Al Garete, la historia de un boliche tradicional de Concepción del Uruguay

Frente de Al Garete, puede verse el revestimiento de fibra de vidrio, obra de Alberto Guinea

Durante muchos años, hablar de la noche Uruguayense, que a fines de la década de 1960 y gran parte de la los años 70, era conocida por su intensa y variada vida nocturna, era hablar de “La noche de Entre Ríos”, tanto por su calidad como por la gran cantidad de turistas y visitantes de ciudades vecinas que tenía nuestra ciudad. Y en ese ambiente nocturno se destacaban varios boliches, Macoco (luego Sarao), Stop (luego Búfalo), Mon Cheri y por supuesto Al Garete, fundado por Ulises Rodríguez, que mantuvo su vigencia durante más de dos décadas.

Según Ulises Rodríguez, esta situación era generada en gran medida por la oferta de sitios de recreación nocturna que tenía C. del Uruguay, pero también por el número de viajantes de comercio arribaban a la ciudad debido a su gran vida comercial, que hacía que los principales hoteles de ese momento (Grand Hotel y Hotel parís), estuvieran prácticamente llenos durante la mayor parte del año. Esta situación cambió a partir de mediados de la década de 1970 con la inauguración de los puentes que vinculaban a nuestra provincia con la República del Uruguay, que le dio un impulso a las vecinas Colón y Gualeguaychú, en desmedro de C. del Uruguay, a lo que se fue sumando por supuesto los adelantos en materia de telefonía y más acá la posibilidad de hacer compras por internet.

Para comenzar esta historia, la de Ulises Rodríguez y Al Garete, debemos remontarnos al año 1955, cuando las autoridades de la conocida como “Revolución Libertadora”, el movimiento sedicioso que depone al presidente Perón, toman represalias con muchas personas que fueron parte del gobierno peronista o que simplemente fueron adherentes o simpatizantes, muchos de los cuales llegaron a perder sus empleos por esta causa. Entre ellos se encontraba Enrique Francisco Rodríguez, empleado del ministerio, sindicalista y que había sido Concejal por el Justicialismo.

Publicidad del bar “Roma”, en 1971

Al ser despedido, Rodríguez, que estaba casado con Delia Ester Sica y tenía tres hijos, Abel, Norma y Ulises, y ante la necesidad de mantener a su familia, cosa que se estilaba en la época, decide trasladarse a Buenos Aires, más precisamente al barrio de Pompeya, dónde su primo, apodado “Tití”, tenía una confitería. Allí Enrique hace sus primeras armas en el oficio, y adquiere experiencia que luego utilizará en su propio negocio, la confitería “Roma”, aquí en Concepción del Uruguay.

En el año  1956, la familia Barral, vende al Sr. Atilio Laperutta el hotel parís, esta venta no incluía la parte nueva del mismo, llamada el “Anexo” (Hoy rectorado de la UNER. En 1959, Enrique Rodríguez regresa a Concepción del Uruguay y alquila a Laperutta el bar-comedor “Roma”, que ya estaba funcionado en la esquina de 9 de Julio y Colón (Hoy Eva Perón) como salón comedor del hotel “París” y una confitería dedicada a la venta de masas finas y helados, ubicada al norte de la entrada principal del hotel. La familia Rodríguez, administra y explota el bar y confitería hasta abril de 1967, fecha en que por  desavenencias con el locador, abandona el local.

Durante ese período, entre 1959 y 1967, el bar y la confitería funcionaban en horario corrido desde las 6 de la mañana hasta las 3 del día siguiente. La “Roma” era administrado por Enrique y su hijo mayor, Abel, mientras que nuestro protagonista, Ulises estaba a cargo del mismo al mediodía y luego desde las 21 horas hasta el cierre, aproximadamente a las 3 de la mañana. Al abandonar el lugar, Laperutta, realiza refacciones y remodelaciones y la vuelve a inaugurar el 5 de mayo de 1967 con el nombre de “Grill y pizzería Roma”, esta vez conducido por Menotti y Alberto Laperutta.

Al producirse el cierre de la concesión del bar y confitería “Roma”, uno de los hijos de Enrique, Abel, junto con el repostero de la confitería de este negocio, Albino Spada (Spada era repostero de la confitería Ramírez, de la familia Tófalo, a quien Enrique llevó para su negocio de confitería ofreciéndole un mejor sueldo, y terminó siendo uno de los socios del emprendimiento), se asocian y en ese mismo año fundan la confitería “RyS”, nombre que surge de las iniciales de sus apellidos. Al principio funcionó en un local de calle 9 de Julio 1655, hasta que 1968 la familia Tófalo abandona la explotación de la “Confitería Ramírez” y la misma fue alquilada por los empresarios locales Abel Rodríguez y Albino Spada, cambiando su nombre por “Confitería RYS”, e inaugurada el 30 de diciembre de 1969.

Inauguración Confitería “RyS” en 1969

Ulises, por su parte, comenzó, junto con un amigo Luis Martin, a estudiar para obtener la libreta de embarque, la que les permitiría recorrer el mundo sin pagar pasajes. Fue mientras estudiaban que en uno de los manuales que debía aprender, encontraron una palabra que les llamó la atención, era el término “Al garete”, que en marina mercante significa “…que una embarcación va sin gobierno, llevada por el viento o la corriente”. Esa palabra quedó en la mente de Ulises y cuando tiempo después, decide seguir los pasos de su hermano, pero orientado más hacia los “Night Clubs”, esa palabra le viene a la memoria y decide llamar a su emprendimiento. Precisamente “Al garete”.

“Al Garete” comenzó, como dijimos en el año 1967 ocupando el local ubicado en calle Galarza 819, propiedad de la Sociedad Española de C. del Uruguay, dónde luego funcionaron la tienda “Etam”, la rotisería “El buen pollo”  y actualmente una boutique de prendas “Legacy”. Para ese momento su principal competencia era la Boîte Kabuki, que desde el 2 de mayo 1957 funcionaba en el salón comedor del palacio Texier, este boliche fue inaugurado con la presentación de la orquesta del maestro Telmo Follonier y la de jazz “Bicoca”. Luego su competencia fue la Disco “Stop” inaugurada  algún tiempo después de “Al Garete”.

Publicidad de “Al Garete” en la Guía de Turismo del año 1971

Poco tiempo después, Ulises es desalojado, pero la casualidad hace que simultáneamente, también era desalojado el local de esquina Congreso de Tucumán y Galarza, donde funcionaba la mueblería de los hermanos Chiarella, esta situación se produce motivada por la sanción de una nueva ley de alquileres. Es así como “Al Garete” llega al lugar dónde desarrollará toda su vida comercial, inaugurando su nuevo local el 26 de abril de 1968. Para 1970, ya lo vemos en su nuevo local acondicionado para boliche bailable y confitería. Años después, producto de las ganancias de su local, Ulises, compra el local, que era propiedad del Dr. Esteva Berga, de la vecina ciudad de Colón.

En una de las pocas publicidades que hemos visto, aparecida en la Guía Turística de Concepción del Uruguay (1971), aparece promocionado como “El nigth club de la Mesopotamia”. Ulises, nos cuenta que siempre prefirió realizar su propaganda por medio de la emisora local LT11, utilizando un slogan propio “Esta noche, Al garete por supuesto” que resonaba durante todo el día en la emisora local.

Internamente, el boliche estaba dividido en cuatro ambientes muy bien definidos. La entrada estaba sobre la ochava, a la izquierda, sobre calle Galarza se encontraba la “Confitería”,  equipada con mesas y sillas tapizadas, rematada con un gran espejo al fondo del ambiente. Al centro se encontraba la barra y sobre calle Congreso de Tucumán, se hallaba la cabina del disk jockey, el guardarropa y una escalera que llevaba a un entrepiso, utilizado con escenario cuando había la presentación de algún grupo o de algún evento, como un desfile de modas.

Ulises Rodriguez

Hasta el fondo, sobre esta calle se ubicada la pista, dividida en dos ambientes, uno equipado por sillones y otro por la pista de baile propiamente dicha. Al centro se encontraba el patio de verano e invierno, con cómodos sillones y una fuente por la que corría agua. Este patio estaba decorado por el artista local Alberto Guinea y además de tener su propia pista de baile, tenía la particularidad de poseer un techo levadizo. Todo el local tenía las paredes tapizadas con cuero, lo que daba una especial característica en cuanto a la acústica del boliche. Toda la decoración era ideada y realizada por Ulises y Alberto Guinea, quien para mayor referencia fue el escultor que realizó la estatua al General Urquiza que se ubica a la entra de la ciudad, además de muchas carrozas del “viejo” corso de la ciudad.

En esta imagen puede verse la pista principal y la cabina del Disc Jockey

Más allá de ser conocido como como discoteca o boliche nocturno, también fue confitería, como se puede ver en una publicidad aparecida en diario “La Calle” el 28 de julio 1974, “Hoy inauguramos: confitería Al Garete. Modernísimo salón con agradable confort. Tragos largos, café y té. Todos los días desde las 19 horas, menos los lunes”.

Durante su trayectoria, “Al Garete” fue pionero en algunos aspectos, por ejemplo, Sus disc Jockeys fueron los primeros en “enganchar” los temas musicales, lo que permitía que se pueda bailar sin las interrupciones de antes, ya sea por el espacio en blanco que separaba los temas en los discos de larga duración o el cambio entre dos discos simples, además de incorporar novedades como la máquina de humo, luces de colores, bola de espejos y novedosas bandejas giradiscos semi automáticas.

Foto de una fiesta infantil, puede verse la zona de la “Confitería” con paredes y sillas tapizadas y el gran espejo al fondo

Uno de los disck Jockeys más recordados fue Jorge Lacava, es “Sapo”, además de ser quien pasaba música, era el proveedor del material discográfico de su recordado “Discomanía 30”, otro que no podemos dejar de mencionar fue al locutor de LT11 Zacarías Piloni, quien luego continuó su carrera en la ciudad de Paraná, otros disc Jockeys destacados fueron Guillermo Moyano, Bubby Baca y Alejandro Claramunt.

