Anacleto Medina, Un Guaraní Soldado

Batalla de Caseros

Brigadier General Anacleto Medina, indio guaraní, lo encontramos en la historia combatiendo en las fuerzas de Artigas, de Ramírez, de Mansilla, de Martín Rodríguez, de Alvear, de Lavalle, de Rivera, de Urquiza y de Timoteo Aparicio (en el pronunciamiento militar llamado Revolución de las Lanzas, que intentó derrocar al presidente Lorenzo Batlle, líder de la fracción liberal o legalista del Partido Colorado). Hasta se lo relaciona  con el Ejercito de los Andes.

Para hablar de quien fue Anacleto Medina, tenemos que remontarnos a mediados del Siglo XVIII en épocas de las Misiones Jesuíticas. Seguramente hemos tenido que estudiar, el apogeo y la caída de las Misiones. En una de las reducciones llamada Concepción, nace Bernardo un niño cuyos padres lo bautizaron con un sacerdote Jesuita, quien en homenaje a otro sacerdote, le da el apellido Medina.

Seguramente se cría en este poblado  llamado Concepción. En 1776, forma una familia casándose con Petrona Viera, también india guaraní. Al poco tiempo de esta unión nace un hijo, al que llaman Anacleto Medina. Petrona fallece en el parto, por lo que es inscrito como criollo en la  iglesia de Nuestra Señora de los Remedios de la Banda Oriental.

Si bien fue criado en Uruguay, en 1810 se asienta en nuestra provincia donde cumple un papel fundamental en la lucha por la independencia contra los realistas españoles que ocupaban Entre Ríos. 

Anacleto Medina

Anacleto hereda de los guaraníes, la disciplina, el sufrimiento, el heroísmo y la valentía. No fue fácil su vida, ya que tuvo que emigrar de su tierra, lo que hace que su vida transcurra más sobre un caballo que sobre la tierra.

Aprende a mandar y hacerse obedecer, esto hace que en muy poco tiempo José Gervasio Artigas se fijara en él.

Cumplió tareas de policía rural, combatiendo al contrabando y vigilando la invasión portuguesa.

Fue incorporado en el Regimiento español “Blandengues”. Esto ocurre en los primeros años, del Siglo XIX, no se sabe qué edad tenía Anacleto, posiblemente entre 20 a 30 años.

En la Batalla Las Piedras y en el sitio de Montevideo, Artigas, se ve acompañado por Anacleto Medina que ya contaba con grados en el ejército.

Fue enviado por Artigas a colaborar con Francisco Ramírez, como sargento instructor. Ramírez va tomando poder y firma el Tratado del Pilar. Tratado por el cual Artigas,  se enemista duramente contra Ramírez. Medina, entonces toma partido por el caudillo entrerriano.

Después de las contiendas “Las Tunas”, y “Arroyo Ávalos”, Artigas se exilia en Paraguay, hasta su muerte. En este punto debemos mencionar que Medina era un estratega militar formado íntegramente con Artigas. 

Ramírez se enemisto con Estanislao López, y Medina fue el encargado de apoderarse de la caballada del caudillo López. Misión que cumple con éxito, pero también al encontrarse con Ramírez, le pasa el dato de que el ejército  santafesino  se verá  ayudado por el de la provincia de Buenos Aires. Su estrecha relación con Ramírez queda plasmada poéticamente en lo que fue rescate de la Delfina cuando Ramírez es atrapado por fuerzas enemigas.
Este rescate de la Delfina, lo documenta el propio Anacleto aunque Martiniano Leguizamón lo saca de la escena a Anacleto y coloca como salvador y transportador de la Delfina, al General Galarza. Recién en el la década del 70 va a ser la historiadora Beatriz Bosch, quien reconocerá  la autenticidad de los apuntes de Anacleto Medina que Leguizamón daba como falsos.

Las diferencias con Mansilla, hacen que este, lo envíe prisionero a Santa Fe dónde es condenado a muerte.  En esa provincia López, le da la libertad bajo un convenio de traición a Mansilla. Pero este tienta con dinero a Medina y le da la libertad, dándole a través de un Decreto el cargo de Teniente Coronel y le confía el mando del Escuadrón Escolta del Gobernador, al que llamaban “Húsares de Entre Ríos”.

Medina fue enviado por Entre Ríos a la Campaña del Desierto y terminada esta campaña pasa al frente del Escuadrón de la Guardia, a la Banda Oriental.

En la batalla de Monte Caseros, de febrero de 1852, dirigió el ala derecha del ejército aliado que derrotó al general Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires.

Es así que su agitada vida lo encuentra en la Guerra Grande, en India Muerta, en la Heroica Paysandú, hasta su última batalla.

Falleció durante la batalla de Manantiales, actual departamento de Colonia, cruelmente ejecutado el 17 de julio de 1871. Contaba con aproximadamente 90 años y estaba casi ciego, los años ya le pesaban, mientras esperaba encontrarse con los refuerzos esperados. Pero en el momento que los enemigos se dan cuenta, frente a ellos grita ¡Viva la libertad! atrayendo la atención de los soldados contrarios, quienes le dan muerte. Corría el año 1871.

Edición: Civetta, Virginia/Ratto, Carlos. Texto: Salduna, Bernardo, “Anacleto Medina, Un Guaraní de Leyenda”, 1996

Antonio Rivero “El Gaucho Rivero”

Billete de $ 50, emitido en el año 2015

Antonio Rivero, llamado en la historiografía argentina como Gaucho Rivero, peón de campo argentino conocido por liderar un alzamiento en las Islas Malvinas en 1833, año que los británicos ocupan nuestras Islas.

En la sublevación mueren cinco personas, empleadas de Luis Vernet, Gobernador argentino en las Islas.

Muy poco se sabe de la vida del Gaucho Rivero. Se cree que nació en Concepción del Uruguay, ya que su nacimiento figura en los libros de basílica de la Inmaculada Concepción, el 27 de noviembre de 1808.

Parecería que viajo a las Islas Malvinas con Luis Vernet en 1929, para trabajar en tareas agropecuarias, es decir criar ovejas, vacas y cerdos.

El día 3 de enero de 1833, el Reino Unido, ocupa por las fuerzas, las islas. No dejan ingleses en el lugar, pero nombran al irlandés William Dickson, como gobernante y encargado de hacer izar la bandera inglesa cada vez que pasara un barco y los días domingos.

Esto no fue bien visto por la gente que habitaba el lugar y el día 26 de agosto de 1833, se sublevan. El jefe de esa rebelión fue el Gaucho Rivero acompañado por dos gauchos y cinco indios charrúas. Todos armados con facones, boleadoras, espadas, pistolas y mosquetes. 

Retrato artístico del “Gaucho” Rivero

Sus oponentes tenían pistolas y fusiles. Los gauchos atacaron por sorpresa y esto hace de su superioridad.

