Luigi Lombardi, su almacén y la fábrica de vinagre “Véspero”

Recomendación de la panadería “Del Callao” en la cual trabajo en Buenos aires, antes de venir a C. del Uruguay

Luigi Lombardi

La historia de Luigi, se encuadra dentro de las de, seguramente, miles de los inmigrantes que vinieron a nuestro país corridos por la condiciones de vida que imperaban el Europa a principios del S. XX

Luigi Lombardi había nacido el 13 de abril de 1901 en Borgo A. Mozzano,  provincia de Lucca, en Italia, era hijo de Giovanni Lombardi y de María Groppi, que tuvieron 13 hijos, entre ellos Luigi. En ese pequeño poblado se casa con Ester Grazziani, con la que tiene un hijo, Gino, siendo éste el único de sus tres hijos nacido en Italia.

Entre 1920 y 1921, Luigi realiza el servicio militar en el Regimiento de Artillería Pesante, según lo acredita la constancia emitida el 23 de febrero de 1921, y, luego de probar suerte, se decide a emprender el viaje hacia América. Siendo si hijo muy pequeño, de tan solo 9 meses y medio, Luigi que solo contaba con 24 años emprende el viaje en barco a nuestro país, en busca de un mejor pasar, para mantener a la familia que estaba formando.

Cédula de embarque

El 10 de julio de 1924, Luigi se embarca solo hacia nuestro país en el puerto de Génova y realiza el viaje a bordo del Princesa Mafalda, arribando al puerto de Buenos Aires, el 29 de Julio de ese mismo año. Su esposa, María Ester, había quedado en Italia con su pequeño hijo, Gino, esperando su vuelta.

Un tío, al que recordó toda su vida, le había prestado 500 liras para que iniciara una nueva etapa en su vida, seguramente con una perspectiva mejor a la que hubiera tenido en su país.

El 3 de agosto, a pocos días de su llegada a Buenos Aires y ya  encuentra trabajo en una quinta ubicada en la zona de Villa Devoto que abastecía con frutas y verduras; estos vegetales eran llevados al zoológico de Buenos Aires para alimentar a los animales. El traslado se realizaba en una carreta y antes de llegar al destino pasaban por una panadería y recogían pan, que completaba la dieta de los habitantes del zoológico.

Trabajaba a destajo, ya que debía ahorrar para devolver las liras que le había prestado su tío y también juntar dinero para traer a su esposa e hijo, que lo esperaban en la lejana Italia. Tal es así que cuando hacia el reparto de los productos de la granja, apartaba una manzana y un pan que le servían para desayunar.

Más tarde trabajo en una  aceitera y en una panadería por las noches, la panadería y pastelería “Del Callao, propiedad de un connacional, Francisco Malvino, ubicada en el barrio Palermo, en la calle Canning 3280. Es aquí, dónde en el tiempo que llevaba el leudado de la masa y la fabricación del pan, en ese tiempo “muerto” donde aprende a hablar bien nuestro idioma, a tomar mates amargos y jugar al truco. Para cumplir con esos trabajos, debe abandonar su primer empleo, en la quinta de Villa Devoto.

Cuatro largos años trabajando intensamente y ahorrando lo más que podía, por ejemplo, era normal que descansar en el tranvía, en el trayecto entre los dos trabajos, hacen que pueda viajar a Italia y traer a su esposa y su hijito. Ya reunida, la familia se traslada de nuevo a Argentina en el barco “Conte Verde”, que parte del puerto de Génova el 22 de julio de 1928.

Constancia de su primer viaje a Argentina (29/7  /1924

Su esposa, Ester no se adaptaba al Buenos Aires de entonces y deciden buscar un nuevo destino, en esa búsqueda, leen en un diario que en una estancia en Entre Ríos necesitaban un matrimonio con una hija. No reunían esa condición, ya que su hijo era varón, pero igual Luigi alienta a su esposa a que se presente.

Es así, que llegan a trabajar a la Estancia de Cipriano de Urquiza, ubicada en Bella Vista. Años después, debe trasladarse a la localidad de Herrera y luego, entra a trabajar en la estancia “Salgor” de Francisco Sáenz Valiente, nieto del general Urquiza, con quien construye una amistad que durará hasta el final de sus días. En esta estancia se desempeñará como “Una especia de encargado” hasta el año 1937. Según nos refiera su hija, el nombre de “Salgor” viene del sobrenombre que tenía Francisco Sáenz Valiente, “Salchicha” y de su esposa, apodada “Gorda”.

Su excelente foja de servicios se ve reflejada en sendas cartas de recomendación que sus ex empleadores le hacen llegar, y que se adjuntan a este artículo.

El almacén “El sol sale para todos”

En el año 1932, puede comprar un terreno sobre el bulevar Yrigoyen en Concepción del Uruguay, “…entre las entonces calles 1 y 2 del oeste. Para ese entonces ya había en el lugar otros almacenes -cuenta Luigi en una nota que le hiciera el diario “La Calle” en el año 1974, al cumplirse 50 años de su llegada a la Argentina-, entre ellos el de “Don Chonquele, Aguirre, que después fuera de Espil y el almacén de los Briozzo”. Es en ese lugar que construyó, con sus propias manos,  su almacén y casa familiar. No lo habitó inmediatamente, sino unos años después.

La zona estaba, para ese entonces bastante despoblada, “con decirte, comenta, que frente al almacén había un monte de espinillos, todavía”

Al almacén lo llamo “El sol sale para todos”, así lo decía un gran cartel de chapa pintada que cubría prácticamente todo su frente. En aquellos tiempos se usaba la libreta donde se anotaba lo que comprabas y pagabas cada 15 días o todos los meses de acuerdo al sistema de pago de cada cliente. Llego a tener 160 libretas y cuatro empleados. Una de las primeras que trabajó en el almacén fue  Juanita laurino, recordaba en la citada nota, “…después vinieron muchos Laurino más y tantos chicos…”

“El viejo almacén, recuerda, tenía cancha de bochas al fondo, se jugaba al truco y algunos hasta se la ingeniaban para “levantar” quiniela. (…) Solía levantarme al amanecer y a veces otro amanecer me sorprendía levantado mientras en el bar seguían “meta truco”. Para esa época (años ’30 y ’40) no existía aún el  bulevar ya la calle era de tierra y de una sola mano.

“Afuera, yo tenía estacas con cadenas para atar los caballos de los clientes (…) también ataban los carros rusos, porque venía mucha gente a comprar de la colonia, sobre todo de Santa Anita”

Luigi Lombardi y Ester Graziani en el patio de su casa de Bv. Yrigoyen

Graciela Beatriz Beorda, fue durante muchos años cliente y vecina de don Luigi, sus padres José Beorda y Blanca George, que más conocida como “Nata”, tenían un tradicional negocio en la esquina de bulevar Yrigoyen y Fray Mocho que se llamaba “Librería del Barrio”. “En realidad era de todo, de zapatería a tienda, librería, juguetería y bazar”. Comenzó a dos cuadras de ahí en Zaninetti 616 y luego, en la década de 1960, se mudó” recuerda Graciela. “Aunque no lo creas era muy difícil ir hasta el centro”.

Apelando a su memoria nos cuenta: “El almacén tenía  2 puertas, entrando por la derecha, llegabas a un lugar dónde se apilaban la latas de galletitas, había de todo tipo, desde los bizcochitos Canale, los recordados “Habanitos” cubiertos de chocolate, los polvorones, las Duquesitas, hasta los palitos de maicena.

“Llegando al largo mostrador, detrás del vidrio del caramelero, se exhibían los caramelos frutales, los caramelos de leche Mu-mu y los chupetines. En otro frasco, estaban los chocolatines blancos y negros, una moda del momento.

Por la puerta izquierda, estaba una gigante heladera comercial, creo de madera, con enormes manijas de acero y varias puertas. Descansaban en ella, los jamones, salames, mortadelas y quesos frescos, en otros compartimentos, las bebidas. La parte superior del mostrador era de acero, que limpiaba en forma constante”.

““El Sol sale para todos”, era un inmenso almacén de ramos generales, donde podías comprar  un kilo de todo, azúcar, yerba, arroz, polenta, fideos, todo suelto. 

En su retina ha quedado guardado este recuerdo “Una vez solicitado el pedido,  Don Luigi, se dirigía hacia los cajones donde almacenaba el producto, levantaba la tapa, en forma de plano inclinado, hundiendo una enorme cuchara, contenedora por ejemplo de un kilo exacto de azúcar, que luego levantaba como un trofeo, para depositar la mercancía en un papel gris prolijamente cortado con anterioridad y, allí venia la magia….sus enormes  manos realizaban un repulgue, como de empanada, en ambos lados del papel y, llegando a la parte superior, dejaba dos orejitas, que usaba para dar un giro de todo el envoltorio, antes de entregar el pedido al cliente”.

Este italiano nunca dejaba de trabajar. Un vecino le había prestado un terreno, ubicado frente a su casa y cuando cerraba por el horario de siesta, el hacía una quinta en él. La verdura que cosechaba, casi en su totalidad, era vendida. “Casi no dormía” recuerda hoy su hija, “se levantaba a las cuatro y media de la mañana, tomaba mate y conversaba por espacio de una hora con su esposa y después trabajaba todo el día”. Cuando pasaba el tren, por el lado sur de este terreno, muchas veces, por sobre el cerco, le arrojaba verdura gratis a los empleados del ferrocarril, que eran casi todos clientes de su almacén.

Y así transcurrían los días y la familia se fue agrandando, ya tenían a Gino, pero aquí en nuestra tierra nacían, María Ester y Juan Luis.

Gino quien estudio en la Universidad del Litoral, pero por problemas políticos de la época se viene a nuestra ciudad, quien da clases en la Escuela Ana U. de Victorica, Escuela Normal y UTN. Era Ingeniero Químico y fue un gran profesor, muy recordado todavía en nuestra ciudad.

Fábrica de vinagres “Véspero”

Fábrica de vinagre y Almacén en la actualidad

Precisamente, por iniciativa de Gino, en el año 1960, comienza a funcionar la fábrica de Vinagre Véspero, que con los años se convertiría en una marca familiar para los Uruguayenses, como la Marcela, Lusera y Jugos Erpen. ¿Qué significa ese nombre? Véspero significa “Lucero de la tarde”.

Fue una fábrica que funciono en nuestra ciudad, en bulevar Yrigoyen, junto al almacén de su padre. Para instalar la fábrica, tuvo que adquirir a su vecino una franja de terreno que llegaba hasta la calle posterior, Lorenzo Sartorio.