Además, más acá en el tiempo, a comienzos de la década de 1980 se instalaron pantallas de televisión que reproducción las imágenes de los videos musicales de moda y permitía que el sonido fuera emitido por las parlantes del boliche. Esta innovación hizo que por un tiempo, Maximus, así se llamaba en ese tiempo, fuera muy concurrido, quitándole concurrentes a los otros Boliches tradicionales de C. del Uruguay

Este emblemático boliche, que con diferentes nombre perduró hasta cerca de 1990, cuando es consumido por un voraz incendio.

En 1977Ulises Rodríguez se casó con Cristina Cabrera y tuvieron tres hijos: Ignacio, Andrea y Eliana.

Tarjeta de inauguración del “Iemanjá Club”

A principio de los años 1980 se vinculó con la comparsa Iemanjá, llevando brevemente su nombre y luego lo cambia por el de “Maximus” y, en un intento de modificar su público y competir más directamente con Búfalo y Mon Cheri, organizó, en conjunto con estudiantes universitarios de la ciudad los denominados “Sábado y viernes universitarios” y las “Guitarreadas Universitarias” que se realizaban los días domingos hasta las 21 horas. Además organizó listas para que los estudiantes del Colegio del Uruguay pudieran recaudar fondos para su viaje de egresados.

Tarjeta de las “Guitarreadas bailables universitarias”
Tarjeta de los “Viernes privados universitarios”
Carnet universitario, válido para los días sábados

Luego cambió su nombre por el “L’Art”, en vinculación con un grupo de artistas locales, hasta que en noviembre de 1990 se produce un incendio de grandes dimensiones que destruyó totalmente el boliche, perdiéndose la historia del mismo, fotos, discos, equipos, etc.. Finalmente, el 14 de agosto de 1991, miércoles, a las 13 horas se inicia la demolición del. La determinación se tomó ante el peligro de derrumbe de las paredes y después de haberse realizado las pericias necesarias que confirmaron que el fuego había sido producto de un accidente.

Este incendio fue muy comentado en la ciudad, siendo acusado su dueño por parte de su aseguradora “Río Uruguay” de que el siniestro había sido intencional, lo que motivo un largo juicio en el cual los peritos de parte de la compañía de seguros planteaban la existencia de varios focos  de fuego generados por un combustible tipo nafta. Finalmente los peritos de parte de Ulises Rodríguez  sumados a los de la Policía de Entre Ríos, lograron establecer que el mismo se había producido de manera accidental, debiendo la compañía de seguros hacer efectivo el pago del seguro. De esta manera el nombre de Ulises Rodríguez quedo libre de culpa y de sospechas.

Foto del incendio del boliche, cuando era denominado “L’Art”

Durante este proceso, Ulises debió vender un edificio ubicado en la esquina de calles Henri y Perón, dónde había funcionado el apart hotel “Maximus”. Con estos fondos y lo percibido por indemnización por el seguro, Ulises construyó seis locales donde antiguamente funcionara Al Garete, siendo uno de ellos ocupados hoy por dos de sus hijos, Ignacio y María Eliana a cargo de la juguetería “Casa Bonita”. Su tercera hija, María Andrea, actualmente vive en Chile con su esposo y su s dos hijos, Juanita y Manu.

A modo de despedida, Ulises felicita a los administradores de este sitio y gradece “que exista para difundir esto, que es parte de la historia y la cultura de la ciudad” recatando que es una de las “mejores cosas que la comunidad me ha brindado”.                                                                    

De esta manera, luego de ese pavoroso incendio,  terminaba una larga etapa de “Al garete” en la noche Uruguayense, casi 25 años de nuestra vida que hace que todavía hoy lo tengamos presente y que cuando pasamos por el lugar donde funcionó, hoy ocupado por locales comerciales, recordemos alguna situación o anécdota de cuando éramos jóvenes y éramos parte activa de la noche de la ciudad.

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Entrevistas con Ulises Rodríguez, Rousseaux, Andrés “Edificios con historia” Tomo I, Guía de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1967-1968, Ediciones Río de los Pájaros, “Guía Turísticas de Concepción del Uruguay, 1971,  diferentes Guías turísticas de Concepción del Uruguay y archivo del diario “La Calle”

“Los Perlas”. El grupo musical que trascendió los límites de Concepción del Uruguay

Foto de 1970. Parados Lewis Orcellet, Ricardo Herling y Alfredo Blanc. Sentados Roberto Acosta, Rubén Glantz y Enrique Glantz

Allá por mediados de la década de 1970, era el furor de la música disco y se escuchaba, y bailaba, muy poca música nacional y, mucho menos, local, tal vez lo más próximo eran “Los Iracundos”, banda oriunda de Paysandú. Pero en un momento de esos años una canción se comenzó a escuchar y bailar en los bailes estudiantiles del club Rivadavia, que reunían miles de jóvenes en esos años, más de 1000 por noche. Esa canción era “Enamorado del artista”, tal vez uno de los más grandes suceso de esta banda local, hoy, creemos que es un muy buen momento para recordarla, y hacerla conocida para quienes, por cuestiones generacionales, no pudieron escucharla en su momento

“Los Perlas”, fue un grupo de música popular, cuyo éxito trascendió las fronteras de Concepción del Uruguay y de Entre Ríos, brindando sus shows en muchas provincias de la República Argentina y países limítrofes. Su música se escuchaba en todas las radios del país y aparecía en emblemáticos programas para jóvenes de los canales de Buenos Aires, algo que nadie había logrado hasta ese momento.

Rubén y Enrique Glantz, Pedro Pacinelli, Alfredo Blanc y Lewis Orcellet (1966). Foto gentileza: Andrea Pacinelli

Esta agrupación, había nacido en Concepción del Uruguay en la década del sesenta bajo el nombre de “Los Duendes del Trópico”, esta primera formación estaba integrada por Lewis Orcellet (tumbadoras), Pedro Pachinelli (bajo), Alfredo Blanc (Timbaletas), Enrique Glantz (Acordeón) y Ruben Glantz (Cantante). Su repertorio, bailable por excelencia, se escuchaba en confiterías, fiestas y bailes organizados en nuestra ciudad y zona de influencia. Además, era frecuente su animación en fiestas y casamientos de la colectividad Judía, toda vez que Enrique y Ruben eran “paisanos”.

Algunos de sus éxitos de ese momento eran “Don Toti” (Cha-cha-cha), “El muñeco Pupi” (Bolero), “Sueños de un verano” (Bolero), “Cumbia de los novios” (Cumbia), “Capitán Pilata” (Gaita), “Pensemos” (Bolero, letra de R. Barozzi), “Eres” (Bolero, letra de R. Barozzi) y “Engañame“ (Cha-cha-chá, letra de Lewis Orcellet).  .

A mediados de la década del ’60, la orquesta adquirió el órgano Hammond que había sido de “Los Iracundos” y con ése instrumento, más la batería comprada por Alfredo, el repertorio fue cambiando de tropical a moderno, cambiándose también el nombre por el de “Los Perlas”, que respondía a las iniciales de los nombres y/o apodos de sus integrantes, a saber: Pachi, Enrique, Ruben, Lewis y Alfredo, agregándose la “s” por ser plural. Casi nadie conocía este dato, y muchos suponían diversos y hasta disparatadas razones del por qué ese nombre.

Enrique Glantz, Roberto Acosta, Carlos Asín, Alfredo Blanc, Jorge Jeandet, y Luis Herling (1978)

Con el tiempo, y producto de las vicisitudes de la vida, fueron produciéndose cambios en integrantes que tocaban el bajo, primero fue Antonio Del Rio, después Luis Herling, quien, al irse a estudiar a Corrientes en 1970, le dio el lugar a su hermano Ricardo Herling, regresando luego a la formación en 1976. También, en 1970, se sumó a las filas de Los Perlas el guitarrista y cantante Roberto Acosta, quien hizo su ponderable aporte interpretando canciones -en ésa época- de actualidad.

Grandes cantantes como Roberto De La Calle y Hugo Leslie, también formaron parte y dejaron su huella en la orquesta, así como también Alberto Glantz, hermano de Enrique, que durante una temporada fue la voz de la banda.

La Benevolenza, la confitería Ramírez, los clubes Rivadavia, División, Pescadores, Bajada Grande y tantas otras instituciones de la ciudad fueron testigos de la actuación de “Los Perlas”, como así también todas las confiterías y otras instituciones que organizaban bailes en el departamento Uruguay y en la provincia.

No se ha mencionado al club Sarmiento, porque merece un párrafo aparte. La Comisión Directiva de éste prestigioso Club de nuestra ciudad, en una reunión con integrantes de la orquesta, aceptó la propuesta de que se organicen reuniones bailables los días domingo, en el horario que iba desde las 21.30 hs hasta las 01.30 hs.

Fue una movida sensacional. Se los llamaba “Los Espectaculares de Sarmiento”, en donde la banda compartía escenario con la orquesta del Maestro Luis Herling. Quienes peinan canas deben recordar con nostalgia, esos domingos en donde más de 800 personas colmaban las instalaciones del Club, en estas reuniones se podía bailar, conocer chicas y chicos, en un ambiente sano, agradable y familiar, con el orden y respeto que hoy se extraña y mucho.

Cuando comenzaron los Espectaculares, el Club Sarmiento era un humilde y modesto Club de Barrio, que poco a poco, con las utilidades de esos bailables, y el gran trabajo de sus dirigentes fue convirtiéndose en la Gran Institución que es hoy en día, reemplazándose los techos, refaccionado baños, Cancha de Bochas, Cantina  y construyéndose la confiable, hermosa y fuerte edificación que hoy ostenta. Lo mismo ocurrió en el Club Juventud de Caseros, en donde Los Perlas organizaban reuniones bailables los sábados.

