a arremeter contra la norma cuestionada, y bajo el título de “Los árboles de la plaza y el Concejo Deliberante” expresaba “Parece que el intendente no se atreve a cumplir, en atención a la protesta pública, la ordenanza del C. D. Municipal que manda exterminar los árboles de la plaza Ramírez. Hemos dicho y repetimos, buscando la derogación de la ordenanza citada porque ellos es un anhelo público, que el gobierno comunal está en un error craso al interponer como fundamento que esos árboles que embellecen aquel paseo público son viejos. Esto no es una razón ni la aceptamos como excusa. La arboleda de nuestra plaza es frondosa en primer lugar y luego se encuentra en perfecto estado.
“Como medida higiénica, continúa, el cronista, los árboles son necesarios” luego agrega que “Nuestros ediles no saben que destruir árboles es destruir vida” y agrega “A ellos le dedicamos la transcripción de lo que dice (el general) Mansilla “…confío en Dios y confío que de algún provecho ser (la publicación oficial del gobierno Norteamericano sobre Arboricultura) en tierras donde todavía no saben todos que destruir árboles, es destruir vidas”.
Como se ve, a casi un mes de promulgada la norma, está todavía no había sido cumplida, en razón, si nos dejamos llevar por esta fuente, del malestar general que esta medida había provocado en la población de la ciudad.
 
En esta foto pueden verse los canteros con forma de estrella de la reforma de W. Gadea
 
La última referencia a este tema que encontramos en el archivo de “La Juventud” es del 11 de septiembre y en un artículo titulado “32 meses después” el redactor hace una severa crítica sobre las obras de Gadea en plaza Ramírez, pero sin mencionar la tala de árboles.
Dice la noticia “En los primeros días de diciembre de 1899, al ocupar su puestos, el intendente hacía, con todo brío, dar inicio a las obras de ornamentación de nuestra plaza Ramírez. Desde entonces (…) no se ha hecho otra cosa en esa plaza Ramírez como no sea remover tierra, destruir el buen trazado de los jardines, destrozar las pocas plantas existentes. A los 32 meses han concluido de arrojar tierra inútilmente, gastando en peones, acarreos, etc., miles de pesos para no dejar siguiera algo que pueda verse sin repulsión. Y como el señor Gadea y todo ese tren de empleados (…) han resuelto ahora entretener ahora a esos 5 o 6 peones en hacer luceritos, estrellas, soles y lunas en los jardines, o lo que equivale a decir destruir todo lo hecho anteriormente, lo que poco nos importaría si no tuviera el pueblo pagano que pagar todas esas tonterías de los ediles con nuevos impuestos”.
Como se ve, el redactor no hace referencia explícita al corte de los árboles, por lo que después de leer estas noticias, podemos concluir con bastante certeza que el misma nunca ocurrió, al menos por ese año 1901.
Algunos párrafos de la misma son elocuentes para reseñar la obra del intendente en lo referente al principal paseo público de la ciudad de entonces, aunque es interesante destacar que el periódico dirigido por Lorenzo L. Sartorio fue muy crítica con las acciones del municipio y no son raros los ataques al intendente y ediles por la plaza, el cementerio público, la plaza Constitución y la iluminación a kerosene, gas o eléctrica de la ciudad, e incluso por intentar regular las tarifas de los cocheros, los remises de la época.
 
El origen de esta foto no lo hemos podido hallar, ¿será una toma de la trágica tala de árboles?
 
Luego de analizar estos documentos, y como vinimos anticipando, podemos llegar a firmar que la tala indiscriminada de árboles no ocurrió ese año, ya que de haberse hecho, se vería reflejado en las páginas del periódico, aunque podría haberse hecho un año después, a juzgar por una foto fechada en 1902.
 
Wenceslao Gadea, produjo importantes modificaciones en el viejo trazado de la plaza, como puede verse en viejas fotos, algunas de las cuales acompañan este trabajo, donde se pueden ver canteros irregulares y de varias formas, incluso uno con forma de estrella.
 
No hemos podido ver fotos que muestren a la plaza con los árboles “frondosos” como hace referencia el periódico, pero si podemos ver años después a la plaza casi sin árboles o con estos muy jóvenes por lo que seguramente en algún momento estos deben de haber sido reemplazados, aunque no hemos podido determinar si esta sustitución fue tan drástica como lo indicaba la Ordenanza Nº 021/1901, aunque una foto, acá publicada, y fechada en c. 1902 muestra el paseo casi totalmente despojado de árboles, aunque es difícil a veces datar correctamente las imágenes.
 
Bibliografía: Abescat, Francisco “La ciudad de Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”; “Nomenclatura callejera. Quien es quien en las calles de la ciudad”, Guía Turística de Concepción del Uruguay, Centro Editor Río de los Pájaros, Jorge Bonvín, “Calles con historia”, Municipalidad de Concepción del Uruguay, “Ordenanzas y Decretos 1901”, Periódico “La Juventud” y Larenze, Héctor Luis, “Concepción del Uruguay. Sus calles… su historia”. Agradecimientos a la Mus. Ana Trípoli y a la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza” por su colaboración para este artículo
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El casamiento en el siglo XIX

Basílica de la Inmaculada Concepción hacia el 1900
 
Al referirse a la familia del Dr. Juan Bonifacio Redruello, la escritora Uruguayense María del C. M. de Álvarez, en su libro “Hace un largo fondo de años”, nos cuenta que éste era oriundo de Santa Fe, e hijo de Don Juan José Redruello, quién prestó importantes servicios en la conquista del Chaco y; de Doña María Josefa Marcos de Mendoza, que enviudó joven, llevando una honrada vida cristiana. Luego, se traslada a Concepción del Uruguay, residiendo en una casa que existía al lado de la Basílica, donde hoy está la “Casa parroquial”, criando a sus numerosos hijos entre ellos al padre Redruello de destacada participación en los hechos de 1810, en el cual resulta electo por el cabildo local para representar la villa en la nueva junta de gobierno surgida de la “Revolución de Mayo”.
 
Pero, hoy no vamos a referirnos a la actuación de esta destacada y controversial figura sino que, nos detendremos en la transcripción que María del Carmen Miloslavich hace sobre el Acta de casamiento de los padres del futuro padre Redruello, Doña María Josefa Marcos de Mendoza y Don Juan José Redruello. Según la partida de casamiento existente en la Iglesia Catedral Metropolitana de Santa Fe, la cual dice ” El 24 de septiembre de 1759, el Dr. Antonio de Oroño, con mi licencia casó y veló en facie iglesis, a Doña María Josefa Marcos de Mendoza, y Don Juan José Redruello, ambos naturales de esta ciudad, corridas las tres amonestaciones y tomado su consentimiento. Fueron padrinos: Miguel de Quiroga y Doña Maria Xiomara de Numares. Don Miguel de Leiva.
 
