De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.
Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.
Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910 (hija de Cándida Cardoso) y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.
En esta serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.
José del Monte Carmelo de Urquiza y Costa
Firmaba como Carmelo de Urquiza. Nació en el palacio San José y fue bautizado en el oratorio de la estancia el 21 de septiembre de 1868.
Carmelo estudió en Buenos Aires, donde residió hasta la mayoría de edad, a principios de los años 1900 se radicó en Concepción del Uruguay y se dedicó a administrar un importante campo heredado del general Urquiza, sobre el arroyo de “La China”, además otras tierras y bienes legados por su padre como por ejemplo, acciones del ferrocarril Central Entrerriano, parte de una casa frente a plaza Ramírez.
Los hechos
El periódico “la Juventud” informaba que el día 4 de agosto poco después de las 5 p.m. resonaron “hacia el este, en la calle San Martín” varios disparos de arma de fuego.
Al poco tiempo, se conoció entre los habitantes de esta pequeña ciudad, que, en los salones del Club Social, que funcionaba en ese entonces en el edificio de la calle Galarza, a media manzana, entre Supremo Entrerriano y Eva Perón (casona que aún se conserva, funcionando en ella en la actualidad el internado de niñas “Remedios Escalada de San Martín”), se había producido un altercado resultando, como consecuencia de este, herido de gravedad el Sr. Carmelo de Urquiza.
Este suceso tuvo como protagonistas a Lisandro Martínez y al propio Carmelo. Martínez hizo fuego dos veces contra Urquiza, una de ellas en el estómago, de suma gravedad ya que afectó a órganos muy importantes del cuerpo. El otro disparo fue en la tetilla derecha, interesado superficialmente también su brazo.
Urquiza fue trasladado de inmediato a su domicilio, dónde, al revestir su caso una gran gravedad ya que el proyectil podría haber dañado sus intestinos, a media noche los doctores que lo atendía tomaron la decisión de operarlo para ver si se podía salvar su vida.
Urquiza fue intervenido por el cirujano, Dr. Pascual Corbella y asistido por los doctores Gregorio Fraga y Benito C. Cook, quienes dieron por finalizada la operación cerca de las una y media de la madrugada. Pese a este esfuerzo, el estado del enfermo seguía siendo muy grave.
El día de agosto, “La Juventud” informaba que al cierre de esa edición, a las once de la mañana el estado de Carmelo era “gravísimo”. “La ciencia declara desesperante su estado y el desenlace (es) inevitable”.
Carmelo de Urquiza fallecería horas después, en su residencia de calle Moreno, víctima de una de las heridas recibidas.
Entre los homenajes que recibió, ya que era una persona muy considerada y de muy buen corazón, se destacó el del personal d la Administración de Aduana, Urquiza había sido el primer jefe de vista de esa repartición. Este reconocimiento consistió en la colocación de una placa que fue conducida por cuatro marineros, y contó con la presencia del Administrador de Aduanas, Sr. C. Paiz, el jefe de resguardo, Benjamín Puebla y el subprefecto Alejandro Cantini, además de parte del personal, familiares y amigos del extinto.
Un mes después, el 6 de septiembre de 1909, su esposa, sus hijas, sus hermanos y demás deudos invitaban al funeral que en descanso de su alma se iba a realizar ese día a las nueve de la mañana en el templo de la Inmaculada Concepción.
“El duelo se despedirá por tarjeta” finalizaba la invitación publicada el 26 de agosto de 1909.
A pesar de que sus restos fueron originalmente depositados en el panteón de Dolores Costa en el cementerio local, en algún momento no determinado de la historia, estos fueron retirados por sus familiares y depositados en una estancia de sus descendientes en el partido de Escobar. Finalmente, por decisión de sus familiares, el 8 mayo de 2023 sus restos, junto al de su esposa fueron traídos nuevamente a Concepción del Uruguay y depositados en el panteón de su madre en el cementerio municipal de la ciudad dónde viviera hasta su asesinato.
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Periódico “La Juventud (Hemeroteca del museo Casa de Delio Panizza, Miloslavich de Álvarez M. del C, “Hace un largo fonos de años“ y Dominguez Soler, S. “ Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”
De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.
Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.
Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910 (hija de Cándida Cardoso) y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.
En esta serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.
Medarda de Urquiza y Cardoso
Medarda vivió su infancia en la ciudad de Nogoyá junto a su madre. En su adolescencia se trasladó a vivir en la palacio San José, junto con su padre, dónde recibió una esmerada educación a través de profesores europeos.
En octubre de 1866 se casa con José Joaquín Sagastume Irigoyen, siendo padrinos de la boda Indalecia Sagastume (Madre de José J.) y Justo José de Urquiza. Del matrimonio nacieron seis hijos: Joaquina, María, Joaquín, Sara, Cándida y Esperanza. Su marido había nacido en 1837 y falleció el 5 de febrero de 1887.
Medarda fue una mujer de carácter fuerte y valiente. En una oportunidad, cuenta Domínguez Soler, había salido de paseo con sus hijos en un carruaje de la familia, que iba conducido por un cochero de confianza, cuando en un momento los caballos se desbocaron poniendo en peligro a la familia y el conductor no los podía controlar, Medarda tomo el control de las riendas y dominó la situación poniendo fuera de peligro a sus hijos.
Precisamente este carácter, muy exigente con los suyos y con el personal, fue lo que le acarrearía su triste final. En 1910, una mucama hizo entrar a la noche a la casa de la familia a su novio. Al enterarse de esta situación, Medarda reprendió severamente a la empleada azotándola con una fusta. Esta mucha resentida con la señora de la casa, luego, le ocasionaría la muerte.
Los hechos
El periódico “la Juventud” informaba el día 6 de abril de 1910 que en la primeras horas de la madrugada, se había tenido conocimiento por medio de un chasqui proveniente de la estancia de “San Joaquín de Miraflores”, a la que se había trasladado recientemente, que había sido asesinada la señor Medarda Urquiza de Sagastume.
De inmediato, una comitiva se trasladó hacia el lugar del crimen. Esta era encabezada por el juez del Crimen, Dr. Romualdo Baltoré, la policía que tenía al frente al secretario Prado, al doctor Pascual Corbella, a si hija, Sara Sagastume de Chiloteguy y al Sr. Eduardo Oliver.
Al llegar, pudieron constatar que la señora de Sagastume tenía una herida de bala que había penetrado detrás de la oreja y tenía su punto de salida en la frente de la occisa. Analizando la escena pudo determinarse que Medarda había sido ultimada poco después de la media noche.
El autor del asesinato había utilizado una pistola, que, pese a la requisa realizada, no pudo hallarse en ese momento. Se supuso que el arma había sido arrojada a algún pozo de agua o al w.c. de la casa, por lo que se había ordenado el desagote del mismo.
El juez, luego tomar declaración en el lugar a los empleados de la estancia, procedió a la detención e incomunicación de ocho personas, en la suposición de que entre ellos estaba el autor del homicidio. Estos fueron Rosario Almada, Luis Benítez, Juan Balbi, Máximo Segovia, Juan Pereyra, Valentina Fernández, Antonia Muñiz y Ana López.
El cuerpo de Medarda fue trasladado a Concepción del Uruguay a las 8,30 p.m. y fue depositado a las 9 p.m. en la capilla ardiente montada en la casa de su hija Sara Sagastume de Chiloteguy, hasta las 4 p.m. del día siguiente en que se procedió a su inhumación en el panteón familiar del Cementerio Municipal. Esta capilla ardiente, según narra “La Juventud” “es de estilo severo, con flores naturales que rodean el ataúd de madera tallada.
El entierro se realizó como estaba previsto, el cuerpo fue llevado en una carroza por las calles Madrid y 9 de julio, siendo acompañada a pie por una compacta concurrencia que era encabezada por el Dr. Tiburcio Torres, y los Sres. Eduardo Oliver y Diego Herrera. Detrás cerraba el cortejo una caravana de más de setenta vehículos.
Mientras tanto, la investigación por dilucidar este alevoso crimen continuaba, encontrándose, como consecuencia de las declaraciones vertidas por los detenidos algunas contradicciones y sospechas sobre la actuación de alguno de ellos. Por estas se conoce que una niña, de ocho años, criada por la víctima, que dormía en las cercanías de su lecho, se despertó al escuchar un disparo y, entre la confusión propia de su brusco despertar y entre el humo de la pólvora, pudo observar la figura de una empelada y de un hombre.
Esto era algo que los investigadores sospechaban, ya que la habitación de la difunta, apenas estaba iluminado por la tenue luz de una pieza contigua y el asesino se manejó con total conocimiento del lugar, ya que a pesar de la penumbra se dirigió sin tropiezo alguno hasta la cabecera de la cama de la víctima, donde le descerrajo un certero disparo a no más de cincuenta centímetros de donde ingreso la bala.
Días después, todo seguía igual y la prensa ya empezaba a dudar de la eficacia de la justicia. ¿Se sigue alguna pista? ¿No se estará perdiendo tiempo alrededor de las sospechas sobre la servidumbre? ¿No podría haber arrojado alguna luz si se hubiera hecho la autopsia del cadáver?
No obstante estas dudas de la prensa, al final la investigación dio sus frutos el finalmente la menor Antonia Muñiz confesó ser la autora del crimen. Dijo que ese día (el 5 de abril) se decidió a llevar adelante el asesinato que tenía pensado desde hacía algún tiempo y que nadie del resto de los empleados estaba al tanto de ello.
Esa noche, tomó un revolver que la señora guardaba en un cajón del dormitorio y espero escondida en la pieza contigua a que Medarda se durmiera, como era su costumbre. En ese momento se acercó y le descerrajó un certero disparo que terminó en el momento con la vida de la víctima.
Contó luego Antonia, que consumado el crimen escondió el revolver en una cajón de una pequeña mesa que estaba cerca del lecho de muerte, esta mesa al momento de la primeras diligencias fue dada vuelta por lo que el cajón quedo contra la pared y no fue visto. Comisionado para buscar el arma y munido de la pertinente orden, el comisario se dirigió a la estancia y halló el revolver dónde la asesina confesa lo había indicado. Esta pistola bull-doc (SIC) de 16 mm niquelado era un recuerdo muy preciado por la víctima ya que era un regalo que el Dr. Álvarez Prado le había hecho a su hijo José, ya fallecido.