Recorte del diario La Calle (1979)

A fines de la década del ’70, y gracias a la buena voluntad y predisposición de Eduardo Franco y “El Bebe” Velázquez, (cantante y baterista de Los Iracundos), Los Perlas tuvieron la oportunidad de grabar sus discos en RCA Víctor Argentina, el Sello más importante  del país en materia de grabación y difusión de artistas.

Así fue como se grabaron las canciones que fueron éxitos en Sudamérica, tales como “Enamorada del artista”, canción de Eduardo Franco (los Iracundos), “Lo que ayer fue una vida”, de Jeandet, Herling y Galiano, tema con el que “Los Perlas“   ganaran el festival de música de Paysandú en 1977 que organizaban “Los Iracundos” y que era conducido por Juan Carlos Mareco y Víctor H. Morales. Otros temas eran “Muchacho sin Experiencia”, “Te regalo esta canción”, y muchos otros que la grabadora promocionaba en los países del continente. Su primer simple, que tuvo mucha repercusión, contenía en uno de sus lados “Enamorada del artista” y en el otro “Lo que ayer fue una vida”. Todos esos temas fueron grabados en tres simples, todos en el año 1979

Enrique Glantz, Roberto Acosta, Alfredo Blanc , Carlos Asín, Jorge Jeandet y Luis Herling, durante una de sus presentaciones (1978)

Estos éxitos, sumados a que el representante de Los Perlas era el mismo que vendía a Los Iracundos, lograron que la banda mostrara sus shows en muchas provincias de Argentina y de países limítrofes, generando la expectativa de los Uruguayenses y el ingreso de montos importantes en las arcas del grupo Musical, que obligaban a sus integrantes a dedicarle todo el tiempo disponible para ensayar, crear, componer, grabar y salir de giras.

Tocaron en la televisión nacional, en los programas ómnibus de canal 9. Por contrato con la RCA les estaba vedado tocar en Concepción del Uruguay en un radio de 150 kilómetros. Al cumplirse el año y al vencer esa cláusula organizaron un baile en Rivadavia donde asistieron alrededor de cinco mil personas. Algo nunca visto para un grupo local, aún en la actualidad.

Los músicos que integraban Los Perlas en esos tiempos de gloria eran: Alfredo Blanc (batería) Enrique Glantz (órgano), Roberto Acosta (guitarra rítmica), Carlos Asín (guitarra líder), Luis Herling (bajo) y Jorge Jeandet (cantante).

Los Perlas fue sin ninguna duda, el grupo musical más conocido de Concepción del Uruguay, y por ende, de mayor trayectoria artística. En este marco, es importante que nuestra ciudad debería rendirle un homenaje a ese grupo que tan dignamente la representó en el país, así como ya se ha hecho con otros artistas entrerrianos, una calle de la histórica tendría que llevar el nombre de “Los Perlas”.

Ese grupo que supo ser, durante casi 20 años, el más convocante de la ciudad y de la región, por diferentes razones, deja los escenarios a mediados de la década de 1980, para volverse la leyenda que aún hoy es entre sus fieles seguidores de aquellos años de juventud.

Foto 1980. Jorge Jeandet, Alfredo Blanc, Roberto Acosta, Luis Herling y Enrique Glantz

Parte del grupo, para esa fecha, 1981, parte a Buenos Aires, con Jorge Jeandet a la cabeza y, conservando el nombre de “Los Perlas” continúan hasta el año 1984, en que se disuelve definitivamente, habiendo grabado un disco simple con los temas “Amor mío escúchame” y “El muchacho que soñabas”, ambos de autoría de Jeandet, con la incorporación del “Chaca” Apeseche en bajo. Por otra parte, los que se quedaron en C. del Uruguay, formaron otro grupo, muy recordado “Los Consagrados”, pero eso, ya es otra historia. 

Texto final: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Texto base: Luis Aníbal Herling. Fuentes: Jorge G. Villanova, “Una de rockeros, Breve historia de cómo se construyó el rock uruguayense” y diario “La Calle”,  y conversación con Jorge Jeandet

Empresa constructora “Atilio Nichele y Hermanos”

Adriano Nichele, recibe un recordatorio por la construcción del mausoleo al general Urquiza

En anteriores artículos nos hemos referido a la amplia inmigración italiana que llegó a nuestra ciudad Concepción del Uruguay. Estaban dadas las condiciones de vida que seguramente buscaban aquellos italianos que vinieron en los primeros años del siglo XX, alejándose de la Primera Guerra Mundial.

Estación de servicio de Mitre y Supremo Entrerriano

Concepción del Uruguay les ofrecía un lugar pujante para la vivienda y un puerto prometido de gran trabajo, que llevaría a estos italianos, en su mayoría panaderos, herreros y constructores, a tener paz y trabajo. En el aspecto constructivo muchos se destacaron, tal el caso de Santiago Giacomotti y D’Afarra hermanos, y también fue el caso de los hermanos Nichele, Atilio, Justo y Adriano, quienes llegaron de su pueblo natal, Monastier di Treviso, Italia.

Primero llegaron a nuestro país en el Vapor Duca D`Acosta, Atilio Valentín Nichele de 18 años, había nacido el 14 de febrero de 1904  y Justo (Giusto) Bruno de 16, quien había nacido el 23 de febrero de 1906, era el año 1924. Unos años después llega Adriano, el hermano menor, quien viajó en el Buque Belvedere, llegando en el año 1935, con 24 años, había nacido el 24 de noviembre de 1910. Era el menor de nueve hermanos, Amalia, Carolina, Armando, Atilio, Justo, hermanos mellizos que no se recordaban sus nombres, Ernesto y Adriano. Sus padres fueron Bartolo Nichele y Anna Mattiuzzo. Se educaron en su ciudad natal y fueron profesionales en la construcción, precisamente frentistas.

Chalet de Antártida Argentina 541

Atilio, el mayor, creó una empresa constructora, en 1938 a la que llamó: “Atilio V. Nichele”, aunque ya venía desempeñándose en el rubro de la construcción, participando en ella su hermano Adriano. Trabajaron junto al Ing. Zuccherino en varias obras, persona reconocida en el medio uruguayense. Atilio fue Vocal del Centro de Construcciones y anexos de Concepción del Uruguay, demostrando su integración con la comunidad concepcionera.

Adriano, en Concepción del Uruguay, comenzó con un bar y almacén, tal como se estilaba en esa época en la esquina de calles Alberdi y Mariano López. Pasa el tiempo, cierra el negocio y se une a su hermano Atilio, dedicándose a la construcción.

Casa particular, ubicada en Galarza y Erausquin

Esta Empresa Constructora, contemporánea de nuestra población, comenzó con sus primeros trabajos en Mar del Plata, construyendo chalets, con revestimientos en piedra y revoque, jardín y rejas en el frente. Algunas obras públicas en que participaron con la Empresa fueron: Escuela Nº 23 “Las Tunas” en Misiones, Casino de Oficiales en Villaguay, cinco pabellones de movilización drogas e inflamables en cuarteles de Paraná, Pabellón antituberculoso en Policlínico Regional del Litoral en Concepción del Uruguay y construcción de la actual Sala de salud Dr. Giacomotti, Edificio del Banco Hipotecario en el que actualmente está el Juzgado Federal; Instituciones como Aero Club, Centro de Constructores y Edificio Centro Comercial de nuestra ciudad, además de algo emblemático, la construcción del monumento a los Italianos, conocido popularmente como “a la loba”. En la construcción de los denominados “chalets” lograron verdaderas obras de arte.

Monumento a “Los Italianos”. Fue inaugurado el11 de Octubre de 1959

En nuestra ciudad aún se conservan muchas de sus construcciones como en calles: 21 de noviembre y Sarmiento (año 1928), en Antártida Argentina al 540, en Almafuerte y Gral. Juan Perón (aquí se puede ver en la pared la placa que puso la Empresa Constructora). En Erausquin y Galarza, esta casa fue modificada años después de su construcción conservando las líneas arquitectónicas iniciales y en España 230, se conserva una casa, donde lo único nuevo es la reja en el frente.

Estación de servicio YPF, ubicada en Galarza y Supremo Entrerriano, año 1937

La Empresa va creciendo y aparecen en escena las casas de dos plantas, planta baja negocio y alta vivienda familiar. Tal es el caso de sus viviendas, la de Atilio en 9 de julio y Zaninetti y sobre calle Zaninetti, la de Adriano. También en calle 3 de febrero 73, vemos una casa con revestimiento en mármol, balcones y ventanales. Otro ejemplo del modelo impuesto por la Empresa en calles Sarmiento y Rivadavia. En Artigas 60, la casa actual fue modificada, pero conservan aberturas y rejas primitivas. También construyeron estaciones de servicios, en Supremo Entrerriano y Galarza (hoy ya no la tenemos), y en Mitre y Supremo Entrerriano. Participan en la construcción de la Planta de YPF, en la Costanera Paysandú.

Centro de salud Dr, Bartolomé Giacomoti, viejo hospital Urquiza

A mediados de la década de 1960, la empresa de los hermanos Nichele, afronta sus dos obras más importantes, una por la monumentalidad, y la otra por su significación, nos referimos, claro está, a la construcción del edificio del Centro Comercial, segundo “rascacielos” de la ciudad, con un revestimiento en vidrio molido, color mostaza y del Mausoleo del Gral. Justo José de Urquiza, en la Basílica de la Inmaculada Concepción (1967).

Edificio Centro Comercial

El edificio del Centro Comercial. En octubre de 1964, la Comisión Directiva del Centro Comercial aprueba los pliegos para el llamado a licitación para la construcción del edificio. El 17 de noviembre de 1964, en una asamblea extraordinaria convocada al efecto, se aprueba el contrato que la Comisión Directiva había firmado “ad-referéndum”, con la empresa constructora Atilio V. Nichele. El edificio en torre constará de planta baja, garajes, bauleras, galería comercial y 16 pisos de departamentos. El 12 de diciembre del mismo año, se firma el contrato definitivo de construcción del edificio con la empresa de Don Atilio V. Nichele, teniéndose previsto iniciar los trabajos en los primeros meses del año siguiente.
El 22 de enero de 1965, se inician los trabajos de estudios de suelo, tareas que estuvieron a cargo del ingeniero Hugo V. Vercelli, para determinar el cálculo de las estructuras con el arquitecto Schettini.

