Plaza “San Martín”

Plaza San Martín foto publicada en un álbun de fotos de 1920

En un plano antiguo de la ciudad del año 1850, nos muestra la manzana delimitada por las calles “De Mercado”, (hoy Estrada), Vences (hoy Leguizamón), Paraná (hoy Congreso de Tucumán) y Uruguay (hoy Artusi), estaba reservada con destino al “mercado de la Ciudad”.
Un nuevo plano del año 1853, confeccionado por el Arq. Francés Augusto Picont, se mantiene este solar con destino para un “mercado”. En el proyecto de Urbanización para la capital de Entre Ríos, realizado por el Agrimensor Juan Leo, también mantiene el terreno asignado para el Mercado.
Como se consideró que este predio estaba alejado del centro de la ciudad, se construye en 1865, el Mercado en calles 3 de febrero y Rocamora, dándole el nombre de Mercado 3 de febrero.
El antiguo terreno al quedar desocupado, la Municipalidad de Concepción del Uruguay, lo destina para Plaza pública, a la que se llamó “Plaza Tomás de Rocamora”. Se procedió a mejorar el terreno, desmalezando y plantando especies arbóreas. Al inaugurarse se enterró una caja de hierro con documentación de la ciudad.
Algunos historiadores de la ciudad, dan cuenta que esta plaza no estuvo cuidada en sus principios.
Al aproximarse la celebración del “Centenario de la Revolución de Mayo” (1910), el Poder Ejecutivo de la provincia de Entre Ríos, adquiere una estatua ecuestre del Gral. José de San Martín, para ser emplazada en la plaza 1° de mayo de la ciudad de Paraná.
El Diputado Provincial de la ciudad de Concordia Damián Garat, considero que éste se comportaba de manera egoísta, ya que otras ciudades también querían rendir homenaje al Libertador. Su proyecto fue la compra de cinco estatuas ecuestre para ser destinada en las ciudades de Paraná, Concordia, Gualeguaychú, Victoria y Concepción del Uruguay. Esta iniciativa se transformó en Ley y por supuesto provoco la reacción de algunas ciudades que quedaron excluidas.
Recibida la comunicación en nuestra ciudad, se comenzó con la búsqueda para su emplazamiento. Se resolvió ubicarla en la Plaza Nueva, a la que se decide cambiar el nombre. Es así que mediante Resolución de HCD de fecha 27 de octubre de 1909 y Ordenanza número 222, de 1910, la actual Plaza Rocamora pasa a llamarse “José de San Martín”.
En el acto inaugural hizo uso de la palabra, el Pte. de la comisión popular Pro-cementerio” sr. Tenreyro, quien destaco la personalidad del Libertador.
Luego hubo carreras de sortijas y juegos populares y para finalizar fuegos artificiales y cine gratuito.
Con el tiempo la plaza se fue remodelando, agregando veredas y alumbrado hasta llegar a nuestros días.
Texto: Virginia Civetta/Carlos Ratto. Fuentes principales: Prefecto (RE) Andrés Rousseaux Diario La Calle 25/05/1997 y Urquiza Almandoz, Historia de Concepción del Uruguay, Tomo III 

Plaza “General Francisco Ramírez”

Plaza General Francisco Ramírez, aproximadamente en el año 1900

Sitio histórico central de la ciudad definido por Don Tomás de Rocamora en el momento de la fundación, el 25 de junio de 1783. Toma ese nombre a partir de la sanción de la ley del 30 de octubre de 1827.
Es Lugar Histórico Nacional porque allí se leyó el Bando del Pronunciamiento de Urquiza contra Rosas, dando comienzo a un proceso que culminó con la Batalla de Caseros (3/2/52) y la sanción de la Constitución Nacional de 1853. A lo largo de su historia tuvo diferentes diseños. En 1999 la plaza fue reacondicionada totalmente adquiriendo la fisonomía con que la encontramos actualmente.

Fue declarada Lugar Histórico Nacional mediante el Decreto Nº 7.984 del 30 de abril de 1956 firmado por el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, en ocasión de celebrar se el 105 aniversario del 1º de mayo de 1851.
El monumento original que se ubicaba en su centro, fue erigido en el año 1827 mediante una Ley sancionada por iniciativa del Presidente de la Legislatura Entrerriana J. J. de Urquiza, fue el primer monumento en homenaje que se realizó al general Francisco Ramírez en nuestro país.

La pirámide actual es del año 1858, siendo colocada su piedra fundamental el 18 de agosto de ese año. La misma fue reconstruida, en realidad se edificó un nuevo monumento que reemplazo al anterior, por Decreto del Presidente de la Confederación Argentina general Justo José de Urquiza, siendo el costo asignado para la obra de 3.000 pesos.
Su diseño fue realizado por el arquitecto Pedro Fosatti. El autor, como escultor, de los medallones de sus caras fue el Arquitecto Juan Fosatti quien para lograr la mayor fidelidad posible para el medallón que ostenta el perfil del general Ramírez, de quien no existe retrato contemporáneo, se valió de las indicaciones de los generales Miguel Galarza y Antonio Urdinarrain, del coronel Warlet y de una hermana de Ramírez, quienes lo habían conocido personalmente.
En el año 1926 se le agregan, por iniciativa del Centro de Intereses Comerciales placas de mármol con leyendas alusivas a la figura y a la acción desplegada por el General Ramírez, que ya se hallaban previstas en la ley de erección de la primera pirámide.