Antonia Muñiz tenía 15 años al momento en que cometió el asesinato, “no era mal parecida” y se encontraba al servicio de la señora Sagastume desde muy joven. Era de Tala y en la cárcel de la localidad tenía a una hermana presa por infanticidio.
Un hecho anecdótico sucedió en ese momento, pese al drama reinante; el jefe de la policía, Sr. Irazusta, que fue quién interrogó a Antonia y logró la confesión de la asesina, que, además indicó el sitio dónde había escondido el arma. Como se contó más arriba, luego de que el comisario lo anoticiara al juez a cargo, partió en comisión a buscar el revólver. Hasta ahí lo normal.
Pero Irazusta remitió al juzgado el arma secuestrada con una nota que indicaba que había sido el quien la encontrara. El juez planteó que se suprima este párrafo del expediente y se le devuelva la nota al comisario.
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Periódico “La Juventud (Hemeroteca del museo Casa de Delio Panizza), Miloslavich de Álvarez M. del C, “Hace un largo fonos de años“ y Dominguez Soler, S. “Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”. Fotos: Propias y de “Caras y Caretas” recuperadas por Omar Gallay
De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.
Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.
Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910 (hija de Cándida Cardoso) y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.
En esta serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.
José del Monte Carmelo de Urquiza y Costa
Firmaba como Carmelo de Urquiza. Nació en el palacio San José y fue bautizado en el oratorio de la estancia el 21 de septiembre de 1868.
Carmelo estudió en Buenos Aires, donde residió hasta la mayoría de edad, a principios de los años 1900 se radicó en Concepción del Uruguay y se dedicó a administrar un importante campo heredado del general Urquiza, sobre el arroyo de “La China”, además otras tierras y bienes legados por su padre como por ejemplo, acciones del ferrocarril Central Entrerriano, parte de una casa frente a plaza Ramírez, entre otros.
Estaba casado con Emilia Micelli y tuvo dos hijas, María del Carmen y María Emilia.
Los hechos
El periódico “la Juventud” informaba que el día 4 de agosto poco después de las 5 p.m. resonaron “hacia el este, en la calle San Martín” varios disparos de arma de fuego.
Al poco tiempo, se conoció entre los habitantes de esta pequeña ciudad, que, en los salones del Club Social, que funcionaba en ese entonces en el edificio de la calle Galarza, a media manzana, entre Supremo Entrerriano y Eva Perón (casona que aún se conserva, funcionando en ella en la actualidad el internado de niñas “Remedios Escalada de San Martín”), se había producido un altercado resultando, como consecuencia de este, herido de gravedad el Sr. Carmelo de Urquiza.
Este suceso tuvo como protagonistas a Lisandro Martínez y al propio Carmelo. Martínez hizo fuego dos veces contra Urquiza, una de ellas alcanzó a Urquiza en el estómago, ocasionando una herida de suma gravedad ya que afectó a órganos muy importantes del cuerpo. El otro disparo fue a dar en la tetilla derecha, interesado superficialmente también su brazo.
Urquiza fue trasladado de inmediato a su domicilio, dónde, al revestir su caso una gran gravedad ya que el proyectil podría haber dañado sus intestinos, a media noche los doctores que lo atendían tomaron la decisión de operarlo para ver si se podía salvar su vida.
Urquiza fue intervenido por el cirujano, Dr. Pascual Corbella y asistido por los doctores Gregorio Fraga y Benito C. Cook, quienes dieron por finalizada la operación cerca de la una y media de la madrugada. Pese a este esfuerzo, el estado del enfermo seguía siendo muy grave.
El día de agosto, “La Juventud” informaba que al cierre de esa edición, a las once de la mañana el estado de Carmelo era “gravísimo”. “La ciencia declara desesperante su estado y el desenlace (es) inevitable”.
Carmelo de Urquiza fallecería horas después, en su residencia de calle Moreno, víctima de una de las heridas recibidas.
Entre los homenajes que recibió, ya que era una persona muy considerada y de muy buen corazón, se destacó el del personal d la Administración de Aduana, Urquiza había sido el primer jefe de vista de esa repartición. Este reconocimiento consistió en la colocación de una placa que fue conducida por cuatro marineros, y contó con la presencia del Administrador de Aduanas, Sr. C. Paiz, el jefe de resguardo, Benjamín Puebla y el subprefecto Alejandro Cantini, además de parte del personal, familiares y amigos del extinto.
Un mes después, el 6 de septiembre de 1909, su esposa, sus hijas, sus hermanos y demás deudos invitaban al funeral que en descanso de su alma se iba a realizar ese día a las nueve de la mañana en el templo de la Inmaculada Concepción.
“El duelo se despedirá por tarjeta” finalizaba la invitación publicada el 26 de agosto de 1909.
A pesar de que sus restos fueron originalmente depositados en el panteón de Dolores Costa en el cementerio local, en algún momento no determinado de la historia, estos fueron retirados por sus familiares y depositados en una estancia de sus descendientes en el partido de Escobar. Finalmente, por decisión de sus familiares, el 8 mayo de 2023 sus restos, junto al de su esposa Emilia Micheli fueron traídos nuevamente a Concepción del Uruguay y depositados en el panteón de su madre en el cementerio municipal de la ciudad dónde viviera hasta su asesinato.
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Periódico “La Juventud (Hemeroteca del museo Casa de Delio Panizza, Miloslavich de Álvarez M. del C, “Hace un largo fonos de años“ y Dominguez Soler, S. “ Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”
De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.
Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.
Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910 (hija de Cándida Cardoso) y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.
En esta serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.
Waldino de Urquiza y Calvento
Waldino, había nacido el 30 de enero de 1827, en Concepción del Uruguay. Su madre Segunda Calvento y González. Estudio como sus hermanos en Buenos Aires. En 1843, regresa a Concepción, incorporándose al ejército de reserva en calidad de distinguido. Por su valiente desempeño en la defensa a la ciudad, ante la invasión de Madariaga, el 21 de noviembre de 1852, fue designado con el grado coronel, en diciembre de 1861.
Ese mismo año se afinca en la ciudad de Concordia como jefe Militar. Waldino era carácter duro y autoritario, hacia respetar en todo momento el poder de su padre, que era continuamente amenazado por sus enemigos.
En 1863, en concordia, recibe y ayuda al general Mitre en la organización del Ejercito de la Triple Alianza, en la guerra al Paraguay.
Era casado en primeras nupcias con Isidra Bazán, con quien tiene dos hijos, Manuel y Diógenes y en segundas nupcias con Ciriaca Britos, que le da ocho hijos: Juana, Emiliano, Elvira, Waldino, Teresa, Dolores, Silvia y Teófilo.
Los hechos
El de abril de 1870, ya en horas de la tarde-noche, estando en su hogar, recibe la visita de varios hombres de los que solo a uno conocía, quienes le informan de la mala noticia de que su padre había sido asesinado en San José y que debía acompañarlos hasta la comisaría para “saber lo que pasa”.
En minutos se encontró en la comisaria de la ciudad, lugar donde permanece unas horas, no se sabe bien si en carácter de detenido o por alguna razón engañosa.
Al pasar las horas y no regresar a su casa, se hacen presentes en la comisaria su esposa y su hija, quienes son impedidas de tomar contacto con él. Una de sus hijas, increpo fuertemente a un grupo de individuos que persistían en negar la presencia de Waldino en ese lugar. Muchos de ellos eran amigos o compañeros del coronel y les dijo “Uds. Los amigos de mi padre resultan sus peores enemigos”. Ante el cariz dramático que tomaban los hechos, el comisario les pidió que se retiren ante el riesgo cierto de que se les pudiera hacer algún daño.
Seguidamente, Waldino, es informado que viajarían a San José, donde se encontrarían con su otro hermano, Justo José. Seguramente, sospecho su final, al ver que es rodeado por varios hombres a caballo y al ver que le negaron la posibilidad de pasar por su residencia a buscar sus armas y equipo de combate.
La improvisada comitiva tomó el camino al cementerio viejo, y es ahí donde lo apuñalan y lo tiran dentro del Campo Santo. En el mismo momento, en otro espacio cercano a donde ocurrían estos hechos, era asesinado otro hijo del general, del cual hemos hablado en el artículo anterior.
Al otro día fue encontrado su cuerpo, el que fue sepultado sin ceremonia alguna. Algunos autores afirman que un año después fue traído al cementerio local, nosotros creemos que no debido a la situación política que imperaba en esos momentos.
Waldino tenía un panteón, con un amplio sótano, en el cementerio local, el que fue vendido en 1871 por su familia a la Jefatura Política de la ciudad para que, una vez demolido, fuera utilizado como fosa común para los muertos en la epidemia de fiebre amarilla que asoló a Concepción del Uruguay en ese año
En el cementerio Municipal, en la avenida principal, junto al monumento que recuerda a su madrina, Cruz López (fallecida en 1858), se encuentra una placa de mármol que lo recuerda.
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Miloslavich de Álvarez M. del C (1988), “Hace un largo fonos de años“, Dominguez Soler (1992), S. “Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”, Salduna, Bernardo ( ) La rebelión de López Jordán, Gadea, Wenceslao (1943) “Don Justo. La tragedia de Entre Ríos de 1870 y Gregori, Miguel Ángel (1982), “Concepción del Uruguay en el Siglo XIX, Primeros Cementerios”, El Mirador N° 3 y 4.
De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.
Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos, aunque no en detalle.
Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910 (hija de Cándida Cardoso) y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.
En esta serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.
Justo José del Carmen de Urquiza y Zambrana
Justo José del Carmen, nació en Concepción del Uruguay, el 27 de febrero de 1840. Su madre fue Juana Sambrano y Ferreira, hija de una distinguida familia uruguaya, radicada en nuestra ciudad ante la inestabilidad política que existía en esos momentos en la República del Uruguay.
Desde muy joven abrazó la carrera militar, siendo nombrado por su padre en 1870, jefe Político de la ciudad de Concordia.
De buen carácter, simpático, y servicial, era muy querido en la población. Al igual que su hermano trabajó en la formación del ejercito de la Triple Alianza y fue muy amigo de López Jordán.
Justo era casado con Juana Campodónico y tuvo dos hijas, Carmen y Juana. Luego del asesinato de su padre las niñas estuvieron bajo la tutela de Dolores Costa y de su tía Juanita de Urquiza de Santa Cruz.