Publicidad del nuevo edificio

Para septiembre de 1966, se habían vendido 26 departamentos para viviendas, quedando sólo 13 disponibles, además de los locales comerciales de la futura galería. A fines de enero 1967, la obra se encontraba en el piso 14, faltando dos más para completarla, pasando a ser el edificio de mayor altura de la Provincia de Entre Ríos de esa época, teniéndose previsto su finalización total para fines de 1969. El 15 de julio de 1968, se entregan los 27 locales de la galería comercial, a quienes los habían adquirido y son inaugurados el 21 de julio, constituyéndose en la primera galería comercial de la ciudad. De inmediato, se instalaron diversos comercios, entre ellos: “Foto Ricardo”, sucursal de “El Sportman”, “La Candela”, “Karina Calzados”, “Decoraciones Seven”, “Foto Yusty”, “Leopardo Turismo”, sucursal de la tienda “Víctor Niño”, etc. Cabe destacar que los locales de la galería no sólo se destinarían a comercios, sino que también en ellos se podían instalar oficinas y profesionales, tal como se puede ver en la actualidad. A partir del mes de julio de 1969, la venta de departamentos y locales comerciales, pasan a estar a cargo del Banco de Entre Ríos, el que acuerda 15 años de financiación especial a los compradores, completándose la venta de los departamentos.

En el mes de julio de 1970, el “Centro Comercial” llama a licitación para la explotación del restaurant, bar y salón de fiestas de su sede social, sita en el 1° piso del “Edificio Centro Comercial”, adjudicado al Sr. Alejandro Castro, inaugurándose el 8 de diciembre de 1970, con una nutrida concurrencia.

Personas que trabajaron el la construcción del mausoleo del general Urquiza

El Mausoleo del Gral. Justo José de Urquiza. En 1965, ya fundada la Comisión de Lugares y Monumentos Históricos local, su presidenta Doña María del Carmen Miloslavich de Álvarez presenta a la comisión la idea de que se debería hacer un Monumento al Gral. Urquiza en la ciudad. Con motivo de la inauguración de la Central hidroeléctrica “Caseros”, el 3 de febrero de 1965, visitan la ciudad el Vicepresidente de la Nación Dr. Carlos Perette, el Gobernador de la provincia Dr. Carlos Contin, a quienes les solicitan ayuda económica para tal proyecto. Ese mismo día frente a la tumba del Gral., los mandatarios al referirse al caudillo entrerriano manifiestan que merecía tener un gran mausoleo. Por supuesto que las autoridades locales no dejan pasar este comentario y se ponen a trabajar.

Se solicita permiso a las autoridades eclesiásticas, el Obispo de Gualeguaychú Monseñor Jorge Chalup, no se opone, pero manifiesta: “Habrá que ver cómo se hace, pues los restos del Gral. Urquiza no pueden ponerse a la altura del piso – y agregó –pues todo lo que está sobre el piso es materia de culto”.

Siempre con el trabajo de la Comisión de Monumento, se fueron llevando adelante los trámites que llevaron a concretar el Mausoleo que hoy tenemos en la Basílica. Se trabajó en un proyecto inicial que estuvo a cargo de Luis Gonzaga Cerrudo, el que no prosperó. La Comisión de Monumentos y Lugares Históricos Nacional mandó a nuestra ciudad al Arq. O’ Conord, quien ya traía una idea de cómo debía ser la obra: “un recinto cerrado en forma oval que tuviera en la parte de arriba una baranda de hierro forjado desde donde se podría mirar el mausoleo que estaría abajo y en un pedestal de mármol levantado algo del piso que sostendría en su parte superior el ataúd”, que a la postre resultó muy parecida a la obra final.

La Dirección de Arquitectura de la Provincia hace los planos, los que fueron aceptados por el cura Párroco de la Basílica, padre Fiorotto, por la Comisión de Museos y Monumentos Históricos Nacional y visados por la Asesora de Historia del Gobierno, Srta. Beatriz Bosch. Logrado esto, el 25 de abril de 1966, se abren los sobres de los oferentes presentados para la construcción de la obra, fueron dos: Atilio V. Nichele y Peresson-Cimiotti, ambos locales. Recayó la elección finalmente en la empresa de los hermanos Nichele.

Fue construido en el lugar donde se encontraron los restos del Gral. en el año 1951. Tiene mármoles argentinos, contando con uno central que posee un medallón de bronce del busto del Gral. Urquiza, realizado por el escultor Sr. León Nux. Estando al principio prevista la inauguración para el 1° de mayo, finalmente fue realizada el 7 de mayo de 1967, con la presencia del Presidente de facto, General Juan Carlos Onganía, el Gobernador de la Provincia Brigadier Fabre, el Intendente Dr. Lucilo B. López y demás autoridades.

Atilio se casó con Luisa M. Baloni y tiene dos hijos: Carlos y Anabel, falleciendo 23 de marzo de 1982. Justo Nichele se casó con Laura Simonetti, muere trágicamente el 15 de febrero de 1940, dejando tres hijos: Ítalo, Hugo y José.

Construcción de la sucursal local de Banco Hipotecario. Fue inaugurado el 17 de Septiembre de 1962

Adriano se casó con Francisca Clara Ibarra y tiene dos hijas: Susana y Adriana. Tuvo una reconocida vida en la sociedad uruguayense, desde su participación en el coro de la ciudad, como por su famoso hobbie en quintas de verduras que luego regalaba, plantaciones de flores, especialmente gladiolos, y por el loteo Nichele que constituye Villa Las Lomas Norte, ayudando a gente trabajadora a adquirir su terreno, muy recordado aún hoy por los vecinos de ese barrio,  se puede decir, con justicia que Adriano contribuyó con su loteo a urbanizar una importante zona del oeste de la ciudad. Adriano falleció el 18 de marzo de 1988. Todos los hermanos descansan en el cementerio municipal de C. del Uruguay.

Chalet de calle Sarmiento y 21 de noviembre

Actualmente, en lo que fuera su chacra se encuentra emplazado el Adriano Apart Hotel, edificado a partir de los galpones de acopio de materiales construidos por ellos, siendo el mudo testigo de un tiempo de arduo trabajo y esfuerzo, de estos italianos afincados en nuestra ciudad, dejándonos sus obras y su familia, entre nuestros pobladores.

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Datos y fotos suministrados por Susana Nichele. Rousseaux, Andrés, “Concepción del Uruguay, edificios con historia”, Tomo III, Concepción del Uruguay, 2013. Zaffaroni, María L. “Anales” (2ª edición) y Miloslavich de Álvarez, María del C. “Los Restos del Gral. Urquiza. Construcción del Mausoleo”

Celia Torrá

Celia Torrá y sus maestros. (Foto: Méndez, Marcela, “Celia Torrá, ensayo sobre su vida y su obra en su tiempo”)

Es la primera calle de la ciudad que lleva el nombre de una mujer nacida en C. del Uruguay. El 22 de noviembre de 1968, le fue colocado este nombre a la calle 7 del Oeste Norte.

Celia Tomasa Torrá Ubach nació en Concepción del Uruguay el 18 de septiembre de 1884, era hija de una familia de origen catalán. Era nieta de José Ubach y Roca, industrial español quien asociado con Justo José de Urquiza instaló una fábrica de paños en Concepción del Uruguay. Realizó parte de sus estudios en la Escuela Normal de Profesoras y sus inicios como estudiante de música estuvieron en manos de Panchita Soler y el maestro Palermo, en nuestra ciudad.

Celia Torrá (Foto: Méndez, Marcela, “Celia Torrá, ensayo sobre su vida y su obra en su tiempo”)

Cabe destacar que años más tarde escribió el Himno a la Escuela Normal con letra de Evelina Parodié mantero, profesora de Ciencias y Letras.

Inicio sus estudios musicales en el Conservatorio Williams de Buenos aires, teniendo como maestro de piano, Teoría y Solfeo a Alberto Willams y a América Montenegro y Andrés Gaos como maestros de violín. Celia se destacó rápidamente en la ejecución de este instrumento siendo una de las alumnas más sobresalientes de dicha casa de estudios.

En 1909, becada por la Comisión nacional de Bellas Artes viajo a Bruselas y Budapest a fin de completar sus estudios. Jeno Hubar, director del Conservatorio real fue su padrino artístico. Al comenzar la Primera Guerra Mundial se dedicó en Europa a dar conciertos a beneficio de la Cruz Roja Internacional. Recorrió toda Francia entre los años 1914 a 1918. A su regreso a Buenos Aires, donde se radica en 1921, se dedica a realizar una serie de recitales.

Entre 1921 y 1923, realiza estudios de composición con Athos Palma, y en 1934 le dedica a su maestro la única obra que compone para piano como instrumento solista, la Sonata en La Menor. En 1930 formó en Buenos aires la Asociación Coral Argentina y en 1938 la Asociación Coral Femenina. Alterno su tarea de compositora con la docencia ya que dictó la cátedra de música en el Liceo Nacional de Señoritas N° 1 y compuso varias obras para violín, entre ellas: “Rapsodia Entrerriana”, “Suite Incaica”, “Sonata en la Menor”, “Cantar de Arriero”, “Milonga del Destino”, “Otoño”, “Vida-Vidita” y “Canciones Infantiles”.

Pero Celia, no olvida sus raíces, regresa a nuestra ciudad y como si nada hubiera cambiado en la vida realizo conciertos en el Círculo Católico de Obreros, en teatro 1º de Mayo y en el Templo de la Inmaculada Concepción.

Tenía un gran amor por nuestra Basílica de la Inmaculada Concepción, lugar donde fuera bautizada y se preocupó por que el lugar no contaba con un órgano para los oficios religiosos.