Los gauchos se instalan en la casa de la Comandancia y durante cinco meses se izó una bandera azul y blanca, colores de la bandera Argentina. Lástima que no existe evidencia histórica de este hecho.

En 1834, los británicos recuperan el control de las Islas, capturando a los gauchos rebeldes. El último en caer fue Rivero. No está muy claro, lo ocurrido en su detención. Parecería que los capturados fueron llevados a Reino Unido donde permanecieron detenidos unos meses, hasta que fueron liberados en Montevideo.

No hay seguridad si es el personaje que figura en las filas del ejército de Juan Manuel  de Rosas. Se cree que el Sargento Rivero, que figura en el listado del ejército haya sido el Gaucho Rivero. Listado de soldados que participan en la Vuelta de Obligado. Este hecho ocurre el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, en un recodo donde el río se angosta, en la provincia de Buenos Aires. El enfrentamiento fue entre fuerza de Rosas, comandados por Lucio Mancilla y la escuadra anglo-francesa. Estos pretendían tener libre comercio con Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, sin pasar por la aduana de Buenos Aires, desconociendo la autoridad de Rosas, en esos momentos.

Su muerte, la del Gaucho Rivero, se dice ocurrió en esta batalla, por las heridas recibidas.

Quien fue Antonio Rivero y no sabemos bien…

Pero entre los años  2011 y 2012, todas las Legislaturas de las provincias argentinas con costa en el Mar Argentino y Océano Atlántico, sancionan la “Ley Gaucho Rivero”, por la cual se prohíbe la permanencia y amarre de barcos con bandera británica en Islas Malvinas.

Mucho se ha homenajeado a este Gaucho concepcionero, que hizo que nuestra bandera flameara en  tierras de las Islas Malvinas:

El grupo Los Cóndores, jóvenes militares peronistas, llamaron a la capital de las islas, “Puerto Rivero”, en 1966.

La Asociación del Fútbol Argentino en el año 2012, llamo al trofeo a conquistar en el torneo “Copa Gaucho Rivero”.

La provincia del Chaco instituyo por Ley 7.277, como “Día del Veterano y de los caídos indígenas en la Guerra de Malvinas”, el día 26 de agosto. (Fecha de la sublevación 26/08/1833).

En el billete de $50,-, en el reverso, lleva la figura del Gaucho Rivero. Año 2015.

Nuestra ciudad lo recuerda con la imposición de su nombre a una calle.

Edición: Virginia Civetta y Carlos Ratto.

 

La avicultura en Entre Ríos

Casa de Alejo Peyret, en la ciudad de San José

Cuando el hombre cambia sus hábitos de cazador y recolector a cultivador y domesticador de animales, comienza a practicar la cría de pollos, gallos y gallinas.

Las gallinas son originarias de China, aproximadamente del año 6000 A.C. por los huesos encontrados, se cree que estas personas comían los gallos y criaban gallinas por los huevos.

La ruta que debe haber hecho para llegar a América seguramente fue una que pasa por Europa, por el comercio y migración de las antiguas civilizaciones, luego a Estados Unidos y de ahí a toda América.

De todas las aves domésticas la más útil y fácil de criar es la gallina. Pollos se logran con gallinas y gallos, pero huevos con gallinas solas.

Alejo Peyret

El primer esbozo de avicultura en nuestro país, fue colonia San José, segunda colonia agrícola del país, fundada por el Gral. Urquiza. Organizada y conducida por Alejo Peyret, francés, agrimensor y profesor del Colegio del Uruguay, quien colaboro con Urquiza.

Hubo otras colonizaciones en Entre Ríos, alemanes del Volga y judíos. Es así como se llega en la provincia a la primera mitad del siglo XIX, impulsando en las colonias la avicultura familiar. No eran momentos muy buenos para la agricultura y ganadería. Los colonos fundadores de San José, debieron pasar además de los inconvenientes del largo viaje, el llegar al puerto de Buenos Aires y enterarse que la Provincia de Corrientes, no los recibiría, por llegar mucho después de la fecha estipulada en el contrato. Es así que le piden ayuda a Urquiza, quien les da tierras en islas del Ibicuy. No se pudieron adaptar y reclaman nuevamente  a Urquiza. Este les da tierras de su propiedad, a 40 km  al norte de la ciudad de Concepción del Uruguay. Fundándose así Colonia San José, el 2 de julio de 1857.

El agrimensor Sourigues, demarcó el lugar y Alejo Peyret lo administró y fue artífice de lo que llega a ser la colonia.

Él fue el encargado de asesorar a los colonos sobre los cultivos, teniendo en cuenta el clima. Loa animales no tenían pasturas y al no tener alambrados, los debían cuidar día y noche porque  se comían el sembrado.

Cada casa tenía aves  de corral, que criaban con maíz. Este trabajo sentó precedente para  el futuro de la colonia. No hay documentación que mencione avicultura como actividad de la colonia en sus años iniciales, pero las crónicas hablan de ver y degustar comidas que incluían gallinas, pollos y huevos.

Se sabe que los colonos traían en su viaje, semillas y huevos fecundados que conservaban en el largo viaje con sal y harina.

Es así que fue naciendo la actividad en nuestra zona.

1903: Liebig’s Extract of Meat Company (conservas y carnes congeladas)

1924: Yuquerí (frigorífico)

1932: Frigorífico Gualeguaychú (saladero) y,

En 1934, el primer frigorífico regional para aves y huevos. Este frigorífico generaba frío por aire a  catorce cámaras y dos antecámaras, con capacidad para 1200 cajones de huevos de treinta docenas cada uno, y comenzó a generar corriente alterna destinada a toda la población.

No vamos a detallar las empresas actuales, pero es una actividad en crecimiento y gran parte del consumo interior y exportación avícola, está dada por nuestra zona, Concepción del Uruguay, Colón, San José y Crespo.

 Edición: Civetta, Virginia  y Ratto, Carlos. Texto extraído de: Arbiza, Héctor, “Avicultura Argentina”, 2015

 

 

El reloj de la Basílica de la Inmaculada Concepción

Foto del año 1875, puede verse el primer reloj de la Iglesia, nótese que su cuadrante es cuadrado

El primer reloj público con que como nuestra ciudad se encontraba en la pared norte, debajo de las campanas de nuestra iglesia parroquial, como podemos observar en a fotografía que acompaña este artículo tomada por el “artista-fotógrafo” (como se hacía llamar) Samuel Massoni, alrededor del año 1875.

En el contrato de construcción de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, celebrado el 19 de Febrero de 1859, entre la comisión designada por el General Justo José de Urquiza que presidia el Párroco Domingo Ereño y el reconocido arquitecto D. Pedro Fosatti, se detallaban minuciosamente los trabajos a realizar.