Asesinato del General Justo José de Urquiza

Ilustración que muestra el momento de la muerte del general Urquiza

El 11 de abril de 1870, un atentado que culminó con la vida del general Justo José de Urquiza en su residencia de San José, para conmemorarlo transcribimos casi en su totalidad una publicación del Palacio San José, elaborada por Ana María Barreto Constantín, titulada “11 de abril de 1870. Muerte del General Justo José de Urquiza. Testimonios de un pasado trágico”,  y es un interesante relato de la muerte del general a través de diferentes testimonios, entre ellos los de Dolores Costa, esposa del General Urquiza, José Romualdo Baltoré, ministro del General, Carlos Anderson, Excequiela Bejarano de Solís y Marcelina Galván, personal de servicio del Palacio y Marín Avise, jardinero del establecimiento. Este trágico hecho, que aún hoy conmueve la los entrerrianos, merece ser conocido y destacado para que nunca más las diferencias políticas se solucionen de esta terrible manera

 

Ataque a la Residencia y muerte del general Urquiza

El asalto a la residencia de San José el 11 de abril de 1870 cambió los destinos de una familia, pero también de la provincia y aún de la nación Argentina. La muerte de Justo José de Urquiza se produjo como resultado de una conjura. (…)

La historia comenzó en la estancia de Ricardo López Jordán en Arroyo Grande en el Departamento Concordia. A dicho lugar concurrió José Mosqueira, un hacendado de Gualeguaychú, junto con un reducido grupo de conjurados. Había recibido por parte de sus amigos noticias, de que se preparaba un movimiento revolucionario para “derrocar al gobierno del General Urquiza, con el objeto de poner un gobierno más liberal y reivindicar los derechos usurpados por ese gobierno” según declaró meses más tarde. El plan fue acordado. El lugar del encuentro, la misma estancia, “el 9 de abril a las siete de la noche”. Con treinta hombres al mando del mayor Robustiano Vera y José Mosqueira, partió la comitiva desde Arroyo Grande hacia a la estancia San Pedro, propiedad del General Urquiza. Allí debían colocarse a las órdenes del Coronel Luengo, el que los esperaba con alrededor de veinte hombres más y desde allí emprender el viaje hacia el Palacio San José.

Las órdenes recibidas fueron las de apresar al General Urquiza y llevarlo a la presencia del jefe revolucionario, con la expresa recomendación según aclaró José Mosqueira, de respetar “. . .la familia e intereses como cosa sagrada, que si algún subalterno contrariaba estas órdenes que lo fusilasen en el acto…”

Formaban parte del grupo, además de los mencionados: Ambrosio Luna, Pedro Aramburu, Juan Pirán, Facundo Teco, Agustín Minué, Mateo Cantero y Nicomédes Coronel, este último mayordomo de la estancia San Pedro.

A poco de arribar al Palacio San José, los asaltantes detuvieron su marcha. El Coronel Simón Luengo, les dio precisas instrucciones: “A Bera lo mandó tomar la guardia en los cuarteles de  enfrente de San José, con la orden de que si no podía tomar estuviese hasta que fuesen al auxilio de ellos. A Mosqueira, la orden de que con treinta hombres debía tomar las puertas de San José y sostenerse allí hasta que entrasen y saliesen”, “Entraron todos por la puerta principal, que conduce a la capilla, extendiéndose después por todo el resto del edificio. . .”,  declaró Dolores Costa, esposa del General Urquiza durante el juicio que se le inició años más tarde a José Mosqueira por el asesinato del militar entrerriano. Por su parte, una de las hijas adolescentes del matrimonio Urquiza registró lo acaecido de la siguiente forma: “Todo fue rápido, tan violento, tan deslumbrador que nos sorprendió como el relámpago de un rayo. Estábamos en semana santa a la melancólica hora de la oración. Tata tenía la costumbre, a la caída de la tarde de sentarse al abrigo del corredor, frente a la puerta de la sala para escucharnos a Lola y a mí, que siempre ejecutábamos a dos pianos algunos tozos de música clásica. . . En el preciso instante en que una campanada de reloj del mirador anunciaba las siete y media, oímos estremecidas de horror los gritos salvajes de las bestias humanas que rugían buscando su presa. La canalla, orientada y guiada por el principal asesino, invadió los jardines y penetró en el Palacio disparando sus armas y gritando: “Muera Urquiza”.

En el interior de la residencia: “Estando todas las del primer patio de San José perfectamente iluminadas con lámparas a querosén y alumbrados los patios con la luz de una luna muy clara que alcanzaba hasta iluminar los zaguanes, oyó la declarante (Doraliza Costa de Balestrín), desde una de las piezas del segundo patio donde se encontraba la declarante a esa hora, la voz de su hermana Dolores que pedía protección para su esposo Justo. . .”

En la galería de la fachada del edificio, José Romualdo Baltoré (ministro del General) acompañaba al dueño de casa: “…el General se hallaba a pocos pasos de la secretaría en compañía de Don Juan P. Solano. En tales momentos oímos un rumor confuso de hombres a caballo que corrían. Un segundo después se distinguieron las voces de muchos hombres y visiblemente el ruido aumentaba al aproximarse a la entrada principal de la casa…”, “…El General se levantó seguido por el Sr. Solano, atravesó el primer patio en dirección a la entrada principal, haciéndolo con bastante celeridad. Al llegar al segundo zaguán oí estas voces: ¡Abajo el tirano!¡Viva el General López Jordán, y en seguida un tiro, cesaron las voces, y se sintieron en su lugar el ruido de hombres que corrían. El General vestía de blanco. Los patios estaban iluminados y debió ver y ser visto, pues se detuvo en su marcha y a medio correr entró a sus habitaciones… el patio se llenó de gente y comenzaron a oírse tiros sin orden ni concierto… , después, supe que quien le había pegado el tiro fue el Pardo Luna… y el que le dio de puñaladas fue Nicomedes Coronel.” Por su parte, Carlos Anderson, ayudante de servicio la noche del suceso fatal, ante una entrevista practicada años más tarde por uno de los más prestigiosos literatos, Fray Mocho, acotó ante la consulta: “. . .Recuerda el hecho?”

-Vaya como para olvidarlo. Lo tengo tan presente como si hubiera sido ayer – relató casi treinta años después- …Yo estaba de guardia y mi hermano, que era el otro ayudante estaba en cama, razón por la que me encontraba en su cuarto acompañándole, juntamente con un paisano Molina ,de Gualeguay, que había venido a cobrar unas vacas vendidas al general, que era muy negociante. Serían entre las siete y cuarto y siete y veinte de la noche, cuando sentí que don Justo, que estaba como era su costumbre, tomando el té bajo la galería, casi en el entrada del patio, le preguntaba al hombre de servicio: -¿Que ruido es ese?

-Parece un tropel de gente, señor.