Los hechos
Ya en 1868, habían recibido, los hombres de la familia Urquiza, advertencias de una revolución, en la que pretendían asesinarlos y que sería encabezada por López Jordán y, a pesar que el general Urquiza la desestimaba, sus hijos estaban atentos a los acontecimientos. Nunca han de haber imaginado que el final estaba tan cerca y quienes lo cometerían.
Justo Carmelo, al final de la jornada, le gustaba reunirse con un grupo de amigos en el hotel, bar-café “La Provincia”, ubicado en el centro de Concordia, donde años después funcionara el diario “El Litoral”.
Ese 11 de abril, llega cansado y preocupado, había recibido una nota donde le advertían que iban a asesinarlo, y contaba con la lista de quienes llevarían a cabo el hecho. Eso era lo que más le debe haber inquietado, la lista nombraba a sus amigos, ahí reunidos con él. Se dice que les lee la nota, donde figuraban, los hermanos Querencio, Andrés Herrera, José M. Geneiro, José Toledo y Juan Ventura.
Este día no se jugaría a las cartas, ni se compartiría un trago, ni el mate amargo a que era tan afecto el hijo del general Urquiza, el destino disponía de otra cosa. Justo Carmelo, de su estado de preocupación pasó al de asombro y contrariedad, al ver que uno de sus amigos lo sujeta por sus brazos y Herrera, a quien le había tocado en suerte ser el asesino, le hunde un puñal en el pecho lo que le ocasiona la muerte inmediatamente. Perplejo, solo atina a decir “Mis amigos..!” antes de caer exánime.
El puñal que le clava su amigo certeramente en el corazón, atraviesa, paradójicamente, el listado de los traidores que Justo guardaba en el bolsillo de su saco. De inmediato, los complotados suben su cadáver a un carro de los que se usaban en ese tiempo para repartir forraje y lo tana con pasto. El cuerpo es llevado hasta el arroyo Yuquerí, y lo arrojan en un lugar llamado “Paso Grande” (puente Alvear).
Un año después un niño de las inmediaciones encontró los restos de un cadáver que fue identificado como el de Justo José. El cuerpo es rescatado y trasladado a la basílica de la Inmaculada Concepción, donde descansan, desde 1872, junto a su madre Juana Sambrano y una urna vacía que estaba destinada a su abuela materna, Pascuala Ferreira de Sambrano. En el acta de inhumación se hace referencia a que esta última está vacía, ya que el cuerpo de Pascuala no pudo ser hallado en el cementerio municipal debido a las reformas que se hicieron durante la epidemia de del año 1871.
Su tumba estuvo en un altar de líneas góticas presidido por una imagen que originalmente fue atribuida a Santa Rita de Casia, pero que luego se estableció que en realidad pertenecía a la Virgen del Carmen, una talla italiana de ébano. Delante del altar había una lápida de mármol que decía: “Justo Carmelo, asesinado en Concordia, la noche trágica de San José, a los treinta años”. Al realizarse reformas en el templo, el altar fue trasladado a la iglesia de Colonia Elía. Actualmente los restos de Justo del Carmen y de su madre descansan en una cripta cerrada ubicada detrás del órgano de la basílica.
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Miloslavich de Álvarez M. del C (1988), “Hace un largo fonos de años“, Dominguez Soler (1992), S. “Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”, Salduna, Bernardo (2018) La rebelión de López Jordán, Gadea, Wenceslao (1943) “Don Justo. La tragedia de Entre Ríos de 1870, Nadal Sagastume, José A. (1975), “Nuestra Parroquia, apuntes para la historia”. y Gregori, Miguel Ángel (1982), “Concepción del Uruguay en el Siglo XIX, Primeros Cementerios”, El Mirador N° 3 y 4.
Por gentileza de nuestra amiga Yolanda Santoni, hemos accedido al libro de Cayetano R. Ripoll (1889) “La provincia de Entre-Ríos bajo sus diversos aspectos” Tomo I, obra que, en dos tomos, describe los múltiples aspectos de la provincia de Entre Ríos hacia fines del S. XIX. Áreas como la hidrografía, la fauna, la geología, la ganadería, las poblaciones, etc. son minuciosamente analizadas y descriptas en estos volúmenes.
De todos ellos, en esta oportunidad, transcribiremos lo referente a las industrias, específicamente de la ciudad de C. del Uruguay, haciendo eje en la destilería del Dr. Martín Reibel.
Esta había sido fundada en el año 1886 por Reibel, en una sociedad con varios vecinos uruguayenses, entre los que encontraba Pedro Barnetche. La empresa fue registrada bajo la razón social de “Reibel y Cía.” recibiendo la denominación de “Fábrica de Aguardientes y Licores La Uruguaya”.
La fábrica entró en pleno funcionamiento en el mes de septiembre de 1888, produciendo una variada gama de bebidas alcohólicas, entre las que podemos citar: grapas, diversas clases de aguardientes, ginebra, coñac, ron, anís, bitter, whisky y diferentes clases de amargos que se consumían como aperitivos en esa época.
Para el año 1898, la fábrica comenzó a experimentar una notoria decadencia, abrumada por los quebrantos económicos de las deudas hipotecarias que sobre ella pesaban, más una abultada deuda con el fisco provincial, por falta de pago de los “impuestos internos”, que la llevó a una situación insostenible, sumándose a ello, el fallecimiento el 10 de abril de 1899, del que fuera “alma mater”, el Dr. Francisco Martín Reibel.
Para fines del año 1899, la fábrica estaba totalmente paralizada, habiendo pasado a manos del Banco Hipotecario Nacional, por la deuda impaga, quedando como cabeza visible de la sociedad el Sr. Barnetche. La fábrica salió a remate durante muchos años, hasta que en 1905.
El 16 de mayo de 1906, sale nuevamente a remate, quedando otra vez desierta por falta de interesados lo que lleva al banco a rebajar la base, finalmente el remate tiene éxito y es adquirido Augusto S. Rivero.
Su nuevo propietario, teniendo en cuenta la gran cantidad de obreros que estaban trabajando en las obras del “puerto nuevo o dársena interior”, hace remodelar las instalaciones de la fábrica, en departamentos para ser alquilados, transformándose en una casa de inquilinato (conventillo en la jerga popular).
En marzo de 1928, Mateo Fabani junto a sus hermanos, propietarios del molino hidráulico, ex Maury, del arroyo Urquiza adquieren a Augusto S. Rivero, el terreno y edificios de la ex-destilería “La Uruguaya”, ese mismo año comienza la demolición de la vieja fábrica de aguardiente y el 26 de noviembre de 1929, se inaugura el moderno molino, cuyos propietarios deciden llamarlo “Concepción” en homenaje a la ciudad donde estaba emplazado.
Hasta acá una introducción sobre el origen y el final de este gran emprendimiento uruguayense, a continuación lo que aparece en el libro antes mencionado y que nos da una idea de cómo era la vida en la ciudad en esos años y de lo significativo que fue esta empresa para C. del Uruguay:
El Uruguay Industrial
En la actualidad este departamento, según planillas que tenemos a la vista, cuenta con 98 establecimientos industriales, si excluimos unas 54 carbonerías que (…) dan ocupación a 239 personas.
Sus establecimientos son: Fideerías 2, colchonerías 2, talabarterías 2, cervecerías 2, zapaterías 12, velerías 2, saladeros 1, sombrererías 2, sastrerías 6, licorerías 2, panaderías 8, platerías 4, molinos 2, de los que uno es a vapor y de agua el otro, representando ambos un capital de 100,000 pesos, imprentas dos, herrerías 8, carpinterías 14, hojalaterías 5, ladrillerías 6, barracas 7, cigarrerías 2, confiterías 4, 2 mueblerías y 1 destilería.
Si entramos a considerar el valor que todos estos establecimientos representan tenemos que ellos suman 826,500 $ m/n. los que dan ocupación a 639 personas, estando equilibrado en dicha cantidad el elemento nacional y extranjero. Los caballos que como motores tienen empleados estos mismos establecimientos suman 636.
Destilería de Reibel y Cía.
Siendo la destilería del señor Dr. Martin Reibel y Cía., el establecimiento industrial más importante con que cuenta el Uruguay, por cuanto es un agente poderoso del desenvolvimiento de la agricultura, he creído mi deber consagrarle algunas líneas, haciendo su descripción a grandes rasgos.
La fábrica de aguardiente de los señores Reibel y Cía. fundada en 1886 ocupa 4 hectáreas de terrenos al Este de la ciudad del Uruguay, sobre la margen izquierda del arroyo La China (N del E: Riacho Itapé).
Los edificios allí levantados para los sótanos, los depósitos de cercales, los molinos, las calderas, los alambiques, los cocedores, las bombas, etc., ocupan un espacio de más de mil metros cuadrados de superficie.
La elegante chimenea de 34 metros de alto, la construcción peculiar de las paredes de piedras labradas y ladrillos con juntas, los terraplenes nivelados, las casas anexas para habitaciones, tonelería, herrería, carpintería, licorería; el tambo instalado en la parte inferior con vacas lecheras a pesebre, que comen los residuos de la fabricación y dan una leche sabrosísima у abundante forman un conjunto que regocija la vista y dá aliento al espíritu, deseoso de ver trabajar y progresar á los pueblos de Entre Ríos.
Una quinta huerta, perfectamente trabajada, contribuye a dar un agradable aspecto a la instalación de la fábrica. Los gastos de instalación de esta fábrica alcanzan a 120.000 pesos m/n., no habiéndose olvidado un solo detalle para que ella sea al mismo tiempo más elegante y productiva.
Los sótanos cavados en la roca misma, tienen paredes de piedras del país, labradas, pisos de macadam, piletas de fermentación de una capacidad de cuatrocientos mil litros; los depósitos de cereales, con piso de madera cepillada, pueden contener cómodamente 500.000 kilos de maíz; los alambiques de una cantidad de sesenta pipas, pueden destilar el producto de cincuenta fanegas cada 24 horas. El molino cilindro puede moler hasta sesenta fanegas diariamente, mientras que el aplastador de malta puede dar abasto a todos los cereales necesarios para la sacarificación.
Las tres calderas a vapor de fuerza de sesenta y dos caballos, empujan un motor de veinte y cuatro caballos de fuerza que dá movimiento a cuantas bombas, molinos, cocedores, aplastadores, etc. hay en la fábrica, dando además calor a los cuatro alambiques y a los dos cocedores.