Por otra parte, en el Libro 1° de matrimonios de la Parroquia de “San Sebastián” (Actual Inmaculada Concepción), se lee: “En veinte de agosto de mil setecientos ochenta y nueve, habiendo comparecido Don Lorenzo José Francisco López, (…), se publicaron en tres días festivos que fueron: dos, nueve y diez y seis de agosto del año mil setecientos ochenta y nueve al tiempo del ofertorio de la misa parroquial las tres conciliares proclamas sobre el matrimonio que libremente intentaban contraer Doña Tadea Jordán, viuda de Don Juan Gregorio Ramírez e hija legitima de don Antonio Jordán y Doña María López, natural de Buenos Aires y; Don Lorenzo José Francisco López y no habiendo impedimento alguno canónico y estando hábiles en la Doctrina Cristiana, yo, José Basilio López, Cura y Vicario de esta Parroquia, de la Concepción del Uruguay, desposé en ella de presente a los referidos Lorenzo José Francisco López y Tadea Florentina Jordán, habiendo antes advertido y entendido sus mutuos consentimientos que me fueron recíprocamente preguntados; no recibieron las solemnes bendiciones por estar anteriormente velada la esposa”. Tampoco, en esta oportunidad, hablaremos de Doña Tadea Jordán y de su heroica vida en los albores de la lucha por el federalismo, acompañando a su hijo Francisco y aún después de su trágica muerte.
 
Como todos sabemos en la administración colonial hubo áreas específicas de la sociedad que estaba bajo la órbita de la Iglesia Católica, entre ellas todo lo referido a la institución del “Matrimonio” y, más allá de los cambios políticos sucedidos algunos de los cuales fueron verdaderas revoluciones, como los hechos de mayo de 1810, la Declaración de la Independencia en 1816 y Caseros y la Constitución en 1852 y 1853, lo cierto es que muy poco cambió sobre esta institución hasta la sanción de la Ley de matrimonio civil en 1888.
Recordemos que recién para 1873 la nueva institución Municipal de Concepción del Uruguay, legisló sobre algunos aspectos administrativos de los casamientos, pero sin tocar lo que le correspondía a la iglesia desde su poder final.
 
Cuando leímos la transcripción del Acta de Matrimonio de Juan José Redruello y María Josefa Marcos, nos llamó la atención la aparición en la misma de los términos “Casó y veló” y “…corridas las tres amonestaciones…”, pero en ese momento, las consideramos como giros utilizados en los textos de ese momento.
 
En el acta de casamiento de Lorenzo López y Tadea Jordán, por su parte también aparecen términos que no conocemos, como por ejemplo “se publicaron en tres días festivos que fueron: dos, nueve y diez y seis de agosto del año mil setecientos ochenta y nueve al tiempo del ofertorio de la misa parroquial las tres conciliares proclamas sobre el matrimonio que libremente intentaban contraer” y “no recibieron las solemnes bendiciones por estar anteriormente velada la esposa (era viuda)”.
 
Existen más casos, por supuesto de Actas de casamiento con estas fórmulas y palabras que hoy nos resultan extrañas, pero que no lo eran en el pasado, entre los siglos XVII a XIX, más bien constituían algo normal en la vida de nuestros antepasados.
 
Portada del libro “Si, quiero. Historias y anécdotas …”

Hace un tiempo pudimos acceder al libro “Si, quiero. Historias y anécdotas del matrimonio en Argentina” de Arnoldo Canclini, que hace una reseña del matrimonio en el Río de la Plata desde la colonia hasta fines del siglo XIX, y en él encontramos datos muy curiosos sobre todo el proceso, bastante arduo por cierto que; luego de ser transcurrido, culminaba con el casamiento propiamente dicho, y aún podía extenderse más allá de esta ceremonia religiosa.

Basados, entonces en este texto, pasamos a contarles todos los pasos que involucraba poder formalizar el casamiento “por iglesia” a mediados del siglo XVII (Y hasta bien entrado en siglo XIX), y veremos que muchos actos o dichos se prolongaron en el tiempo, más allá de la vigencia de las leyes civiles como términos o como costumbres.
 
Había que dar (y pasar!) ¡siete! pasos previos antes de la confirmación de la boda, estos eran: Esponsales, “Soltura”; Amonestaciones; Sacramentalización; Dotación; Velación y Consumación
 
Esponsales y “Soltura”
Como dijimos, antes de la boda, eran imprescindibles otros pasos. El primero eran los esponsales, que se realizaban en cualquier momento del año, excepto entre el primer domingo de adviento y la epifanía, así como tampoco desde el miércoles de ceniza hasta la octava semana de Pascua, aunque sí se realizaban casamientos. “Podían ser sencillos y privados como con una promesa a solas, bajo un árbol a la luz de las estrellas, o públicos y solemnes. A veces, se los hacía por escrito ante un notario o ante un párroco que “tomaba los dichos”.
“También ocurría que fuera sólo el novio a ver al párroco que después visitaba a la pretendida para asegurarse de su consentimiento y el de los padres. Este paso era tomado tan en serio que, después de realizada la ceremonia, él era llamado “esposo” -o sea alguien que había cumplido los esponsales-, término que, junto con el de “esposa”, es de uso común todavía, aunque se lo aplica a quienes ya se han casado”.
Si aparecía oposición paterna, -recordemos que en ese tiempo era necesario que el padre diera su “bendición”, caso contrario podía llegarse hasta a un pleito para que la boda se concretase- la muchacha era llevada a una “casa honrada”, donde quedaba hasta que se aclaraba el entuerto. El novio tenía dos años para cumplir con su promesa y, si no lo hacía, podía sufrir penas muy serias, como un proceso criminal, la condena de dar una dote a la víctima, el casamiento o dos años de prisión. Pero el compromiso podía disolverse por mutuo acuerdo o por un acto de infidelidad probado.
“Para celebrar los esponsales, nos cuenta Arnoldo Canclini, era necesario hacer demostración de “soltura” o sea que el novio estaba libre de todo otro compromiso nupcial. El requisito era sólo para los varones”. Mentir sobre este tema, además de que era causa de nulidad de los votos, o del casamiento si este se hubiera realizado, además era causa de la excomunión y penas pecuniarias. “Era necesario probar los nombres de los padres, los viajes realizados, los cargos ejercidos y los medios de vida”. Como se puede ver, quienes decidían casarse en esa época deberían estar muy convencidos de ello!
En ciertas épocas, a los esponsales se les daba gran trascendencia social. En el siglo XVIII llegó a ser costumbre que los esposos comenzaran su vida conyugal luego de ellos, sin esperar el casamiento, aunque ello estaba específicamente prohibido.
 