Celia Torrá y sus alumnos luego de un concierto (Foto: Méndez, Marcela, “Celia Torrá, ensayo sobre su vida y su obra en su tiempo”)

Encabezó una comisión por la cual se recauda dinero para la compra del mismo. Se compraron, con lo recaudado dos instrumentos, uno fue destinado a nuestra Basílica y el otro para la Catedral de la ciudad de Gualeguaychú.

Fueron traídos en el año 1927, las piezas metálicas procedentes de Alemania y las de madera de Italia. Los dos constan de 2200 tubos, tres hileras de teclados y pedaleras, son neumáticos.

Hoy en día el que se encuentra en Basílica de la Inmaculada Concepción, necesita una puesta en valor ya que hace varios años no podemos escucharlo.

Es una enorme caja de madera ubicada a la izquierda del altar mayor y en su pared izquierda que se aprecia desde la nave derecha, se pueden apreciar pinturas referentes a: En el centro, el Apóstol San Pedro, cabeza de la iglesia, a un lado: Santa Teresita de Lieiux o del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia y Patrona de las Misiones Católicas y del otro Santa Cecilia, Patrona de la Música, se dice que llevaba en su pecho los Santos Evangelios y cantaba al Señor despreciando los bienes terrenales.

Celia Torra, muere en el año 1962, a los 73 años de edad.

Texto: Civetta, Virginia y Ratto, Carlos. Fuentes: Nadal de Mazzucha, Ana, Folleto “Evocaciones”, 1975; Albertinazzi, Nélida, “Breve Reseña Histórica de Basílica Inmaculada Concepción”, 2003, Bourband, Néstor y Brossard, Araceli, “Basílica Inmaculada Concepción, pasado y presente” y Méndez, Marcela, “Celia Torrá, ensayo sobre su vida y su obra en su tiempo”

Toponimia de balnearios y cursos de agua de C. del Uruguay y la región

Arroyo de la China

Conocer el origen o el significado de los nombres de diferentes lugares de un territorio, es decir su toponimia, es muy interesante, ya que podemos distinguir connotaciones sociales, históricas, políticas, culturales, educativas y económicas. Todo hace a la identidad en este caso particular de nuestra provincia.

La toponimia entrerriana es muy rica y variada. Algunos nombres que se conservan son los dados por los aborígenes, veces “castellanizados” por los españoles, otros dados por el proceso de poblamiento con inmigrantes, generalmente europeos. También dados por la unión de estos dos últimos, y más tarde por el trazado del ferrocarril que recorrió la provincia de Este a Oeste y de Sur a Norte, dando nombre a sus estaciones, denominación que luego fueron tomando varios pueblos surgidos en torne a ellas.

Hoy, vamos a hacer referencia de sitios y/o accidentes geográficos que están relacionados con cursos de agua, y, en general, con diferentes balnearios de la ciudad y la región. Es sabido que desde tiempos inmemoriales, los pobladores, originarios en un primer momento y los inmigrantes y criollos después, motivados por las altas temperaturas de la zona en general y por motivos de higiene muchas veces, buscaron el auxilio de diferentes zonas cercanas o distantes de la ciudad, que por sus características permitiera el baño sobre la costa, cosa que aún hoy sigue inalterable, aunque ya la población los busca por motivos recreacionales, entre ellos podemos mencionar el Balneario Itapé, Paso Vera, La tigrera, entre los actuales y otros ya fuera de uso como los arroyos Curro, Del Molino y el mismo Arroyo de la China.

Hoy contaremos el origen y/o significado de cada uno de esos nombres

Arroyo “El Curro”: Afluente del margen derecho del arroyo “Del Molino”, antiguamente era llamado “Salvatella”, por Salvador Salvatella, regidor del cabildo de Concepción del Uruguay en 1783. En 1808 figura una posta sobre ese arroyo. En la cartografía antigua figura como “El Curro”, tal como se llama hoy en día. No se sabe bien el motivo del nombre. “Curro” viene del verbo “currar” trabajar o también pegar o golpear. También se dice que puede ser porque en España a los llamados “Francisco” o a los toreros se del dice “Curro” y de ahí puede haber tomado su nombre. Hoy este arroyo está muy contaminado y ya no sirve como recurso de recreación.

Arroyo “Del Molino”: Del Molino o Itapé, tiene sus nacientes al N.E. de la Colonia Caseros, en el distrito Molino, departamento Uruguay. Cruza una región de montes y desemboca en el Uruguay por un brazo común con el riacho Itapé. Está caracterizado por su curso sinuoso. Originalmente llamado Itapé y luego de Vera, en homenaje a Antonio de Vera y Mujica propietario de tierras en esta zona por 1680 que ha dejado su apellido en otros lugares de nuestra toponimia. Entre el Itapé por el sur y el arroyo El Cordobés por el norte y con frente sobre el río Uruguay, estuvo la estancia “Rincón de Urquiza”. El campo pertenecía primitivamente a los jesuitas, luego fue propiedad de los herederos de Hernandariasy sucesivamente pasó por manos de Pedro Larramendi y su esposa María Francisca Arias Cabrera y Saavedra, de don Juan José de Castro, Pedro Duval, José de Urquiza, y luego a sus hijos Cipriano y Justo José de Urquiza.

Actualmente se lo conoce como Molino y también se lo llamó de los Molinos. La denominación de arroyo del Molino o Molino de debe a que a su vera existió un molino harinero con fuerza hidráulica construido entre los años 1868 y 1870, por empresario José María Barreiro, quién como Presidente del Directorio del Banco Entrerriano, había tomado posesión de las tierras de una sociedad compuesta por Juan José Soneyra y Martín Martinez Castro, fundadores de la “Colonia Perfección”. La construcción de este molino fue al ingeniero francés Silla Saint Gully, quién posteriormente tendrá a su cargo la construcción del “hospital de caridad” (el hospitalito) y el panteón de la familia del general Urquiza en el cementerio local. Con el tiempo fue pasando por diferentes dueños hasta llegar a nuestros días como de propiedad de la familia Arlettaz.

En la actualidad funciona en el lugar un balneario denominado “Molino Barreiro” por su propietario original. Antiguamente, antes de la puesta en funcionamiento de este centro recreacional se lo conocía como “Molino Arlettaz”.

Arroyo “De la China”: Es un curso de agua que desemboca en el riacho Itapé, al sur de Concepción del Uruguay. El Instituto Geográfico Nacional lo llama arroyo “La China”, pero la tradición histórica y lugareña lo distingue como “de la China”. En el mapa confeccionado por Tomás de Rocamora en 1782 figura un curso con el nombre “China A”; en otra carta posterior, sin fecha pero que se considera de la última década del siglo XVIII, aparece ubicada la Villa de la Concepción o Arroyo de la China. Se desconocen los motivos que dieron origen al nombre. El vocablo es de origen quichua y define a la hembra del ciervo, como “china-taruka”, y por extensión a la mujer. En 1778 los vecinos radicados en la costa de este arroyo solicitaron autorización para fundar una capilla. Los problemas surgidos por la posibilidad de ser desalojados de esas tierras, apresuraron la acción de Tomás de Rocamora, que eligió una loma algo al norte del arroyo para proceder a la fundación de Concepción del Uruguay. La barra de este arroyo fue declarada Lugar Histórico en 1942.

Arroyo “Urquiza”: es un paraje situado en el distrito Molino, departamento Uruguay, sobre el ex ramal ferroviario de Concepción del Uruguay a Concordia que fue habilitado al tráfico en 1913. El arroyo es un afluente del río Uruguay y desagua frente a la isla Almirón. Constituye parte del límite entre los departamentos Uruguay y Colón. Recuerda a José de Urquiza, Comandante de Entre Ríos entre 1804 y 1811, propietario de la estancia llamada “Rincón de Urquiza”.

Primitivamente se lo conocía como arroyo “Largo o del Cordobés”. En las inmediaciones de este arroyo, en un establecimiento ganadero que más tarde sería conocido como “Talar del Arroyo Largo”, nació Justo José de Urquiza, el 18 de octubre de 1801. En las márgenes del Urquiza funcionó, en la década de 1870, uno de los primeros molinos harineros a vapor, el “Santa María”, de Maury Hnos.

El balneario “Viejo Molino”, antes “Ruinas del viejo molino”, ubicado sobre ambas márgenes del arroyo, recibe ese nombre ya que en ese lugar funcionó un molino harinero, construido por Ludovico y Próspero Maury en el año 1884, lo que constituye la primera iniciativa de importancia en la utilización del agua como fuerza motriz en la Provincia de Entre Ríos. Este molino, paso por diferentes etapas y dueños, hasta que, siendo propiedad de Fabani Hnos., el 11 de Octubre de 1929 el viejo molino detuvo sus maquinas para siempre.

Banco Pelay en 1970

Banco Pelay: Era un inmenso banco de arena, donde en sus inmediaciones habitaba un pescador de apellido Pelayo, que todos conocían por Pelay. Los pocos visitantes que tenían acceso a este paraje, para identificarlo, decían: “estuvimos en la Playa de Pelay”.

Se han tejido una serie de anécdotas y leyendas, sobre quienes eran los que habitaban este lugar. Era una familia de pescadores, que siempre habían habitado ese privilegiado lugar, recibido como herencia. Vivian en una precaria vivienda, los moradores eran Don Pelay y su esposa Doña Rosa, no tenían hijos.

Don Pelay, todos los días en forma rutinaria, realizaba esa sacrificada tarea del pescador, recorría los espineles en busca de presas, que luego comercializaba en el puerto de Concepción del Uruguay. Con lo obtenido de la venta, adquiría alimentos para la subsistencia de él y su señora. Regresaba pasando el medio día, con su embarcación cargada de provisiones. Por la tarde, recorría las trampas estratégicamente ubicadas en la vegetación y comprobaba si no había alguna presa atrapada.