En ella se fabricaba vinagre de alcohol en base a la fermentación del marlo del maíz. El proceso del vinagre no se podía detener, pues llevaba esto a la perdida de la totalidad del producto.

Pronto, se debió aumentar la capacidad de producción de vinagre, llegando a tener 10 toneles de roble, que habían sido adaptados para tal fin, pues habían sido comprados en Mendoza y eran toneles para el vino. Los toneles estaban repartidos en el interior del edificio, pero uno, el más grande se podría ver desde la calle.

Se embotellaba en botellas de vidrio. Cada cajón tenía diez botellas y en su momento de mayor producción el vinagre Véspero llegaba a Corrientes, Santa Fé, Misiones y Chaco.

El ocaso de esta tradicional fábrica se dio en 1990. Cuando Don Luigi se jubila, toma la dirección del almacén su hija María Ester, hasta que ella misma se jubila, cerrando también el ya tradicional almacén de casi 60 años de vida. Don Luigi fallece el 21 de enero de 1995, a los 94 años.

Dejo los cimientos de una tradicional familia de descendientes italianos con valores de trabajo y estudios.

La familia

En el año 1947, llega de Italia su hermano Pietro, quien ayudado por Luigi puede comprar un terreno en calle Zaninetti, entre las calles Santa Teresita y Padre Sceliga, fundando un almacén. Pietro, aprendió el oficio de comerciante con su hermano, y luego comenzó con su propio emprendimiento. A diferencia de su hermano, Pietro, nunca aprendió a hablar bien el castellano.

En  el año 1972, fallece su esposa de toda la vida, y Luigi, cae en una gran depresión, tal es así que su hija vuelve a vivir en la casa materna, acompañándolo y ayudándolo a superar este difícil trance.

El 2 de julio de 1980 fue designado socio vitalicio del Club Rivadavia, club al que había contribuido para su fundación.

Luigi Lombardi y Ester Graziani, foto de la década de 1960

Una anécdota que nos llamó la atención y la compartimos con Uds. Su esposa Ester Grazziani se enamoró de Concepción del Uruguay, tanto que deseaba tener en el Cementerio Municipal, un panteón familiar que mirara hacia la plaza Ramírez, que ella tanto quería. Este tema a Luigi no le interesaba, tal vez la paz de nuestra tierra no lo hacía pensar en el descanso eterno.

Pero ella preocupada había logrado un predio en el Campo Santo, aunque su esposo no accedía a su pedido de construir un panteón que mirar hacia el este

Ester, fallece joven. Una enfermedad terminal la lleva en treinta días. Su cuerpo fue depositado en un nicho. Este hecho, sin dudas hizo recapacitar a Luigi, que finalmente decidió cumplir el deseo de su amada esposa, y construyó el Panteón Familiar.

De esta manera, se cumplió el anhelo de Ester, que la bóveda mirara hacia la Plaza General Francisco Ramírez y su esposo al trasladar sus restos los depósito de tal forma que por fin Ester podía descansar mirando la Plaza principal de la ciudad que los había cobijado y permitió que se desarrollaran como familia.

Agradecemos a la Señora Delma Bertolotti, sin su ayuda no se habría podido hacer este encuentro.

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Charla con la Señora María Ester Lombardi (Hija) y diario “La Calle” del 25 de julio de 1974

 

 

La Capitanía del Puerto de C. del Uruguay y las revoluciones Jordanistas

Edificio de la capitanía de Puerto hacia 1875 (Hoy UTN)

En el atardecer del 11 de abril de 1870, en su residencia de San José es asesinado por una partida sediciosa, el gobernador de la provincia de Entre Ríos, el General Justo José de Urquiza, mientras que en la ciudad de Concordia (ER) corrían la misma suerte sus hijos Waldino y Justo Carmelo, siendo la cabeza del movimiento sedicioso el General Ricardo López Jordán.
La noticia de la muerte violenta de Urquiza, es conocida en Buenos Aires el día 14 de abril del mismo año, mediante el mensaje que enviara el Capitán de Puerto de Gualeguay Coronel Bartolomé Leónidas Cordero, en la falúa de la dependencia a su cargo, que “a remo” demoró tres días en arribar a la capital, viaje que demandó un gran esfuerzo físico a su tripulación, constituyendo una epopeya náutica en si misma.
Tras la muerte del General Urquiza, el 14 de abril de 1870 asume como gobernador de la provincia el General Ricardo López Jordán, no siendo reconocido por el Gobierno Nacional presidido por Domingo Faustino Sarmiento, quien dispuso de inmediato la intervención de fuerzas nacionales para sofocar la revuelta.

Las siguientes circunstancias son comunicadas por el Capitán de Puerto del Uruguay Coronel Mariano Cordero a sus superiores en Buenos Aires por nota de fecha 13 de abril expresando “…ninguna situación ha ocurrido en esta ciudad, continuando en ejercicio el Gobernador Provisorio General Ricardo López Jordán (h) es confirmado en el cargo al día siguiente (…) aprovecho también la oportunidad para hacerle presente una ocurrencia referente al pequeño vapor ”Daimán” que debe hallarse en el puerto de Buenos Aires actualmente (…) Ese buque salió de aquí (Concepción del Uruguay) el día 12 sin la licencia correspondiente de la capitanía como lo verá Ud. si tiene a bien de exigírsela al capitán contraviniendo las disposiciones del Reglamento de Puerto (…) Cúmpleme agregar que todas las novedades que tuvieran lugar a consecuencia de la revolución en esta provincia serán comunicadas a Ud.”.

El gobierno nacional adopta medidas de vigilancia en los ríos Paraná y Uruguay, especialmente en este último, para evitar el contrabando de armas, pertrechos, municiones y hombres desde la vecina República Oriental del Uruguay, procediendo al arriendo en algunos casos y en otros a la confiscación de embarcaciones de diverso tipo, propiedad de particulares.

Vista del puerto viejo hacia el sur, tomada desde la torre de la capitanía de Puerto

El 22 de abril de 1870 el Coronel Cordero informa a sus superiores en Buenos Aires: “…después acá ningún hecho se ha producido digno de la atención de Ud. Pero se nota que la provincia se prepara a asumir una actitud bélica. En tal disposición, es posible que aparezca para las oficinas nacionales una posición difícil (…) Para semejante caso Ud. juzga a bien de cuanto interés es para la repartición que está a mi cargo, tener sus órdenes e instrucciones para obrar con arreglo a ellas (…) Creo conveniente advertir a Ud. que los vapores de la carrera procedentes de ese puerto (se refiere al de Buenos Aires) no han tocado el de esta ciudad en sus últimos viajes…”.

AI pedido del Coronel Cordero, desde Buenos Aires se le imparten instrucciones sobre la actitud que debe adoptar: “…apoyar a las autoridades nacionales y desconocer la actitud irracional del General López Jordán…”.

El 28 del mismo mes y año, el Coronel Cordero amplía el informe anterior “Acusa recibo de las instrucciones enviadas por el Capitán del Puerto Central Coronel de Ejército José María Bustillos y agrega: “EI General Ricardo López Jordán ha delegado el cargo de Gobernador de la provincia al Presidente de la Cámara de Legislatura Fidel Sagastume y ha partido a campaña llevando consigo las fuerzas que forman la guarnición (…) El orden público es mantenido actualmente por algunos guardias nacionales y extranjeros que organizados en patrullas recorren la ciudad por la noche…”.

Por Decreto de la Nación de fecha 28 de abril de 1870 se dispone el “cierre de todos los puertos de la provincia de Entre Ríos a la navegación de buques de cualquier bandera”, medida que es dejada sin efecto para el puerto de Concepción del Uruguay el 31 de mayo de 1870, cuando arriban a la ciudad las fuerzas nacionales, y por Decreto del 13 de junio del mismo año para el resto de los puertos de la provincial.

El 2 de mayo de 1870, por Decreto de esta fecha el Presidente de la Nación Domingo F. Sarmiento dispone el “Estado de Sitio en todo el territorio de la Provincia de Entre Ríos.

El Coronel Cordero, acorde las instrucciones que había recibido desde Buenos Aires, el día 10 de mayo de 1870 cursa nota al Brigadier General Emilio Mitre Jefe del Ejército y Comisionado Nacional, poniéndose a su disposición con la Capitanía de Puerto a sus órdenes.

Luego de haber ocupado las fuerzas nacionales la ciudad de Concepción del Uruguay, el 20 de mayo de 1870, el Comandante del vapor de Guerra Nacional  Erasmo Obligado, cursa nota al Capitán de Puerto Central (Buenos Aires) informando que: “puede normalizarse la entrada y salida de buques en este puerto”. 
En base a este informe, el Ministro de Guerra y Marina General Martín de Gainza, con fecha 31 de mayo del mismo año, libera el puerto del Uruguay (Concepción del) para la entrada y salida de buques. El Jefe Político de la ciudad Sr. Mabragaña es reemplazado, el 18 de junio de 1870, por el Coronel D. Carlos Tomás Sourigues, quien además era profesor del Colegio del Uruguay, estando al frente del “Batallón de Alumnos.

El 12 de julio de 1870, a las 14 horas, las fuerzas jordanistas toman la ciudad de Concepción del Uruguay, después de una heroica resistencia, especialmente del cantón del Colegio al mando del Coronel Sourigues, quien muere en la lucha. Esta situación obliga al Capitán de Puerto Nacional Coronel de Marina Mariano Cordero, junto al personal a sus órdenes, a evacuar la ciudad y a buscar refugio en la isla frente a la misma, ante el accionar de las partidas revolucionarias que “buscaban a los empleados nacionales para hacerlos prisioneros o matarlos” (según nota fechada en la Isla frente al puerto, a la hora 14.30, y enviada a Buenos Aires en un vapor de la carrera que zarparía del puerto. Posteriormente “pasan a otra isla por seguridad” (no aclara el nombre).

Por haber abandonado su puesto y haberse plegado a los ”rebeldes” de López Jordán, el Oficial Primero de la Capitanía de Puerto Ricardo lturriaga, el Coronel Cordero, el 14 de julio, procede a darlo de “baja” y propone en su reemplazo a su sobrino José María Cordero (h) quien con anterioridad había prestado servicios en la Capitanía. Va a ser aceptada su alta el 19 de enero de 1871.