-¡Ah ¡ Ahí …Eso es. Ha de ser una comisión que debe llegar de Nogoyá. .. Y luego no más, como el tropel siguiere y no se detuviese donde estaba ordenado se detuviesen las comisiones, agregó -ya gritando- “Son asesinos. . .cierre la puerta del pasillo”. Y lo oí que corría para la sala costurero de la señora que quedaba casi en la esquina del patio y se comunicaba con la torre del Palacio por medio de otro cuartito donde estaba la escena que era de fierro y de esas llamadas de caracol. En la torre había armas y si el General sube, se salva, pero lo perdió su genio, pues como encontró un riflecito a mano, volvió al patio corriendo.

En eso, los asaltantes, que eran cinco no más, pues aunque entraron al Palacio ciento cuatro, los otros enderezaron a la guardia y a asegurar las entradas desembocan en el patrio y al verlos les gritó: “No se mata así a un hombre entre su casa, canallas” y les disparó un tiro; la bala le pasó rozando el bigote a un cordobés Álvarez y fue a quebrarle el hombro al negro Luna, otro de los que venían. Álvarez, entonces, le tiró con un revólver y le pegó al lado de la boca era herida moral, sin vuelta. El General cayó en el vano de la puerta y en esa posición Nico Coronel le pegó dos  puñaladas y tres el cordobés Luengo, único que venía de militar, y que lo alcanzó cuando ya la señora Dolores y Lola la hija tomaban el cuerpo y lo entraban a la pieza, en la cual Se encerraron con él, yendo a recostarlo en la esquina del frente, donde se conservan hasta ahora las manchas de sangre en las baldosas.”

La muerte sobrevino como respuesta al recibimiento a balazos que otorgó el propietario, “Urquiza creyó intimidar a los revolucionarios con gritos amenazantes -declaró Mosqueira durante el juicio que se le sustanció años después- disparando sobre ellos dos tiros de revolver. Los que tenían por objeto echar abajo el gobierno personal de este hombre funesto para el progreso de Entre Ríos no podían permanecer impasibles ante la actitud asumida por el déspota y a su vez debieron hacer fuego sobre él… Felizmente para el porvenir de Entre Ríos el tirano en la primer descarga cayó envuelto en su propia sangre, atravesada la cabeza de un balazo. . .”

Al respecto Ricardo López Jordán ironizó en su momento: “El General murió cambiando tiros con los que fueron a tomarlo. No era pues de esperarse que le volvieran confites”.

Varios fueron los testigos del episodio que dejaron vividas impresiones de lo pasado en la infausta jornada otoñal, entre ellos los numerosos sirvientes que se desempeñaban en el lugar y que con hondo pesar recordaban el suceso. Entre ellos, Excequiela Bejarano de Solís, la que en 1912 hizo decir a su entrevistador lo siguiente “Recordaba vivamente el triste episodio del 11 de abril de 1870 cuando se realizó el asalto al palacio San José para dar muerte al entonces gobernador de Entre Ríos. “…Lloramos mucho a Don Justo -nos decía- todos los pobres y más los que fuimos sus servidores…” Excequiela junto con los de su familia pertenecía a la servidumbre del palacio y tenía a su cargo el lavado de la ropa.” Otro testimonio del personal doméstico es el de Marcelina Galván, la que ya en su vejez relató en una entrevista periodística: “Yo fui criada por la familia del General, no dijo con cierto orgullo. Allá en el Entre Ríos, viví siendo moza muchos años en el palacio, hasta la tarde del asesinato. Aquí la viejecita se detuvo un instante, su voz se hizo menos firme y dos lágrimas se deslizaron por sus mejillas enjutas y requemadas por el sol. -¿Usted vio cuando lo mataron? -le preguntamos movidos por explicable curiosidad. Repuesta un poco de la emoción que le trajeron estos viejos recuerdos, nos respondió con viveza: -¡Y cómo no!  Mi hermana y yo estábamos en la alacena pegada al comedor. Era el atardecer. El general se había sentado a la mesa con la señora y las cuatro niñas. Vestía de particular, pero con cuello, porque no usaba pañuelo. Yo acababa de servir la sopa. En eso sentimos pasos, y varios hombres se presentaron en la puerta. ¿Qué quiere amigo Luna? le dijo. Esto y le descerrajó unos tiros de revólver… Luna y Aparicio eran los hombres de confianza del general, como si dijéramos la llave del palacio. Seguro se vendieron y lo asesinaron. . .” (Ing. Molina Massey Sierra de San José. Misiones. Sobre la muerte de Urquiza. Una criada del General).

En tomo a la residencia principal se extendía un caserío ocupado por dependientes del establecimiento agropecuario, los que también fueron testigos involuntarios del aciago atardecer de abril en el Palacio San José. Así lo detalló declaró Andrés Rigoli en el juicio sustanciado a Mosqueira: “…el declarante vivía como a quince o diez y seis cuadras de San José en la casa denominada la Quesería, que habiendo concluido de cenar oyó unos tiros en el campamento donde estaba la infantería y en seguida unos gritos de viva López Jordán y muera Urquiza, que entonces yo también unos tiros en la casa de San José que entonces el declarante dijo para si “a Dios General Urquiza, ya concluyeron con él”, que sin embargo el declarante no salió de su casa hasta el día siguiente por la mañana en que fueron muchas personas de este pueblo a traer el cadáver del General Urquiza…” Por su parte Marín Avise el jardinero de la casa que se encontraba en las habitaciones que “ocupaban el herrero y el carpintero” junto con otras personas, cuando “oyeron los tiros -aunque- no presenció el acto del asesinato ni vio el cadáver hasta el día siguiente, en que vio a la señora y a las chinas cubiertas de sangre”

Fueron sin dudas las hijas adolescentes del propietario de la estancia las que sufrieron el mayor impacto de los infaustos sucesos al presenciar la muerte de su progenitor. Así lo manifestó una de ellas: “Tata nos dijo: “¡Ahí vienen a matarme! Y corrió a su dormitorio en procura de un arma para defenderse. Nosotras lo seguimos… sonó la primera descarga. Todos habían apuntado contra mi padre… Se desplomó bañado en sangre, Lola cayó junto a él, y en primer momento creí que estuviera herida de muerte a causa de la sangre de Tata derramada sobre ella. Uno de los salvajes se acercó a Lola para ultimarla, y yo me acerque a suplicar: “no maten a mi hermana” Entre tanto no cesaban los disparos. Fue entonces que Nico Coronel, muy de acuerdo con su manera de ser, se acercó con una daga y la hundió repetidas veces en el corazón del tata, que yacía en brazos de Lola. En seguida acercó la daga, tinta en sangre, a mi cuello para degollarme. Otro asesino, llamado Luengo lo apartó bruscamente diciendo: “mujeres no. Busquemos a los varones”.