La felicidad, la paz y tranquilidad, que disfrutaban los Pelay, fue alterada por una inesperada visita. En una lancha arribaron unos señores, aduciendo ser los nuevos propietarios del lugar, el mismo había sido rematado por el fisco debido a la falta de pago de los impuestos. Que sabían los Pelay de ello, absolutamente nada, por ignorancia pasaban ahora de propietarios a encargados. Los nuevos dueños, introdujeron un centenar de ganado vacuno, Don Pelay paso ahora de pescador a tropero.

Doña Rosa, fue la que más sintió este cambio, el dolor y la tristeza fue minando sus fuerzas, hasta que falleció. Su esposo, sin consuelo, no demoro en seguir el camino trazado por su compañera.

La Tigrera: arroyo y puente. Este paraje situado en el distrito Molino, departamento Uruguay sobre el curso del arroyo Molino, era conocido como el Potrero de Chiloteguy. Allí vivía Francisco Lozano conocido como “El Tigrero”, debido a que se dedicaba a la caza de tigres y gatos monteses que abundaban en la zona. Cuando murió a su viuda, Manuela que quedo viviendo en el lugar, se la empezó a llamar “La Tigrera”, origen del topónimo. En la actualidad funciona al oeste del puente que atraviesa el arroyo un balneario camping que ha tomado este nombre: “La Tigrera”.

Acceso a balneario ” Itapé” en 1939

Riacho Itapé: Situado entre la ciudad de Concepción del Uruguay y la isla del Puerto. Para Buffa, la etimología de Itapé sería “piedra chata”, asociado a la abundancia de piedras grandes y planas que se encuentran sobre la costa del lugar denominado Salamanca. De ítá: piedra y pé: chata, recordemos que antiguamente se solía llamar Itapé a todo el largo de este curso de agua, lo cual incluí toda la extensión del arroyo “Del Molino”. El balneario, del mismo nombre fue creado por Ordenanza N° 0781 del 24 de septiembre de 1930 y es, en la actualidad, el más antiguo de la ciudad en funcionamiento.

Isla Cambacuá: es una isla, situada sobre el Rio Uruguay al sur de Concepción del Uruguay. La palabra de origen guaraní que significa “Cueva de negro”, de cambá: negro y Cuá: cueva y hace referencia a que ese lugar era un escondite seguro para los esclavos que resistían su situación.

Paso Vera: de la ciudad de Concepción del Uruguay sobre el río Uruguay. Recuerda al general Francisco Antonio de Vera Mujica, que en 1680 pasó a la banda oriental del río Uruguay con un contingente de tropas, en la campaña llevada por los españoles contra los portugueses. En años posteriores el mismo Vera Mujica vadeaba por este paso sus haciendas. Figura en el mapa del Padre Quiroga (1749) y se repite en otra carta fechada en 1768. A mediados de mayo de 1818 se instaló una batería de tres cañones ocultos en el Paso de Vera para la defensa de la costa. Actualmente es un balneario a continuación del Banco Pelay.

Río Uruguay: Nace en Brasil y desagua, junto con el Paraná, en el de la Plata. Constituye el límite de la provincia con el estado uruguayo. Dice Buffa que “pocos topónimos entrerrianos presentan las variantes que caracterizan a Uruguay. Durante el siglo XVI, la denominación característica fue “Río de Lopeti”. En la misma centuria, algunos geógrafos franceses e italianos consignaron el nombre “San Salvador”.

El nominativo aborigen sufrió muchas variantes: Urua, Uruall, Uruau, Urubay, Uruan. Ulrico Schmidel consignó la grafía Urquá. Caboto identificó al Uruguay con el Plata y lo llama Huruai. La cartografía de la época registró la denominación ‘Río Negro” dada al Uruguay. En el transcurso del siglo XVII, se sucedieron estas denominaciones en informes de los gobernadores al monarca o en cartas geográficas: Uruguay, Uraig, Uruayig. El padre Oñate, en su Carta Anual de 1620, lo llama Hiruguay. En el siglo XVIII, fue conocido como “Río de las Misiones” pues sobre sus riberas se alzaban numerosas reducciones. En mapas de la misma época, se usó la denominación actual, Uruguay, que ya apareciera en cartógrafos del siglo anterior, alternando con Vuraguay y Uruguaig. El vocablo Uruguay es un ejemplo de anarquía ortográfica. A través de los autores señalados, de distintas épocas y nacionalidades, se comprueba la deformación sufrida por la palabra.

Fue consecuencia del procesa de desfiguración de la lengua vernácula por los europeos, quienes transcribían los sonidos aborígenes como los interpretaban, pues desconocían las lenguas del Nuevo Mundo y, en muchos casos, apenas dominaban la materna. Ignorantes de las reglas para la transcripción de los sonidos característicos, los registraban con las articulaciones más similares de su idioma original”. Siguiendo a Buffa, “las palabras que componen el vocablo son las siguientes: urú: pajarillo de pechuga de gallina y gua: país o región e i: río, de lo que surge “Uruguay”, “río de la región del urú”.

En tanto el jesuita Nicolás Mastrillo Duran le llama “río de los caracoles” por la abundancia de estos moluscos en sus riberas, hipótesis que sostiene Irigoyen; de “urugua”: caracol de agua e y: río.

Edición: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Texto extraído de: Bourlot, Rubén y Bertolini, Juan, “Índice sintético de la toponimia entrerriana”, 2016, Argachá, Celomar, Gregori, Miguel Á. y Rousseaux, Andrés, “Ruinas del Molino Barreiro”, Bourband Néstor y Brossard, Araceli, “Banco Pelay, el paraíso, pasado y presente”, Rousseaux, Andrés, “Cuando los tigres merodeaban la ciudad” y Miloslavich de Álvarez, María del Carmen, “El molino Maury”

Las grande crecientes del río en C. del Uruguay

Creciente de 1959, vista del busto de Mariano López

Desde siempre, el río Uruguay ha tenido, cada tanto, crecidas extraordinarias, por la altura y área territorial que abarcaban.

Ya Rocamora al decidir fundar la ciudad sobre una de las tantas lomadas de la zona, pensó en proteger naturalmente la nueva villa de los embates del río, considerando que la zona original era muy vulnerable a la crecida siempre recurrente del río Uruguay, el tiempo le dio la razón y fue así que en la peor de las crecientes registradas hasta el momento, el 17 de abril de 1959, las aguas avanzaron hacia la ciudad desde diferentes puntos cardinales, inundando vastas zonas de C. del Uruguay, con excepción del casco histórico, que por estar situado sobre la colina elegida por Tomás de Rocamora, quedó, y por mucho, fuera del alcance de las desbordadas aguas del río Uruguay.

De muchas de ellas, solo tenemos referencias por documentos escritos y más cerca en el tiempo, fotográficos, ya que fue recién a fines del siglo XIX, más precisamente, desde el 1 de agosto de 1892, cuando se instala en el puerto nuevo la primera escala hidrométrica.

Creciente del año 1886/87, se puede ver el viaducto y la isla de “Las Garzas” casi tapada por las aguas

En este artículo, repasaremos aquellas más importantes (más de 7  metros)  que se han sucedido en la historia local en los últimos tiempos y que tanto perjuicio trajeron, sobre todo para las personas asentadas en la zona conocidas como “inundables”. Hoy la ciudad cuenta con dos defensas, la norte y la sur, que impiden el ingreso de las aguas en tiempos de crecientes, reduciendo casi al mínimo los daños que estas causaban tan solo hace unos años atrás.

De la primera gran creciente que se dispone de algún antecedente, es la que se produjo en el año 1886, que obligó a suspender los trabajos que se encontraban en plena ejecución, del nuevo puerto exterior (o muelle Nacional), sobre el río Uruguay. Si bien no nos es posible identificar con claridad la altura que alcanzó el río, ya que no estaba normalizado el sistema de medidas, podemos ver en las fotos de la época, que las aguas del río casi cubren por completo la isla de las “Garzas”.

Pocos años después, en 1899 el río vuelve a experimentar una importante crecida, la que esta vez sí pudo ser documentada fehacientemente, ya que desde agosto de 1892 se contaba con escala hidrométrica, obteniéndose un registro de 7,28 metros en el mes de setiembre de ese año. Durante este ascenso de las aguas, la Prefectura debió evacuar su edificio y numerosos habitantes ribereños debieron ser evacuados, asentándose en precarios campamentos, fuera del alcance de las aguas. Otra consecuencia de esta creciente fue que daño seriamente el viaducto que conectaba el territorio con el muelle exterior. Esta creciente se mantuvo con altos niveles por varios meses; es así que el 31 de agosto había alcanzado 6.30 metros.

En el mes de junio de 1923, las aguas alcanzaban la altura de 7,04 metros frente al puerto local y seis años después, en octubre de 1929, habían ascendido hasta llegar los 7,82 metros.

Creciente de 1929, vista de la avenida costanera

Debieron pasar casi cincuenta años, desde la colocación de la escala, para que el río Uruguay superara la barrera de los 7 metros. Fue el 20 de mayo de 1941, cuando el río alcanzaba su altura máxima, hasta ese momento, con 8,22 metros sobre cero del puerto local. En algunas fotos puede verse como las aguas del río cubrieron totalmente la avenida costanera y los galpones fiscales instalados en la zona portuaria.

Creciente de 1941, vista de la avenida costanera

En 1959, la conjunción de diversos factores meteorológicos e hidrométricos (intensas lluvias en la cuenca del río Uruguay sumado a una persistente sudestada, provocaron la hasta ahora mayor creciente en la ciudad, marcando, en el hidrómetros local 10,22 metros, dos metros más que la anterior, el día 17 de abril de 1959 a las siete de la mañana.

Creciente de 1959, vista de la casona de Briozzo, en el puerto viejo

En ese entonces, salvo la zona céntrica y el barrio del “Cerrito”, ubicados sobre sendas lomadas, toda la ciudad se vio alcanzada por las aguas desbordadas del río Uruguay y los arrotos “Itapé”, del “China” y el “Molino”. Las aguas del arroyo de la “China” ingresaron por el cauce del arroyo de “las Animas”, llegando a cortar la calle 9 de Julio.