Para la agricultura, esta fábrica tiene su importancia real; en los tiempos ordinarios elabora mil doscientos cincuenta litros de alcohol en las veinte y cuatro horas, con cincuenta fanegas de maíz, cebada o trigo. El consumo anual llega a 1.500,000 kilógramos de cereales. Los agricultores pueden sembrar con toda confianza, no les faltará quien les compre sus cosechas, y les libre de las especulaciones comerciales que anteriormente hacían bajar los precios de un modo perjudicial para el trabajador.
Las Cámaras Provinciales, bajo el progresista gobierno actual, han exonerado de patentes por nueve años, la destilería de Reibel y Cía., tratando de favorecer el establecimiento de industrias semejantes en la Provincia. El personal empleado en esta fábrica lo forman 30 personas.
Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Rousseaux, Andrés René “Desde la fábrica de aguardiente “La uruguaya” al molino harinero “Concepción” y Ripoll, Cayetano R. (1889) “La provincia de Entre- ríos bajo sus diversos aspectos” Tomo I,
El Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”, que arriba en 2024 a sus 175 años, fue y es uno de los pocos colegios de la República Argentina que ha propagado su prestigio dentro y fuera del país. Miles de alumnos año a año van pasando por este recinto histórico que fue pionero en muchas medidas educativas de avanzada que marcaron, en varios sentidos, el rumbo de la educación argentina.
Heredero del Gral. Justo José de Urquiza, guiado por Rectores y plantel docente ha dejado su impronta en los anales de la educación, no solamente de Argentina, sino que sus métodos se han extendido también a otros países de la región. Se impartieron cursos y clases de Jurisprudencia, Agrimensura, Estudios Militares, Comercio, Arte y Oficios y también sobre el tema que compete a este artículo, la Educación Física y los lugares de los que dispuso el colegio para su práctica.
Es importante para los autores de este artículo, hacer mención al Prof. Celomar Argachá, cuyas obras e investigaciones realizadas sobre diferentes aspectos de la vida del Colegio del Uruguay se convierten en fuente primaria para cualquier trabajo que intente reflejar algunas de las múltiples facetas de la historia del heredero del general Urquiza. Esta reseña sobre los campos de deportes del colegio, no es una excepción y se basa, en algunos aspectos históricos, en este historiador de reconocida trayectoria.
Si bien es innegable el aporte fundamental de José Benjamín Zubiaur a partir de su asunción como Rector, por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional del 5 de enero de 1892, lo cierto es que ya en 1872, el entonces Ministerio de Instrucción Pública aprueba la creación de la cátedra de “Gimnasia” para aquellos institutos que desearan incorporarla a su currícula para 1873. En aquel entonces solo dos colegios solicitaron la designación de un profesor para dicha asignatura el primero fue el de Tucumán, el 14 de enero de ese año y el 20 de febrero hizo lo propio el Colegio del Uruguay, designándose a Juan Laveggio como el primer docente de “Gimnasia” del histórico (Argachá, 1999b, p. 31). Lamentablemente, estas prácticas se extendían por varios meses, pero luego, quedaban a criterio de cada uno de los rectores si se continuaban implementando o no.
Como se ha mencionado, fue José Benjamín Zubiaur (31 de mayo de 1856 – 6 de septiembre de 1921), paranaense, ex alumno y Rector desde 1892 hasta 1899, uno de los rectores que más se preocupó y ocupó del desarrollo de las aptitudes físicas de los estudiantes de esta institución. Por tal motivo es interesante que se conozca, brevemente, su historia y el porqué de esta prédica por el deporte en general. Al terminar sus estudios en el Colegio del Uruguay, y en mérito a sus buenas notas, ingresa a trabajar en el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación y a su vez continúa estudiando graduándose, en la Universidad de Buenos Aires, como Doctor en Derecho. Al ser nombrado inspector General de Colegios Nacionales y representando a nuestro país, viaja a la Exposición Universal de París (1889). En este viaje conoce a Pierre de Couberten, quien le inculca la importancia de la educación física en las escuelas. Además, este viaje sirvió para que el doctor Zubiaur observara y se interiorizara de diferentes formas de educar, no solo lo vinculado al aspecto físico.
Es todo lo observado y aprendido en su viaje lo que aplica en el Colegio cuando llega a ocupar el cargo de rector. Entre otras cosas, organizó viajes de estudios, permitió el ingreso de las mujeres, siendo Teresa Ratto la primera en recibirse de Bachiller en el año 1895, y estableció las clases de educación física con un criterio totalmente diferente al que era de práctica usual en ese tiempo. Si bien se debe mencionar que este tipo de actividades ya se llevaban a cabo en el colegio de Corrientes (1890) y en el de Tucumán, desde ese mismo año.
Hasta ese momento, año 1892, los alumnos hacían, generalmente, sus ejercicios dentro de las aulas como, por ejemplo, flexiones junto a sus mesas de estudios y en algunos momentos utilizaban el patio para movimientos de brazos. Además, eran impartidos de manera simultánea los llamados “ejercicios militares”, a los que calificaba de “muy monótonos” y “… de poca importancia para el desarrollo físico” del alumno (Argachá, 1999a, p. 47-48). Zubiaur, había traído un amplio conocimiento de Europa y, a poco de ser designado se plantea implementar clases de Educación Física, al aire libre, en un principio, en el amplio patio del colegio, dónde se había instalado una cancha de pelota vasca y aparatos para gimnasia, como la barra y las paralelas (Argachá, 1999a, p. 48).
No las llamó clases de Educación Física, sino que los denominó “Juegos atléticos al aire libre”. Se practicó fútbol, tenis, atletismo, remo, pelota vasca, etc. Estos deportes tuvieron una marcada tendencia inglesa, ya que el rector había designado el 6 de marzo de 1892 a J. H. Gibbon Spilbury, de esa nacionalidad, para que llevara a cabo las clases. Este hizo una lista de elementos necesarios, siendo autorizados y pagados con dinero de la institución. Estas prácticas traspasaron los límites del patio del Colegio y el 12 de octubre de 1892, se realizó el primer encuentro en público, fútbol y regatas escolares (práctica de remos), en festejo del 400 aniversario del descubrimiento de América.
De esta manera se puede ver que el primer campo de deportes del colegio, funcionó, con sus limitaciones de espacio, en el amplio patio del establecimiento.
Segundo campo de deportes. Parte del sitio que hoy ocupa la escuela Normal
Ya en 1898, y en ocasión de que el Congreso de la Nación había dispuesto, por un lado, suprimir la enseñanza de la instrucción militar en los colegios nacionales, y por otro implantar las clases de gimnasia en los establecimientos de todo el país, Zubiaur se refiere a la existencia de “…un terreno compuesto por dos manzanas, (…) a cinco cuadras de distancia” del colegio, como campo de deportes del histórico (Argachá, 1999a, p. 51). Estas dos manzanas, pueden verse libres de edificaciones en un plano de la ciudad de 1897. Son las ubicadas entre 9 de julio y San Martín y Chaco (Jordana) y Los Andes (Mariano López). En este lugar se construiría luego, sumando dos manzanas más hacia el sur, el nuevo edificio de la Escuela Normal. Estas tierras fueron demarcadas con un cerco perimetral y un portal. Para 1905, el periódico La Juventud, se hacía eco de lo abandonado que se encontraba el lugar, pidiendo se acondicione y resguarde el predio (Busiello, 2021 p. 246).
Estas clases al aire libre se continuaron en ese espacio durante el rectorado de Enrique de Vedia (1899-1902) y de quien lo sucede, Dermidio Carreño (1902-1910) quien con su vicerrector Juan José Millán, ante la sesión por parte de sus propietarios, la Municipalidad local y la Nación para la edificación del edificio de la citada Escuela Normal, proponen la compra de dos manzanas para práctica de deportes, pero no obtienen la autorización. Este sitio estaba ubicado entre las calles San Martín y Entre Ríos (Norte y Sur) y Piedras y Bulevar del Este (Argachá, 1999a, p. 265). Esas manzanas son las que ocupan hoy, la escuela Santiago del Estero y el club San Martín.
Las actividades fueron aumentando como así también los alumnos que practicaban diferentes deportes, haciendo necesario usar la cancha de La Fraternidad y en varias oportunidades las canchas del Club Atlético Uruguay y Club Gimnasia y Esgrima. Durante el rectorado de Luis Grianta (1940-1948), este solicita la cancha de pelota vasca del Club Uruguay, la que se usó como gimnasio cerrado por las inclemencias del tiempo de esa temporada.
Tercer campo de deportes. La vieja chacra del Colegio
Ya durante su gestión como rector, en 1897, Zubiaur se dirigía en numerosas ocasiones al Inspector General de Colegios Secundarios solicitando, sin resultados positivos, la compra de un predio más amplio, y sugería la adquisición de la antigua chacra del Colegio u otra similar (Argachá, 1999a, p. 231). Esta chacra funcionó, en terrenos del general Urquiza, aproximadamente entre 1851 y 1862, cuando se entrega en explotación a Ambrosio López. En 1899, el rector Enrique de Vedia solicita la restitución de la chacra al patrimonio del colegio basado en una nota enviada en 1873 por el rector Agustín Alió que hacía referencia a una comunicación del Ministerio de Instrucción Pública que otorgaba parte de esos terrenos al histórico. Finalmente, eso no se pudo comprobar y esos terrenos fueron vendidos a particulares, entre ellos al profesor del colegio y constructor del primer edificio de “La Fraternidad” Enrique Delor (Seró Mantero, 1946, p. 11).
Finalmente, y por motivos que nada tienen que ver con la práctica de actividad física, la vieja chacra volverá al patrimonio del colegio. En efecto, en 1908 se destinaron $3000 para la compra de un terreno para la construcción de un colegio tutorial (una especie de internado para los alumnos del colegio). Paralelamente, la viuda de Delor, Isabel, ponía en venta las 27 hectáreas de su quinta, terreno que fue adquirido por la Nación, aunque su escrituración se demoró un tiempo y finalmente fue firmada por el rector Eduardo Tibiletti (1910-1920).
Este colegio tutorial nunca se construyó, entre otras cosas porque “La Fraternidad” (1877) había suplido la carencia de alojamiento para los estudiante que proveían de otros lugares del país, y, ante esta situación, el rector Tibiletti decidió, de conformidad con las autoridades nacionales arrendarlo, pero reservando un espacio para ser usado por los alumnos para la práctica de deportes, sobre todo natación y remo, ya que podían usar el arroyo Molino, lindante al predio. Entre otras obras en ese sitio, el rector Tibiletti mandó cercar la cancha de fútbol con un alambrado de tres hilos, colocando en su interior arcos y redes para la práctica de este deporte. También se construyó en el lugar un polígono y un stand de tiro (Argachá, 1999a, p. 287).