Nuestros blancos vestidos empapados con la roja sangre que manaba el cadáver. Fue entonces cuando llegó mamá. Pero lo urgente, era salvar a mis hermanos, todos ellos de corta edad. Fui rápidamente en su busca. Apagamos todas las luces para entorpecer y despistar a los asesinos que andaban enloquecidos de aquí para allá buscando nuevas víctimas. San José, como tu sabes, tiene dos miradores…llevé arriba uno a uno a mis hermanos, tanto varones como mujeres y los dejé acompañados de las mucamas…

Toda aquella noche la pasamos mamá, Lola y yo a merced de los asesinos, amenazadas de muerte continuamente. En la misma alcoba donde lo mataron velamos a Tata. El suelo aparecía ensangrentado y muchos balazos perforaban las paredes. La Virgen Dolorosa, vestida de terciopelo negro, hacia cabecera en medio de dos candelabros. En la Santa Imagen reposaba nuestro credo y ante ella orábamos con fe pero a cada instante oíamos a los bandidos que discutían entre ellos nuestra vida o muerte, y lo veíamos reunidos en el patio alumbrado tan solo por los rayos de la luna. Así pasó aquella noche de espanto y de terror…”

El Día Después

Las primeras horas de estupor pasaron, pero los acontecimientos dieron forma a una nueva realidad para la j oven protagonista del drama: “A la madrugada nuestros verdugos percibieron polvareda en dirección al camino de Concepción del Uruguay. Teófilo que conjuntamente con el batallón venía de Concepción del Uruguay. Había sido avisado por un empleado que consiguió escapar en busca de auxilio y llegaba con la esperanza de encontrar con vida a Tata.

Nosotras seguíamos en la cámara mortuoria sin saber lo que ocurría afuera. De modo que al oir el galope de la caballada y el rumor de los que avanzaban apresuradamente aumentó nuestra angustia, perdimos las escasas esperanzas y creíamos que se iban a cumplir las amenazas de los traidores. Y nos abrazamos a la imagen de la Virgen, esperando la muerte inevitablemente. Pero al conocer las vos de mi hermano que apareció gritando: “¿Dónde está Tata?” nuestra situación cambió. Inmediatamente se dispuso nuestra partida para Concepción del Uruguay. Bajamos del escondite del mirador a todos. Buscamos por distintos lugares a Micaela y por fin la encontramos dormida en su refugio aterrada todavía, nos contó su aventura. Cuando todo estuvo listo emprendimos la marcha custodiadas por el batallón.” El auxilio arribó a la madrugada del día siguiente. Julián Medrano, secretario del General Urquiza, relató un año después al periódico La Paz de la localidad de Nogoyá: “Al día siguiente, el 12, una gran comitiva acompañaba el féretro. Era el cadáver del General Urquiza que iba conduciendo un numeroso concurso para la Concepción del Uruguay. A poca distancia de esta, la comitiva es detenida por las huestes del General López Jordán comandadas por él en persona. El Coronel D. Teófilo de Urquiza y mucha parte de la tropa que allí iba quisieron trabar combate con las tropas que lo detenían, pero el General Galarza se opuso y entraron a pactar con el General López Jordán para que los dejara pasar. Así sucedió y la comitiva siguió su marcha al Uruguay sin ser molestada…”

La llegada a Concepción del Uruguay y el velatorio en medio de la incertidumbre, el temor y las noticias contradictorias que el magnicidio provocó, conmocionaron a la pequeña ciudad entrerriana. Un estudiante del Colegio del Uruguay y más tarde acreditado Uruguayense, el Dr. Mariano López pintó la jornada que impacto sus juveniles años de la siguiente manera: “…era en aquellos días opacos y grises, del once de abril de 1870, en los que solo imperaban la tristeza y el anonadamiento en esta ciudad. Todos andaban en silencio, y con el semblante entristecido, en esos momentos tan cruelmente aciagos. Apenas si se atrevían a comunicarse lo ocurrido. Urquiza había sido asesinado en San José, decían, pero sin conocer detalles del hecho. Después se supo algo más: que se traían aquí sus mortales despojos, lo que no tardarían en llegar. La noticia circuló rápidamente y pronto se llenó de gente la actual calle Rocamora, por donde se acercaba el acompañamiento fúnebre. Por allí veía, en efecto, el cortejo, y este pasó en silencio, con enorme concurrencia, pero al llegar al pasaje donde cruza la hoy llamada Congreso de Tucumán, se paró, pues un grupo de señores se acercaron al coche que traía el féretro, y sacando los caballos empezaron a empujar el vehículo, llevándolo e esta forma hasta la casa donde se Velaría el cadáver.” Según la crónica periodística: “El cadáver fue conducido a casa de Anita Urquiza, la señora de Victorica, poco después se llevó a la iglesia y de allí al cementerio. …Hubo poca concurrencia y sobre la tumba del que tanto favores había dispensado muchos de los adulones que el día antes le contemplaban como a un semi-dios habló el Dr. Zarco, una carta que tengo de allí me hace elogios de su discurso. Entre otras cosas dijo “Roma pagana, pedía venganza delante del cadáver de cesar, yo solo os pido una lágrima y que el recuerdo de los grandes hechos y virtudes del General no se borren del corazón de los argentinos.”