Amonestaciones
Foto ilustrativa

El paso siguiente eran las amonestaciones. Éstas habían sido establecidas en 1215 y hechas obligatorias por el Concilio de Trento, lo que ponía la autoridad en la Iglesia de esta institución. Curiosamente, en la primera fecha tenía como razón limitar la consanguinidad, que era un problema en las pequeñas comunidades endogámicas, que eran bastantes comunes en Europa; se declaró la prohibición nada menos que hasta el séptimo grado, lo que producía muchas complicaciones y debió ser limitado hasta el cuarto grado.

Las Amonestaciones consistían en proclamas que se hacían desde el púlpito para que cualquiera que conociera un “impedimento” lo hiciera saber o “callara para siempre”. Debían ser tres, hechas en días no festivos, con la condición de que hubiera feligreses en el templo u otro lugar adecuado. Sin embargo, en algunos casos bastaba con la presencia de uno de los novios y dos testigos.
 
 
 
Los “Impedimentos”
Ése era el momento para que se hicieran conocer los impedimentos para el matrimonio, es decir causas que no lo hicieran posible. “Podían ser de tal especie que este fuera declarado nulo o si no, hacerlo ilícito y pasible de sanciones, aunque no de invalidarlo.
Los impedimentos se calificaban como “impedientes” (que se oponían a la justicia, licitud y honestidad, pero no a la validez) o “dirimentes” que podían ser con relación al sacramento, cuando había antes un voto solemne, un parentesco, un crimen, poligamia o diferencia de culto o bien con referencia a la legitimidad, cuando hubiera vicios en el consentimiento, errores, dolo, locura, violencia, rapto o minoría de edad; finalmente, lo relativo a la consumación, o sea la impotencia de una de las partes.
Casi todos los impedimentos se definen por sí mismos. En cuanto a los votos, se trataba del de castidad, el cual, si había sido hecho en forma solemne, era dirimente. Respecto de la diferencia de cultos, en general no hubo conflictos. Estos comenzaron a sucederse luego de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, cuando luego quedaron en nuestras tierras voluntariamente o como prisioneros varios hombres de religión Protestante.
 
Sacramentalización o casamiento propiamente dicho
“Superadas todas esas vallas -que no eran pocas-, llegaba finalmente la hora de la Sacramentalización, o sea del acto mismo del casamiento, que entonces era generalmente muy sencillo. Los novios, los testigos, los padres y algunos allegados se presentaban ante el párroco, quien les tomaba los votos. Todos permanecían de pie, ya que no había bancos en las iglesias. En algunos casos de mucha alcurnia, se agregaban elementos que daban cierto relieve, como un conjunto de músicos que ejecutaban canciones alusivas que eran coreadas por el público”. Los festejos solían ser muy sencillos y sólo había tertulias o bailes en “algunos casamientos” porque los novios quería tener cerca a sus amigos o parientes cercanos.
 
Hubo otra forma de casamiento, sumamente peculiar, que destacaba la importancia de la bendición eclesiástica: el matrimonio oculto y secreto que no quedaba registrado en el libro correspondiente. Esto consistía en que la pareja se acercaba al altar donde se estaba realizando una boda, sin ir con sus padres, generalmente opuestos al hecho. En el momento que el oficiante pedía el mutuo consentimiento de la pareja que estaba ante el altar, en voz baja murmuraban ellos también el propio. Cuando desaparecía el impedimento, con el correr del tiempo, el sacerdote confirmaba y hacía público el secreto. Mientras tanto, cohabitaban conyugalmente sin mayores problemas y si nacían hijos se los consideraba legítimos.
 
Foto ilustrativa

Dotación

Un aspecto relacionado con el casamiento era la dotación, o sea la entrega de ciertos bienes por parte de los padres de la novia, la famosa “Dote”. En el Plata, tenía cierto fundamento en cuanto a que era muy difícil tener ocupación en la juventud y, por lo tanto, a menudo la boda se hacía imposible sin la ayuda paterna. “Aunque las variantes eran muchas, una base para el monto era el quinto de los bienes, dejando el resto como herencia para los hijos varones”.
 
 
Velaciones
Después del casamiento y como algo complementario, llegaba esta ceremonia, a veces años después, aunque lo normal era una semana. Pero se daba el caso de que alguna pareja la concretara ya con varios hijos en su haber familiar. Implicaban una bendición solemne de parte de la iglesia, así como una re consagración del vínculo por los contrayentes. No tenía valor legal, sino espiritual y por eso se lo podía obviar.
“La ceremonia consistía en cubrir la cabeza de la esposa y los hombros del esposo con una banda o cinta, como señal de la unión matrimonial, bajo la imagen del yugo que une”.
 
Consumación
Era la última etapa para alcanzar la plena validez del matrimonio y no vamos aquí a entrar en detalles de ésta, y, claro esta decir que hubo a lo largo del tiempo muchos pedidos de nulidad por la incapacidad de consumar el acto sexual por parte de alguno de los dos esposos. Recordemos que más allá del goce de la pareja, el fin del acto sexual era, para la iglesia católica, tener descendencia.
 
En una apretada síntesis de este interesante libro sobre una institución tan significativa en la vida social, hemos contado todo el proceso, a veces engorroso y complicado que involucraba el casamiento de nuestros antepasados allá por los siglos pasados. Algo que hoy nos parece un tanto rebuscado, y hasta risueño si se quiere, pero que, sin dudas, marcó la vida de muchas personas que por diferentes razones no pudieron concretar su casamiento por alguna de estas amonestaciones e impedimentos.
 
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Bibliografía: María del C. Miloslavich, “Hace un largo fondo de años” y Arnoldo Canclini, “Si quiero. Historia y anécdotas del matrimonio en Argentina”
 
 
 
 
 
 

Juan Czetz: Primer Director del Colegio Militar de la Nación. Su relación con Concepción del Uruguay, la Escuela Normal y el Colegio del Uruguay

El Coronel Juan Czetz y el portal de ingreso al Colegio Militar de la Nación

Por: Celomar Argachá (Centro Cultural J. J. de Urquiza)

Días pasados el Centro Cultural “Justo José de Urquiza” realizó una excursión histórico-turística al “Palomar de Caseros” , lugar donde se desarrolló la famosa Batalla de Caseros que dio termino a la dictadura de Juan Manuel de Rosas y el inicio del proceso de organización nacional que culminó con la Constitución Nacional de 1853.

Pudimos avistar el campo donde se desarrolló el decisivo combate con el General Urquiza y visitamos luego el famoso y enorme criadero de palomas del señor Diego de Caseros y su cómoda e histórica residencia, construida en el año 1788.