Creciente de 1959, vista de la plazoleta y busto de W. Gadea

Las imágenes y las consecuencias materiales de esa gran creciente, quedaron para siempre en la memoria colectiva de la población, aun cuando muchas personas no habían nacido aún, que periódicamente la revive por medio de las fotos y alguna vieja filmación. Como puede verse en las fotos, el agua ascendió a 2,20 metros del nivel del piso de la prefectura local, llegando a tocar los bustos de mariano López y de Wenceslao Gadea, ambos ubicados en la zona del puerto nuevo.

El río Uruguay volvió a crecer en el año 1972, alcanzando los 7,35 metros en el mes de junio, y, aunque no fue lo importante de la anterior, el número de personas afectadas crecía al ir expandiéndose la ciudad y ocupando zonas consideradas “inundables”.

Creciente de 1959, vista del puerto y la avenida costanera

Al poco tiempo, el 1º de abril de 1974, comenzó la construcción del Complejo Hidroeléctrico de Salto Grande. El 21 de junio de 1979 se conformó el lago-embalse y la primera de las catorce turbinas comenzó a generar energía eléctrica. Esta represa debería actuar de ahora en más como regulador del río Uruguay, ya sea previniendo inundaciones o posibilitando un trabajo más planificado cuando la situación era incontrolable.

Finalmente, la última creciente de importancia se sucedió el 25 de julio de 1983, cuando el río llegó a los 8,08 metros sobre el cero del puerto local, provocando, hasta el 17 del mismo mes 328 familias evacuadas con más de 1200 personas afectadas que fueron instaladas en los viejos galpones de la Rural y en domicilios particulares. Cabe acotar que la evacuación de personas fue algo recurrente ante cualquier crecida  significativa del río, al punto de haberse construido en la ciudad residencias temporales conocidas como “Albergues para evacuados”, los que hoy  han sido destinados a otros fines.

En cada oportunidad que las aguas salían de su cauce, la mayoría de las personas afectadas y que debían auto evacuarse o ser evacuadas por la municipalidad y la Prefectura eran habitantes de los barrios “La Concepción” y “Cantera 25”.

Vista de la Defensa Sur

Eso, felizmente, ya no sucederá en el futuro ya que el 6 de junio de 2006 se inauguró la “Defensa Sur” de concepción del Uruguay, que consiste en un terraplén que tiene una longitud de 1.600 metros, recorre la ciudad en sentido este-oeste, desde la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables hasta calle Lucas Piris, e ingresa en los terrenos del Ejército Argentino aproximadamente unos 300 metros. Tiene un coronamiento de seis metros a cota 11,40 metros del cero local. Esta obra imposibilita que ingresen las aguas del riacho “Itapé”  protegiendo a los barrios de “La Concepción”, “Puerto Viejo” y “La Quilmes”, aislando la ciudad por el este y por el norte.

15 años más tarde, el  20 de octubre de 2021, es inaugurada la “Defensa Norte”, que bloquea el ingreso, por el norte, de las aguas del arroyo “Molino” por el cauce del arroyo “El Gato”, protegiendo a los habitantes de los barrios Cantera 25, San Isidro y San José.

En río Uruguay, que tantas ventajas aportó y aporta a la ciudad, también en los momentos dónde sale de su cauce provocó en el pasado muchas situaciones no deseadas para los residentes de la ciudad, hoy sus aguas pueden volver a crecer, pero la ciudad está totalmente protegida de sus efectos negativos.

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Diario “La Calle”, “Crece el río Uruguay”, 17 de julio de 1983 y Andrés Rousseaux, “Las grande crecidas del río Uruguay en Concepción del Uruguay”, Diario “La Calle”, 29 de noviembre de 1992

Juan Manuel Blanes, el pintor del palacio San José

Batalla de Caseros, oleo de Juan Manuel Blanes

Juan Manuel Blanes nació en Montevideo el 8 de junio de 1830 y murió en Pisa, Italia, el 15 de abril de 1901 fue un pintor uruguayo de gran reconocimiento en el Río de la Plata por sus interpretaciones de temas históricos locales. Por el aporte de sus pinturas a la identidad uruguaya, es considerado en su país «el pintor de la patria». En 1844 realizó su primera pintura conocida, una imagen de la goleta inglesa Comodoro Purvis en la bahía de Montevideo.

Juan Manuel Blanes y su familia

Para el año 1854, Juan Manuel Blanes, era un joven con grandes aspiraciones de triunfo. Pintaba paisajes y algunas otras cosas, sin la crítica constructiva tan necesaria y oportuna para un autodidacta. Pero había comenzado con retratos que le daban un buen sustento. Pero no se sentía conforme y ante la carencia de maestros, así es que decide trasladarse de su cuidad Montevideo a Salto, donde sigue con los retratos.

Por otra parte, el General Justo José de Urquiza era el presidente de la Confederación Argentina. La capital fue la ciudad de Paraná, pero Urquiza gobernaba desde su casa Palacio San José.

No se sabe bien como fue el encuentro entre los dos, pero Blanes le envía a Urquiza un cuadro, de “tamaño, mediano, de ideografía original, alegoría argentina, al óleo”, como lo especifica un documento de la época. Este obsequio llamó la atención de Urquiza, con quien se entrevistó en el palacio San José y le encargó una serie de obras, por lo que se mudó con su familia a Concepción del Uruguay en 1856. También pintó un retrato del general Urquiza. Luego viajó a Montevideo. De esta manera Blanes logra uno de sus objetivos, tener jerarquía. Llego a ser el pintor de la persona más importante del momento.  Durante su estadía en Concepción del Uruguay, el pintor se alojó en una casa, que ya no existe, en calle 9 de Julio 823.

Corría el año 1856 y ya se había instalado en la ciudad y la mayoría de sus trabajos se los encargaba Urquiza.

Hoy en Palacio San José, se pueden apreciar algunas de sus obras como, por ejemplo:

Retrato del Alférez Miguel G. González

Miguel Gerónimo González

El motivo de este retrato es un poco novelesco.  Después de la batalla de Cagancha, en la Republica del Uruguay (1840), desarticuladas las tropas de Echague (Gobernador de Entre Ríos), Urquiza se lanza al río Uruguay con su cabalgadura. Pierde el dominio del animal y cae al agua sin saber nadar, es entonces que Miguel González le salva la vida, arriesgando la suya.

Motivo este por el que Urquiza hace pintar su retrato por Blanes, en agradecimiento, además de otros reconocimientos.

Los cuadros de las batallas

Caseros, carga de la caballería. Juan Manuel Blanes

Son en total ocho cuadros, de dos metros con cincuenta de largo por noventa centímetros de ancho.

Hay dos escenas de la batalla de Caseros. En uno se ve el desplegué de la caballería entrerriana y el otro la escena abarca la carga contra el Palomar y la Casa de Caseros. Muestra a Urquiza en el centro acompañado por su perro Purvis.

Otros de los cuadros, tienen escenas de las batallas de Pago Largo (1839), Laguna Limpia (1846), Vences (1847), Sauce grande y Don Cristóbal (1840) e India Muerta (1845).

Estos cuadros pintados a través del relato del Gral. Urquiza, fueron colocados en el Patio de Honor, en las esquinas, encontrados de a dos.

Los frescos de la capilla

Frescos de la Capilla. Juan Manuel Blanes

Para 1857 se construía el oratorio privado en palacio San José y Urquiza eligió a Blanes para la decoración de la cúpula. Este viaja en 1858 a comparar todos los elementos necesarios a Buenos Aires. Para mediados del año presenta al Gral. Urquiza los motivos que pintara en la cúpula.

Pinta el fresco principal, “Sueño de San José”, momento en que el ángel le anuncia a san José que será padre. Y el resto de los cuadros son motivos bíblicos con escenas del Vía Crucis.

Terminado este trabajo, regresó a Montevideo, donde continuó pintando retratos y cuadros de temas gauchescos.

Ya alejado de estas tierras, en 1860 Blanes solicitó al gobierno de su país una beca para viajar a Europa a estudiar pintura por cinco años, y a cambio ofreció el envío de las obras que realizara para que su gobierno eligiese, y la promesa de fundar una academia de pintura a su regresó.

En 1869 envió a Urquiza, en Concepción del Uruguay, un retrato ecuestre junto con una carta en la que le cuenta a su viejo mecenas: Exmo. Señor: Alentado por V. E. en el arte que profeso, lo estudié rigurosamente cuatro años en Europa, ayudado por el tesoro público de mi país. La pintura que se encontraba en la Legislatura de la provincia (Colegio del Uruguay), fue destrozado a lanzazos por las fuerzas jordanitas el 12 de julio de 1870. De esta obra, hoy, solo se conserva la cabeza

Lleva su nombre el Museo Juan Manuel Blanes, que se encuentra en el barrio Prado, en Montevideo. Este museo se especializa en Historia del Arte Nacional y contiene gran parte de su obra como colección permanente.

Bibliografía: Macchi, Manuel, “Blanes en el Palacio San José” (1980), Mallea, Lorenza, “Las mallas del viaje” (1982) y Efemérides Culturales, Históricas, Sociales y Políticas de Entre Ríos

Pablo Cataldi, el “Grabador del Gobierno”

Viñeta realizada por Pablo Cataldi para una “Rifa en protección al arte” (1867)

Pablo Cataldi, el singular orfebre, luego convertido en el grabador de Urquiza, había nacido en Sicilia (Italia)  en el año 1820. Su dedicación al arte de la grabación comenzó con el trabajo en pequeñas piezas de plata y obras de joyería. Se perfeccionó en labores en hueco y relieve, incursionando también en la pintura. Multifacético, inventó maquinarias industriales para granjas lecheras. Todas estas actividades las volvería a desarrollar en nuestro país, tanto en Buenos Aires como en Entre Ríos.