Así que el modesto acompañamiento salió del templo, la familia del General completamente sola se dirigió al muelle, y se embarcó en un buque español que la condujo a la villa del Salto.” Los sucesos vinculados directamente a la tragedia concluyeron. Una familia destrozada abandonó el suelo entrerriano y nuevos protagonistas ocuparon el escenario político. (…)

La vida del General Urquiza concluyó intempestivamente, pero no el producto de su acción, su huella fue lo suficientemente profunda para mantenerse en el tiempo. Su figura continua hoy siendo el símbolo por excelencia de la provincia litoraleña a la que perteneció y a partir de la cual extendió su labor al resto del país, con una mentalidad nueva, aunque sin abandonar los modelos culturales en los que originariamente se formó. Concilió la transición entre dos tiempos diferentes forjando una obra que pervive hoy por la magnitud e incidencia en la historia de los argentinos.

Textos  de: Barreto Constantín, Ana maría, “11 de abril de 1870. Muerte del General Justo José de Urquiza. Testimonios de un pasado trágico”, Palacio San José, 2009

15. Tumba Monumento del Dr. Agustín Alió y Clementina Comte de Alió

Tumba Monumento de la familia de Agustín Alió y Clementina Comte de Alió (Foto: Mabel Gómez)

Nuestra ciudad cuenta con dos grandes instituciones educativas que nos dan prestigio nacional, el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza” y la Escuela Normal “Mariano Moreno”, a fines del siglo XIX se dio la particularidad que cada uno de estos establecimientos fueron dirigidos por los integrantes de un matrimonio.

Dr. Agustín Mariano Alió 
En 1871 se designó rector al Dr. Agustín Mariano Alió, debió afrontar la difícil etapa que sobrevino al asesinato del General Urquiza y el ataque jordanista a la ciudad. El 12 de septiembre de 1872, por medio de una nota firmada por el Jefe Político de la ciudad, se le ordena al rector del colegio del Uruguay, Agustín Alió, el retiro de todas las inscripciones alusivas a Justo José de Urquiza. “Por resolución del Exmo. Gobierno de que probablemente está Ud. impuesto – decía la nota-, se mandan borrar las inscripciones que hubiere en los edificios públicos y no se limiten a designar la ocupación que tienen (…) Existiendo una así en el frontis de este Colegio he de agradecer a Ud. se sirva dar instrucciones para que no se ponga impedimento al albañil que se mandará en cumplimiento de la disposición citada”.
La inscripción en cuestión rezaba: “El Gobierno del general Urquiza al pueblo del Uruguay”.
En su gestión se reconstruyó el edificio deteriorado por las arremetidas de los revolucionarios y el paso del tiempo, se levantó la planta alta que abarcó todo el frente del establecimiento. Se remodelaron salas para nuevas instalaciones como el laboratorio de Química y la ampliación de la biblioteca.
Comenzaron a dictarse clases nocturnas de educación para adultos y se reabrió la Escuela de Derecho que había sido suprimida en 1858.
Con la renuncia presentada por el Dr. Alió en 1874 concluye una etapa más en la vida de institución que aunque difícil y problemática fue muy positiva en sus resultados.

Clementina Comte de Alió
El nacimiento de la Escuela Normal se debe a un acuerdo celebrado a mediados de 1869 entre el entonces presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento y el Gobernador de la Provincia de Entre Ríos, Don Justo José de Urquiza.
De esta manera el 17 de marzo de 1873 se inicia la tarea de formar maestros en la Escuela Normal de Preceptores de Concepción del Uruguay. En esta fecha también asume como Directora la Sra. Clementina C. de Alió que ocupó el cargo por 26 años y tuvo la responsabilidad de organizar los primeros pasos de la escuela.
Nacida el 4 de Enero de 1830, en Nimes, Francia, llega a nuestro país en 1869 en compañía de sus tíos, los esposos Cambaceres. Clementina contaba con amplios conocimientos ya que había estudiado hasta los 18 años en uno de los mejores colegios de su ciudad natal.
En Buenos Aires conoce al Dr. Agustín Mariano Alió periodista republicano español, con quien contrae matrimonio. En el año 1871, el Dr. Alió, como se dijo, fue designado Rector del Colegio Nacional del Uruguay y ambos se trasladan a nuestra ciudad. Al año siguiente el presidente del Departamento General de Educación de la provincia, el Dr. Ruiz Moreno, tiene a cargo la designación de la Directora de la Escuela Normal de Preceptores de Concepción del Uruguay.
En el país todavía no había maestras y las gestiones para hallarlas en Chile fracasaron. Por esta razón el Dr. Ruiz Moreno pensó en ofrecerle el cargo a la Sra. de Alió, dada sus condiciones de instrucción y moralidad, además contaba con la amistad del esposo el cual oficiaba de intermediario. Sin embargo Clementina rechazaba el puesto tal vez por modestia.
Su esposo se convirtió en su apoyo incondicional, siendo Rector del Colegio, la guío en su gestión, se convirtió en su sostén y consejero inseparable y su figura fue la base del afianzamiento de la escuela. El mismo se encargo de la adquisición de todos los muebles y útiles necesarios para la instalación de la escuela en Buenos Aires.
En plena tarea surgió un problema político; Ricardo López Jordán había invadido distintos pueblos entrerrianos, el 1 de Mayo de 1873, la tranquilidad de la provincia se vió interrumpida y en consecuencia la actividad se vió afectada.
“Habíamos apenas principiado a caminar, cuando los acontecimientos del 1° de mayo vinieron a interrumpir nuestras tareas y nos fue preciso abandonar nuestra escuela. Preocupada con la idea de los perjuicios que se causarían a los niños si perdían un año, me decidí a habilitar dos piezas de mi propia habitación, para que en ella pudiéramos seguir el curso y aunque desprovistas de muchos útiles indispensables pude llamar de nuevo a las alumnas”. Es evidente que pese a los obstáculos, la Señora Clementina tenía su objetivo preciso, captando las modalidades sociales de la época, se propuso lograr la primera promoción de maestras. Así al finalizar el año, cinco estudiantes aprobaron el curso correspondiente al primer año: Concepción Calvento, Toribia Cuaz, Josefina Díaz, Dolores Ruis Moreno y Tomasa Sánchez.
Consideraba que la mujer es mucho más idónea que el hombre para la enseñanza.
Cuando en 1899 se produce su retiro voluntario, la escuela sufrió el desprendimiento pero ya estaban asentados los principios y en toda su organización asomaba la personalidad de su primera directora.
Cuando en 1916 se produce su fallecimiento en la ciudad de Rosario, el Ministerio de Instrucción Pública de la Nación y el gobierno de la provincia de Entre Ríos rindieron importantes homenajes