La nueva iglesia se consagra oficialmente el 25 de Marzo de 1859 sin haberse concluido todos los trabajos proyectados, según afirma en su trabajo de investigación José Augusto Nadal Sagastume “Nuestra Parroquia” (edición 1975).

El reloj que nos ocupa, debió ser colocado en el lugar señalado entre los años 1860 y 1870, en base a los siguientes antecedentes: es anos 1860 Y 1870

En el año 1875, cuando el fotógrafo Massoni efectúa diversas tomas del Palacio San José y de la ciudad, entre ellos la Iglesia, el reloj estaba colocado.

En oportunidad de la inauguración del reloj policial el secretario comunal, Sr. Juan Carlos Gonzalez, al hacer uso de la palabra manifestó: “…Desde ahora en más, este anhelo queda cumplido. Queda reemplazado el reloj del templo que por tantos años en la pasada centuria que hoy se cumple, marcó los minutos, porque atravesó el alma generosa. Patriótica y heroica de este pueblo de esforzados e ilustres hijos de la Patria.

“Ese reloj señores (se refiere al de la iglesia) sabe del arrojo de es pueblo cuando una invasión trató de tomarla por sorpresa, sabe de su entusiasmo, cuando se proclamó contra la tiranía.

“Ese reloj que vamos a reemplazar y para el caso no es ajeno a las dignificantes sentimentales.

“Al viejo reloj, como buen viejo, no le faltan leyendas sobre el que se cuentan un mar de cosas.

“Que vino desde Yapeyú en una carreta a Buenos Aires. Que fue construido por un suizo preso o detenido”

Segundo reloj. del año 1909, este era con cuadrante esférico. (Foto Mario Morasán)

El viejo reloj de la iglesia fue reemplazado en el año 1909 por otro reloj adquirido por suscripción pública, colaborando la municipalidad de la ciudad con la suma de $ 2000, el nuevo reloj permaneció en servicio hasta el año 1921 siendo retirado, ignorándose el destino que corrió dicha pieza.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto. Texto: Rousseaux, Andrés “Los relojes públicos de la ciudad”, La Prensa Federal, 14/09/2008

 

La fiebre amarilla en Concepción del Uruguay

Fosa Común de los fallecidos por la fiebre amarilla en el cementerio de C. del Uruguay (Foto: Mabel Gómez)

Poco después de producido, en 1871, el primer caso de fiebre amarilla en la ciudad de Buenos Aires, la epidemia se generalizó con caracteres alarmantes, provocando diariamente numerosos decesos. No obstante que el Gobierno nacional que estaba a cargo del presidente Domingo F. Sarmiento adoptó las enérgicas medidas que las circunstancias reclamaban, la epidemia no sólo diezmó a la población porteña, murieron 13.500 personas, sino que se extendió a otros puntos del país, por lo que el pánico se hizo general, aún en aquellas poblaciones donde el flagelo todavía no había llegado.

En Concepción del Uruguay, dado el frecuente tráfico fluvial con Buenos Aires, se implementaron diversas medidas precautorias, al mismo tiempo que se llevó a cabo una campaña de solidaridad hacia el pueblo hermano.

Medidas Preventivas

La magnitud de una tragedia tan próxima y el peligro cierto de una extensión de la epidemia, motivaron la adopción de algunas medidas de prevención por parte de las autoridades de nuestra ciudad. Ellas fueron la consecuencia lógica de procurar atenuar el riesgo inminente, máxime si se tiene en cuenta que su Jefe Político era el doctor en medicina Vicente H. Montero, cuyo nombre llevó por mucho tiempo una de las principales calles de la ciudad.

A, efectos de fiscalizar el estricto cumplimiento de elementales normas de higiene, la ciudad fue dividida en cuatro secciones, cuyos límites coincidían con los de la división imperante en cuarteles. Se designaron cuatro comisiones de vecinos, una por cada sección, para que practicasen visitas domiciliarias, a efectos de obligar a los propietarios e inquilinos a mantener la limpieza de sus viviendas, y a acatar las instrucciones de carácter preventivo que las autoridades fuesen difundiendo a través de bandos y periódicos. Para facilitar la tarea de las comisiones, cada una de ellas auxiliada por un empleado de la policía, el que se encargó de hacer cumplir las órdenes que aquéllas impartían.

Asimismo, todo propietario o inquilino debía tener libre de basura las veredas y el sector de la calle que abarcaba el frente de su terreno. Aquella debía amontonarse lado de la vereda, de donde era levantada por carros destinados a ese exclusivo objeto. Las transgresiones a estas disposiciones fueron penadas con multas que oscilaban entre los dos y veinte pesos fuertes.

Juan Manuel Blanes Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires (1871) Óleo sobre tela, (Museo Nacional de Artes Visuales)

La pavorosa realidad de lo que estaba ocurriendo en Buenos Aires exigió la adopción de drásticas medidas, con el fin de atenuar sus consecuencias, Ello derivó en la clausura temporaria del puerto de Concepción del Uruguay. Por supuesto que tal determinación originó diversos perjuicios, tanto en el orden del comercial como en el tránsito de personas. Pero como lo que estaba en juego era la salud hasta la vida de los pobladores, fue necesario dejar de lado cualquier otro tipo de consideración.

 

La Prédica Periodística

El periódico “La Democracia”, que por ese entonces se editaba en esta ciudad, bregó incansablemente por prevenir a la población e instar a las autoridades a adoptar las medidas conducentes a evitar mayores males.

Durante los largos meses en que el problema subsistió, el periódico Uruguayense machacó en todas sus ediciones sobre este tema que acaparaba la atención de todos.

Y mientras por una parte ofrecía las noticias sobre las cambiantes alternativas de la enfermedad en Buenos Aires, por la otra se refería concretamente a la situación sanitaria de Concepción del Uruguay, en particular a los recaudos adoptados.

Así, por ejemplo, a mediados de marzo de 1871, mientras en Buenos Aires recrudecía la epidemia, “La Democracia” continuaba alertando a la población de nuestra ciudad e, incluso, aconsejábale sobre algunos inciertos remedios que constituían lo poco que podía ofrecer la medicina de aquel tiempo.

En otras oportunidades, el periódico reclamó con insistencia la intervención de las autoridades a fin de que gestionaran ante sus similares de la República Oriental, la eliminación de lo que consideraba el foco más infeccioso de la zona: el saladero Santa Isabel, en el Arroyo Negro.

Algunos meses después el periódico ofreció un mensaje optimista: “Por fortuna -expresó en uno de seis artículos- las aguas benéficas de estos días han purificada el aire, lo que importa una promesa positiva de que la salubridad, lejos de alterarse, mejorara”.