Recorrimos luego el Colegio Militar de la Nación fundado en 1869 durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, colocando como primer Director del mismo al Coronel húngaro Juan F. Czetz, nacido en Gidofalva, Transilvania, el 8 de junio de 1822, ingresando en la Academia Militar Imperial, alcanzando en su patria de origen el grado General a los 26 años, siendo hasta hoy el más joven en llegar a dicho grado en la historia de dicho país.

Fallida la lucha por la independencia entre 1848 y 1850, en la que si bien obtiene grandes victorias perdió la batalla final, tornando el camino del exilio a Alemania, después Inglaterra y finalmente a España donde se vinculó a la familia del General Prudencio Ortiz de Rosas. Volvió posteriormente a Inglaterra y en Southamton se entrevistó con Juan Manuel de Rosas.

Posteriormente viajó por Francia y nuevamente en España contrajo enlace con Basilia Ortíz de Rosas, sobrina carnal del dictador, pasando luego a Buenos Aires donde revalidó su título de agrimensor, reconociéndole el grado militar de Coronel.

Histórico palomar de Caseros

Realizó numerosas tareas como Jefe de la Sección Ingenieros, cumplió la labor de trazar el mapa de República Argentina en sus límites con el Paraguay y Brasil; se le encomendó la misión de organizar el Cuerpo de Zapadores; realizó numerosas mediciones y mensuras de campos; el trazado de numerosas ciudades; los primeros estudios catastrales de la Mesopotámia y el Chaco; los primeros planos del Colegio Militar y Escuela Naval; diseñó el primer mapa telegráfico nacional; participó del trazados en Misiones y Formosa, etc. etc.

Durante la visita que realizamos los miembros del Centro Cultural Justo José de Urquiza al Colegio Militar de la Nación, pudimos observar que fue designado el Coronel Juan Czetz por Domingo Faustino Sarmiento como primer Director para que elaborara un Plan para la formación y estudio de los oficiales, cuya bases normativas llegaron hasta el siglo XX, imprimiéndole el sello de la disciplina y el estudio.

Terminada su tarea después de cuatro años al frente del Colegio Militar, se trasladó en 1875 a Entre Ríos, precisamente a Concepción del Uruguay, por ese entonces Capital de Entre Ríos, contratado por el gobierno provincial como Director de Departamento Topográfico, realizando los primeros planos catastrales de los departamentos de dicha jurisdicción.

De lo que realmente poco se sabe y muy poco se ha escrito es que durante su estadía en nuestra ciudad, el Agrimensor y Coronel Juan Czetz fue Profesor de la reciente creada Escuela Normal de Mujeres (1873), figurando su nombre a partir del año 1876 como profesor de Aritmética, Geometría y de nociones de Química y Biología.

A partir de ese año y hasta 1883 aparece Czetz como docente de la institución uruguayense desempeñándose generalmente como profesor en Aritmética y Geometría, con algunas variaciones como Aritmética. Cálculo oral y escrito. Geometría (1880) o Matemáticas en (1883).

Creemos que se estableció con su familia en Concepción del Uruguay por cuanto su hijo León Czetz ingresó en el año 1874 como alumno del Colegio del Uruguay y el nombre de su padre aparece como Jurado en los exámenes públicos de sus alumnos.

El hecho de que el primer Director del Colegio Militar de la Nación fue un destacado docente de la Escuela Normal, conducida entonces por Clementina Comte de Alió y del staff del Colegio del Uruguay conducido por su esposo, Dr. Agustín M. Alió, son hechos que debemos resaltar una y otra vez y el propósito de esta publicación es, por parte del Centro Cultural Justo José de Urquiza, poner de relieve aspectos importantes de su historia cultural y educativa, con la participación de hombres y mujeres que trascendieron al ámbito local, provincial y nacional.

 

 

 

    

¿Qué se comía en los pagos y tiempos del General Urquiza?

Palacio San José, acceso principal

El tema. En general, cuando leemos artículos sobre el beber y comer en nuestro país en el siglo XIX, los comentarios se limitan al momento de la Revolución de Mayo, con el detalle de las negras vendiendo por la calle mazamorra, empanadas, pastelitos u otras delicias habituales de la época, escenas casi siempre ubicadas en Buenos Aires.

Pero el país siguió evolucionando, y siguió siendo más que Buenos Aires, y nos encontramos con lugares donde a mediados de aquel siglo, se apreciaba una gastronomía interesante, y que además terminó siendo documentada casi cotidianamente. Así lo muestran los archivos del Palacio San José, residencia del General Justo José de Urquiza, donde el nivel de detalle de los productos que se consumían y sus costos es casi obsesivo.

Un ejemplo lo tenemos en uno de los informes del administrador de San José, José Labandere, que dice: “Se carnea: Para la casa y transeúntes por término medio 140 capones por mes. Para peones 30 capones por mes. Contando más o menos para 12 hombres a capón por día. Para puesteros con familia se les da un capón para comer cinco días”.

Lo interesante de este parte es constatar el consumo de ovinos que había en el Entre Ríos del General Urquiza. No olvidemos que el ovino no era apreciado en la ciudad de Buenos Aires, quizás por aquello que comentara el norteamericano Thomas Page en su crónica “La Confederación Argentina”: “para el gaucho la oveja no es carne ni tampoco es tan valioso el cuero de oveja como el de vacuno”.

Este consumo de capones se ha dado también durante el siglo XX en la orilla uruguaya del río Uruguay, desde los campos de Soriano hasta Colonia, ha sido un plato obligado en muchas de las estancias.

La ubicación privilegiada del Palacio San José, en las proximidades de un río como el Uruguay, hizo que el consumo de pescados de río formara parte regularmente del menú de la casa, que además lo tenía como una comida de celebración cuando había visitas políticas. No olvidemos que San José hizo las veces de residencia presidencial en los años en que el General Urquiza fuera presidente de la Confederación Argentina.

Pero la llegada de inmigrantes a la Colonia San José (1857), también trajo la demanda de ciertos pescados importados, y una de las firmas que los traía publicó en un diario de la época la información de que había traído: “calamares en conserva, ostras, langostas, sardinas en aceite, arenques de Galicia. Conservas españolas como lamprea, sardinas sin espinas, besugo, congrio, calamares en tomate, ídem en su tinta, atún, salmón, langosta, mejillones, ostras, anchoas en tarros de cristal, merluza en aceite, ídem con tomate, ídem frita, anguila y otra diversidad de pescados”.

Carnes de caza. Lógicamente que la cocina entrerriana de entonces conocía muy bien cómo utilizar la carne de caza que había en abundancia. Crónicas de la época detallan a los venados, carpinchos, liebres, nutrias, mulitas, peludos, lagartos o vizcachas. Entre las aves comestibles de pluma, el gran plato eran los patos salvajes y también los abundantes ñandúes. Y las habituales perdices, con sus primas las martinetas, también recalaban en la mesa de las estancias.