(Fuentes: http://www.colegiourquiza.edu.ar/site/index.php/resena-historica; Archivo General de Entre Ríos – Ministerio de Cultura y Comunicación y http://mujeresentrerrianas.blogspot.com.ar/2009/05/mujeres-docentes.html)

Ubicación de la Tumba Monumento de la familia de Agustín Alió y Clementina Comte de Alió en el cementerio local (Elaboración de los autores)

16. Wenceslao Gadea

Panteón dónde se encuentran depositados los restos del Esc. Wenceslao Gadea (Foto: Mabel Gómez)

En el Panteón de Aurelio Jorge y Familia yacen los restos del Escribano Wenceslao S. Gadea. Nació en Concordia el 28 de Septiembre de 1864. Cursó sus estudios en el Colegio del Uruguay. En 1898 fue elegido por dos años para ocupar el cargo de Intendente de la Municipalidad de Concepción del Uruguay siendo reelegido para el período 1901/1902, cargo al que renunció para incorporarse como Diputado Provincial por el Partido Conservador hasta 1905. Alguna de las obras realizadas como intendente son: Sustituyó el alumbrado público a kerosene por el de gas acetileno y más tarde por el alumbrado eléctrico. Obtuvo del Gobierno Nacional la reconstrucción del edificio del Correo y de la Curia Eclesiástica la refacción del interior de la Parroquia de la Inmaculada Concepción y de sus techos. Hizo construir los jardines y canteros de la Plaza Ramírez. Proporcionó al Gobierno Nacional la piedra para construir la dársena del puerto, y finalmente logró de la Provincia la sanción de la Ley que permitió la construcción de la Escuela Nicolás Avellaneda. En 1907/8 fue Convencional por el Círculo Uruguay-Colón junto con los Dres. Benito G. Cook y Lucilo B. López

Tuvo una intensa vida social participando en numerosas comisiones populares. Fue presidente de la comisión que construyó la primera cancha de futbol de Concepción del Uruguay y participó como vicepresidente de la comisión nacional de defensa de la langosta.

Finalmente es de destacar que integraba el Concejo Deliberante de la ciudad en oportunidad de haberse decidido el hormigonado de algunas calles.

Falleció el 15 de Agosto de 1951. Hay una calle que lo recuerda en la zona del puerto nuevo

Ubicación del panteón del Esc. Wenceslao Gadea en el cementerio local (Elaboración de los autores)

17. Panteón de Miguel Gerónimo Galarza

Panteón de Miguel G. Galarza (Foto: Mabel Gómez)

En este antiguo panteón cuya puerta es una gran placa de mármol presenta la inscripción: “Marcelina A. de Galarza su fiel esposo Miguel G. Galarza el dedica este recuerdo”, descansan los restos del General Miguel Gerónimo Galarza.

Nació en Concepción del Uruguay en 1798. Se Había casado en primeras nupcias con doña Justa Peña en 1819 y a su viudez rehace su vida uniéndose en matrimonio con doña Marcelina Alzamendi en 1839. El General Galarza muere el 25 de Junio de 1881 a los 84 años sin dejar descendencia.

Muy joven dejó su trabajo de agricultor para abrazar la causa federal junto al caudillo entrerriano General Francisco Ramírez. Cuando en 1821 ocurre la tragedia de Río Seco en la que pierde la vida el Supremo Entrerriano, Galarza era uno de los tantos valientes que formaban la escuadra de Ramírez. Diezmados y junto a otros pocos sobrevivientes, retorna a C. del Uruguay trayendo a la compañera del Supremo, La Delfina, quien pasaría los últimos años en esta ciudad falleciendo en l839.

Más tarde Galarza se suma al ejército del Gral. Justo José de Urquiza, acompañándolo en todas sus campañas. Realizó una importante carrera como militar que culmina al alcanzar el grado de Brigadier General.

En la Batalla de Caseros constituyó la extrema derecha del dispositivo de combate del Ejército Grande. En 1852 cuando la invasión de Hornos y Madariaga quienes pretendían impedir la formación de la Convención Constituyente de San Nicolás, Galarza se destacó en la defensa de C. del Uruguay.

La casa donde vivió hasta sus últimos días, se halla aún en pie y  está situada en la esquina suroeste de la intersección de las calles Galarza y Ameghino.

Su sepulcro fue declarado Tumba Histórica por Decreto 3281 del 11 de Junio de 1959 del Ministerio de Gobierno y Justicia de Entre Ríos.

Hay una calle que lleva su nombre y en el Palacio San José hay una sala dedicada a su memoria.

Ubicación del panteón del general Miguel G. Galarza en el cementerio local (Elaboración de los autores)

18. Tumba Monumento de Cruz López y Waldino Urquiza

Tumba de Cruz López y Waldino de Urquiza en el cementerio local (Foto: Mabel Gómez)

En la avenida de acceso al cementerio municipal de Concepción del Uruguay se encuentra esta extraña tumba, en la que se encuentran depositados los restos de Cruz López Jordán y del Coronel Waldino de Urquiza, a pesar de que ambos estaban relacionados con el general Urquiza, no tenían, que se haya podido saber un vinculo que hubiera permitido que ambos compartan la misma tumba. Cruz, que nació el 15 de septiembre de 1804,  conoce al Gral. Justo Jose de Urquiza en el año 1834 cuando contaba con 30 años de edad. Perteneció a una familia fundadora de nuestra ciudad. Hija de Lorenzo López y Tadea Jordán, era media hermana de Francisco Ramírez. El 11 de mayo de 1835 nació la única hija que tuvo con el Gral. Urquiza, Ana Dolores Ercilia. Falleció el 25 de agosto de 1858.