Misma medida va a tomar, posteriormente, con el Ayudante Juan José Vico “…por haber tomado servicio con los rebeldes cuando cayó ocupado este puerto por ellos…”.
Para reemplazarlo, el 10 de enero de 1871, propone al ciudadano José Yorda, quien reúne las condiciones para ese cargo, que desde hace tiempo lo “está prestando sin sueldo”.

Vista del puerto viejo hacia el norte, tomada desde la torre de la capitanía de Puerto

El 30 de julio de 1870, el Coronel Cordero -a bordo de un buque extranjero, no se aclara cual- cursa nota al Capitán Central de Puertos (Buenos Aires) expresando, entre otros conceptos “Pongo en conocimiento de Ud. que evacuada la ciudad por el ejército nacional y confiado el cuidado de la seguridad y mantenimiento del orden a la población extranjera, han aparecido recientemente grupos de las fuerzas contrarias (se refería a las que respondían al Gral. López Jordán) que recorriéndola permanecen hasta ahora, por lo menos de día (…) En ese estado, ha sido un deber y una necesidad de parte embarcarme y permanecer en un buque extranjero (…) se espera el arribo de una fuerza considerable de los rebeldes…”.

Posteriormente, el Coronel Cordero y sus hombres, en la falúa de la Capitanía, realizan el patrullado del río Uruguay, en especial frente a la ciudad de Paysandú (ROU) para evitar el cruce del río de los rebeldes y el contrabando de armas para ellos.
El Gobierno Nacional, mediante Decreto del 28 de agosto de 1870, dispone la: “…prohibición de entrada a la provincia de Entre Ríos a individuo alguno que no venga munido del correspondiente pasaporte expedido por el Ministerio de Guerra…”, medida que debe ser estrictamente cumplida por los respectivos Capitanes de Puerto de la provincia.

A fines del mes de septiembre de 1870, el Ministro de Guerra y Marina General Martin de Gainza autoriza al Coronel Cordero a cobrar los haberes por intermedio de la Administración de Rentas Nacionales de Concordia “que no estaba tomada por los rebeldes”.

En el mes de octubre, la Capitanía continúa fuera de su asiento natural, fechándose la lista de revista correspondiente a ese mes en el “Campamento Cambacuá”, siguiendo la ciudad en manos de los jordanistas.
El 6 de noviembre de 1870, el Coronel Cordero y su personal se encuentran en la “Isla frente a Paysandú (se refería a la isla denominada “Caridad”) vigilando las costas”. Allí permaneció hasta el 1° de diciembre, cuando se establece -a los mismos fines- frente al puerto de Colón; regresando nuevamente a la isla Caridad, hasta el 15 del mismo mes.

El 19 de diciembre de 1870 retoma su cargo de Capitán de Puerto del Uruguay (Concepción del) después de haber pasado casi seis meses fuera de la ciudad. Las fuerzas jordanistas habían abandonado la plaza ante el avance del Ejército y la Escuadra Nacional. Posteriormente arriba al puerto, el 20 del mismo mes, a bordo del buque de guerra “Guardia Nacional” el Ministro de Guerra y Marina General Martín de Gainza.

Las fuerzas nacionales al mando del Mayor Julio Argentino Roca derrotan a las fuerzas de López Jordán el 26 de enero de 1871, en la batalla de ”Ñaembé” (Provincia de Corrientes), obligando al caudillo entrerriano ya algunas pocas fuerzas que lo acompañaban a buscar refugio en la República del Brasil.
Sofocada la intentona, en los años 1873 y 1876, se vuelven a producir otros levantamientos revolucionarios por parte del General Ricardo López Jordán -aunque de menor intensidad- no afectado a las Capitanías de Puerto con asiento en la provincia, las que permanecieron leales al gobierno nacional y cumplieron las misiones que se le encomendaron.

No obstante ello, habían quedado resquemores entre los denominados “nacionales” y los ”jordanistas” dando lugar a duros enfrentamientos verbales y en algunos casos, con armas, produciendo heridos y aún muertos.

En este contexto, el 10 de marzo de 1871, el joven Ayudante de la Capitanía del Uruguay D. Julio Silvetti, fue bárbaramente asesinado a dos cuadras y media de la plaza principal de la ciudad (plaza General Ramírez) a plena luz del día, por parte de un “pardo brasilero” quien posteriormente se entregó a las autoridades. Al parecer el hecho había sido motivado por un anterior entredicho, cuando el Ayudante Silvetti había obligado al “brasilero” a enrolarse en las fuerzas nacionales de la guarnición, en contra de su voluntad. De tal forma, al encontrarlo en la calle, se vengó quitándole la vida.

Restablecido el orden y la paz en la provincia, la Capitanía de Puerto del Uruguay (hoy Prefectura Concepción del Uruguay) volvió a sus actividades específicas.

Edición: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Texto: Andrés Rousseaux. Artículo publicado en la revista “Guardacostas” N° 140, junio de 2019

Carnada humana

Paisaje del río Uruguay, sitio no identificado (Foto ilustrativa)

(Nota: Se ha respetado la grafía del autor)

Hasta medio día no había picado nada. Cuatro líneas tendidas con sus correspondientes alarmas en las estaquitas de álamo, permanecían silenciosas e inmóviles. El Viejo Medrano –afamado pescador del pueblo– esperaba acompañado de su hijo. Pronto algún “llamado” de los peces. En tanto, para abreviar la pausa, resolvieron encender fuego y tomar mate, fiel amigo que invita a la confidencia y allana hasta las más ásperas dificultades. Fue entonces, cuando Medrano rompió el silencio:

– Decime: ¿jue cierto aquello del manguruyú?

– Yo no lo vide, tata; pero Pancho, el pioncito del lechero, me dijo que él estaba el domingo cuando lo sacaron.

– Puede…, pero no ha e’ser del tamaño que cuentan.

– Sin embargo, ricuerde que no hace mucho uste saco ahí mesmo aquel dorao que parecía un gigante. Si no pasaba a los mesmo, nunca se vido…

– Está bien; pero con eso y todo, mira que soy pescador viejo, y lo que es aquí a lo mesmos, nunca se vido bicho de tal tamaño que dicen tenía el manguruyú. ¡Hum! Cincuenta kilos son muchos…-¡Mire, tata! parece que tironea en aquella línea sobre la barranca. Mire ¡otro tirón! – interrumpió Proto.

– ¡No la saques! Tantea primero si güelve a tirar – respondió no del todo convencido Medrano.

Corrieron hacia aquel lugar. Primero llego el hijo, y cuando oprimió la línea, debió esforzarse para no soltarla por el fuerte sacudón que le “quemaba” la mano. Casi de inmediato, un hermoso dorado salto del agua al sentirse enganchado por el anzuelo.

– Venga, tata. Es un dorao machazo. Se me puede dir, apurese…

A tranquitos de zorro porque su edad ya no le permitía correr con derroche de agilidad, Medrano estuvo cerca de Proto. Tomo la línea, dio corrida al dorado; aflojo y repitió por varias veces esta operación, hasta que el bicho se entregó por cansancio y luego de haber luchado vanamente por un rato.

– Vaye, m hijo. Tráigame el bichero que con el apuro no lo truje – afirmo contemplando el hermoso pez.

Ya segura la tan ansiada presa, la colgaron con toda precaución debajo del sauce que estaba en la sombra. En el lomo de un bagre amarillo vivo introdujeron el anzuelo, cuidando no herir de muerte a aquel para que siguiera viviendo en el agua y arrojaron otra vez el doradero. Entonces, el padre volvió a hablar:

– Agarre esa caña m’hijo. Vea de sacar unos cuantos bagrecitos; si sacamos este, no hai de ser el único que ande por acá. Tiene lombrices en ese tarro largo que nos empriestó el linyera. Entretanto, le via revisar las carnadas a las otras liñas, no suceda que se las haigan comio y la piola se esté mojando al ñudo.

– En la bolsa que tenemos en el agua, hay dos o tres boguitas. Si las quiere poner se las alcanzo.

– No, m’hijo; en la liña larga ya tiene un bagre; aquí en el bolsillo, masa. Me gustaría prender una boga que caiga de hambrienta o de curiosa, pa que tu mama nos dé un banquete como gente rica… Que lastima que mi compadre no este! Con la canoa d’el hubiéramos tendió el espinel. De todas maneras, ya p’al asao alcanza vendiendo este bicho.

Transcurrió el resto de la tarde sin haber pescado otra buena presa. Cerrada la oración, Medrano comenzó a limpiar el dorado y concibió casi simultáneamente la idea de regreso. Por su parte, Proto busco un declive de la barranca, mientras su padre recogía en ese momento las últimas líneas, de pronto, un fuerte ruido le llamo la atención. Al cabo, oyó un grito desgarrador del muchacho:

– ¡Tata, tata!

Fue hacia la playa y lo encontró acurrucado sobre el lodo de la orilla, mientras se oprimía la pierna, que sangraba abundantemente.

– ¿Qué tenes, Proto? – fueron sus primeras palabras.

– Me refale, tata. Me caí… las pirañas…, respondió llorando amargamente.

En efecto, el muchacho había caído al agua. Atraídas las pirañas por las carnadas del hilo de la caña, se agruparon y, al hundirse herido por el mismo anzuelo que se le había cavado en el muslo, los peces voraces atacaron. Solo por un milagro pudo salir y tirarse en la costa.

El padre rompió  su propia camisa. Con ella practico  un vendaje, evitando a medias la hemorragia con una torsión más arriba de la herida y comento:

– Bendito sea Dios. Aguante m’hijo; este es el precio que solemos pagar a veces los pescadores, lo que llamamos una “carnada humana”.

Edición: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Texto cuento del libro: “De mi Entre Ríos” de José A. Ruiz Moreno

 

 

El viejo puente “De Fierro”

Bañistas en el arroyo “De la China”, al fondo el puente de “Fierro”, foto del año 1926

El 4 de enero de 1905, nos cuenta Francisco Bañistas en el arroyo “De la China”, al fondo el puente de “Fierro”, foto del año 1926bescat en su libro “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay” por medio de un Decreto, la Municipalidad de Concepción del Uruguay, contribuye con $1000, para la construcción del “Puente de Fierro”, sobre Arroyo de la China, en el lugar llamado “La Picada”. (Abescat, Francisco, “Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”)

Antecedentes

La situación geográfica de Concepción del Uruguay, rodeada de cursos de agua, entre los cuales se encuentran, por el norte los arroyos “Curro” y “Molino” y más alejados los arroyos “Colman” y “Urquiza”, quienes desde antaño dificultaron las comunicaciones entre, por ejemplo, nuestra ciudad y las villas de Colón y San José.