La chacra de Delor, como era conocido ese predio, fue utilizado como lugar para la práctica de actividades físicas por los alumnos del colegio hasta 1920 que por Ley Nº 11.049 la vieja chacra fue transferida al Ministerio de Obras Públicas de la Nación. En diciembre de 1923, el presidente Marcelo T. de Alvear dicta un Decreto creando el Policlínico Regional del Litoral “Justo José de Urquiza”. La piedra fundamental de este centro de salud fue colocada el 4 de abril de 1925 y su inauguración sería concretada el 29 de noviembre de 1931, siendo el doctor Pascual Corbella su primer director (Cieri, 2011).
Cuarto campo de Deportes. Plaza Constitución
Durante la gestión de Tibiletti, durante el año 1915, el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación compró y entregó a los colegios nacionales aparatos para la realización de ejercicios, entre ellos columpios, anillas sin abrazadera, barras, etc. Elementos que recibían el nombre de “Gimnasio Spalding”. Su nombre hacía referencia a Albert Goodwill Spalding, un innovador en materia deportiva que abrió una tienda de artículos de ese ramo en EEUU, 1876 y se convirtió rápidamente en un referente de ese campo. Inventó, entre otros elementos, la moderna pelota de béisbol y el primer guante para ese mismo deporte.
Como en el patio del colegio no había suficiente lugar, Tibiletti solicitó al intendente Vicente Corbalán autorización para colocarlos en la plaza Constitución. Dicho predio fue aceptado por medio de la Ordenanza Nº 0320 de fecha 23 de septiembre de 1915, que expresa que se destinará “…provisoriamente la plaza Constitución como de educación física en base al gimnasio y demás juegos que en ella habrá de instalar el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”. Inmediatamente, bajo la supervisión de un técnico del Ministerio de Educación se instalaron los diferentes elementos, entre ellos columpios, barras y paralelas.
La plaza de educación física, la primera de la ciudad, fue inaugurada el 5 de noviembre de 1915 con la presencia de autoridades y alumnos y el Prof. Eduardo Nadal, docente de Educación Física del colegio hizo uso de la palabra (Rousseaux, 1996). Estos aparatos no fueron usados en exclusividad por estudiantes del histórico, sino que otros establecimientos educativos de la ciudad pudieron tener acceso a ellos. Esta plaza funcionó hasta el año 1945, en que fueron trasladados al predio de la cancha de la Liga, donde ya funcionaba el nuevo campo de deportes del Colegio del Uruguay.
Quinto campo de deportes. La “Cancha de la Liga de Fútbol”
Entre 1920, fecha en que se transfiere a la Nación los terrenos de la chacra del Colegio y hasta 1943, en que la municipalidad cede los terrenos de la ex “cancha de la Liga”, el colegio careció de un lugar propio para desarrollar las clases de educación física y estas se trasladaron al lugar que les fuera facilitado, estos pudieron ser la cancha de Atlético Uruguay, de Gimnasia y Esgrima, las canchas de pelota de los clubes Social y de Pelotas Uruguay, hasta incluso sitios baldíos cerca de la institución. También se utilizó para tal fin el patio de la Escuela Normal, cuando el colegio funcionó en dicho edificio debido a su reconstrucción casi total (1938- 1942).
En 1941, el rector Luis Grianta se dirigió a las autoridades nacionales para insistir en la necesidad de que el colegio contara con su propio campo de deportes, y, específicamente solicitó la sesión de la manzana ubicada entre 9 de julio y San Martín al norte y sur y Rizzo y Vértiz al oeste y este respectivamente, dónde hoy está la plaza Urquiza, pero no tuvo respuesta favorable. Este terreno había sido otorgado a la Nación para que allí se construyera una nueva Escuela Profesional de Artes y Oficios para Mujeres, cosa que no había sucedido estando, en ese momento, baldío y sin uso.
En su búsqueda por dotar al colegio de su propio campo de deportes, el rector decidió hacer lo mismo a la municipalidad local, solicitando un terreno de cuatro manzanas, algo alejado del colegio, pero con potencial para construir en él un futuro campo de deportes. Estos terrenos estaban asignados a la Liga de Fútbol de la ciudad y, por medio de la Ordenanza 1252 promulgada el 30 de octubre de 1942, el Intendente Ambrosio Artusi, retira la “administración y usufructo del terreno de propiedad municipal en que dicha institución tiene instalada su cancha de foot-ball” y lo cede en iguales condiciones al Colegio del Uruguay, con destino al campo de deportes de ese establecimiento.
Un tiempo después y por medio de la Ordenanza Nº 1260, sancionada el 4 de febrero de 1943 y promulgada por el DEM dos días después, se establece lo siguiente: “Art. 1º: Decláranse desafectados como bienes del dominio público los tramos de las calles Pablo Lorentz, entre Calles 6 del Oeste y Boulevard Exterior del Oeste y Calle 7 del Oeste, entre Lorenzo L. Sartorio y 3 del Norte. “Art. 2º: Dónase al Gobierno Nacional el terreno de propiedad municipal compuesto por 4 manzanas situadas entre los siguientes linderos: Norte calle 3 del Norte; Sud Calle Lorenzo L. Sartorio; Este, Calle 6 del Oeste y Boulevard Exterior del Oeste (Actual Bv. Díaz Vélez), incluso la superficie de las calles comprendidas dentro de este perímetro, a las que se refiere el Art. Anterior”.
La misma Ordenanza, en su artículo 3º le otorga al gobierno de la Nación un plazo de cinco años para la construcción de infraestructura básica, como ser pista de atletismo, canchas de básquet y fútbol, el cercado del predio y la instalación de vestuarios y baños. Estableciendo que, en caso de que esto no sucediera, la municipalidad podrá revocar la cesión del terreno.
Pese a la insistencia del rector para que el gobierno nacional cumpliera con su parte, es decir con la construcción de la infraestructura básica, éste no lo hizo y es así que finalmente la Municipalidad, por medio de la Ord. 2069 de fecha 28 de septiembre de 1961, con la firma del presidente municipal Juan E. Lacava, establece en su Art. 1º “Dejase sin efecto la donación efectuada por esta Municipalidad al gobierno Nacional de una fracción de terrenos compuesto por cuatro manzanas…”. En su Art. 2º vuelve a ceder estos terrenos a la Liga de Fútbol, esta vez por 25 años y a título precario. De esta manera, y por desidia de las autoridades de educación de la Nación, nuevamente, como sucedió entre 1920 y 1943, el histórico se encuentra sin un campo de deportes propio dónde concretar las clases de Educación Física.
Sexto campo de deportes. La costanera Paysandú, campo de deportes de la Escuela de Aprendices
El domingo 20 de septiembre de 1953, la Escuela de Aprendices Nº4 “Evita” del Ministerio de Obras Públicas, inaugura su propio campo de Deportes. El mismo estaba ubicado sobre el lado este de la Avenida Paysandú (Justo José de Urquiza en ese momento), casi en su extremo sur. En este lugar se construirían años más tarde los silos y elevadores de la Junta Nacional de Granos. “Uruguay posee ya la pista atlética más importante de la provincia”, titulaba el diario “La Calle” (1953) y agregaba que sería formalmente inaugurada con la realización del “Torneo Primavera” que era auspiciado por la Federación Atlética Entrerriana del Río Uruguay. En efecto, este nuevo centro era muy completo, poseía una pista de 300 metros de extensión, con una recta de 130 metros con siete andariveles; cajones de arena para salto en largo, triple y con garrocha, además de todos los elementos para diferentes tipos de lanzamientos (bala, disco, etc.).
Este campo de deportes, aunque ya sin su brillo anterior, recordemos que en 1971 se cierra por primera vez la Escuela de Aprendices, funcionó hasta 1970, año en que se llama licitación pública (Nº 350/1970), para la construcción de los nuevos silos y elevadores de la Junta Nacional de Granos, los que serán inaugurados el 29 de enero de 1975. A este lugar concurrirán los alumnos del colegio hasta la inauguración de Centro de Educación Física Nº12 en 1973
Séptimo campo de deportes. Centro de Educación Física Nº 12 (Hoy CEF Nº 3 “Mario La Nasa”
Casi en simultáneo con la desaparición del campo de Deportes de la Escuela de Aprendices, se crea en el ámbito del Ministerio de Educación de la Nación el Centro de Educación Física Nº12 (CEF Nº12). El mismo fue creado el 16 de abril de 1969 por medio de la Ley Nacional Nº16.727, Decreto Nº5633/67. Si bien ya en 1970 hay registros de que ya se hallaba en actividad, recién el 24 de septiembre de 1973 se inauguran las primeras instalaciones, que incluían una pista de carbonilla. El 1 de enero de 1993, deja de ser nacional y pasa a ser una institución educativa provincial, recibiendo la denominación CEF Nº 3 “Prof. Hugo Mario La Nasa”.
Por más de 40 años la totalidad de los estudiantes del colegio concurrieron a este campo para cursar la materia “Educación Física”, y si bien no era un predio propio, así lo consideraban quienes asistían a estas, ahora, viejas instalaciones. El 27 de julio de 2017, se inauguró la nueva pista sintética del CEF Nº3. Esta obra había sido acordada durante el año 2014 con un costo estimado de 24 millones de pesos de la época, lo que convirtió a esta institución en un espacio para competencias de alto rendimiento deportivo.
En sus orígenes y hasta la actualidad, aunque en menor grado, ya que actualmente es un centro de alto rendimiento deportivo este sitio fue ocupado por todos los colegios de la ciudad, dando fin a la incesante búsqueda del colegio Justo José de Urquiza, para que sus alumnos practiquen diferentes deportes. Este lugar, sin ser de su propiedad, le permitía a sus alumnos realizar sus clases de educación física sin contratiempos mayores.
Actualidad
Desde que el Centro de Educación Física Nº3 “Profesor Hugo Mario La Nasa” se convirtió en un espacio dedicado al alto rendimiento deportivo, poco a poco ha ido perdiéndose para diferentes instituciones educativas locales, entre ellas el Colegio del Uruguay, como un espacio para poder desarrollar las clases de Educación Física.