Ubicación de la Fosa Común en el cementerio de C. del Uruguay

Alcanzada por la Fiebre

Lamentablemente, las esperanzas del cronista no se correspondieron con la realidad. No obstante que durante algún tiempo el buen estado sanitario de la población hizo nacer un moderado optimismo, fue inevitable que, a la larga, la epidemia también alcanzara a Concepción del Uruguay. En nuestra ciudad, la enfermedad llegó a su punto culminante entre los meses de agosto y diciembre de 1871.

Para peor, el hospital que se estaba construyendo -ubicado en la actual calle Perú, entre Galarza y Rocamora- no había podido ser terminado, ya que las obras se habían paralizado como consecuencia de las guerras jordanistas.

Justamente en aquel año, una comisión de señoras había comenzado una colecta destinada a solventar los gastos que demandase la terminación del edificio del hospital, pero, en razón de la epidemia, esos recursos debieron ser distribuidos entre las familias indigentes afectadas por la enfermedad.

Según el registro llevado por la Jefatura Política del departamento Uruguay, en el lapso agosto-diciembre fallecieron, víctimas de la fiebre amarilla, 421 personas.

De ese total, 246 fueron hombres y 175 mujeres. Si se repara que el departamento Uruguay tenía hacia 1871 una población de alrededor de 12.000 habitantes, debe calcularse en un 3,5% el índice de mortalidad causada por la epidemia en un lapso de cinco meses.

Algunas víctimas conocidas

Sabido es que la epidemia de fiebre amarilla cobró numerosas vidas, particularmente en la ciudad de Buenos Aires. Y entre ellas hubo algunas personalidades que estuvieron estrechamente ligadas a la historia de Concepción del Uruguay.

Una de ellas fue el general Lucio Mansilla, quien había sido gobernador de Entre Ríos entre 1821 y 1842. Otra fue Domingo Ereño, sacerdote y educador, que desarrolló en nuestra ciudad, junto al ejercicio de su ministerio, la acción del político de pasiones fuertes, con un arraigado sentimiento federalista.

Finalmente, diré que en ese fatídico año 1871, salvó milagrosamente su vida Honorio Leguizamón, futuro rector del Colegio del Uruguay y, por ese entonces, estudiante de medicina. En su edición del 19 de marzo, “La Democracia” publicó la noticia recibida por vía telegráfica: “El joven Honorio Leguizamón, practicante de medicina, fue atacado por la fiebre. Está mejor, delo cual nos alegramos”.

La epidemia cedió al fin. Pero el año 1871 había marcado a fuego el alma de los argentinos de aquel tiempo, particularmente de los habitantes de aquellos lugares que fueron alcanzados por la epidemia. Como vimos, Concepción del Uruguay fue uno de ellos. Constituyó, sin duda, una de esas terribles vicisitudes que suelen sobrevenir en la historia de los pueblos.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído del artículo de Urquiza Almandóz, Oscar, ”Cuando la fiebre amarilla llegó a Concepción del Uruguay”, Publicado en Diario La Calle, sección “Locales”, página 13, martes 26 de diciembre de 1995

 

 

Los africanos en Concepción del Uruguay

Antes de la construcción del edificio la Escuela Normal, en una zona baja se asenaba en barrio de los negros de la ciudad

El ser argentino se conforma con la mezcla del originario o amerindios, europeos y en muy poca cantidad africanos.

Los africanos traídos forzadamente a estas tierras, fueron dejando descendientes, muchos de los cuales eran el fruto de la unión con hispano-criollos, e indígenas. Así proliferaron los mulatos, zambos, mulatillos, pardos, que luego se mezclarían con los nuevos grupos de inmigrantes procedentes de Europa. Gran número de la gente que tenía una porción de sangre africana pasó a formar parte de los sectores marginales urbanos, del proletariado ocupado en diversas tareas, casi siempre las peores remuneradas o rechazadas por considerárselas subalternas.

Nuestra sociedad mantuvo, aunque sin admitirlo expresamente, la discriminación étnica o racial heredada de España y promovida en los escritos por los positivistas y evolucionistas sociales, y en los hechos por los modernizadores de la Argentina: Sarmiento, Alberdi, Mitre, Cané, Roca, etc. El resultado fue la negación del aporte africano a nuestra sangre y a nuestra identidad cultural, aunque esta herencia ha empezado a ser rescatada y valorada en las últimas décadas.

En nuestra provincia en particular, casi no se mencionan los africanos, pues siempre se ha escrito sobre grupos dirigentes, aquellos subordinados, indígenas, africanos y mestizos fueron dejados de lado por creer que  no habían sido protagonistas.

En los informes que Don Tomas de Rocamora enviara al Virrey Vértiz, menciono que vio unos cien ranchos habitados por naturales y mulatos en las localidades de Nogoyá, Gualeguay, Gualeguaychú y Arroyo de la China.

Los esclavos eran usados para tareas donde el propietario era el ganador. En el campo fueron usados como domadores, marcadores, capataces, peones,  hacheros, labradores. En la ciudad, de albañil, correo, aguateros. Y las mujeres, se dedicaban al servicio doméstico, cocineras, etc.

La vestimenta era parecida a la de los criollos humildes. La ropa se las daban sus amos.

En el Censo levantado por Ramírez en 1920, aparecen mencionados varios esclavos

El precio de los esclavos estaba dado por la edad, sexo y habilidades. Y las esclavas de 15 años que sabían cocinar, planchar, amasar, eran las más valiosas.

De que época estamos hablando? Si de los inicios de nuestra ciudad, en el censo ordenado por Ramírez en 1820, figuran registrados en nuestra ciudad 120 esclavos, el 54% de ellos nacidos en Guinea y 12 africanos en condición de “libres”, pero el esclavo seguía el destino de su amo. Hay documentos que hablan de esclavos hasta los años 1852/1855 por Ejemplo:

La esclava Lucia Palmero, fue llevada de Entre Ríos a Buenos Aires, en carácter de libre, pero esta debía servir a la Señora Carmen Espino por tres años, a cuyo término quedaría en libertad.

Otro ejemplo: Don Salvador Barceló, vecino de nuestra ciudad dejo asentado en su testamento que su esclavo Simón, se le otorgara la libertad después de su muerte. Esto demuestra que en nuestro país, no se cumplió inmediatamente la Constitución del 53, que disponía la abolición de la esclavitud. Recién para 1860, se cumple con la norma.

En los primeros años de nuestra Villa, se recuerdan algunos nombres de esclavos como:

Anastasio y Paulina Campana, padres de Timoteo (1788). José Justo Santos, hijo de la esclava Petrona Santos (1790). Los padres del Gral. Urquiza poseían varios esclavos, cuyos hijos, fueron bautizados con el apellido Urquiza.