Las lagunas estaban llenas de flamencos, garzas y cigüeñas, como lo pueden estar hasta el día de hoy, pero no se sabe que hayan sido consumidos habitualmente.

No a las gallinas. Curiosamente no eran bien vistas las aves de corral. El General Urquiza deniega un pedido que le hicieran en marzo de 1869 para criar gallinas en la Escuela Pastoril, con este argumento: “no puedo consentirlo, porque ni yo mismo hago criar esos animales en mi campo, por causar enormes perjuicios”. En esto coincidía con Juan Manuel de Rosas, que en 1819, en sus Instrucciones a los Mayordomos de Estancia, dejaba en claro que en sus campos no debía haber “ni rastro de gallinas”.

Sí a las palomas. Toda estancia de la época tenía su palomar, que era una importante fuente de aprovisionamiento de proteínas. Un cálculo de la época habla de que con 3.500 nidales se podían producir entre 10 a 15.000 kgs. de pichones por año, que normalmente eran sacrificados a las 4 semanas de vida, cuando alcanzaban un peso aproximado de medio kilogramo.

Frutas y verduras. La zona del Litoral ha sido y es desde siempre una zona productora de frutas extraordinaria. En el Palacio San José un inventario da una cantidad de plantas que llega a las 28.000, que, entre otros, eran durazneros, higueras, membrillos, manzanos o perales, amén de olivos y damascos, que no aparecen en el detalle.

En la pulpería del establecimiento se vendía aguardiente de durazno, lo que quiere decir que el aprovechamiento de las frutas era completo.

Y verduras se cultivaban todas las conocidas en la época desde papas a cebollas, repollos, ajos, remolachas o espinacas.

Granos. El cultivo de granos fue promovido por Urquiza de manera generosa, especialmente el trigo. Una disposición suya como gobernante decía acerca de las semillas que les eran distribuidas a los colonos: “a condición de devolver al erario cada uno la cantidad que reciba así que vayan verificando la venta de sus granos sin ninguna precipitación que pueda perjudicarlos”.

En Gualeguaychú se registra la llegada del primer molino a vapor para moler granos en 1858, que reemplazaba las tahonas que se movían con tracción animal. La harina se volvió fundamental porque los inmigrantes no solo eran habituales consumidores de pan, sino que tenían a la pasta como uno de sus platos favoritos. Este molino fue comentado por la prensa de la época, como productor de harinas tan perfectas “que disputan en calidad con las de Norte-América”.

Lo curioso es que en Entre Ríos no se extendió el consumo de la harina de maíz como sí lo hizo en provincias como Corrientes, fuertemente influenciadas por el Paraguay y su buena relación con la harina de maíz y la de mandioca.

Los postres eran prácticamente los que se comen en nuestras casas: pasteles, arroz con leche, yema quemada. Una publicidad de 1858 de Concepción del Uruguay anuncia la llegada de los helados de esta forma: “Yelos y heladas, horchata al yelo, frutilla al yelo. Nada tendrán que envidiar a los de Europa por la buena calidad y condición”.

La mesa del General. Un relator de la Guerra del Paraguay, Richard Burton, que convivió con el General en el Palacio de San José, nos cuenta: “Almuerza, mejor dicho, rompe su ayuno por la tarde y cena ya entrada la noche, rara vez con su familia, salvo para honrar a un huésped. Sopa y puchero, aves y dulces constituyen las comidas. Nunca fuma y solo bebe agua que aquí es turbia. En un tiempo fue vegetariano y abstemio”.

Cuando en 1860 lo visita el gobernador de Buenos Aires, don Bartolomé Mitre, y su comitiva los diarios dicen que fueron invitados: “…a saborear jamones glaseados, pasteles de ostras, pavo asado, costillas con rhum, gelatina de aves, milanesas con champiñones y pollos salteados”.

Agustín de Vedia cuenta lo que vio en su visita a Urquiza en 1865: “Lo primero que me llamó la atención fue el hecho de que el dueño de casa se mantuviese de pie, paseándose a lo largo del vasto comedor, por uno de los costados de la mesa que enfrentaba conmigo. Luego me fijé en que no había en el centro de la mesa más que una inmensa fuente de porotos guisados. Era un día de vigilia”.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio, sobre un artículo del diario La Nación, 2011, gentileza de Andrés Rousseaux

 

El Ferrocarril al Puerto Viejo

El 12 de Agosto de 1887 se inaugura oficialmente la Estación “Uruguay”

El 9 de Julio de 1866 el Gobernador de la Provincia de Entre Ríos José María Dominguez, en representación del General Urquiza, inaugura el primer ferrocarril de la provincia, entre Gualeguay y Puerto Ruiz.

El 27 de Marzo de 1874, se inaugura el tramo del Ferrocarril del Nor-Este Argentino entre las ciudades de Concordia y Federación con la presencia del Presidente de la Nación Domingo Faustino Sarmiento, acompañado por el Gobernador de la Provincia Leónidas Echague y un año después, el presidente Avellaneda y el mismo Echagüe, hicieron lo propio con el tramo Federación–Monte Caseros.

El Ferrocarril Central Entrerriano

En una ceremonia realizada en la ciudad de Paraná (ER) el día 12 de Julio de 1885, se inician las obras de construcción del ferrocarril Central Entrerriano, acto que estaba programado para el día 9 de Julio, pero debido al mal tiempo, debió diferirse para ésa fecha, de ahí que las medallas mandadas a acuñar para la recordación de tan trascendente acto para la vida económica de la provincia figure la fecha originalmente prevista (9 de Julio de 1885).

Este ferrocarril se debió a la iniciativa del Gobernador de la Provincia General Racedo, contando originalmente con la financiación de recursos de la provincia y empréstitos que se tomaron para su concreción.

Los trabajos son realizados por la empresa concesionaria de la obra Lucas Gonzalez y Cía. y se inician simultáneamente en los puntos extremos de la línea: Paraná y Concepción del Uruguay, teniéndose previsto la unión de los rieles en la ciudad de Rosario del Tala (en el centro de la provincia).

El Ferrocarril al Puerto Viejo

Plano del ferrocarril al Puerto Viejo (Gentileza Andrés Rousseaux)

Es poco conocido entre los concepcioneros, la existencia de un ferrocarril que unió, aunque transitoriamente, un muelle construido al efecto, en la zona denominada hoy “Puerto Viejo” y la línea troncal del ferrocarril que unía la estación Uruguay (Concepción del) con el puerto, que si bien tuvo un “tendido provisorio y por poco tiempo” es interesante rescatarlo para conocimiento de las actuales generaciones y quede como testimonia para las futuras.