En la actualidad, año 2024, el colegio cuenta con 59 divisiones de alumnos, de las cuales siete corresponden a la educación de adultos. Por lo tanto, son 52 divisiones (27 cursos del turno mañana y 25 del turno tarde) que tienen la asignatura de Educación Física. Las clases se desarrollan a contra turno y se distribuyen en tres lugares. El CEF Nº3, el predio Multieventos, en terrenos de la vieja estación del Ferrocarril, este es el grupo más numeroso y el tercer espacio ocupado es el del salón Anexo al Colegio del Uruguay, dónde se realizan específicamente las prácticas de handball y básquet y concurren a sus clases los alumnos de primer año. Este anexo del colegio, fue inaugurado el 3 de septiembre de 1999 (La Calle, 1999), aunque ya en 1991 se utilizaba para el dictado de clases, y en él se encuentran aulas, oficinas y un gimnasio cerrado frente al Colegio, en el espacio que ocupaba la vieja “Casa del Rector”. Desde aquellos primeros docentes que dictaban sus clases en soledad, hoy el plantel docente está integrado por numerosos profesores, los que son coordinados por el Prof. Carlos Burgos.
El futuro
Estos espacios, si bien permiten el desarrollo con normalidad de las clases de Educación Física, no son los ideales para ello, por diferentes razones. No obstante, siempre está en la idea de las autoridades del colegio el poder contar con un campo de deportes, que ya no sería propio como en el pasado, sino compartido por las diferentes instituciones de educación secundaria de Concepción del Uruguay.
Agradecimientos:
Lic. Mario Pelisier, ex Director del Centro de Educación Física Nº 3 “Prof. Hugo Mario La Nasa”; Museóloga Analía Trípoli, Hemeroteca del Museo “Casa de Delio Panizza”. Lic. Pedro Fruniz, Coordinador del “Museo de la ciudad”. Prof. Ramón Cieri, Rector del Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza” y Mirta Parejas, encargada del área de Digestos de la Municipalidad de C. del Uruguay. Prof. Cristina Escalante, por su colaboración.
Bibliografía:
Argachá, Celomar (1999a). El Colegio del Uruguay a través de sus rectores. 150 años al servicio de la educación. Concepción del Uruguay: EDUNER. Argachá, Celomar (1999b) Un ayuda memoria. Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”. 1849-1999. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Imprenta del Congreso de la Nación. Busiello, Orlando César (2021). Instituciones sociales y deportivas de Concepción del Uruguay 1854-1920. Concepción del Uruguay: Espacio Editorial Institucional UCU. Cieri, Ramón (2011). “El Estado y el Sistema de Salud al inicio del Siglo XX Policlínico Regional del Litoral ¨Justo José de Urquiza¨. https://www.entrerios.gov.ar/hospitalurquiza/historiadelhopital.doc “La Calle” (1999). “1849-1999. 150 aniversario del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza”. Suplemento. Concepción del Uruguay. “La Calle” (1953). “Uruguay posee ya la pista atlética más completa de la provincia”. 23 de septiembre de 1953. Concepción del Uruguay. Rousseaux, Andrés (1996). “La primera plaza de ejercicios físicos”. Diario “La Calle”, 4 de marzo de 1996. P. 11. Concepción del Uruguay. Seró Mantero, Rodolfo (1946). La chacra del Colegio. Diario La Calle, Nº 700. Concepción del Uruguay.
En una época dónde no existían los mayoristas de mercaderías tal como los conocemos hoy y la totalidad de los productos alimenticios que se consumían en un poblado eran los que, en su gran mayoría, los se producían en las cercanías de los pueblos, se hacía necesario contar con centros de venta, dónde la población pudiera tener fácil acceso a todos estos productos.
Por otro lado, esta concentración permitía que los productores pudieran vender su mercadería sin necesidad de contar con un local propio en el poblado. Además, y no era menos importante, le facilitaba a las autoridades el control de pesos y medidas y el cobro de impuestos.
De esta manera fueron apareciendo los mercados, como una evolución urbana de los almacenes de ramos generales que se encontraban diseminados por toda la geografía de nuestra provincia.
En una época dónde el estado no disponía de muchos recursos económicos, estos espacios eran financiados por empresarios privados, los que construían las instalaciones (muy precarias en muchos casos), alquilaban los puestos y como contrapartida eran beneficiados con restricciones para la venta de lo que se comercializaba en el mercado en un área cercana a este. Al fin del contrato, lo construido quedaba para el estado.
Concepción del Uruguay, no fue ajena a esta situación. Uno de los primeros mercados que tuvo la ciudad estuvo ubicado en la manzana dónde hoy se encuentra la escuela “Nicolás Avellaneda”. En efecto, en un plano de la ciudad del año 1853, el predio delimitado por las calles “Del Mercado”, (hoy Estrada), Vences (hoy Leguizamón), Paraná (hoy Congreso de Tucumán) y Uruguay (hoy Artusi), estaba reservada con destino al “Mercado de la ciudad”.
En 1862, hubo una propuesta de edificar, tal vez en ese sitio, un mercado, según un proyecto presentado por el ingeniero Nicolás Grondona, quien proponía levantar un “establecimiento sencillo, cómodo y de poco costo” que ocuparía una manzana de terreno (40 por 40 varas) y contaría con 32 cuartos de 5 varas cada uno, tendría, además, dos entradas y un aljibe.
La inversión rondaría en catorce o quince mil pesos amortizables en 3 años con el alquiler de los locales cuyo costo se estimaba entre 15 y 20 pesos por mes. Todo indica que este proyecto nunca se llevó a cabo, ya que dos años después, se aprobó la edificación de otro mercado.
Como se consideró que este emplazamiento estaba muy alejado del centro, lo que era cierto, ya que la ciudad se extendía por pocas cuadra fuera de la plaza Ramírez, se construye en 1864 por iniciativa del general Urquiza, un nuevo mercado en un terreno ubicado en calle Rocamora (Comercio) entre Urquiza y Leguizamón (vences), actual ubicación.
En 1864, la Cámara Legislativa de la Provincia de Entre Ríos aprobó la propuesta presentada por Santiago Cometa. El socio capitalista fue el General Urquiza y el Mercado se denominó “3 de Febrero”.
El 11 de febrero de 1865, el Jefe Político de C. del Uruguay, Pedro Melitón González ordenó: “Art 1° Desde el 20 del presente mes en que tendrá lugar la apertura del mercado, queda absolutamente prohibido establecer puestos de carne, pescados, verduras ni frutas a diez cuadras de la plaza principal en todas direcciones, sin previo consentimiento de la empresa”, algo polémico y conflictivo que se volvería a suceder 80 años después con el nuevo mercado.
En efecto, el 28 de diciembre de 1864, Santiago Cometa, recibe de manos de Vicente Corbalán, por cuenta del general Urquiza, la suma de 2.625 pesos bolivianos, por la “mitad de la obra que estoy haciendo en el mercado”. Más adelante, el 26 de septiembre de 1865, se formaliza la venta de dos solares (media manzana) que eran propiedad del general Urquiza con los señores Santiago Cometa, asociado a José Colombo, para la finalización de la construcción del mercado por cuenta del primero (Urquiza).
Los dos terrenos habían sido adquiridos por Urquiza en la suma de 600 pesos de plata bolivianos a Antonio Dominguez, esposo de Gregoria Castañeda y vendidos en 5.000 pesos bolivianos. Ese predio, debió continuar bajo la propiedad de Cometta, ya que en el año 1941, se sanciona una Ordenanza, la Nº 1180, por la que se autoriza al DEM a adquirir la media manzana donde funciona el mercado.
En un artículo de publicado por Luis Lonarde en el diario “La Calle”, en el año 1945, se afirma que el mercado de la ciudad toma el nombre de “3 de Febrero”, recién el 1873, posiblemente al pasar a formar parte de la nueva corporación municipal (Constituida en enero de ese año). Esta suposición se basa en que sobre el frente norte del viejo mercado (consumido por un incendio en 1941) existía, escrito con letras gruesas la fecha “1873”, algo que vimos que no fue así, según la resolución de Melitón González que ya hemos visto.
Del mercado a la plaza Rocamora y a la escuela Avellaneda
El antiguo terreno al quedar desocupado, la Municipalidad lo destina para plaza pública, a la que se llamó “Plaza Tomás de Rocamora”. Se procedió a mejorar el terreno, desmalezando y plantando especies arbóreas. Al inaugurarse se enterró una caja de hierro con documentación de la ciudad.
Según relatos de la época, al poco tiempo, este paseo quedo abandonado, y había quejas de algunos periódicos de tal situación sobre todo de un número importante de caballos que se alimentaban de los árboles allí plantados.
Luego, a fines de la década de 1890, y con motivo de cederse esta manzana para la construcción del edificio de la escuela “Nicolás Avellaneda” y autorizado por el Ordenanza 018, el DEM cede ese terrero al gobierno nacional para la construcción del nuevo edificio de ese centro educativo, el que fue inaugurado el primero de enero de 1903.
Previamente, el 28 de Marzo de 1901 se había iniciados los trabajos de construcción de la Escuela Nicolás Avellaneda, en el predio que fuera, originalmente, destinado a la Plaza Rocamora. La empresa constructora de la escuela antes de iniciar las obras desenterró del sitio la caja que fuera colocada en oportunidad de la inauguración de la Plaza Rocamora y que contenía documentación alusiva la que fue entregada a la Municipalidad local.
Por este motivo, la plaza Rocamora se trasladó a la manzana del frente, hacia el este, la que mantuvo ese nombre hasta que en 1909. Ese año y por Ord. 0194 se designa la Plaza Rocamora para la colocación de la estatua del Gral. San Martín, que según la Ley Provincial N° 2136 fue donada a la Municipalidad. Por ese motivo, y por medio de la Ord. Nº 0222 se le cambia el nombre de Rocamora por plaza “José de San Martín.
El incendio del primer mercado “3 de Febrero”
La noche del 20 de agosto de 1941, y producto de un cortocircuito en las instalaciones eléctricas, se desató un “pavoroso incendio”, así lo describió el diario “El Mundo” en su edición del día siguiente, en el “viejo” mercado “3 de Febrero”.