Luis Aráoz, en sus memorias, escritas sobre su estadía en nuestra ciudad, entre los años 1857 y 1863, relata lo siguiente: “La manzana siguiente al Este sólo tenía, según recordamos, unos ranchos sobre la calle 9 de Julio, en el primer cuarto de manzana del Oeste, de propiedad de la familia de los morenos Ríos (se refiere a la delimitada por las hoy Artigas y Tibiletti). Allí se reunía mucha gente de color en los candombes de los días sábado. Los gritos al toque de tamboriles se oían claramente desde el Colegio”.

En otra parte de su obra, Aráoz nos cuenta que “Más hacia el Sur, (donde está hoy la Escuela Normal de Profesores), era mayor el rancherío. Los sábados no se oraba, por los gritos al son de grotescos tamboriles de los negros, que pasaban toda la noche bailando candombe. Había bastantes africanos viejos.

En Concepción del Uruguay algunos pocos vástagos de las familias originarias de África quedaron registrados en las crónicas o en la memoria colectiva. Entre otras, sobresale Irene Jurado, parda liberta, entrerriana, nacida alrededor de 1818, que formaba parte de la servidumbre de Mariano Jurado. Años más tarde pasó a prestar servicio en la casa de Carmen Uribe Britos y colaboró con ésta en el hospital de sangre que se improvisó en noviembre de 1852 cuando la ciudad fue atacada por las fuerzas de Juan Madariaga. Dicho hospital funcionó en la actual calle J .D. Perón n° 82-92 .26. Irene Jurado también era renombrada por sus dulces, a tal punto que el general Urquiza, en un agasajo que ofreció a diplomáticos norteamericanos, el 11 de marzo de 1859, en el Palacio san José, le encargo 6 dulceras con 9 libras.

Los antiguos alumnos del «Colegio del Uruguay» al hacer el repaso de su vida estudiantil, no podían omitir en sus evocaciones al personal del establecimiento como -entre otros- el portero de las primeras épocas, el negro Trifón Ríos “muy querido y considerado por su buen carácter y por su seriedad”. Éste había quedado manco como consecuencia de una herida recibida en la batalla de Caseros y, en compensación, se le había dado trabajo en el Colegio.

También en la zona rural quedaban algunos descendientes de africanos integrados con la población criolla y participando en sus labores cotidianas y reuniones festivas. Honorio Leguizamón evocaba la celebración de una boda en una estancia del Calá, por la década de 1860; entre los concurrentes a la fiesta, llamó la atención la llegada de tía Joaquina, “…una Venus hotentote, célebre bailarina de la danza de las caderas (candombe) y no menos célebre fabricante de pasteles para yerras y trillas“. El mismo autor, recuerda una visita que hizo a la casa de su abuela que vivía en Nogoyá, quien tenía unas “negritas libertas”, que se levantaban temprano para ordenar las vacas.

Entre las víctimas de la epidemia de fiebre amarilla que se desató en el departamento Uruguay entre agosto y diciembre de 1871, sobre un total de 421 decesos, se registró el de 10 africanos (cuatro mujeres y seis varones). Estas epidemias, sumadas a otros factores, como la mortalidad infantil y la disminución de los varones adultos obligados a participar en la guerra, provocaron una sensible merma de la población de origen africano, no sólo de esta ciudad, sino de toda la región.

Nos dice Harman:

“el desprecio, la marginación y el olvido fueron algunas de las consecuencias de un largo proceso de relaciones sociales asimétricas. Sera ahora el tiempo de reflexionar sobre la realidad heredada para que podamos construir – sin exclusiones – una realidad diferente y para que no haya más rostros  invisibles en nuestra historia”.

Edición: Civetta, Virginia y Ratto, Carlos. Textos extraídos de Harman, Ángel, “Los Rostros Invisibles de nuestra Tierra”, 2010; Miloslavich de Álvarez, María del Carmen “Hace un largo fondo de años. Genealogía Uruguayense”, 1988 y Mallea, Lorenza y Coty Calivari, “Las mallas del viaje”, ediciones El Mirador, 1982

 

 

El “Hotel de Inmigrantes” de Concepción del Uruguay

Muelle exterior sobre el río Uruguay, fue inaugurado en diciembre de 1887, con la asistencia del Presidente de la Nación Doctor Miguel Juárez Celman.

El 7 de octubre de 1883, el Gobierno Nacional decide construir el “primer Hotel de Inmigrantes del país, en el Puerto de Buenos Aires, (no el actual) en la bajada de la calle San Martin con una capacidad para 4200 pasajeros.

Por Ley de la Nación de fecha 3 de noviembre de 1887, se dispone la construcción de “Hoteles de inmigrantes” en diversos puntos del país de dos categorías (Primera y Segunda), proveyéndose para Concepción del Uruguay, la construcción de uno de segunda categoría.

Por Decreto del 18 de julio de 1888 se aprueba la construcción de “Hoteles de Inmigrantes” de Primera Clase en las ciudades de Paraná, Santa Fe y Rosario a razón de $ 100.000 cada uno.

Hoteles de inmigrantes de Segunda Clase se proyectaron en varios puntos del país, entre ellos en Concepción del Uruguay con un presupuesto de $49.000 m/n, siéndole adjudicada la obra al constructor local Enrique Deloir por Decreto del 23 de octubre de 1888. Para fiscalizar la obra en nuestra ciudad, por Decreto de fecha 6 de noviembre de 1888 se nombra al Sr. Gabriel Clavere con un sueldo de $100 mensuales.

Para su construcción, la Municipalidad de Concepción del Uruguay, cedió a la Nación la manzana delimitada por las actuales calles Santa Teresita por el norte, Fray Mocho por el este, Teniente 1° Ibañez por el sur y Zaninetti po rel oeste (hoy depósitos obras sanitarias municipales y tanque elevado)

Si bien en el ámbito municipal, no he encontrado documentación que avale esta cesión a la Nación, me remitiré a otras fuentes, que ratifican lo expresado. En 1899 el Gobierno Nacional, requiere al Rector del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza, que eleve un informe detallado de los edificios y terrenos en la ciudad que sean “propiedad de la Nación”.

En su detallado informe, el Rector Dr. Zubiaur, de fecha 5 de enero de ése año señala,  entre otros, como de propiedad de la  Nación “una manzana de terreno en los suburbios de la ciudad destinada a “Hotel de inmigrantes”.

En 1912, la Municipalidad local publica un “nuevo plano catastral de la ciudad” mencionando en el cuartel I manzana N° 211 (de ése entonces) en las referencias del plano “Hotel de Inmigrantes” cuya ubicación coincide con la actual manzana N° 664 del mismo cuartel, la que he hecho referencia con anterioridad.

Este documento, despeja toda duda de donde se iba a construirse el “Hotel de Inmigrantes” de Concepción del Uruguay.

Estación de trenes de C. del Uruguay, fue habilitada Decreto del 30 de junio de 1887, realizando su paso el primer tren por esta línea el 19 de julio de 1887.