Encontrándose en plena construcción, el Ferrocarril Central Entrerriano, la empresa constructora Lucas Gonzalez y Cía., tiene la necesidad de transportar materiales (rieles, durmientes, etc.) para la construcción del tramo Uruguay-Rosario del Tala, los que se transportaban desde Buenos Aires en buques hasta el “Puerto Viejo”, en razón que el muelle nacional o puerto exterior, sobre el rio Uruguay, en ésas circunstancias, se encontraba en plena construcción (Fue habilitado en 1887).

Con tal motivo, la empresa constructora, solicita con fecha 28 de diciembre de 1885, a la Municipalidad de Concepción del Uruguay, la correspondiente autorización para el “tendido de una vía provisoria para hacer circular un tranway a tracción a sangre (tirado por caballos) desde un muelle construido al efecto en el puerto de los barcos {Puerto Viejo) ubicado a unos 160 metros del actual muelle (se refería al muelle de Urquiza) tomando la vía una curva hacía el norte, siguiendo derecho por la calle Londres (denominación de la época de la actual Juan Perón) y Colón (actual Eva Perón) hasta el empalme a la vía que va a la estación Uruguay… ”. “Los rieles se colocaron a la izquierda de las calles (mirando de sur a norte) a anos 0,60 centímetros de la vereda”. “Terminada la obra, la empresa se compromete levantar la vía, dejando a las calles en su estado primitivo a satisfacción de la inspección que realizará la municipalidad”.

El 26 de Enero de 1886, la municipalidad de Concepción del Uruguay, autoriza a la empresa, la construcción de la línea férrea provisoria. Obtenido el correspondiente permiso, empresa ferroviaria construye “un muelle provisorio” el que fuera autorizado por la nación por Decreto de fecha 18 de Enero de 1886 y el tendido de la vía para el traslado de los materiales en zorras tiradas por caballos.

Al poco tiempo, la empresa peticionante, ante la necesidad de incrementar el ritmo de construcción de la vía ferroviaria Uruguay-Tala, solicita con fecha 29 de Abril de 1886 a la municipalidad local, la autorización para “reemplazar las zorras tiradas por caballos por una máquina a vapor explicando que ”…las zorras tiradas por caballos sólo transportan 2 toneladas cada una, mientras que utilizando vagones (25 en total) arrastrados por locomotoras a vapor, se transformarían en 200 toneladas por viaje, siendo la carga total a ser transportada de 20.000 toneladas es decir, que si se sigue utilizando zorras, se deberían realizar 10.000 viajes de ida y vuelta, mientras que si se autoriza a utilizar una locomotora, sólo se deberían realizar 100 viajes de ida y vuelta con un ahorro de 58. 000 kilómetros”.

El 13 de Mayo de ése mismo año, la municipalidad acepta la propuesta, estableciendo una serie de condiciones que debían ser cumplidas por la empresa, como por ejemplo, la circulación de los trenes se debería realizar en determinados horarios, las que son aceptadas por empresa peticionante.

El 18 de enero de 1887, asume la gobernación de la provincia de Entre Ríos Manuel Crespo, pero fallece el 4 de marzo del mismo año asumiendo el Vice Gobernador Clemente Basavilbaso. Este designa, el 16 de Mayo de 1887, como Presidente del Directorio del Ferrocarril Central Entrerriano al Ingeniero Honoreto lssoribehere quién es autorizado a recibir la línea ferroviaria Paraná-Concepción del Uruguay y ponerla en servicio.

Inmediatamente se habilita al servicio público el tramo Paraná-Nogoyá. El 2 de Junio del mismo año el tramo Nogoyá- Tala y el 30 del mismo mes y año el tramo Concepción del Uruguay-Tala, quedando de esta manera concluida la línea troncal del tendido ferroviario previsto.

El 12 de Agosto de 1887 se inaugura oficialmente la Estación “Uruguay” y el 5 de Diciembre del mismo año, el Presidente de la República Juárez Celman inaugura el “Muelle Nacional” o “Puerto Exterior sobre el río Uruguay”, obras que impulsan el crecimiento sostenido de Concepción del Uruguay.

Finalizado los trabajos del ferrocarril Central Entrerriano, la empresa Lucas Gonzalez y Cía., como habían acordado con la municipalidad, levanta las “vías provisorias” del ferrocarril al “Puerto Viejo” y procede a dejar las calles afectadas por la traza, en las condiciones originales, abonando además la suma de $1200 pesos al municipio como resarcimiento de los daños ocasionados.

De este tendido ferroviario, no se tienen fotografías, salvo el croquis del recorrido de la vía que obra agregado al expediente presentado oportunamente a la municipalidad local.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos. Texto extraído de Rousseaux, Andrés, Serie Pequeñas historias Uruguayenses “El Ferrocarril al Puerto Viejo”.

 

 

 

Símbolos masones y cristianos en el Cementerio local

Panteón de Dolores Costa de Urquiza (Foto: Carlos Ratto)

A lo largo de nuestra historia local, muchas fueron las personas que participaron de masonería, de este modo en muchos lugares podemos ver parte de su simbología. Muchos de estos símbolos los podemos ver en diferentes tumbas y panteones del cementerio local, entre ellos se destacan los siguientes
El ojo que todo lo ve: es un símbolo compuesto por un ojo dentro de un triángulo. A menudo, la luz brilla desde el ojo, de alguna manera simboliza a Dios. Es un símbolo de uso corriente dentro del ritual masónico, donde es conocido como “DELTA LUMINOSO”.
Triangularidad: significa la perfección absoluta.
Crismón: funcionan las letras griegas Ji y Rho (X y P), las dos primeras, en griego, del nombre de Cristo.
Búho y la lechuza: son mensajeras del mas allá, los egipcios las veían como símbolos de la muerte, pero también de la sabiduría (por ser una de sus virtudes, la atenta observación).
Tumba sin cruz: es muy común que no tenga cruz en la tumba por ser masón.
Libro abierto: representa el volumen de la ley sagrada, que debe normar nuestras acciones, porque contiene la palabra de la verdad.
Omega: es la última letra del alfabeto griego, por ello representa el fin (de un ciclo, de una vida, una fase, etc.).
Los rayos en la puerta: simbolizan la luz y la búsqueda de la verdad, la ciencia y la razón, como tratando de iluminar el camino divino o el cielo de la persona. La luz se va filtrando en el espíritu, igual como el sol… junto con la tolerancia, que es una de las virtudes de la masonería.
Antorcha invertida: representa la muerte o el paso de un alma a otra vida. Estas antorchas al estar encendidas tienen como misión iluminar la verdadera vida después de la muerte.
Frontón triangular: es un triángulo isósceles, con la base más grande que los lados. Indica la delta luminosa de la tradición masónica, se asimila al delta radiante que significa la eternidad del tiempo y el germen de la inmortalidad (todo triangulo es el símbolo de la perfección).
Los tres puntos del triángulo: indican la Trinidad, el número tres está muy relacionadas con la masonería. Por ejemplo, el lema: Ciencia-Justicia-trabajo /Libertad-Igualdad-fraternidad. Siempre se dan de a tres.
Escuadra y compás: el compás está marcando una dicotomía o una confusión.
Si bien la escuadra es inflexible, el compás habilita todo tipo de tolerancia y amplitud. A partir de un punto, cubre todos los puntos de la circunferencia. De acuerdo a la forma en que habitualmente se dispone la escuadra y el compás, la escuadra con sus brazos hacia arriba y el compás con los hacia abajo, forman un triángulo en sentido opuesto. La escuadra se transforma en receptor y el compás se transforma en vertiente.
Texto: Franco Vega, “Rincones, historias y mitos de Buenos Aires”