Por el sur constituyendo uno de los límites de la ciudad se encuentra el Arroyo “de la China”, que impedía la normal comunicación entre las ciudades y pueblos ubicados hacia el sur, entre ellas, la de Gualeguaychú. La primera iniciativa de construir un puente sobre el arroyo “De la China” fue en el año 1877, cuando D. Pedro López, solicita autorización a la Municipalidad de Concepción del Uruguay, para construir un puente de madera que atravesara el referido curso de agua a la altura del  “Paso de las piedras”. La Municipalidad aceptó la propuesta y se de concedió, a cambio, la facultad de cobrar un peaje por el término de 15 años, pasado este tiempo, las instalaciones quedarían para el municipio local.

Este viejo puente de madera, si bien fue de utilidad, no cumplía su propósito en épocas de creciente o de grande lluvias, cuando quedaba interrumpido el tránsito y en esos momentos tampoco podía utilizarse un vado natural, conocido por mucha gente, que iba hace tiempo a refrescarse en ese pintoresco lugar llamado “Paso de la arena”. De modo que se comenzó a buscar una solución definitiva para este problema.

En el año 1982 se crea la Comisión de Puentes y Caminos, esta Comisión administraba e invertía  los fondos que una ley de 1891, que dispuso que el 1% de la Contribución Inmobiliaria, se destinara a la construcción de puentes y caminos.  Para cumplir con ese objetivo, se creó una Comisión en cada departamento de nuestra provincia.

Al comienzo, los puentes construidos por esta Comisión fueron de madera, pero, dado el alto precio que la madera dura había alcanzado, en 1905 el gobierno provincial resolvió experimentar con los modernos puentes metálicos, de procedencia norteamericana, adquiriendo cuatro, de entre 10 y 20 m de longitud, que se instalaron inmediatamente. Como los resultados fueron muy satisfactorios, en 1906 se encargaron doce puentes más. Uno de esos puentes, construidos por la casa “American Bridge Co. of New York”, está en nuestra ciudad: es el llamado “Puente Tropezón”, construido en 1906 y finalmente inaugurado el 9 de julio de 1910.

El puente de Fierro

Volviendo al Arroyo “De la China”, en 1906, la Comisión de Puentes y Caminos, junto a un grupo de hacendados del campos ubicados al sur del arroyo, entre los que se encontraban los hermanos Provere (propietarios del campo “Cupalén”), el sr. Magasanik, entre otros, y la Municipalidad de Concepción del Uruguay, propusieron la construcción de un “Puente de fierro” en el paraje conocido como “La Picada, sobre el arroyo “De la China”.

De inmediato, se iniciaron gestiones ante Vialidad Nacional, para el llamado a licitación para la construcción de un “moderno” puente metálico, fijándose la fecha para la apertura de los sobres con la ofertas para noviembre de ese mismo año.

Paralelamente se comenzó con la tarea de lograr los fondos para su financiamiento, La propia “Comisión de Puentes y Caminos” departamental contribuyó con $ 2.000; la Municipalidad local con $ 1.000; los hermanos Provere, propietarios del establecimiento “Cupalén”, aportaron $ 500; el señor Abraham Magasanik, $ 1.000, y así muchos más.

Finalmente, en 1908 se inició la construcción del puente de hierro sobre el arroyo de La China. Se construyó un puente con armadura de tablero inferior, cuyas vigas armadas están unidas por encima del nivel del tablero por piezas de arriostramiento. Las uniones entre los diversos elementos estructurales fueron remachadas (roblonadas), dado que la técnica de las soldaduras metálicas aún era muy elemental. Prontamente, en la jerga popular, el puente de hierro se convirtió en el “Puente de Fierro” y así se lo conoció desde entonces en nuestra ciudad.
Concluidas las obras, habiéndose realizado las inspecciones técnicas del caso, el “Puente de Fierro” fue recibido por el gobierno provincial el jueves 27 de mayo de 1909 y habilitado al uso público dos días después, el sábado 29 de mayo de 1909.
Desde entonces, el “Puente de Fierro” formó parte indisoluble de la identidad uruguayense. Incluso, en la primera mitad del siglo XX, fue un lugar de atracción para paseos y excursiones, aprovechando la belleza del lugar, las aguas, por ese entonces, cristalinas del arroyo y la frondosa vegetación que lo rodeaba.

Epílogo del viejo puente

El 7 de enero de 2014, en primeras horas de la tarde, un camión de la Municipalidad de Concepción del Uruguay, que regresaba a la ciudad transportando a veintidós trabajadores desde el basural de Talita, impactó contra la estructura del “Puente de Fierro, ubicado sobre el Aº La China, ocasionando el colapso total del mismo y provocando la muerte de Rocío Quintero de 26 años y lesiones en el restos de los ocupantes, algunas de ellas de suma gravedad, ya que sufrieron amputaciones.

Poco tiempo después, el puente fue quitado y reemplazado por uno provisorio hasta la construcción de un nuevo y definitivo puente.

Edición: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Textos: Andrés Rousseaux, “El puente de “Fierro””, Edificios con historia” Tomo III; Oscar Urquiza Almandóz, “Historia de C. del Uruguay” Tomo III, Carlos Canavessi, Artículo de “El Miércoles Digital” y Omar Gallay

La visita del presidente Sarmiento a C. del Uruguay

Palacio San José hacia 1875

Más allá de las diferentes ideas políticas, que se anuncie en la ciudad la llegada de un presidente de la Nación, llena de alegría a gran parte de la población.

Imaginamos a nuestra ciudad para fines de 1869 y principios de 1870, a días de la llegada del Presidente Sarmiento.

Por suerte se conservan periódicos de la época que dan cuenta de este hecho, seguramente uno de los más importantes del siglo XIX para Concepción del Uruguay.

Las relaciones de Sarmiento y Urquiza sufrieron altibajos antes, durante y luego de la batalla de Caseros. Distanciados políticamente antes de la batalla, unidos por la misma causa durante Caseros, y distanciados después de esta. Pero para el décimo octavo aniversario de la Batalla de Caseros, se reconcilian definitivamente y una gran recepción hubo en Palacio San José para recibir al presidente argentino.

La prensa de la época se ocupó de este acontecimiento que mantuvo atentos a todos los argentinos.

El primer anuncio fue el 12 de octubre de 1869 y se fueron sucediendo las noticias hasta el 12 de febrero de 1870. Dejándonos un amplio material sobre lo ocurrido en esa importante visita, para nuestra ciudad y sobre todo para la familia Urquiza.

La población se enteraba de esta tan importante visita cuando la prensa (El Uruguay, 12/10/1869), daba a conocer que el Presidente Sarmiento solicitaba al Congreso licencia por cuarenta días.

Estaría parte de ese período en Concepción del Uruguay. Había quedado al frente del gobierno nacional el Vice-presidente Dr. Alsina.

Para el 21 de enero de 1870, en el Diario El Uruguay se daba a conocer la Comisión encargada de la fiesta que se llevaría a cabo por la llegada de nuestro primer mandatario, la misma fue:

  • Comisión encargada de preparar los arcos triunfales: D. Juan Fossati, D. Silla Saint Guili y D. Antonio Piñón.
  • Comisión de iluminación: D. Juan Soneyra, D. Anastasio Cardassy y D. Carlos Piento.
  • Comisión de engalardonar el Teatro para el gran baile: D. Bernardo Victorica, D. Braulio Vidal, D. Dámaso Salvatierra y D. Vicente Peralta.
  • Comisión de invitaciones: D. Pedro Reina, D. Pedro López, D. Luciano Quesada y D. Rodolfo Pita.
  • Comisión en Gualeguaychú: D. José Domínguez, D. Reinaldo Villar, D. Apolinario Benítez, D. Miguel Zamora, D. Juan Oxandobeno, D. Ignacio Barañao, D. Manuel Morón y D. Belisario Ruiz.

Las invitaciones se hacían para señoras y señores de Concepción del Uruguay, Gualeguaychú, Colón, San José y Paysandú.

Capitanía de Puerto de Rosario hacia 1875

Pero volviendo al viaje del Presidente Sarmiento en una primera etapa visita la ciudad de Rosario.

El barco que lo trasladaba, llego al puerto de Rosario a las 12 hs. del día, un día  de mucho calor, que no impidió a la población reunirse al paso del mandatario para darle la bienvenida.

Una media hora llevo de campanadas, salvas de cañón, cohetes y bombas, el anuncio del desembarco del mandatario.

Diez guardias nacionales, sin arma alguna, dan paso al Sr. Gobernador de la Provincia, quien traía del brazo al Sr. Presidente y a su comitiva que lo acompañaba.

Al grito de “¡Viva el Presidente de la República! Viva el magistrado más bien hecho y simpático que hasta ahora ha tenido la República! Viva el Gobernador del Pueblo y para el Pueblo!

A la noche tuvo lugar el gran baile preparado en su honor por el Señor D. Tomas Peñaloza. Fiesta de numerosos concurrentes donde no faltaron los brindis.

Al día siguiente, ofrecido por comerciantes, se tiene un banquete de 200 cubiertos. No faltaron los brindis tampoco y hubo oradores con el Sr. Gorostiaga, Piñero, Paz, Pérez, y el joven Muñoz a quien aplaudieron entusiastas.

El Presidente Sarmiento le dice a la prensa de ese momento: “yo no merezco tanto, para que se me tribute una demostración semejante”. D. Héctor Varela, publicista,  dice al respecto de la recepción brindada por la ciudad de Rosario al Presidente Sarmiento: “no he visto jamás recibir a un magistrado como se ha recibido a Sarmiento en Rosario”.

Mientras tanto Concepción del Uruguay, esperaba esta ansiada visita, que se produciría días más tarde…

Con la ansiedad lógica del momento, Concepción del Uruguay, esperaba tan importante visita.

Capitanía de Puerto de C. del Uruguay hacia 1875

El 3 de febrero de 1870, después de largas horas de viaje sobre el río Uruguay, entraban al puerto de nuestra ciudad, donde estaba la Cañonera de Guerra italiana Velace, llegada de Rosario.

La primera en llegar fue la “Ceres” y luego la “Pavón”. Por un error la “Decidee” y el “Gral. Osorio”, en que viajaban los ministros francés y de Italia, se fueron directamente a la Villa de Colón.