Waldino, es el tercer hijo que Urquiza tiene con Segunda Calvento y Gonzalez (Teófilo y Diógenes eran los otros dos). Nació en 1827 y fue asesinado en la ciudad de Concordia el mismo día que lo fuera en Palacio San Jose su padre. El 11 de abril de 1870 (Textos: Virginia Civetta/Carlos Ratto, sobre varias fuentes)

Ubicación de la tumba de Cruz López y Waldino de Urquiza en el cementerio local (Elaboración de los autores)

19. Benito Casildo Cook (Panteón y cenotafio)

Cenotafio erigido en honor al Dr. Benito C. Cook (Foto: Mabel Gómez)

Este médico filántropo nació en Concepción del Uruguay el 9 de Abril de 1868, siendo bautizado en la Inmaculada Concepción por el cura D. Domingo Ereño. Sus padres fueron Benito G. Cook -reconocido abogado y escribano- y Doña Francisca Llames.

La casa paterna se levantaba (aún existe parte de la vieja casona)  en la intersección de las actuales calles Juan D. Perón y Alberdi. Pertenecía a la familia Uribe y Doña Carmen Uribe, la lega al morir a su sobrino, el padre del Dr. Benito C. Cook. La residencia de Benito C. Cook se encontraba en la esquina noreste de las calles 8 de Junio y 25 de Mayo

Dr. Benito Casildo Cook

Estudió en el Colegio del Uruguay durante el rectorado de Honorio Leguizamón. Ya médico dictó cátedra en el Histórico Colegio, pero sin duda, su contribución más importante fue, dentro de su profesión, el brindarse por entero a satisfacer las dolencias y enfermedades de los más necesitados. Tal vez la actuación que le cupo a la Sra. Carmen Uribe durante la invasión de Madariaga en 1852, y donde organizó un hospital de sangre, haya sido la base de la vocación de servicio del Dr. Benito C. Cook, quien recibido de médico, en un aviso aparecido en un diario de 1904 se menciona expresamente ” A los pobres, gratis”, por esta razón se lo llamo “Medico de los Pobres”, pues no solo atendía a quienes podían pagar la consulta, sino también a todos aquellos que no lo podían hacer.

Se casó con doña Obdulia María Herrera, quien le da cuatro hijos: María Obdulia, Eloísa, Julio Cesar y Jorge Alberto.

Panteón de la familia Cook (Foto: Carlos Ratto

Al morir, el día 10 de junio de 1947, sus restos fueron trasladados desde Buenos Aires y despedidos  al llegar a nuestro cementerio por el Dr. Delio Panizza. Su cuerpo fue depositado en el panteón familiar, en el que también descansas los restos de su padre, Benito G. Cook.

En el año 1949, a poco más de un año de su deceso, el Concejo Deliberante local sanciona la Ordenanza N° 1352, que establece en su Artículo N° 1: “Autorízase a la Comisión Popular Pro Homenaje al Dr. Benito Cook, para emplazar en el cementerio Municipal, intersección de las calles 3 y 6, el busto del extinto, como justiciera recordación de sus virtudes”. En ese momento era presidente del HCD Juan E. lacava y Presidente Municipal Juan José Rizzo.

Este cenotafio, erigido y costeado en su honor por la comunidad local, tiene grabada una frase del Dr. Panizza “por noble, por digno, por bueno…” que este expresara en una poesía en homenaje al médico.

Al cumplirse cien años de su nacimiento, en 1968 (el 30 de agosto), la Municipalidad sanciona la Ordenanza 2354, a pedido de la Comisión Municipal de Cultura, que impone este nombre, Dr. Benito C. Cook, a la calle N° 165, que hasta ese entonces era llamada 7 del Oeste Sur. 

Una de sus hermanas, Ana Francisca se casa con Don Tomás Orihuela, padres éstos de María Esther Orihuela Cook, quien fue la reconocida historiadora y difusora del rico pasado de nuestra ciudad, la recordada Lorenza Mallea.

(Fuentes principales: Mallea, Lorenza y Coty Calivari, “Las mallas del viaje” y Miloslavich de Álvarez, María del Carmen “Hace un largo fondo de años. Genealogía Uruguayense”)

 

 

Monumento a la Constitución Nacional

Monumento a la Constitución Nacional (Foto: Omar Gallay)

El día 1 de mayo de 1853, el Congreso General Constituyente reunido en la ciudad de Santa Fe, bajo la organización del Gral. Justo José de Urquiza, sanciona la Constitución Nacional de nuestro país.

El pueblo de Concepción del Uruguay inmediatamente organiza una comisión Popular para organizar, activar y levantar un monumento que recuerde este hecho para las generaciones venideras. Se desconocen las personas que representaron al pueblo y los prolegomenos de la labor, pero si se tiene el memorial sobre la construcción del Monumento, que fuera presentado al Sr. Jefe de la Comandancia Gral. Ricardo López y este la elevo al Ministro Gral. Galán, donde le informa de la iniciativa de los vecinos:

“junio 25 de 1853” Al Comandante Militar del Uruguay Teniente Coronel D. Ricardo López

Elevo al conocimiento del Excmo. Señor Gobernador Delegado la nota de V, de fecha 24 del Cte. por lo que manifiesta la patriótica resolución de los vecinos de esta benemérita ciudad para levantar en una de las plazas públicas un monumento que perpetúe el gran día de la Jura de la Constitución de la Republica , y pide a V. para el efecto la competente venia del Gobierno, la que se ha dignado a otorgar reconocimiento debidamente el patriotismo entrerriano de la Benemérita ciudad del Uruguay, Dios guarde a  V, muchos años. José M. Galán”.

Con el reconocimiento oficial, la Comisión encarga el proyecto. Una columna en el barrio Sur de la ciudad. Los encargados de construirla: Juan Fosatti, escultor y su hermano Pedro Fosatti, arquitecto. La plaza se llamará desde entonces Plaza Constitución, aunque popularmente se la reconozca, por su monumento, como “Plaza Columna” o “Plaza de la Columna”.

La Constitución fue jurada por autoridades y el pueblo el 9 de julio de 1853, ceremonia que no pudo ser realizada en la proyectada plaza, por no estar terminado el proyecto.  Pero de igual manera se juró la Constitución y Concepción del Uruguay fue la primera ciudad de la Confederación Argentina que levanto un Monumento a la carta Magna.