El lugar estaba muy bien seleccionado, dado que se encontraba cerca de la estación del ferrocarril Central Entrerriano, que en ésa época unía el “muelle nacional” sobre el Rio Uruguay, con la estación local; además era cabecera de la línea troncal de Paraná Concepción del Uruguay, lo que permitía el traslado de los inmigrantes a cualquier parte de la provincia y aún a Corrientes y Misiones.

Además al estar alejado dela ciudad, permitía su uso como “lazareto ” en caso que los inmigrantes alojados, debieran realizar algún tipo de “cuarentana”.

¿Que fue del edificio proyectado?

Los trabajos de construcción del ” Hotel de Inmigrantes ” se inician en el mes de enero de 1889 a cargo del reconocido constructor local Enrique Deloir, adjudicatario de la obra. En mayo de ése año, los trabajos se encontraban en plena ejecución, pudiendo observarse en la prensa local, los llamados a licitación para la provisión de materiales con destino al edificio

El sobreestante (supervisor) de las Obras Gabriel Clavere, es separado de su cargo por Decreto de fecha 23 de noviembre de 1889 y se nombra en su reemplazo por decreto del 4 de diciembre del mismo año al Sr. Simón Belascoain, que aparte de su cargo de sobrestante es designado secretario de la “Comisión de Migraciones”.

Para Julio de 1890, las obras del “Hotel de inmigrantes” se encontraban paralizadas habiéndose realizado solamente la nivelación del terreno y parte de los cimientos. La falta de pago por parte de la Nación, de los “certificados de obra” a raíz de la crisis por la que atravesaba el país (crisis del año 1890) motivan que la empresa constructora de D. Enrique Deloir presente quiebra, lo que lleva a la Nación a rescindir el contrato por Decreto del 10 de julio de 1890, perdiendo éste la fianza que oportunamente había depositado.

Mediante Decreto del 11 de agosto de 1890 se le retira a D. Simón Belascoain el sobresueldo de $50 pesos que se le habían asignado como supervisor de las obras del “Hotel de Inmigrantes” de Concepción del Uruguay, por haberse dejado “sin efecto” su construcción.

La última referencia a esta obra es un artículo del conocido historiador local D. Benigno Teijeiro Martínez publicado en el periódico El Radical” de fecha 19 de enero de 1893, donde describe la ciudad y sus edificios expresando: “…la ciudad tiene 18 cuadras de norte a sur y 25 cuadras de este a oeste…” al referirse al Hotel de inmigrantes expresa “no construido”.

La manzana de terreno, que había sido destinada a tal fin, permaneció como terreno baldío por varios años, hasta que fuera cedida a la Nación, para depósito de materiales y caños de las Obras Sanitarias Nacionales, obras que se iniciaron en el año 1924 y libradas al servicio público el 19 de enero de 1928.

Casa de la familia Briozzo en el puerto viejo, comunmente confundida con un “Hotel de Inmigrantes”, no tenía sentido hacerlo en esa zona cuando para 1888 el puerto de la ciudad ya no se encontraba en ese lugar. (Foto: Héctor Ferrari)

Al transferirse los servicios de Obras Sanitarias de la Nación a partir del 19 de diciembre de 1981, el predio y las construcciones existentes en él, pasan a propiedad de las Obras Sanitarias de la Municipalidad de Concepción del Uruguay.

Posteriormente en el año 1982, en un sector de la manzana, se construye un tanque de agua potable elevado, que después de varios años de construcción, es puesto en servicio en el año 1984.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído de: Rousseaux, Andrés, “La Casona de la familia Briozzo” del libro “Concepción del Uruguay, edificios con historia, Tomo III 

Toponimia de nuestra región. Parte 2

Puente sobre el Arroyo Urquiza en 1920. (Foto: Omar Gallay)

Agradecemos al Archivo de la provincia de Entre Ríos por colaborar con todos  nosotros, al hacernos llegar el libro de autoría de Rubén Bourlot y Juan C. Bertolini, denominado “Índice Sintético de la toponimia entrerriana” y que compartiremos con nuestros seguidores en sucesivas entregas.

Estudiar los  nombres de los lugares de un territorio, su toponimia, es muy interesante, ya que podemos distinguir connotaciones sociales, históricas, políticas, culturales, educativas y económicas. Todo hace a la identidad en este caso particular de nuestra provincia.

La toponimia entrerriana es muy rica y variada. Algunos nombres que se conservan son los dados por los aborígenes, otros dados por el proceso de poblamiento, con inmigrantes europeos. También dados por la unión de estos dos últimos, y más tarde por el trazado del ferrocarril que recorrió la provincia de Este a Oeste y de Sur a Norte.

Se da en nuestra provincia, que los lugares naturales describen una característica. Por ejemplo: “Arroyo Sauce”, indica la presencia de esa especie en la zona. Otras que hacen referencia al origen de los habitantes “Aldea Brasileña”. Otras que hacen referencia algún establecimiento o industria, como: “Estancia Grande o Pueblo Liebig”. Algunos también llevan el nombre de su fundador o de algún familiar, “Villa Elisa”

Portada del libro de: Bourlot, Rubén y Bertolini, Juan, “Índice sintético de la toponimia entrerriana”, 2016

El topónimo o nombre del lugar, consta de dos elementos: genérico y específico.

Elemento Genérico: sierra, barrio, río, pueblo, etc.

Elemento específico: Paraná, Ibicuy, Rosario del Tala.

En el trabajo a que nos referimos, los topónimos se clasifican en:

Toponimias vinculadas con los cursos de agua.

Toponimias vinculadas con la vegetación.

Toponimias vinculadas con el relieve.

Toponimias vinculadas con la ocupación de la tierra.

Toponimias vinculadas con la colonización agrícola

Toponimias vinculadas con recursos naturales.

Toponimias vinculadas en lenguas indígenas.

 

 

Ejemplos:

1° de Mayo: estación y población. Situada en el distrito Molino, departamento Uruguay, es una estación de ferrocarril correspondiente al ramal de Caseros a Villa Elisa. El pueblo creció alrededor de la misma, en campos donados por Doña Dolores Costas de Urquiza y tomo como fecha de fundación el 21 de julio de 1907 que fue la inauguración de la estación. Ambas toman el nombre de la Colonia homónima.

Abrojal: afluente de la margen derecha del arroyo San Lorenzo, en el distrito Potrero, departamento Uruguay. El nombre hace referencia al abrojo, una planta de la familia de las cigofiláceas, de tallos largos y rasturos, hojas compuestas y frutos casi esféricos y armados de muchas y fuertes púas. Es considerado una maleza en la provincia.