Al entrar a nuestro puerto, que para esa época estaba ubicado sobre el riacho Itapé, en la proyección imaginaria de la calle 3 de febrero, desde  la cubierta de las embarcaciones se apreciaba la formación de los soldados entrerrianos vistiendo el uniforme llevado en  la batalla de Caseros, se observaban también los arcos de bienvenida, banderas, alfombrados. Toda una gran fiesta.

Aparecen veinte carruajes, los cuatro primeros tirados por caballos blancos, que se dirigieron al desembarcadero. El Gral. Urquiza, vestido de particular, espero a Sarmiento en el muelle. Lugar donde se confundieron en un abrazo.

El pueblo entero lo estaba esperando y todas las autoridades del momento. En el primer carruaje lo ocuparon Sarmiento, Urquiza y Gorostiaga.

Esta caravana a pocas cuadras recorridas, llegan a la plaza, se detienen en la casa de Santa Cruz, esposo de Juanita Urquiza.

Presencian desde este lugar un desfile de las tropas que regresaban de Paraguay y otros batallones. Después del desfile, emprenden viaje a San José.

A las 12 y 30 hs., llegan a la residencia del Gral. Urquiza. A las 13 hs., almuerzan.

A las 17 y 30 hs., se brindó un banquete para sesenta personas. Se brindó por el 3 de febrero.

Las hijas de Urquiza, Lola y Justa, brindaron música, sabían tocar piano, violín y el arpa. Luego cenaron y después baile, el lugar se prestaba para todo el festejo.

Recibieron a Sarmiento, en el Patio de Honor, alfombrado con paños punzo, toldado con un lienzo lleno de guirnaldas, banderas y faroles. En el centro un trofeo de armas, representando el triunfo de Caseros. Lo acompañaban dos cañones de bronces, pilones de balas, bombas y granadas. Fusiles con bayonetas, espadas y lanzas, las cuatro banderas que flamearon victoriosas, la Argentina, la Entrerriana, la Oriental y la Brasilera.

Para recibir a Sarmiento se presentaron Dolores Costa y sus hijas.

Estos momentos sirvieron para que el Gral. Urquiza tan calumniado como hombre y político, viera como sus huéspedes se sorprendían y se desengañaban de todo lo que se decía de él y descubrieran su elegancia y buen gusto. Mostraba un padre de familia, ocupado por la educación de sus hijos, sin otra aspiración que vivir tranquilo junto a ellos.

A la hora del descanso, la familia Urquiza se redujo a una sola habitación, armándose alrededor más de cien camas para todos los invitados.

Al otro día té, café y mate. El Gral. Urquiza ofreció un puchero a la criolla. Llegaron a la residencia los enviados de Francia e Italia que no se sabe bien el motivo porque sus embarcaciones fueron a Colón directamente.

Es así, que la fiesta continuo un día mas, repitiendo la recepción del día anterior, paseos, comidas, bailes. El baile finalizo a las 4 horas y a las 6 hs. ya, estaban listos para partir a Concepción Uruguay.

Teatro “1° de Mayo”

Eran tantos los que debían trasladar, que el Gral. Urquiza, decide que su familia no viaje a la ciudad, para los festejos preparados en la capital de la provincia. Dicen que desobedecieron esta orden, habían guardado dos carruajes y les dicen a Dolores Costa y sus hijas que el Gral. Urquiza ordenaba que viajen. Es así que la familia estuvo en los festejos de Concepción del Uruguay.

La entrada a la ciudad de la comitiva se vio acompañada de un nuevo gentío.

Te Deum, desfile, comida en casa del Coronel Santa Cruz. A la noche se ilumino la plaza, en la vereda del Colegio había un cartel que decía ¡Viva el Presidente de la República!

Fuegos artificiales y baile de despedida en el Teatro 1 de Mayo.

Terminado el baile, partieron al Puerto de la Villa de Colón a las 6 horas, en el vapor Pavón, llegando al medio día. En Villa Colón nuevamente se repiten los festejos por la llegada del Señor Presidente, quien también visito San José. Fue una visita breve ya que a las 21 hs. de ese día se embarcaron para regresar a Buenos Aires.

Fue la última recepción que vivió el Palacio San José y siempre se recordara porque fue la reconciliación de dos grandes hombres de la política de nuestro país y una de las más grandes fiestas llevadas a cabo en nuestra provincia.

Texto: Civetta, María Virginia/Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Secretaria de cultura de la Nación “Sarmiento visita el Palacio San José”.

 

 

 

 

 

Mama Ilé, un cuento del pasado

Vista de la ciudad  (Puerto viejo) a principios del siglo XX tomada desde la torre de la Capitanía de Puerto (Foto ilustrativa)

Vamos a charlar de cosas que muchísimos ya ni recuerdan, que otros ni siquiera creerán. Pero vamos a empezar con mojones conocidos, actuales. ¿Le parece bien?

Hoy tenemos varias empresas mortuorias, de pompas fúnebres se decía antes. Una se llama Cevey. Esa misma, hace cincuenta años se llamaba Montiglia; “Montiya” le decíamos.

El “entierro”, cualquier entierro, más los de categoría alta, eran un espectáculo por la pompa, la solemnidad. Los coches en que iba el cuerpo remataban en cúpulas trabajadas y altísimas. De color negro, como las cortinas con rebordes y letras doradas donde se leía el nombre del viajero.

Si el muerto era soltero el coche era blanco, por lo de la pureza, la virginidad, la inocencia. Y las letras, eran plateadas. Alguna vez deberemos dilucidar porqué inocencia y virginidad van juntos en la creencia popular.

La tracción a sangre era más común que la otra y los coches fúnebres llevaban caballos renegridos o blanquísimos, dos, cuatro o seis, según el poder económico en juego.

¿Y quien manejaba semejante coche? No podía ser quien no se metiera entero en su función y solemnidad. Ni quien desentonara en el conjunto apagado y brillante a la vez. Sin luz pero destacado.

El cochero se llamaba Juan Rodríguez. Un negro alto, delgado, elegante, consciente de su importancia.

Casi todos lo llamaban “el negro juan”, pero yo le decía Don juan. ¿Recuerda cómo se vestía para su trabajo? Pantalón y frac negros. Camisa muy blanca, moñito negro. Zapatos del mismo color y sombrero de altísima copa. Guantes blancos.

Cuando el entierro era de muy alto rango, además del cochero iba el acompañante, vestido como él, pero más joven y sin empuñar las riendas en ningún momento. En la mano derecha llevaba una larga fusta que apoyaba en el piso del pescante. Siempre era un hijo de Don juan, pero no siempre el mismo.

El coche de las flores llevaba un cochero igualmente ataviado pero no tan solemne. Ya para el año treinta Don juan tendría unos cuarenta y cinco años y su madre unos setenta. Todavía lavaba ropa ajena y comenzaba a notársele algunas canas, signo de vejez en los negros, que no encanecen a cualquier edad como los otros.

Doña Juana era conversadora y gustaba contar de su infancia y de su juventud. Se había criado en el Palacio San José, según decía y había sido esclava, ésa era su palabra, de una hija del General Urquiza. Claro está, yo le dije muchas veces lo mismo que usted me dice ahora: ¡Pero si la esclavitud desapareció en 1813! Así fue. En los papeles. ¿Pero qué iban a hacer tantos negros analfabetos y sin tierras, sino quedarse donde habían nacido y trabajar para quienes trabajaron sus padres y abuelos?

Ellos sabían que eran libres, que podían irse cuando lo desearan o cuando consiguieran algo mejor, pero mientras tanto allí estaban. Los patrones, a su vez, sabían que ya no eran dueños de la vida de nadie, pero mientras los tenían se olvidaban y disponían de ellos solamente limitados por su conciencia y sentimientos. A veces los regalaban.

Doña Juana comentaba que una hermana de ella dormía a los pies de la cama de la “niña no se cuanto”, he olvidado el nombre. Su deber consistía en atenderla constantemente en lo que pidiera y ordenara. ¡Ah, un detalle! A los pies quería decir donde la cama termina, pero en el suelo. Sin colchón, sin cobijas, como un perro.

En cada habitación había un gran brasero para caldearla en invierno. En sus brasas se calentaban unas planchas de hierro para entibiar las sábanas. Ese trabajo le hacía la negrita antes que su dueña fuera a acostarse. Pero el mal carácter de la joven y su convencimiento de que a ella no debía tocarle ninguna molestia, ni el frío que atacaba a todos, hacía que encontrara mal cuanto hiciera la pobrecilla para darle comodidades.

Una noche muy fría, cuando la “niña” fue a acostarse no encontró las sábanas de su agrado, por lo que retó a la esclava y le mandó calentar bien las planchas, la chica avivó el fuego, las colocó, esperó un rato y planchó la cama.

Pero la otra tiritaba y, ya lo dije, su carácter no era dulce ni comprensivo. Ordenó calentar más las planchas, pero la negrita replicó que se quemarían las sábanas. Entonces la muchacha, envuelta en abrigados vestidos de dormir, avivó el fuego por su propia mano, colocó una plancha hasta que se puso roja y tomándola la aplicó en el pecho de la otra, que apenas tenia un delgado vestido, diciéndole: – ¡Así la quiero! Ahora no te olvidarás de calentar las planchas ni me responderás cuando ordeno algo.

¡Pobre mi hermanal, decía Doña Juana, tuvo toda la vida la marca y un pecho no se le crió.

– ¿Usted conoció, al General Urquiza? – Preguntaba yo.

– ¿Y cómo no lo iba a conocer si vivía en su casa?

– ¡Cuénteme! ¿Cómo era?

– Era enérgico, pero bueno. Si hacía azotar a alguien era con razón. Nunca porque sí.

– ¿A usted la azotaron alguna vez?

– No. Yo me portaba bien.

– ¿Y la quemaron?

– No mi niña. Ya dije que eso pasó solamente con mi hermana que servía a la “niña fulana”.

– Pero si ahora el jefe de policía hace azotar a quien se porta mal, todos diríamos que se abusa. ¿Cómo dice que el General era bueno?

– Eran otros tiempos, mi niña. Así debía ser para que hubiera un poco de orden. Si no se imponía por su severidad para con los infractores seguramente hubiéramos vuelto a las montoneras. Yo no las conocí, pero mi madre y mi abuela contaban cosas terribles.

– ¿Su madre y su abuela vivían en el Palacio, también?

– Mientras el General vivió sí. Después fuimos al barrio negro.