El monumento lo forma una alta columna Corintia, sobre una base cuadrada y en sus caras se puede leer:

“Al libertador de la República Capitán General Don Justo José de Urquiza”

Y en las otras tres caras:

1 de mayo de 1851 – 28 de julio de 1849 –  3 de febrero de 1852 – 1 de mayo de 1853. (Texto: Virginia Civetta)

Monumento al General Justo José de Urquiza

Monumento al General Justo José de Urquiza

Recordemos aquí, que ya en el año 1864, en vida del general, la Legislatura de la provincia por Ley del 28 de abril de ese año 1864, siendo gobernador José María Dominguez, que prácticamente fue sólo un testaferro de Urquiza, dispone levantar una estatua que recordara la obra de Urquiza. La Ley fue propuesta por los diputados Esteban María Moreno, Ramón Fevre y Olegario V. Andrade. El proyecto encontró una seria oposición en Carriego y terminó cayendo en el olvido.

Acaecidos los trágicos sucesos de San José con la muerte del Organizador de la Nación, Gral. J. J. de Urquiza, la provincia toda vive un convulsionado proceso donde la figura de López Jordán pasa a ocupar los primeros planos; este hecho se evidencia hasta en medidas como la adoptada por nuestra Intendencia por ordenanza del 28 de agosto de 1876, bajo la presidencia de Don Mariano Jaime y por la que se dispone el cambio de nomenclatura de calles. Así por ejemplo, se adopta el nombre de Santa Fe en vez de Laguna Limpia, Mendoza por Vences, San Juan por India Muerta, Santiago del Estero por Gral. Urquiza, 25 de Mayo por Calá, San Luis por Arroyo Grande y  Jujuy por Gral. Garzón, entre otras.

A fines del siglo XIX la figura del Organizador de la Nación vuelve a ocupar planos de los que nunca debió salir y empiezan a organizarse comisiones de homenaje al mismo. En nuestro medio los planos de 1900 muestran la denominación de Plaza Colón en las proximidades del bulevar de la Rivera, plaza que a comienzos de siglo cambia su denominación por Plaza Urquiza /Manzana dónde hoy se encuentra la capilla Stella Maris).

En el año 1920 se disponen múltiples homenajes al Gral. Urquiza y lógicamente en nuestra ciudad, cuna del prócer, ocurriría lo mismo.

El 17 de marzo, el intendente de turno convoca a la población para la formación de la Comisión pro Monumento al General Urquiza y la organización de los actos a llevarse a cabo el día 1° de Mayo de ese año con la colocación de la piedra fundamental.
En un interesante debate se analizan “las medidas inmediatas para obtener fondos para el monumento”. En el precitado periódico “La Juventud” del 28 de abril de 1921, leemos el programa de actos a llevarse a cabo el 19 de Mayo organizado por la Comisión Pro Monumento al General Urquiza. “14,30 horas procesión cívica en la Plaza General Urquiza, punto de reunión: Plaza General Ramírez. Recorrido: por Colón hasta Rocamora, Rocamora hasta Plaza Urquiza, donde se colocará la piedra
fundamental del futuro monumento…”.

Es evidente que la ubicación de la Plaza y el emplazamiento de un monumento recordatorio en plena zona portuaria, rodeado de galpones, y barracas no era el lugar ideal, por ello tempranamente el solar cayó en abandono, hasta el punto de que en el mes de septiembre de 1927, la Municipalidad vende a la conocida firma de implementos agrícolas Juan y José Drysdale y Cía. de la Capital Federal la manzana
destinada a la Plaza, y a causa de esta operación debió retirarse la piedra fundamental.
En el mes de noviembre de 1927 se hace pública en la prensa Uruguayense una carta-protesta de la Sra. Lola de Urquiza de Sáenz Valiente en la que consideraba como un agravio al prócer el haber vendido la plaza, que le recordaba. El Intendente de entonces Dn. A.E. Bacciadone, en un artículo aparecido el 5-11-1927 en el mismo diario
La juventud, titulado: “Defendiendo una actitud”, justifica el proceder argumentando que el lugar era inadecuado para homenajear al prócer, y manifestando “que promete levantar el monumento que Uruguay debe aún al vencedor de Caseros en un lugar urbanísticamente mejor.

Pasó el tiempo y el aludido monumento recién pudo inaugurarse el 11 de abril de 1970 en el Acceso Oeste de nuestra ciudad sobre la entonces ruta N° 131. Mientras tanto la aludida piedra fundamental de aquel 11 de noviembre de 1920, que “dormía” entre los escombros de la ya derruida Municipalidad (hoy Centro Cívico) fue encontrada cuando el entonces intendente Miguel Ángel Gregori dispone la construcción de la Primera Oficina de Turismo. Depositada en el solar de calles B. Mitre y M. Reibel, posteriormente trasladada a los Talleres Municipales, en la actualidad ha pasado a exhibirse en el Museo Histórico “Casa de Delio Panizza”.

El 11 de abril de 1970 y por una iniciativa del Club de Leones, al celebrarse el primer centenario de su muerte, se inauguró el monumento que hoy es dable observar.

El significado de los elementos que componen este monumento son:

Imagen del Gral. Urquiza, que fuera realizada por el artista Alberto Hugo Guinea. La estatua es de 2 metros de alto, para cuando nos enfrentamos con ella, vista en perspectiva, veamos a Justo José de Urquiza, casi de su estatura real. Medía 1,68 metros.

Esta imagen esta posada sobre un trampolín, que significa la visión al futuro. Esta acompañado por dos columnas que significan las vidas paralelas de Urquiza, vida pública y vida privada.

Este conjunto escultórico, está rodeado de catorce escalones, que representan las provincias que formaron la Confederación Argentina. Debajo del trampolín hay un libro, que representa a la Constitución de 1853.

Unos años después de su inauguración, un tornado destruye una de sus columnas, la que fue reconstruida en 1999, agregándole al conjunto escultórico una fuente que rodea la Monumento.

Edición: Civetta María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuente: Gregori, Miguel Ángel, “Breve historia de Concepción del Uruguay a través de sus monumentos”, 1999