Alarcón: distrito del departamento Gualeguaychú. El nombre proviene  del arroyo homónimo y deriva de Andrés Alarcón, oficial de Milicias de Gualeguaychú y Comisionado en el Arroyo de la China en 1779. La población de la zona constituye una Junta de Gobierno.

Aldea Santa Anita: actualmente Santa Anita. Situada en el distrito Genacito, Departamento Uruguay. Fundado en 1900, con inmigrantes alemanes del Volga. El fundador fue el padre Enrique Becher con la colaboración del padre German Locken que localizaron en el lugar familias de escasos recursos, en tierras de la estancia Santa Anita de Juan Van Deus, adquiridas con ese propósito, de ahí el origen del nombre.

Arroyo Urquiza: es un paraje situado en el distrito Molino, departamento Uruguay, sobre el ex ramal ferroviario de Concepción del Uruguay a Concordia que fue habilitado al tráfico en 1913. Lleva el nombre del arroyo.

Cambacuá: es una isla, situada sobre el Rio Uruguay al sur de Concepción del Uruguay. La palabra de origen guaraní que significa “Cueva de negro”, de camba: negro y Cua: cueva.

Gená: arroyo afluente de la margen derecha del río Gualeguaychú, en el distrito Genacito, departamento Uruguay. Su nombre recuerda a una tribu de los Genoas  y el vocablo se ha extendido a su afluente el Genacito.

A principios del Siglo XVIII, el topónimo indicaba un paraje. En la carta de 1840, el Gena y Genacito figuraban ya como tributarios del Gualeguaychú. En la costa del Gená, se libró la batalla  del mismo nombre el 20 de octubre de 1821. Favorable a las fuerzas del Gobernador Mansilla, su oponente José Ricardo López Jordán se retiró a Paysandú.

Edición: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Texto extraído de: Bourlot, Rubén y Bertolini, Juan, “Índice sintético de la toponimia entrerriana”, 2016

 

 

 

 

 

Plano del Colegio del Uruguay en 1875

En esta foto se puede ver el aljibe al centro del patio y el reducido espacio de las galerías del Colegio

Primera remodelación y ampliación

Debido al asalto a sangre y fuego del Colegio realizado por las tropas de Ricardo López Jordán en 1870, el edificio sufrió una serie de importantes deterioros, a los que debían sumarse los producidos por el paso del tiempo.

El Rector Dr. Agustín Mariano Alió comenzó a gestionar ante la superioridad la remodelación y ampliación del mismo, resolviendo por decreto del Presidente Domingo Faustino Sarmiento, en el año 1873, llevar a cabo la obra.

Se autorizó la construcción de un primer piso como así también realizar las ochavas en las esquinas de la planta baja para llenar una disposición municipal reciente.

Cinco empresas se presentaron a la licitación y después de una serie de problemas con quien había presentado el presupuesto más bajo la obra fue adjudicada a José Fossati, firmándose el 28 de octubre de 1873 el contrato para la ejecución de la obra.

El proyecto del primer piso fue realizado por Don Pedro Melitón González, presidente del Departamento Topográfico de la Provincia siendo designado inspector de obra, labor que desarrollo con eficacia y esmero. Llamó nuestra atención la rapidez con que fue concluida, ya que el 30 de junio de 1874 el constructor hizo entrega del edificio terminado el cual fue aceptado por el inspector.

En esta publicación se puede ver el plano del Colegio remodelado, como puede verse, ya sin previsión para el internado y tampoco aparecen las dependencias cedidas al gobierno de Entre Ríos.

Este plano ha sido re dibujado por los administradores, y fue tomado del original que se halla en el palacio San José. Como puede apreciarse, la disposición de los espacios es muy distinto al Colegio de hoy podemos ver, que fue resultado de la última gran modificación que se realizó entre  1934 y 1942.

Plano del Colegio del año 1875

La segunda remodelación

Esta se basó en un pedido del Rector Dr. José Haedo a su superior jerárquico expresando que “… puede afirmarse que en muchas aulas y dependencias el estado del edificio representa un verdadero peligro”.

Meses después volvió a describir el estado lamentable del Colegio afirmando que se “…notan grietas no solamente en los muros sino también en los cielorrasos de yeso, produciéndose desprendimientos (…) No sería del caso limitarse a simples reparaciones o retoques, pues se requieren obras de consolidación, reconstrucción y ampliaciones…” sugiriendo el desmantelamiento, pero conservando el tipo de arquitectura.

Finalmente en noviembre de 1934 el Ministerio de Obras Públicas de la Nación informó la necesidad del desalojo del edificio en los primeros días de enero de 1835, cosa que se realizó, pasando a funcionar en tumo de la tarde de la Escuela Normal.

En este caso, en 1937, se procedió a la demolición de tres de sus lados, quedando solamente frente y el Mirador, que fueron considerados de mayor valor histórico. En los lados norte y sur fueron demolidas las aulas y dependencias que daban sobre el patio, quedando las grandes galerías cubiertas que hoy podemos ver. Finalmente, la obra fue entregada con fecha 29 de abril de 1942 y el 27 de mayo de mismo año se procedió a iniciar las clases en el edificio restaurado después de un periodo de más de 7 años.

Edición: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído de: Argachá, Celomar José, “Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza””, 2006

 

 

El Jardín Botánico de Pablo Lorentz

Foto de la Basílica de 1 c. 1880, a su costado derecho puede verse el baldío en que se pensó en hacer el Jardín Botánico

Pablo Lorentz nació en Sajonia, el 30 de agosto de 1835, su esposa fue Juana Herminia Franz, oriunda de Pirna (Sajonia).

Pablo Gunter Lorentz

Fue profesor de la Universidad de Múnich dónde su nombre cobró dimensión universal. Fue contratado en 1859 por la academia de Ciencias de Córdoba, pero por razones circunstanciales no pudo hacerse cargo de su cátedra y se instaló en Concepción del Uruguay como profesor titular del Colegio del Uruguay.

El 20 de enero de 1875, fue designado profesor del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza, por Decreto firmado por el entonces presidente argentino Nicolás Avellaneda y el Ministro de Educación Onésimo Leguizamón.

Las obligaciones de eran, entre otras, la de desempeñarse como profesor de la materia Historia Natural y, con los objetos que recogiera en sus excursiones y con los que adquiera en el extranjero, las colecciones que iban de constituir el Museo de Historia Natural en el expresado establecimiento.

Una vez instalado en Concepción del Uruguay, Pablo C. Lorentz decidió formar en terreno perteneciente al Colegio un Jardín Botánico, para ello se dirigió al Rector Dr. Clodomiro Quiroga (1875/1880) y éste al Ministro, Dr. Onésimo Leguizamón, pidiendo autorización para ocupar con aquel fin, el patio del instituto.