– ¿Su madre y su abuela vivían en el Palacio, también?

– Mientras el General vivió sí. Después fuimos al barrio negro.

– ¿Es que había un barrio negro aquí?

– Así es. En los alrededores de la Escuela Normal, cuando no había escuela. Ese sitio era un bajo, casi un bañado. Alrededor, tirando para el sur más que para otro lado, estaba el barrio negro. Cuando el General fue asesinado ¡pobrecito!, no enseguida claro, sino un tiempo después, nos instalamos en ese barrio y ya no fui más a San josé.

Entonces, charlemos de ese barrio, ¿quiere? Pero usted y yo. Dejemos a Doña Juana la lavandera, a Doña Marcelina la de los yuyos, y a Doña Justa la famosa cocinera. Vayamos a dos generaciones anteriores a ella: Doña Casimira, Ña Blasinda, Manita Carmen, Mamá Ilé. Cada una con su historia propia y familiar y sus especialidades profesionales.

Doña Casimira, planchadora de aquéllas de pecheras de camisas alforzadas y con entredós llegadas de Brujas, de Venecia, de cualquier parte donde las hadas tejieran; de enaguas almidonadas; de volados enormes, anchos, rebuscados, verdaderos paracaídas, si alguna bella se hubiera atrevido a subirse a la azotea para lanzarse desde ahí.

Vista de la ciudad a principios del siglo XX tomada desde la torre de “La Fraternidad” (Foto ilustrativa)

Ña Blasinda, curandera más de palabras y pases mágicos que de infusiones. La que sabia sacar los parásitos cortando hilos que echaba en una tacita con aceite y ajo, donde los hilos nadaban, se apelotonaban, tenían convulsiones y quedaban rígidos, señal de que en los intestinos los verdaderos también estaban muertos; la de brazos como cuna para pasar en cruz sobre el humo de dos ramas de olivo bendito encendido, al bebé “oleado”; que calmaba el dolor de muelas con sólo saber el nombre del sufriente y los males del aparato digestivo tomando el molde del pie en una hoja ancha de tuna calera (ésa que se ponía a la cal de blanqueo para que se adhiriera más a las paredes).

Mamita Carmen, comadrona práctica que sumaba habilidad para ayudar y ancestrales cánticos de su raza, buenos para anestesiar y dar fuerzas a la vez. Pero la famosa entre famosas, la reina del barrio del candombe, la voz de Dios entre ellos, la consulta obligada para cuantos tenían problemas de ahí y algo más lejos, era Mama Ilé.

De vez en cuando un mandadero de una “casa bien” se aparecía por allí y ella era recibida al oscurecer para no poner en evidencia a los “necesitados”.

Unos dicen que su nombre era Madre Luz, otros me han dicho que ése no es nombre, que fue bautizada María Cruz; pero los recuerdos de los descendientes de aquéllos que en ese barrio habitaron coinciden en llamarla Maha Shu o Nlaahe llú o Mama Ilé o algo parecido a ese sonido. ¿A usted cómo se la nombraron?

En su vivienda, a pedido de alguien muy desesperado o muy poderoso, Mama Ilé hacía aparecer al espíritu del bosque de su pueblo, buen espíritu siempre dispuesto ayudar a quien la negra ordenara.

Dejaba constancia de su presencia, cuando, al retirarse y encender las velas para iluminar la habitación donde se hacia el “llamado”, se veían las huellas de sus pisadas en el piso de tierra: dedos y talón pegados, como si las falanges nacieran en él y estuvieran detrás. Es decir, los dedos mirando para el interior de la pieza en las marcas de las pisadas que salían.

Pero esas sesiones eran temibles, porque al espíritu no le gustaba que lo llamaran a menudo y, si se negaba a venir, en su lugar aparecía el Maligno y la desgracia perseguía al causante, no a Mama llé que era solamente intermediaria.

Hubo una noche, mentada noche entre el negrerío, en que la hechicera fue visitada por un joven deseoso de conseguir fortuna y amor con la ayuda del espíritu de las patas al revés. Le habían fracasado las otras brujerías más suaves. La negra aconsejaba desistir, pues se veía a las claras que no estaba señalado para lo que aspiraba. Pero el hombre era violento y soberbio. No deseaba trabajar e implorar ayuda para que le fuera bien, sino fortuna, gran fortuna, de herencia, hallada en excavación o regalada, pero inmediatamente.

Tampoco entendía el rechazo de que era objeto por la mujer elegida. Si no lo aceptaba la obligaría sumiéndola en un estado psíquico especial por otros medios.

La negra le tenía miedo. Era poderoso en familia y en color. Había amenazado a la negra y al barrio. Se concertó la cita.

Los negros habían sido avisados por Mama Ilé para que se recogieran temprano, rezaran mucho a quien tuvieran fe y no salieran por más tumulto que escucharan.

Las Mallas del Viaje”, libro del cual fue extraída esta historia

Llegó el osado al rancho y pasó a la pieza del “llamado”. Vacía. Con una fogata pequeña en el centro. Mirando al norte la negra; con objetos mágicos en su cuello y manos. Mirando a la negra, fogata por medio, el interesado.

Comenzó el llamado, cantado en el idioma de su tribu (nación le decían), cada vez más alto y con el nombre del llamador intercalado.

De pronto la negra calla. La fogata se agiganta de golpe. Se oye una carcajada feroz y junto al fuego se ve un ser mitad hombre, mitad macho cabrío, mirando fijamente al joven.

La negra, ducha en apariciones, trazó rápidamente un círculo para encerrar el fuego y el recién llegado y colocarse fuera de él.

Lo trazó en el suelo con una vara que para ese menester tenía desde que se inició en la actividad brujeril. Pero el círculo debía ser perfecto y al hacerlo encerró en él al interesado.

Este lanzó un grito que tuvo aterrorizados a los negros durante un año, pues decían oírlo cada vez que cambiaba la luna y cada viernes a la medianoche.

Después de ese alarido atroz salió corriendo del rancho y por mucho tiempo no supieron de él.

Lo encontraron en la costa del Gualeguay. No parecía el mismo. La cara, la ropa, la mirada. Todo distinto. Había perdido la razón.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto: Mallea, Lorenza y Calivari, Coty, “Las Mallas del Viaje”, Ediciones “El Mirador”, 1982

 

 

 

“La Costera”, el refugio del tango y el baile en Concepción del Uruguay

Vista del frente de “La Costera” cuando estaba en funcionamiento

Sobre la mano norte de la Av. Italia, equidistante del Monumento a “La Loba” y del Club Regatas Uruguay, medio escondido unos metros hacia adentro, se encuentra en un estado de abandono lo que fuera, en su momento, uno de los únicos refugios de la cultura y la música ciudadana y de nuestro litoral.

Tal es así, que el día 24 de noviembre de 1996, fue declarado de “Interés Municipal y Provincial”, por el entonces Presidente Municipal Enrique Bermúdez y el Gobernador Jorge Busti, por su rol en la cultura de nuestra ciudad.

Noche de baile en “La Costera”

Allí por más de 30 años, 33 para ser más precisos, funciono el restaurante “La Costera”, donde, además de poder degustar platos caseros, se podía también ir a bailar o simplemente a escuchar unos tangos y folclore del litoral, con artistas locales y algunas veces provenientes de otras latitudes de nuestro país, e incluso de la República Oriental del Uruguay.

Inexplicablemente, hace unos años, en el 2015 para ser más precisos, la Municipalidad, a cargo de Carlos Schepens, concreto su desalojo y por lo tanto su cierre definitivo, privando a muchos Uruguayenses y visitantes la posibilidad de escuchar a músicos locales, y a estos de un lugar dónde poder desarrollar su arte para muchos ávidos seguidores. Y decimos inexplicablemente, porque a casi 6 años de ese desalojo forzado, el local se halla totalmente abandonado y sin que el municipio le haya dado uso alguno.

Hoy vamos a contarles la historia de este recordado sitio de cultura uruguayense.

Este establecimiento comercial nació en el año 1982, cuando Ricardo Dupin y Valentín Flores, estando trabajando como electricistas en la Junta Nacional de Granos, deciden abrir un comedor para mejorar sus ingresos. Fue Valentín Flores, quien propuso denominar al lugar como “La Costera”, sin razón alguna, solo porque les pareció un buen nombre y luego de proponer, entre ambos, varios de ellos que no alcanzaron a gustarles.

El Intendente Bermúdez, Héctor Benítez y Carlos Máximo Acosta, en “La Costera”, cuando la misma se declaró de “Interés Musical Municipal”

Ricardo relata que siempre fue una persona que gustó de la música y recuerda que “era muy chico, tal vez 12 o 13 años cuando, en el “Rancho” de “Tito” Tófalo ayudaba a los músicos que ahí se presentaban a acarrear sus instrumentos, hasta la terminal (ubicada en Rocamora y Colón), como por ejemplo a “los Iracundos” que se trasladaban, en esa época, en colectivo”. Desde ese entonces, soñó con poder proporcionar él mismo un escenario para que fundamentalmente los artistas, sobre todo los de tango,  locales y regionales, tuvieran un lugar dónde desarrollar su música. Es así, que desde sus comienzos “La Costera” brindó, además de la comida, espectáculos musicales.

Al momento de elegir un lugar dónde funcionar, se decidieron por un galpón que pertenecía al Centro de Camioneros de Concepción del Uruguay (CCETACU), casi en el mismo lugar que más de 10 años antes diera lugar al origen de otro ícono de la gastronomía local: La Delfina, de la familia Pag.

Comenzaron recibiendo a camioneros y estibadores que trabajaban en nuestro puerto, aunque tardaron un tiempo en ser conocidos. Los comienzos fueron duros para la joven pareja que recién estaba conformándose, Ricardo recuerda que en esos duros momentos, fue Mercedes, quien lo impulsó a continuar con el emprendimiento.

La sociedad original, de Ricardo y Valentín, duro sólo unos pocos meses, continuando con el emprendimiento Ricardo y su incondicional compañera, Mercedes. En la cocina,  los ayudaba Dora Rodríguez, dueña de la receta de los mejores ravioles que se han podido comer en nuestra ciudad, esa receta ha seguido en la familia, ya que luego paso a su hija y hoy es su nieta quien los prepara, con la receta tradicional, en el comedor que Ricardo y Mercedes tienen en el Palacio San José.