Símbolos cristianos en el cementerio

Columna rota

Cruz: significado del cristianismo: el de la crucifixión. A la vez establece una relación primaria entre los dos mundos, el terrestre y el celeste.
Ángeles: intermediarios o mediadores entre la tierra y el cielo. Simbolizan la ascensión del alma al reino celestial.
Árbol: intermediario entre la tierra y el cielo. Específicamente las coníferas (ciprés) que por su resina incorruptible y su follaje persistente evoca la inmortalidad y resurrección.
Calavera: es de orden pagano de escasa presencia en este cementerio de Concepción del Uruguay.
Animales: (escasos también) serpiente: representan la eternidad (por su longevidad) o posee el poder de renovarse y mantenerse siempre joven.
Aves: es el alma del difunto en el transito al cielo.
Ancla: su función de fijar los navíos al fondo del mar, es símbolo de seguridad, firmeza y solidez. Para los primeros cristianos representaba la esperanza y reemplaza a la cruz para eludir su uso.
Alfa y omega: hacen referencia al principio y el fin.
Dolientes: imágenes femeninas abatidas, envolventes, hincadas, dobladas, abrazadas, desoladas orando.
Columnas: obeliscos o pirámides rotas: es la interrupción que genera la muerte sobre lo vital.
Pirámide: es un sólido derivado del triángulo y simboliza al hombre en busca de la divinidad y de la energía cósmica que supuestamente son captadas por el ápice e irradiadas al área de la base. (Ápice: en geometría es el punto más distanciado a la base).
Retrato: para representar a la persona fallecida. Puede asumir forma escultórica (busto) o fotograbado o grabado a manera de camafeo (bronce u otro metal) sobre una placa u otra montura.
Trébol de tres o cuatro hojas: tradicionalmente ha sido una planta que cumple dos propósitos, por un lado, confiere buena suerte y por el otro priva a los espíritus malévolos de que actúen a su antojo.
Espiga: es símbolo de muerte y resurrección.
Rama de olivo o corona: de esa especie rematadas por un nudo o envolventes cintas, las que aluden a la unión entre los miembros de la logia.
Árboles o ramas tronchadas: tienen el mismo significado que las columnas.
Símbolos alusivos a la actividad terrenal del difunto: ej. Colegio, Escuela Normal, maestras y alumnos, operación quirúrgica, obrero con yunque y martillo.
Reloj: indica la hora en que ocurrió el deceso.
Vitreaux: como un canto inunda de silenciosa colorida luz a los panteones.
Puerta: es el puente o nexo entre el mundo de la vida y el de la muerte, el exterior e interior.
Triangulo: típico de la trinidad en innumerables religiones. Con el vértice hacia arriba hace referencia al bien e invertido al mal. Es símbolo de la luz.
Abeja: simboliza el alma, no solo a causa de las ideas de laboriosidad, creación y riqueza, que derivan de la miel, sino por su individualización, producida al salir en forma de enjambre (igual salen las almas de la unidad divina).
Lechuza: se asocia con lo nocturno, la muerte y en forma paralela a esas connotaciones negativas se le atribuye la de la sabiduría y la prudencia, con una cruz sobre la cabeza o su alrededor, representa el tiempo de Cristo sobre sus enemigos y se la considera guardiana de los demás.
Amapola o su semilla: significa la vida eterna.
Antorcha o tea hacia abajo: significa el fin de la vida.
Antorcha o tea hacia arriba: significa, símbolo de purificación por la iluminación.
Guadaña: representa a la muerte, atributo de Saturno y de Atrapo, la más impiadosa de las parcas, encargada de cortar el hilo de la vida. Desde el siglo XV se utiliza – el esqueleto empuñándola.
Guirnalda: evoca la vinculación entre este mundo y el mas allá.
Flechas o escaleras: son símbolos que vinculan la tierra con el cielo. Hacen referencia al destino.
Mariposa: Psi letra griega que se asocia con la palabra psiquis que poseía antiguamente el significado de mariposa. Después vario su semántica y significo: aliento, animo, soplo y finalmente alma. Los griegos creían que el último aliento, del ser se exhalaba en forma de mariposa lo que le permitía elevarse. De ahí que la mitología representa a la diosa Psiquis como una joven con alas de mariposas.
Palos con hachas: son la unión, el hacha la justicia. La unión hace la fuerza de la justicia. La capacidad de castigar por eso el hacha. Es la justicia en manos de muchos…. que son representados por los palos unidos en su mango.
Fuente: “De cruces, alas y mármoles” Luis Salvarezza y “Las sociedades secretas”, S. Hutin (cuaderno numero 47)
Las fotos ilustrativas son de Luis Salvarezza

¿Cuáles fueron las características físicas reales del Supremo Entrerriano?

Vista del medallón del Supremo Entrerriano en Plaza Ramírez (Foto: Mabel Gómez)

¿Cuáles fueron las características físicas reales del Supremo Entrerriano?

Vista del medallón esculpido por Juan Fosatti (Foto: Mabel Gómez)

Es por casi todos aceptada que la imagen de Francisco Ramírez es la que solemos ver en las publicaciones, generalmente hechas sobre la base del cuadro del pintor local Luis Gonzaga Cerrudo, que se encuentra en el Salón de Actos del Colegio del Uruguay, que a su vez tomo como fuente el medallón confeccionado por Juan Fosatti y que se halla en uno de los lados de la pirámide de la plaza Ramírez. Lo cierto es que no han llegado hasta hoy (ni hasta ese momento) ninguna imagen del caudillo y todo lo referente a si figura se ha creado en base a diferentes fuentes, en el caso de Fosatti se guió por las indicaciones de los generales Miguel Galarza y Antonio Urdinarrain, del coronel Warlet y de una hermana de Ramírez, quienes lo habían conocido personalmente, recordemos que cuando se elaboró este medallón ya hacía más de 25 años de la desaparición de Francisco Ramírez.