Las llamas, avivadas por el fuerte viento sur que soplaba en esos momentos se extendieron rápidamente por las construcciones vecinas, en su mayoría negocios, que se vieron significativamente afectadas por el siniestro. Según la crónica, al lugar acudieron rápidamente dotaciones de bomberos del ejército y de la policía de la provincia quienes trabajaron, con ayuda de muchos vecinos, durante varias horas para poder extinguir el fuego que afectó de gravedad a muchas construcciones lindantes con el mercado.
Como consecuencia de este incendio el mercado quedo totalmente reducido a escombros, destacándose el hecho que, al haberse producido el siniestro en horas de la noche, no hubo que lamentar ninguna víctima fatal.
El nuevo mercado
Previo a este siniestro, y en vistas de lo deteriorado del viejo mercado, hay numerosas referencias a arreglos, pintura, construcción y mejoras de los sanitarios, etc., el Concejo Deliberante, por iniciativa del presidente municipal Ambrosio Artusi, había sancionado el 9 de abril de 1941 una Ordenanza para la construcción en ese mismo lugar de un nuevo mercado municipal. Esta norma legal fue aprobada por seis votos a favor y cuatro en oposición a la elección del lugar.
Esta resolución despertó una gran polémica en la población, ya que la mayoría se inclinada por el establecimiento del mercado en un lugar un poco más alejado del centro, entre los argumentos que se esgrimían estaban los relacionados a cuestiones de higiene y facilidad de acceso. Y argumentaban que lo que se estilaba era ubicar estos centros de compras en lugares un poco distantes del centro de la ciudad, ya que la aglomeración de personas y vehículos podría ser perjudicial para la comunidad.
Otro problema que se vislumbraba era lo reducido del lugar (media manzana). Lo que se decía que no era consecuente con crecimiento y desarrollo de la ciudad, por lo que se consideraba que este mercado no dejaba de ser una solución provisoria y que en un futuro no muy lejano habría que rever.
Llamaba la atención, sobre todo el hecho que desde el Concejo se habían realizado encuestas y entrevistas con funcionarios y numerosas dependencia técnicas, encontrándose entre ellas peritos de la municipalidad de Buenos Aires y del centro de ingeniero de esta ciudad, quienes en su totalidad se habían expedido en que era necesario ubicar el mercado en otro lugar.
Sobre todo teniendo en cuenta las crecientes necesidades de la población que hacen necesario que el nuevo centro comercial tenga, por lo menos, una manzana de terreno, con amplias superficies cubiertas y descubiertas, debiéndose prever la existencia de playas para carga y descarga y estacionamiento para los usuarios del mismo.
“Por todo lo cual, el vecindario considera que el Concejo no ha contemplado y satisfecho sus verdaderas aspiraciones sobre el particular”, cerraba un artículo periodístico.
Mientras duraban las obras de construcción del nuevo mercado, los puesteros se trasladaron al edificio de “Palacio Monumental” (Rocamora y Colón), alquilado por la municipalidad a su dueña, la sociedad de “Francisco Tavella y Hnos.” (Ord. 1203), autorizando a pagar hasta $ 1.880 a los propietarios del inmueble.
Finalmente, el nuevo mercado “3 de Febrero” es inaugurado el 20 de enero de 1944, unos días antes que falleciera su impulsor Ambrosio Artusi (25 de enero de 1944).
Al momento de su inauguración, el mercado contaba con 15 puestos instalados, 7 de venta de carne, 6 de frutas y verduras y 2 de facturas y fiambres. Unos días después, el 29 de enero, la municipalidad saco a licitación los restantes puestos interiores y la totalidad de los exteriores, “estos últimos rebajados de acuerdo al Dec. Nº 478”.
Más allá de la polémica inicial por su ubicación, el Decreto municipal que limitaba a diez cuadras del mercado la instalación de negocios similares provocó la reacción de algunos medios de comunicación como por ejemplo el del novel diario “La Calle” (fundado el 6 de enero de ese año), que desde sus páginas resaltaba los inconvenientes que traería esta medida no solo para los comerciantes, sino también para los clientes, y a la par que solicitaba se anule esta controvertida disposición expresaba: “mandar a los dueños de verdulerías, fiambrerías de carnicerías, etc., mandarlas, decimos a diez cuadras a la redonda del mercado, comporta en algunas direcciones, mandarlos casi al campo. Cuando no al mismo río o a las barreras del ferrocarril”
Pero, ésta obra, pudo sortear todos inconvenientes iniciales y el mercado fue prosperando a tal punto que la gestión de Ambrosio Artusi sería recordada por la construcción del nuevo mercado, además del matadero y frigorífico modelo municipal (que llevaba su nombre) y el primer barrio para de casas para obreros de la ciudad.
El mercado, fue considerado un modelo ya que fue planificado y construido con todos los adelantos de la época y materiales de primera calidad, como se puede ver aún hoy.
El mercado ocupa media manzana de la zona céntrica de la ciudad con una superficie cubierta de 2.430m2. Se destaca en su planta un gran hall central de 41,70 x 18.45m., sobre el cual se hallaban distribuidos 45 puestos para la exposición y venta de carnes, frutas, verduras, aves, pescados, huevos, etc.
La superficie, disposición y ubicación de los mismos se habían tratado en forma especial y conforme a su destino, contando cada uno con los elementos necesarios para facilitar el trabajo, movimiento y exhibición.
Para la higiene y limpieza de los puestos se habían instalado desagües de pisos y se habían revestido la totalidad de las paredes con mosaicos graníticos. Sobre el mismo hall central estaban situadas las cámaras frías para diferentes productos naturales. Contaba también el mercado con locales para administración, depósito de útiles y con servicios sanitarios para hombres y mujeres.
Exteriormente y sobre las tres calles que lo rodean se ubican 10 locales para negocios, contando todos ellos con servicios sanitarios independientes y, algunos, con las comodidades y dependencias propias del destino que se les ha fijado: cocina, ante cocina, sótano, vidrieras instaladas, etc. Estos locales siguen funcionando en la actualidad, siendo la los únicos de todo el mercado.
Los tres frentes del edificio están revestidos totalmente en mármol travertino hasta una altura de 4.20 m. sobre el nivel de las veredas. En las entradas (3, una sobre calle Urquiza, otra sobre Leguizamón y la restante sobre Rocamora) y vidrieras se colocaron cortinas metálicas a mallas.
Hace unos años, un grupo de vecinos impidió que se convirtiera en una sala tragamonedas y hoy se debate sobre el uso que darle sin que haya, al menos expuesto, alguna idea en la actual administración municipal. Es de destacar que la gestión anterior, de Martín Oliva, se comenzó con importantes arreglos, sobre todo en los techos. Estos trabajos quedaron inconclusos y no se sabe si se retomarán.
Más allá de su sombrío presente, todos quienes hemos tenido la suerte de conocer el mercado en su época de mayor movimiento o, aún hoy, verlo desde afuera, podemos dimensionar lo importante que fue para la ciudad y la región.
Pese a las opiniones en contrario de la época, este centro comercial fue un elemento vital para la ciudad y nuestro homenaje y reconocimiento a este viejo edifico debe ser revalorizarlo y, conservando su estructura, darle un uso comunitario adecuado a los tiempos que corren.
Texto: Virginia Civetta y Ratto, Carlos I. Fuentes: Diario “La Calle”, 20, 29 de enero; 24 de abril de 1944; 28 de marzo de 1945; Diario “El Mundo”, 10 de abril y 21 de agosto de 1941 (gentileza Antonio Artusi); Barreto, Ana maría, “Vida cotidiana. Aspectos del comer y beber en tiempos de Urquiza (1850-1870)”, Revista “Caminos y transportes”, 1941. Agradecimiento al personal de la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza”.
Francisco Ratto (30 de noviembre de 1834, Italia. 29 de junio de 1899, C. del Uruguay), según hemos investigado, fue el primero de esta familia en asentarse en Concepción del Uruguay, luego seguirían con el tiempo, dos integrantes más de esa familia oriunda de Vobbio, en Génova, Italia, Ángel, casado en 1874 con otra genovesa, sabina Rebozzio (padres de la Doctora Teresa Ratto) y Juan Bautista, fundador, junto a su esposa María Clara Barattini de la panadería “La Popular, en el barrio de la “Estación”, ésta era porteña, ellos se casaron el 2 de septiembre de 1880.
En una visita a Italia, Francisco convence a su primo hermano Ángel (Sus padres, Ángelo y Giuseppe, eran casados con dos hermanas, Caterina y María Maddalena Oberti), que había pasado cinco años en la guerra, de venir a C. del Uruguay. Francisco lo ayudaría con el pasaje y la estadía en nuestra ciudad y le enseñaría el oficio en su propio establecimiento. Años después Ángel haría lo mismo con Juan Bautista, dedicándose los tres, Francisco, Ángel y Juan a la industria del pan.
Francisco Ratto, panadero de oficio, fue una figura muy importante para su tiempo. En 1873 fue uno de los primeros miembros de la nueva Corporación Municipal cargo que volvería a ocupar varias veces más hasta que el 14 de octubre de 1878, al fallecer el intendente electo Juan Bautista Rey, debe asumir el mando ya que se encontraba desempeñando el cargo de Vicepresidente de la comuna. Fue miembro fundador y el primer presidente de la Asociación Italiana “La Benevolenza” en 1874. En el año 1884, fue designado por el gobierno del Rey de Italia, agente consular de este país en la región, cargo que ya ejercía luego de la muerte de su amigo y antecesor Ambrosio Lantelme, y además, fue miembro de varias instituciones sociales y culturales, por ejemplo, fue parte del Club Social, de la masonería local con el grado 33, tuvo activa participación en las acciones de resistencia al traspaso de la capital de Entre Ríos a Paraná (1883), entre otras.
Francisco tenía nueve hijos, cuatro varones y cinco mujeres. Una de ellas, Laura Ratto, quien era Directora de la Escuela de Aplicación de la Escuela Normal Mixta, celebró en esa casa la ceremonia civil y religiosa de su matrimonio con el Ing. Julio Henri, actuando como padrinos del acto religioso, su madre Sabina Risso de Ratto y el Ingeniero Lorenzo Amespil quién se encontraba a cargo de la Comisión del Río Uruguay.
La esposa de Francisco, Sabina, era hermana de Rosa Risso, quien estaba casada con José Scelzi, quien fuera cinco veces presidente de la Sociedad Italiana.
¿Dónde estaba la casa y la panadería?