“La Costera”, Luis Corleta, Carlos Spiazzi y Luis Guido (mozos) y Mirta Follonier (cocinera)

Como todos en la vida han tenido idas y venidas, pero nunca abandonaron el servicio que se habían propuesto brindar. Con el tiempo fueron creciendo y de comedor, ya pasaron a brindarle a los comensales, música. Es así, que podías almorzar o cenar y escuchar música. Este negocio abría todos los días, si hasta, en Navidad y Año Nuevo y nunca faltaban sus fieles clientes, como el Dr. Lavarello y su familia, recuerda Ricardo.

Cuando el Señor Dupin gana la licitación del comedor del Museo Palacio San José, el servicio de comida se siguió brindando por las noches, los sábados y domingos eran los días de espectáculos musicales y de baile. Su vida en esos tiempos era muy sacrificada, ya que cerraban el comedor del palacio, volvían a la ciudad y a la noche trabajaban en “La Costera”, pero nunca se quejaron, ya que “La Costera” era parte de su vida.

Son muchos los artistas que pasaron por su escenario, a los que podemos recordar, de una lista demasiado extensa, entre otros, a:

Mesa de camioneros en “La Costera”

Héctor Apeseche, (fue quien inauguro el local), Cacho Sarrot, Kaplán, Totó Rodríguez, Los Hermanos Sánchez, Telmo Follonier, Poroto Missorini, Alberto Morán, su hija, Roxana Morán, Guillermo Fernández, María José, Alberto Castillo, Chiqui Pereyra, Oscar Ferraris, Chaca Benavidez, Pedro Larroque, Teresita Godoy, el “Chileno” Asín, el Flaco Güidoni y muchos más. Para poder traerá a muchos de los artistas consagrados, conto con el apoyo de su gran amigo de la familia, “Rorry” Bruchez, quien lamentablemente falleció hace algunos días.

También paso por este emblemático lugar de la cultura uruguayense “Argentina Tango Folk”, que luego triunfaría en el exterior, así es el artículo del diario “La Prensa Federal que recuerda ese momento: “Una compañía de música, canto y danzas argentinas integrada por artistas de varias provincias argentinas estará en nuestra ciudad. “Argentina Tango Folk” es una compañía nacida en Rafaela (Santa Fe), e integrada por músicos y bailarines de varias provincias argentinas, que bajo la dirección del maestro Sergio Grazioli ha paseado su espectáculo por escenarios europeos, producto de las seis giras realizadas por el viejo continente.

 “En esta oportunidad, y en el inicio de los preparativos y ensayos para una futura gira, Argentina Tango Folk brindará su show el día viernes en una convención de magistrados que se llevará a cabo en el club social, y el sábado, en una cena show que se desarrollará en el restaurante-parrilla La Costera, que nos tiene acostumbrados a presentar música para que los asistentes escuchen é incluso bailen.

Abelardo Di Mota y Debrabandere, en una de sus actuaciones en “La Costera”

“La orquesta (…) está integrada por los maestros: Sergio Grazioli (Guitarra), Juan Carlos Leiva (Piano), Carmelo Luis Silva (Bandoneón) y Luis Aníbal Herling (bajo), siendo el cantante, Luis Ricardo “Pico” Silva”.

Este lugar que hoy recordamos, guarda historias personales que no se olvidaran jamás. Algunas, las más destacadas son:

En días en que el Director de la Escuela de la  isla Juanico, venía a la ciudad con los alumnos, generalmente para participar de los corsos de la ciudad, en este lugar se les brindaba sin cargo un almuerzo y una cena, y al retirarse, los niños agradecían a Mercedes y Ricardo con un beso a cada uno.

Otros de los muchos que se vieron favorecidos con algún almuerzo o cena y música fueron los ancianos alojados en el Hospitalito, los que además eran agasajados con la actuación solidaria de los músicos asiduos al restaurante.

Muchos pasaron por este lugar festejando cumpleaños, algún aniversario o un casamiento. Fue un lugar muy querido y prueba de esto, son las más de 2000 firmas que se juntaron para solicitar al Concejo Deliberante de nuestra ciudad, que no se cerrara. Nada se pudo hacer frente a la intransigencia municipal.

“La Costera” en la actualidad, interior del salón. (Enero de 2020)

En su edición del 18 de octubre de 2014, la “Prensa Federal” titulaba “Polémica por el cierre de “la Costera”” y el artículo expresaba: “Después de 32 años de trabajo y de albergar el paso de tantos hacedores de la cultura, el propietario de “La Costera” debió entregar la llave del lugar que será destinado al Juzgado de Faltas y las oficinas de Emisión de Carnets.

“Ricardo Dupin fue notificado que debía desalojar el comedor y la casa familiar, sin que las autoridades municipales se hayan interesado por la situación del lugar que hoy está cumpliendo 32 años.

“Aseguran que tampoco hubo comunicación alguna de parte del director de Cultura, Fernando Tropini. Recordamos que por este lugar emblemático pasaron artistas locales y de nivel nacional, siendo el punto de encuentro y de inicio de tantos artistas de nuestra ciudad. También vale destacar que tal como reza en el ingreso del ahora ex comedor, el lugar había sido declarado “De interés cultural musical” por el gobierno de Entre Ríos, razón por la cuál sorprende aún más esta decisión y especialmente la escasa comunicación de las autoridades municipales con los responsables de este espacio.”

No sabemos cuál habrá sido, en ese momento, el grado de avance del proyecto que hasta este momento no se concretó, y por el cual perdimos este lugar tradicional, donde se podía juntar la gente no tan joven y escuchar música, bailar, comer y charlar un rato.

“La Costera” en la actualidad, interior del salón. (Enero de 2020)

Volvemos a repetir, apoyamos todos los proyectos que nazcan en la ciudad y que la hagan importante y moderna. Pero solicitamos que en esos proyectos consulten a la población, ellos saben lo que necesita Concepción del Uruguay.

Hoy, Ricardo y Mercedes siguen brindando su servicio de comida casera en el parador del Palacio San José, sin olvidar lo que para ambos significó su etapa con “La Costera” y el dolor que les causó el desalojo por parte de la municipalidad en el año 2005, y guardan, por qué no la ilusión de volver a levantar un lugar como lo fue “La Costera”, que sin dudas ha dejado un lugar    que no se ha podido llenar en la cultura Uruguayense. Quédense tranquilos Ricardo y Mercedes, la cuidad tampoco los olvida.

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Datos y fotos aportados por Ricardo Dupin y Mercedes Acosta

 

Primer Concurso del año 2020

En el último Concurso del año pasado, les pedimos se imaginaran en que lugar de nuestro pasado les gustaría estar. Ahora, en este primer Concurso del año 2020, les proponemos hacer un ejercicio de memoria.
Seguramente todos atesoramos en nuestra mente recuerdos de algún lugar, un comercio, de cualquier tipo: almacén, librería, juguetería, kiosco, bar, confitería, etc. Que siempre anhelamos con cariño, y, la que nos gustaría volver, si se pudiera. Este recuerdo sin dudas, debe estar motivado por algo, por lo que podíamos comprar, por la atención, porque alguien muy querido nos acompañaba…, en fin los motivos pueden ser infinitos. También puede serlo la edad que teníamos cuando íbamos a ese lugar, puede ser de chicos, acompañados o solos, de jóvenes, de grandes, etc.
La consigna de este primer Concurso del año es decirnos que negocio o negocios recordamos y al que sin dudas volveríamos su pudiéramos, y porque nos gustaba tanto ir, por supuesto de C. del Uruguay o de la región.
Como siempre, pedimos una mínima redacción que de forma a nuestro recuerdo y, desde ya, lo justifique.
 
Como ejemplo van nuestros recuerdos.
“Yo recuerdo mucho la RYS pastas, que funcionaba sobre calle Urquiza, allí íbamos acompañados de nuestros padres, los domingos luego de la salida de la misa de la Basílica. Más allá de las pastas, era como una especie de rito cada vez que íbamos a misa en la parroquia y anticipaba el almuerzo del domingo. Esa excursión muchas veces incluía un helado de la Dany’s.
“Otro lugar que recuerdo mucho, y extraño el la parrilla “El Peregrino”, de Ubaldo Morend, conocida simplemente como “Lo Morend” era un paso obligado de nuestras noches adolescente, entre boliches, o simplemente la salida de jóvenes sin mucha plata, un “chori” y un vaso de vino “común de mesa” servido en vasos de whisky. Ahí pasamos muchas noches de las más lindas de mi vida. Un recuerdo muy especial al “Gringo” Almada, para mi, el mejor parrillero de la ciudad”. Carlos.
 
“En mis recuerdos está esperar a la persona que venía de la Tienda Los Dos Amigos, cuando mis padres, llamaban para que nos trajeran la ropa que deseábamos comprar. La que abonábamos en cuotas, que también eran cobradas a domicilio.
“Uno de los dueños de esta casa que estaba ubicada en calle La Fraternidad 58, (hoy calle Eva Perón), era el Señor Svitcoy y uno de los empleados Carlos Mangia (Canario)”. Virginia.
 
Desde ya si el recuerdo se puede acompañar con alguna foto, ésta será bienvenida, pero no es necesario si no es posible tenerla.
 
El plazo para contestar y enviar la respuesta a la consigna será el jueves 6 de febrero de 2020 a las 12 horas, y como siempre se sorteará el primer premio de acuerdo al número de orden asignado, en base al número ganador de la quiniela de Entre Ríos Nocturna del viernes 7 de febrero. A participar!!!
 
El premio será un ejemplar del libro “Calles con historia”, donado por su autor, el Sr. Jorge Bonvín.
 
Las respuestas deberán ser dirigidas a: https://concepcionhistoriayturismo.com/contacto/o concepcionhistoriayturismo@gmail.com, o en su defecto por mensaje privado al messenger de Carlos Ratto

La familia y la sociedad en los comienzos de la villa

Danza y vestuario de principios del S. XIX (Imagen ilustrativa)

Tres años después de fundada la villa de Concepción de Uruguay, el alcalde Juan del Mármol, en un memorial elevado al gobernador intendente de Buenos Aires, expresaba que, a su juicio, había en esos momentos, más de 200 familias instaladas en el Partido del Arroyo de la China.

Pero, si tenemos en cuenta que en estos recuentos no se incluían a peones y “agregados” (criollos o indígenas), ni tampoco a los esclavos, es lícito concluir que la población total del Partido debía ser considerablemente superior a las cifras consignadas.