Si imagen, es, por lo tanto, un punto que ha suscitado controversias. En este artículo, mostraremos diferentes versiones que fueron recogidas por un trabajo de Martiniano Leguizamón, publicadas en la revista “Nosotros”  en junio de 1914 y que creemos oportuno transcribir.

“Tenemos el testimonio de alguno de sus compañeros que permiten dar una idea de ello. Entre estos es digno de mencionar, en primer término, la brief relation de Yates, un oficial irlandés que sirvió a las órdenes del general Miguel José Carrera en la guerra civil del litoral Argentino, publicada en Londres en el año 1824, como apéndice del diario de M.A. Graham y en la cual se encuentra la referencia siguiente: “Ramírez era de estatura baja,  tez muy oscura y aspecto desagradable, tenía una inteligencia fuerte y comprensiva y poseía talentos naturales, pero enteramente incultivado por la educación. Era inhábil político; pero las distinguidas calidades del guerrero estaban concentradas en él en alto grado; era abierto y franco incapaz del disimulo, leal a sus amigos y de una bravura personal no excedida por nadie”

Otra versión el Dr. López, con datos comunicados por el general Lucio Mansilla  -que había servido la bandera de Ramírez en la guerra contra Artigas, abandonándole en la última campaña después de pisar victorioso el territorio Santafesino- a trazado en la páginas de su obra este perfil: “De robusta constitución y de arrogante presencia, lucía en el rostro una abundante y sedosa barba que parecía un esmalte sobre lámina de bronce; tenía el ojo atrevido, la nariz aguileña, la  frente echada hacia atrás y la expresión despreciativa”.

De Mitre “Historia de Belgrano” N° III, página 563 –Por referencias del coronel Cáceres da este retrato: “Era de baja estatura, pero de una constitución hercúlea. Tenía una cabeza muy abultada, que imponía; ojos negros y penetrantes; manos gruesas, cortas y cuadradas como las garras de un león.

De Ruiz Moreno y Martínez

En cambio dos escritores regionales, Martín Ruiz Moreno y Benigno T. Martínez, por lo general bien documentados, lo retratan de manera diversa. Afirme el primero “Era un lindo hombre rubio y muy blanco, de una mirada viva, franca y picaresca” (Vida pública del general Ramírez., página 10)

Y, asegura el segundo: “En sus facciones se adivina los rasgos guaraníticos del padre, tenía la cabeza abultada, los ojos negros y chispeantes, velados por las pobladas cejas que le daban un aspecto duro y siniestro en la pelea” (El general Ramírez, página 4).

Ruiz Moreno se apoya en referencias de antiguos jefes  y en el conocimiento personal de los hermanos del general. “Alcancé, siendo estudiante en el colegio del Uruguay, a conocer a una de sus hermana –Una viejecita alta, muy blanca, de ojos celestes y mu pulcra”.

El dato es interesante pues coincide con la aseveración de Ruíz Moreno. Martínez, no menciona las fuentes de que se sirvió para su esbozo, pero sospechamos que se ha guiado por  los antecedentes de la familia del caudillo (El padre era paraguayo y la madre porteña) y por las líneas del medallón de Fosatti en la pirámide del Uruguay.

Dado el origen de su familia y las referencias de Yates y Mansilla, como por los perfiles trazados por López, Mitre, Ruiz Moreno y Martínez, no puede inferirse que fuera un “mulato” como afirmo Vicuña Mackenna, (El ostracismo de los Carrera, Página 318), citando la relación de Yates que, como se ha visto, solo dice: “Tenía la tez muy oscura”; es decir la tenía tostada por el sol, porque es sabido que hizo vida campestre en su juventud y que desde 1810 hasta el día de su muerte vivió en los campamentos por espacio de 11 años.

Era vecino y amigo de mis padres en el Uruguay (se refiere a nuestra ciudad) el general Miguel Gerónimo Galarza, que acompañó a Ramírez en todas sus campañas hasta verlo caer tras el postrer combate en la frontera santiagueña, de los labios del mismo recogí muchas de la prolijas referencias con que he pintado en “Montaraz” la enconada lucha entre Ramírez y Artigas; y con ellas ensayé la evocación de su figura marcial, cuando después del desastre de Guachas se irguió bravío jurando morir o libertar de enemigos el suelo natal.

He aquí estas páginas: “Tenía 34 años. De estatura elevada y robusta musculatura, ancho de pecho, de fuerte armazón huesuda y el busto erguido con esa altivez del gesto dominador. El rostro era hermoso, blanco, pálido, sombreado por una pátina que imprimen la intemperie y los rigores de la vida campestre. La nariz aguileña, de correcto perfil,  se alzaba sobre los labios imperativos; la cabeza algo abultada, llena de fuerza y energía, estaba cubierta por una espesa cabellera que echaba hacia atrás en largos rulos, renegridas como las cejas y las patillas que usaba a la pernil. El resto de la barba  y el bigote lo llevaba completamente rasurado. Pero lo que atraía principalmente la atención, eran los ojos, ardientes, imperiosos e irresistibles, que brillaban con reflejos acerados bajo el arco sombrío de las cejas, acusando la decisión y la bravura de la entraña.

“Vestía con sencillez gruesa casaca militar, pantalón angosto con vivos rojos y un sombrero bajo de anchas alas que volcaba con altanería hacia la nuca para dejar descubierta su frente abultada de revoltoso. Un pocho de paño punzó abierto en forma de capa caía en sueltos pliegues sobre su espalda hasta cubrir el anca del fogoso caballo. Ancha espada de recia empuñadura prendía de la cintura y apoyada en el estribo sostenía con la diestra una flexible lanza de doble medialuna y grandes pasadores cincelados, desde el cuento hasta la aguda moharra. Fuertes botas de cuero calzadas con pesadas espuelas de plata, completaban el sencillo traje que, a pesar de su elevada jerarquía militar poco se diferenciaba del usado por los ricos ganaderos de la época”.

Resumiendo se advierte a través de estos diversos perfiles literarios –que documentan testimonios respetables- un rasgo físico común que se impone: los ojos y la mirada del caudillo.

Tenía el ojo atrevido, dice López; Ojos negros y penetrantes, agrega Mitre; los ojos negros y chispeantes le daban un aspecto duro en la pelea, cuanta Martínez; Lo que atraía principalmente eran los ojos ardientes, imperiosos, irresistibles…

El otro, el que guarda la tradición de la ciudad, su bravura personal, aquella que le hizo exclamar cuando rodeado de fuerzas tres veces superiores arengó a sus valientes soldados: “A morir, que aquí nos hay retirada”.  Y en esa batalla, junto a las costas del Paraná, el triunfo fue suyo.

Edición del texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio, sobre el artículo  “Ojos negros, penetrantes, bravura indomeñable” (Sin autor) diario “La calle”, Suplemento especial “Francisco Ramírez”, 10 de julio de 1971