Leguizamón, como ex-alumno del Histórico establecimiento y condiscípulo de Clodomiro Quiroga allá por 1858, le escribió al Rector lo siguiente: “Por el conocimiento personal que tengo del edificio  pienso que el jardín que el Dr. Lorentz se propone formar no quedaría en buenas condiciones, tanto por lo reducido, cuanto porque ese terreno presta actualmente servicio indispensable al Colegio” (…) “Por esta razón, juzgo conveniente buscar otro lugar que no ofrezca las dificultades indicadas”.

Clodomiro Quiroga, Rector entre 1875 y 1880

“Frente al Colegio y hacia un lado de la Iglesia, existe un fundo inculto que, quizás su propietario lo cediese por cierto tiempo para establecer en él, el Jardín Botánico..”.

“Recomiendo (…) al Sr. Rector haga diligencias en ese sentido..”

Surgen de inmediato algunas dificultades, por cuanto el dueño ofrece en venta el citado terreno y Leguizamón le pidió al Rector que solicite al Gobierno de la provincia de Entre Ríos la cesión de uno, por cuanto, agregó “…no será difícil conseguir esto, por cuanto (…) los trabajos  que se tiene en vista son por su naturaleza de una utilidad real para esa ciudad”.

Esto demuestra que el Ministro de Instrucción Pública de la Nación tenía cabal conocimiento del pueblo donde había pasado sus años juveniles. Además, en aquella época, en 1875, eran numerosos los, terrenos baldíos en el mismo centro de la ciudad, pertenecientes en su mayoría al fisco.

Interesado el Gobierno entrerriano del asunto de referencia, de inmediato ofreció uno a la superioridad y Leguizamón en carta a Quiroga le dice: “Sírvase Ud. proceder de acuerdo con el Sr. Gobernador de esa Provincia y el Profesor Dr. Lorentz, a la elección del terreno destinado al Jardín Botánico, pidiendo se efectúe la cesión (…) en favor de ese Colegio”. A los pocos días, el 11 de junio de 1875, elevó el Rector al Ministro, el plano del terreno elegido de común acuerdo con el Dr. Lorentz.

El 15 de julio del mismo año Leguizamón agradeció la información, afirmando que el Gobernador entrerriano ya le había comunicado la noticia, ordenando “…proceder a tomar posesión del referido terreno, dando cuenta a este Ministerio”.

Solucionado el problema de espacio, le tocó a Pablo Lorentz organizar el Jardín Botánico y además, establecer el Museo de Historia Natural que el Decreto de designación mandaba.

Ante el reclamo del Rector Quiroga por la demora en su implementación, el docente alemán le escribió una larga carta al directivo explicando y definiendo las tareas y pasos a realizar.

Con respecto al Jardín Botánico afirmó que si bien el Gobierno provincial cedió un terreno de dos cuadras y media, alcanzaba con una sola cuadra, por cuanto la enseñanza a impartirse no iba a ser de tipo universitaria sino elemental, por tratarse de un colegio secundario.

Además sostenía que una media cuadra era totalmente baja y anegadiza, pero que podía emplearse “…parte de este terreno (…) para objeto del Colegio (…) para colocar la basura, para cultivar algunas legumbres…”.

Podemos apreciar en estas palabras el espíritu utilitario de los alemanes, tratando de no desaprovechar el regalo ofrecido.

Agregaba luego que “…no siendo el Jardín (…) un paseo público, lo podemos hacer (…) de una manera llana, no decorativa (…) con menos gasto…”, con “…una muralla alta y buena alrededor, no (…) un cerco simple”.

Su preocupación fue la designación de un buen jardinero, “…el que debe ser hombre bastante inteligente…”, porque allí no sólo se cultivan especies ordinarias, “…las cuales tienen diferentes condiciones de existencia”.

A renglón seguido dice que “…el jardinero (…) contrataría peones y haría los trabajos de primera necesidad”.

Sabedor Lorentz de la crisis económica que periódicamente padecía nuestro país, afirmó: «Estando (…) muy limitados los recursos del Exmo. Gobierno Nacional nos podíamos contentar con esto por el primer año; en el año siguiente se podría hacer una habitación para el jardinero con un cuarto de semillas y un cuarto de herbario (…), con una biblioteca chica y además poner en el bajo (zona anegadiza) una máquina de vapor para alzar el agua de riego y de los acuarios (…) y al fin hacer (…) una vidriera (¿invernadero’?) para plantas exóticas”.

“Hecha estas cosas podría entonces entregar el Jardín a mi sucesor y volver a Córdoba “.

Termina su nota, como podemos apreciar, de una manera inusual para su formación germana. Lo vemos eufórico, lleno de ricas iniciativas, alguna de tecnología de punta como lo llamaríamos hoy, al solicitar una máquina a vapor para elevar el agua a un tanque para facilitar el regado del Jardín Botánico.

 

Dificultades

Otra vista del baldío existente entre la basílica y el Colegio. C. 1875

Si bien Lorentz hizo hincapié en que eran muy pocas las cosas que solicitaba para iniciar el Jardín Botánico, por cuanto eran escasos los recursos que poseía el Ministerio ante la crisis económica, no sabía que a partir de 1876 entró nuestro país en una virtual cesación de pagos que obligó a Nicolás Avellaneda a hacer severos recortes en el presupuesto para evitar un verdadero caos en la administración.

Al carecer de partidas mínimas para ir instrumentando el jardín, la idea se fue abandonando, sin embargo, Lorentz volvió a insistir a lo largo de todo aquel año sin éxito.

Finalmente, por Resolución de Ministerio de Instrucción Pública de la Nación de fecha 24 de enero de 1877 se le informó al Rector que el Gobierno Nacional “…ha resuelto devolver al Gobierno de Entre Ríos el terreno (…) por no poder por ahora proceder a su creación…”

Ante la demora en reintegrar el inmueble, a fines de 1877 la Superioridad le ordenó al Rector el 19 de diciembre lo siguiente: “Habiéndose pedido el terreno de que se trata, para la formación de un Jardín Botánico, verificándose la donación en este concepto expreso según consta en el expediente y no pudiendo en justicia ni equidad retenerse el mencionado terreno, cuando el PE. ha desistido por ahora, del pensamiento enunciado, por la necesidad de reducir en lo posible los gastos públicos, devuélvase con los títulos adjuntos y avísese en respuesta al Gobernador de Entre Ríos, oficiándose al Rector (…) para que de posesión de ellos a quien corresponda”.

Así se frustró una creadora iniciativa, la falta de dinero por parte del Ministerio de Instrucción Pública de la Nación no permitió que una ciudad del Interior tuviese un Jardín Botánico, dirigido por un sabio y que hubiera dado lugar a la formación de jardineros y horticultores que a nuestro país tanto le hacía y le hace falta.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído de: Argachá, Celomar, “Tiempo de desbordes y bochinches. El Colegio después del Jordanismo”, Ediciones “El Mirador”, 1998