La precedente afirmación no es aventurada, puesto que los padrones confeccionados en 1803 por el cura párroco de la Villa, arrojaron un total de 497 familias para el Partido del Arroyo de la China; incluidas, por supuesto, las 244 radicadas en la villa de Concepción del Uruguay. Los datos registrados
en el mencionado censo determinaron, también, la existencia de 4.211 habitantes para el Partido, incluidos los 1987 habitantes de la villa.

La familia

No cabe duda de que la familia fue la célula social, la base y el fundamento de la incipiente comunidad uruguayense. Ella se asentó sobre dos pilares básicos: una fe religiosa profunda y el poder paterno que le imprimió un sello patriarcal.
En el hogar, el padre era dueño y señor, por la ley y por la costumbre. Su autoridad se ponía de manifiesto en todos los actos de la vida diaria. Al respecto, constituye un verdadero símbolo la bendición que, con reverencia y humildad, le pedían diariamente sus familiares y su servidumbre.

La madre ocupaba una condición inferior, pero realzaba su influencia en el hogar, el tener en sus manos el manejo de todas las tareas de la casa, ayudada por sus vástagos mayores. Además, ella era la encargada de dar educación social a sus hijos y, en ocasiones, los rudimentos de las primeras letras.

Por lo común, no había entre el padre y los hijos la intimidad y la ternura que dan al hogar mayor unidad y calidez. Es que el principio de autoridad paterna pesaba demasiado y, muchas veces, ponía una valla en sus relaciones con los demás integrantes, de la familia.

Virtudes y defectos

Si bien muchos hogares se hallaban “bien constituidos”, habiéndose cumplido con los preceptos de la religión católica, no es posible negar la existencia de numerosos casos en que no se registraron tales requisitos. Aún aquellos que poseían una familia regular en la villa, constituida con mujer blanca, no dejaron de tener su semi hogar clandestino con la mestiza, la mulata o la india, en la chacra
o en los puestos de la estancia

Pero, no obstante estas situaciones, propias de la época y del medio, existieron valores éticos que es preciso remarcar. Fueron aquellos que moldearon las costumbres y signaron los rasgos y actitudes de la mayor parte de los
habitantes de Concepción del Uruguay. La hospitalidad, nunca desmentida, ni por el rico ni por el pobre. Aún en el rancho más humilde, en la villa o en la campaña, siempre hubo un rincón para cobijar cansancios y un pedazo de carne para restaurar fuerzas.

La fraternidad, mostrada a cada paso, en la mano tendida siempre dispuesta a dar ayuda en el simple gesto amigo que alienta y reconforta. El desinterés, evidenciado en el desapego por el lujo y las riquezas. La valentía, demostrada en decenas de entreveros.

El amor a la tierra, tal vez heredado del espíritu hispano, que engendró una especie de autonomismo, fertilizado posteriormente en los principios federalistas. Todo un particularismo que, fomentado por el medio geográfico y la falta de una autoridad superior que unificara estructuralmente a la villa con el resto de Entre Ríos, vino a robustecer el sentimiento federalista que caracterizó a sus habitantes.

La sociedad

Durante los primeros años de existencia de la villa de Concepción del Uruguay, no es posible hablaren términos definidos de vida urbana y vida rural. Por razones obvias, una distinción de ese tipo, se me ocurre absolutamente irrelevante.

Sin embargo, en el pueblo se concentraba un núcleo de vecinos, cuya cercanía permitía alguna actividad social. Algunos estancieros tenían también su casa en el pueblo y solían ser los elementos más encumbrados.

En el otro extremo del espectro social estaba el peón. Comúnmente mestizo o mulato, trabajaba casi con exclusividad en las tareas ganaderas, puesto que detestaba la labor agrícola. El caballo, el lazo, el cuchillo y las boleadoras, eran sus inseparables compañeros. El salario del peón era de seis a ocho pesos mensuales y una ración diaria de carne y yerba. Gustaba jugar y beber caña.

Sin duda que la vida de los habitantes de la campaña era bastante primitiva. Sus costumbres eran generalmente sobrias y el nunca salir de sus males los tornaba un tanto negligentes. Atentos, de maneras corteses, dados a la hospitalidad, eran perspicaces y de mente despejada. En los hogares pudientes, tanto en la villa
como en la campaña, existía cierto número de esclavos, a quienes generalmente se empleaban en trabajos agrícolas y, más comúnmente, en el servicio doméstico.

Podían contraer matrimonio entre sí y obtener una relativa manumisión. Y no era infrecuente que los amos les dieran su propio nombre. A veces, habitaban, con hogar constituido, en ranchos suburbanos.

Costumbres
Las costumbres de la pequeña sociedad uruguayense de los primeros tiempos, al
igual que las de otras villas entrerrianas, fueron, en general, sencillas, honestas y piadosas. Pero esta afirmación no significa desconocer que hubo en ella numerosos vicios, algunos de los cuales se hallaban profundamente arraigados en determinados sectores de la sociedad.

La gente era madrugadora y, generalmente se recogían temprano, no omitían la
siesta reparadora, sobre todo en verano. Por lo común, los trabajos que se realizaban en la zona no eran agotadores. Había cierta sobriedad en el vivir, en el comer y en el vestir. El mate y el tabaco estaban siempre al alcance de la mano. Y la mayoría se conformaba con pocas comodidades y escasas diversiones. En la mesa, los niños escuchaban sin interrumpir la conversación de los mayores. Y, antes de comer, unos y otros elevaban sus oraciones a Dios.

Al atardecer, cuando el calor apretaba, la familia se reunía en el amplio patio o solían sentarse a la puerta de su vivienda, en procura del alivio ofrecido por la fresca brisa del río cercano. Mientras los chicuelos se unían a los de la familia vecina, para corretear libremente y llenar el silencio apacible de la tarde con
sus gritos y sus risas…

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto: Urquiza Almandóz, Oscar, “Hace 200 años. Familia y sociedad” Diario “La Calle” 14 de febrero de 1997. 

Juan Czetz: Primer Director del Colegio Militar de la Nación. Su relación con Concepción del Uruguay, la Escuela Normal y el Colegio del Uruguay

El Coronel Juan Czetz y el portal de ingreso al Colegio Militar de la Nación

Por: Celomar Argachá (Centro Cultural J. J. de Urquiza)

Días pasados el Centro Cultural “Justo José de Urquiza” realizó una excursión histórico-turística al “Palomar de Caseros” , lugar donde se desarrolló la famosa Batalla de Caseros que dio termino a la dictadura de Juan Manuel de Rosas y el inicio del proceso de organización nacional que culminó con la Constitución Nacional de 1853.

Pudimos avistar el campo donde se desarrolló el decisivo combate con el General Urquiza y visitamos luego el famoso y enorme criadero de palomas del señor Diego de Caseros y su cómoda e histórica residencia, construida en el año 1788.

Recorrimos luego el Colegio Militar de la Nación fundado en 1869 durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, colocando como primer Director del mismo al Coronel húngaro Juan F. Czetz, nacido en Gidofalva, Transilvania, el 8 de junio de 1822, ingresando en la Academia Militar Imperial, alcanzando en su patria de origen el grado General a los 26 años, siendo hasta hoy el más joven en llegar a dicho grado en la historia de dicho país.

Fallida la lucha por la independencia entre 1848 y 1850, en la que si bien obtiene grandes victorias perdió la batalla final, tornando el camino del exilio a Alemania, después Inglaterra y finalmente a España donde se vinculó a la familia del General Prudencio Ortiz de Rosas. Volvió posteriormente a Inglaterra y en Southamton se entrevistó con Juan Manuel de Rosas.

Posteriormente viajó por Francia y nuevamente en España contrajo enlace con Basilia Ortíz de Rosas, sobrina carnal del dictador, pasando luego a Buenos Aires donde revalidó su título de agrimensor, reconociéndole el grado militar de Coronel.

Histórico palomar de Caseros

Realizó numerosas tareas como Jefe de la Sección Ingenieros, cumplió la labor de trazar el mapa de República Argentina en sus límites con el Paraguay y Brasil; se le encomendó la misión de organizar el Cuerpo de Zapadores; realizó numerosas mediciones y mensuras de campos; el trazado de numerosas ciudades; los primeros estudios catastrales de la Mesopotámia y el Chaco; los primeros planos del Colegio Militar y Escuela Naval; diseñó el primer mapa telegráfico nacional; participó del trazados en Misiones y Formosa, etc. etc.

Durante la visita que realizamos los miembros del Centro Cultural Justo José de Urquiza al Colegio Militar de la Nación, pudimos observar que fue designado el Coronel Juan Czetz por Domingo Faustino Sarmiento como primer Director para que elaborara un Plan para la formación y estudio de los oficiales, cuya bases normativas llegaron hasta el siglo XX, imprimiéndole el sello de la disciplina y el estudio.

Terminada su tarea después de cuatro años al frente del Colegio Militar, se trasladó en 1875 a Entre Ríos, precisamente a Concepción del Uruguay, por ese entonces Capital de Entre Ríos, contratado por el gobierno provincial como Director de Departamento Topográfico, realizando los primeros planos catastrales de los departamentos de dicha jurisdicción.

De lo que realmente poco se sabe y muy poco se ha escrito es que durante su estadía en nuestra ciudad, el Agrimensor y Coronel Juan Czetz fue Profesor de la reciente creada Escuela Normal de Mujeres (1873), figurando su nombre a partir del año 1876 como profesor de Aritmética, Geometría y de nociones de Química y Biología.

A partir de ese año y hasta 1883 aparece Czetz como docente de la institución uruguayense desempeñándose generalmente como profesor en Aritmética y Geometría, con algunas variaciones como Aritmética. Cálculo oral y escrito. Geometría (1880) o Matemáticas en (1883).

Creemos que se estableció con su familia en Concepción del Uruguay por cuanto su hijo León Czetz ingresó en el año 1874 como alumno del Colegio del Uruguay y el nombre de su padre aparece como Jurado en los exámenes públicos de sus alumnos.

El hecho de que el primer Director del Colegio Militar de la Nación fue un destacado docente de la Escuela Normal, conducida entonces por Clementina Comte de Alió y del staff del Colegio del Uruguay conducido por su esposo, Dr. Agustín M. Alió, son hechos que debemos resaltar una y otra vez y el propósito de esta publicación es, por parte del Centro Cultural Justo José de Urquiza, poner de relieve aspectos importantes de su historia cultural y educativa, con la participación de hombres y mujeres que trascendieron al ámbito local, provincial y nacional.