Ahora bien, dónde vivió la familia de Francisco y Sabina? En el libro de los 75 de la “Benevolenza”, se menciona que lo hizo en una casa de calle Lima (hoy Moreno), sin otra especificación.
Por otra parte, Coty Calivari, en su trabajo sobre el “Barrio Puerto viejo, nos da más detalles, la panadería y la casa de Francisco estaba ubicado en la intersección de las calles Comercio (hoy Lucilo B. López) y (Lima) Moreno, ángulo sudoeste. La panadería se hallaba sobre Lucilo López y la entrada a su domicilio sobre Moreno. “Era de dos plantas. Tenía una amplia escalera que se veía desde la calle, comunicándola con las habitaciones superiores y, abarcando el ancho de estas, un balcón de hierro artísticamente forjado.
En otro artículo, publicado en la revista “Guardacostas”, René Rousseaux, cita a Teresa “Betty” Ratto, sobrina de la doctora Ratto y menciona que la residencia de Francisco, se encontraba sobre la calle “Mariano López”, en vez de Lucilo B. López, entre las actuales Perón y Moreno.
Consultado un plano de la ciudad del año 1897, podemos ver que, todavía para esa época, la mayoría de las construcciones se ubicaban sobre las esquinas de los viejos solares que repartió Rocamora, así podemos ver en la esquina suroeste de Moreno y López, pero no encontramos construcción alguna en el centro de la cuadra lindera hacia el este (López, entre Perón y Moreno). Por lo que debemos concluir que la residencia de Francisco Ratto y Sabina Risso, estaba ubicada como lo indica Coty Calivari, es decir en la esquina sur oeste de Moreno y Lucilo López.
¿Hay alguna evidencia fotográfica esa vieja casona?
Es muy difícil poder encontrar una fotografía de una casa de familia de esos tiempos, salvo que aparezca como fondo de otra imagen que se intenta retratar, así por ejemplo, podemos tener detalles de la residencia del Coronel Simón Santa Cruz o la de la casona de Sara Sagastume de Chilotegui que se pueden ver como fondo de fotos familiares o de eventos que sucedieron en torno a la plaza Ramírez.
En este caso podría haber pasado algo parecido. Al ver las imágenes que se tomaron de un hecho excepcional hasta ahora, como fue la creciente del río Uruguay del año 1959 (El 17 de abril de ese año, a las 7 horas el río alcanzó sus altura máxima frente al puerto local. El registro fue de 10,22 metros), pudimos ver una toma de la calle Moreno, en su intersección con Lucilo B. López, que encabeza este artículo.
En principio, nos llamó la atención que en esa zona alejada del centro de la ciudad, esquina SO de Moreno y López, apareciera una casona tan importante. De dos plantas y muy añosa y que, por las características de su arquitectura se podría fechar cerca de 1870 o antes. Por esa zona solo recordamos otra casa de dos pisos, la de su primo Ángel Ratto, en Artigas y Teresa Ratto.
Por supuesto, no teníamos información de a qué personaje importante podría haber pertenecido, hasta que vimos la referencia que sobre la casa de Francisco Ratto hizo en el citado libro Coty Calivari.
Tomando en cuenta esto, casi con seguridad podemos afirmar que la vieja y casi derruida casona que aparece en la foto de 1959 fue, allá por fines del S XIX, la panadería y domicilio particular de Francisco Ratto y Sabina Risso.
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Abescat, Francisco “La ciudad de Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay” y “Los primeros 75 años de “La Benevolenza. 1874-24 de mayo-1949”; Calivari, Coty, “Barrio Puerto Viejo”; Revista “Guardacostas” Nº 19. Plano de C. del Uruguay de 1897 y Árbol genealógico de la familia Ratto, de propiedad de los autores.
Es considerada, en razón de su origen, como la “Hermana menor” del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza.
Fue fundada el 14 de mayo de 1877, aunque su tarea solidaria ya había comenzado, de manera informal un año antes, por alumnos y profesores del histórico colegio del Uruguay con el objetivo de brindar alojamiento a estudiantes provenientes de diferentes sitios de nuestro país y del exterior ante la supresión en 1876 de 48 becas provinciales y nacionales, aunque el internado siguió funcionado para aquellos que podían hacer frente al costo que ello implicaba hasta el 14 de septiembre del año 1878 en que fue clausurado por un decreto del gobierno nacional, del que dependía el Colegio del Uruguay.
Veintiocho años después de la fundación de nuestro colegio, el internado que albergaba alumnos de la provincia, de provincias argentinas y hasta de países vecinos cierra definitivamente por medio de un Decreto del presidente Nicolás Avellaneda. Según la tradición, los estudiantes que quedaron sin alojamiento en la ciudad, fueron recibidos por vecinos que se solidarizaron con la situación de aquellos jóvenes que no tenían dónde quedarse para continuar sus estudios secundarios.
Ante esta crítica situación, uno de los jóvenes comprometidos en la solución sl problema, llamado Juan Vidart o Bidart, tuvo la idea de conformar una sociedad que de “socorro al estudiantes que por la supresión de las becas (…) o por otras circunstancias no pudieran continuar sus estudios”. Esta idea tuvo eco favorable en la ciudadanía uruguayense, que acompañó a los estudiantes, y de esta manera el 14 de mayo de 1877, en asamblea se reúnen en el desaparecido Teatro 1° de mayo, un numeroso grupo de profesionales, estudiantes y ciudadanos, con la idea de fundar un internado anexo al Colegio, con un ideal de fraternidad.
En esa asamblea fundacional, presidida por Francisco Barroetaveña, José Zubiaur propuso que se nombrar una comisión provisoria de cinco miembros, que se encargara de organizar los primeros trabajos y de redactar su Reglamento, esta moción se aprobó y fue elegido como primer presidente el Sr. Antonio Medina, empleado del colegio, quien se excusó por no poder dedicarle en tiempo necesario, situación que fue aceptada y se volvió a elegir la primera comisión que quedo integrada por José B. Zubiaur (Presidente) Santiago Arteaga (Secretario) y Gerónimo Ulibarri, Francisco Otaño y Francisco Barroetaveña (Vocales)
Finalizada la asamblea, se labro un acta firmada por Facundo Grane (Secretario interino) y José Zubiaur (Presidente). Entre los presentes podemos recordar a Alfredo Parodié, Francisco Barroetaveña, Alejo Peyret, Miguel Coronado, Máximo Álvarez, Cipriano Ruiz Moreno, Toribio Ortiz, José A. Casacuberta, Martiniano Leguizamón y Mariano López, entre otros.
Manos a la obra, había que mantener ese internado, y es así, que se hicieron obras de teatro en Colón. Les llevo ir dos días de viaje, con muy poco presupuesto se mantenían a mate y pan. Dieron la obra en un salón con capacidad para 150 personas, y cada una de ellas aportaba también la silla. Y se dio la obra con la que juntaron 140 pesos bolivianos libre de gastos, que sirvió para mantener durante seis meses la pensión de nuestros favorecidos.
Dr. Alfredo Parodie, fue una de sus personalidades más destacada de esta Institución, además de fundador, fue presidente y director. Realizó el Proyecto de la Carta Orgánica que da base a la reglamentación. Él fue el que realizo la primera casa propia de la Fraternidad. El terreno lo dono la Municipalidad de Concepción del Uruguay.
Todo grupo humano, requiere un estatuto para regir sus funciones, los propósitos que persigue y reglamento se hicieron el 10 de junio de 1877. Pero el definitivo se aprobó en 1880, cuenta con 119 artículos distribuidos en 11 Títulos. Con la denominación, de “Reglamento para la Sociedad Educacionalita La Fraternidad”
Lo más urgente era conseguir una casa para dar alojamiento a los primeros internos “Fraternales”. El Dr. E. Moreno cedió la primera casa de su propiedad, donde se instalan los primeros internos. Esta casa (según tradición oral), estaba ubicada en 9 de julio y Tibiletti. Hay también otras casas, una de ellas en Alem, entre Alberdi y Sarmiento. El objetivo principal era tener todos los internos juntos, para eso se hacen bonos o acciones que permitirían construir o comprar la casa propia.
La institución continuó creciendo, y ya para 1883 era evidente que necesitaban una casa más grande y propia, por eso la propuesta realizada por el vocal Juan M. Seró para edificación de una residencia propia dónde poder reunión a todos los estudiantes, para alcanzar ese objetivo, fue muy bien recibida. Dos años después, durante la gestión de Amador Tahier (1885-1886), se presentó ante la asamblea extraordinaria del 22 de julio de 1885 el proyecto que proponía la emisión de 4.000 acciones de un valor nominal de cinco pesos para financia la futura obra.
Siendo presidente el Dr. Alberto Ugarteche (1886-1887), la Municipalidad dona una manzana de terreno, dando un fuerte impulso a la tarea de levantar la sede propia, la primera, no la actual dónde funciona hoy la Universidad, aunque ambas están edificadas sobre el mismo terreno. Los planos fueron realizados por el Dr. Lorenzo Presas, quien los hizo gratuitamente y se firmó el contrato de edificación de la primera casa con el Sr. Enrique Delor el 10 de marzo de 1888. El edificio, finalmente, fue entregado el 10 de diciembre de 1889, siendo recibida por Máximo Álvarez y Andrés Parodié. Ya con una casa, trasciende los límites de la provincia y cada vez se acrecienta el número de internos.
Ante esta circunstancia, el 1 de mayo de 1913, se da el primer paso en pos de las acciones y obras que darán como resultado el edificio histórico conocido por todos, y que finalmente fue terminado en 1926, meses antes que La Fraternidad, arribara a sus primeros 50 años de vida, el 14 de mayo de 1927
Hacia los años 1990, ante en decrecimiento de los internos y el crecimiento de la Universidad, se toma la decisión de construir un alojamiento más pequeño para los internos (Que hasta ese momento ocupaban todo el primer piso) y ocupar todo el viejo edificio para la sede de la UCU
Esta casa tan querida por sus fundadores, es también muy importante para nuestra ciudad, hoy en pie y cumpliendo con su función es también sede de la Universidad Privada de Concepción del Uruguay (UCU).
Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Mallea, Lorenza y Boschetti, Juan, “La Fraternidad”, Mallea Lorenza “Perfiles históricos de “La Fraternidad”” Revista Ser, Nº 19, 1977 y Sagarna, Antonio, “La Fraternidad, Hija del histórico, heredera de Urquiza”, Buenos Aires, 1944