Tenía 36 años, cuando decidió trasladarse a Argentina. Vendió todas sus pertenencias en Italia y recaló en la ciudad de Buenos Aires en 1856, dónde de inmediato su arte se difundió, sobre todo entre la numerosa colonia Italiana. Entre esas personas se encontraba Pedro de Angelis, persona muy vinculada a la vida política y cultural del país, quien lo ayudó a instalar su taller y escribió, por ejemplo a Bartolomé Mitre, para quien realizó la medalla conmemorativa a la repatriación de los restos de Bernardino Rivadavia, en 1857.

Pablo Cataldi

Nunca dejo de compartir su trabajo de grabador con la elaboración de productos lácteos, incluso llegó a establecerse, aunque temporariamente, en Morón, donde desarrolló maquinarias para el ordeñe y la industrialización de la leche y la fabricación de quesos, a las que presentó varias exposiciones europeas.

Entre sus muchos trabajos, en  1860, se destacaron los cuños de las primeras monedas de cobre de 2 reales emitidas por el Banco y Casa de Moneda de Buenos Aires. En 1864, trabajó en la acuñación de una medalla conmemorativa del Primer Ferrocarril del Sud y, al año siguiente, en una pieza alusiva a la inauguración del teatro de la localidad de Morón, para la cual utilizó el mismo anverso que troqueló para la anterior. En 1860 el gobierno le negó una concesión lo cual disgustó al orfebre quien creía tener ya un reconocimiento y, más tarde en 1866, el gobierno nacional encargó unas obras de arte a Europa. El verse nuevamente ignorado provocó un disgusto que lo impulsó a dejar Buenos Aires y trasladarse a Entre Ríos.

Cataldi, llega a nuestra ciudad en 1867 el artista siciliano, grabador, platero, orfebre y fabricante de productos lácteos entre otras cosas, conocía a Urquiza desde algunos años antes, más precisamente el 29 de marzo de 1860 cuando le envía al general Urquiza una prensita para timbrar en blanco un sello para el Congreso Legislativo de la Confederación Argentina. Luego, más tarde, el presidente le había encargado la confección de la hermosa medalla del Pacto de Unión de 1860 con que se había obsequiado a autoridades y amigos, y llegado a nuestra ciudad pidió ayuda al general, quien de inmediato le cedió un campo cercano al Palacio, donde el destacado artista habría de alternar su trabajo de orfebre con el oficio de fabricante de quesos y otros productos lácteos.

Sello en seco de Pablo Cataldi

En su estadía en la estancia de Urquiza, da forma a la moneda metálica entrerriana, el medio de real de plata de 1867 y muchas de las más importantes piezas de la  medallística entrerriana, entre ellas las medallitas de oro y plata de la colocación de la piedra fundamental del teatro 1º de Mayo, que la esposa del general Urquiza, Dolores Costa, distribuyó personalmente entre los asistentes al baile realizado en dicha ocasión. Cataldi también troqueló las medallas de “Premio a la Aplicación y al Mérito” que distribuía entonces el Histórico Colegio fundado por Urquiza y que tenía en el anverso grabado el perfil del General Urquiza. Además el artista italiano elaboró recuerdos de bautismo, botones y gemelos, artísticos mates y bombillas, piezas  hoy muy buscadas por coleccionistas y estudiosos.

Otra de las tareas a las que Cataldi se dedicó con esmero en nuestra región, fue a la industrialización de la leche, hecho este destacado por la prensa Uruguayense de la época. En numerosos artículos se elogia calurosamente la labor desarrollada  en su fábrica y pintorescos avisos publicados por él mismo dan cuenta de los detalles de elaboración y precios.

De las noticias periodísticas locales referentes a Cataldi, “El Uruguay” de 1869, informa sobre el ordeñe realizado por medio de un aparato de sistema norteamericano fabricado por el mismo, casi con seguridad se puede afirmar que fue el primer ordeñe mecánico efectuado en nuestro país.

Pero no todo sucedía con tranquilidad, seguramente, debido a su carácter y forma de ser, a principios de 1868 había tenido una serie de inconvenientes con el personal de su fábrica, los problemas llegan a tal punto que casi todos lo abandonan. En una carta dirigida al general Urquiza el 18 de febrero de ese año le informa: “V. E. sabe que por  3 veces se han  complotado y yo  he sufrido por no tener discípulos en el ramo…” El original tiene muchas faltas de ortografía.

Moneda circulante en San José. 1867

Ante los problemas presentados y la conveniencia de mantener a Cataldi y formar a su vez personal apto y estable, tanto en la artesanía del grabado como en la fabricación de lácteos el general hace que el Congreso dicte una ley estableciendo una Escuela de Artes Oficios, nombrándose a Cataldi director de la misma. El artista recibe con júbilo la noticia y trata de llevar por buen camino la importante iniciativa. Redobla su trabajo personal e inicia a los discípulos en el arte del dibujo, grabado y cincelado a unos, y en la industrialización de la leche, a otros, previa una selección de los mejores para cada caso.

Después de la muerte de Urquiza, Cataldi se siente desamparado y se le hace, día a día más difícil la vida en el lugar. Enfermo y sin apoyo alguno, regresa a la ciudad de Buenos Aires y, si bien en su despedida expone su intención de regresar a Europa, no se sabe si pudo lograrlo.

Ilustración realizada por Pablo Cataldi

Por casi una década se pierden datos sobre su vida o su labor y, recién en 1879, aparece un artículo periodístico en el que el propio Cataldi dice que ya ha regresado de su viaje por Egipto y que se encuentra nuevamente en Buenos Aires.

Pablo Cataldi vivió con el apasionamiento de los artistas y su final estuvo de acuerdo con su vida. Tal vez, la preocupación constante por la educación de la juventud y por la formación de aprendices en el arte del labrado se haya abrigado en su mente marcada por la orfandad temprana. La Escuela de Artes y Oficios, cumplió, por algún tiempo y en cierta medida, con esa inquietud de dejar a las nuevas generaciones la herencia valiosa de su saber.

La enfermedad, la miseria y el abandono acompañaron los últimos días del artista. Se suicidó, al comenzar el otoño, el 21 de marzo de 1882, en Buenos Aires.

Firma de Pablo Cataldi

Texto: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Pablo Schvartzman, Álbum-Guía de la Cámara Metalúrgica de C. del Uruguay (1967) y Publicación del Palacio San José, Colección de piezas numismáticas

Fábrica de dulces y jugos Erpen

Frente la fábrica de dulces y jugos Erpen en 1952, al frente Arlando Erpen, su fundador

A lo largo del tiempo, en nuestra ciudad y región, han habido muchos negocios y productos que  han quedado marcados en la memoria colectiva de la población, entre ellos se encuentran, como no, la “Lusera” y la “Marcela”, y también el motivo de nuestra nota del día de hoy, los recordados jugos “Erpen”.

Nos hemos reunido varias veces con descendientes de emprendedores de nuestra ciudad, que con mucha emoción nos han narrado la historia de sus antepasados y nosotros se las hemos transmitido a Uds., para que no se pierdan en la vorágine de la historia de Concepción del Uruguay.

Hoy nos entrevistamos con Arnaldo Erpen y juntos hemos recordado esa imagen que nos dejó nuestra infancia, de una mesa tendida para el almuerzo o la cena con nuestras familias reunida y esa botella de naranja con una etiqueta de un niño que nos llamaba la atención, y la duda era saber si de verdad era un bebé o simplemente un dibujo. Nuestras madres nos contaban que era de verdad un niño y que era el hijo del dueño de la fábrica de jugos Erpen. Era una época dónde se valoraban, mucho más que ahora, los productos locales y las bebidas de las grandes marcas se dejaban solo para acontecimientos especiales.

La fábrica de dulces y jugos Erpen, estaba ubicada en calle Seguí 72 de nuestra ciudad, funcionó por más de 45 años entre 1950 y 1996.

El impulsor de este emprendimiento fue Luis Arlando Erpen, si, Arlando, no es un error, así estaba anotado. Había nacido en 1920, en Líbaros, departamento Uruguay y era descendiente de inmigrantes del Cantón de Valais, con antepasados en Italia y Alemania.

Los padres de Luis Arlando fueron Valentín Erpen y Antonia Villanova. Este matrimonio, que vivió primeramente en Urdinarrain, se trasladó luego a Líbaros, dónde junto con un hermano fundan un establecimiento agropecuario denominado “Erpen Hnos.” que fue innovador en muchos sentidos, por ejemplo en ese campo se utilizaron los primeros tractores, que por ese entonces tenían grande ruedas de hierro, y supieron aterrizar los primeros aviones en la zona.

Valentín y Antonia tuvieron nueve hijos (cinco varones y cuatro mujeres). Luis, el menor de ellos, desde muy joven trabajó en tareas del campo. Pero su espíritu de progreso y curiosidad lo hacen investigar, ya desde pequeño, a través de revistas que compraba en Buenos  Aires, sobre temas agropecuarios, sobre las abejas y sobre dulces y conservas. Estas revistas las compraba por correo y le llegaban a la semana por el ferrocarril a la entonces Estación de Libaros.

Hacia fines de cada año, Don Valentín reunía a todos sus hijos y distribuía entre ellos, proporcionalmente, las ganancias obtenidas durante ese período  en la explotación agropecuaria. En el año 1947 en dicha ocasión,  Luis le comunica a su padre su intención de dejar las tareas del campo y trasladarse a Concepción del Uruguay para dedicarse a la actividad Industrial que era su pasión. Al año siguiente, fallece repentinamente Valentín y se cierra una etapa en la vida de Luis.

Arnaldo, su hijo, con una botellita de jugo “Erpen”

Con 27 años de edad se traslada a Concepción del Uruguay, vive unos años en la casona familiar ubicada junto al Cine Texier,- existente en la actualidad- que su padre había comprado en los años 20, para tener donde alojarse cuando venía a Concepción del Uruguay y además que pudieran estudiar tres de sus hermanas -Virginia; Isabel y Lucía- que cursaron sus Estudios secundarios y Magisterio en Escuela Normal  “Mariano Moreno” recibiéndose de Maestras y un hermano, Bernardo, que luego fue Escribano.

Ya afincado en la ciudad, en 1949, compra parte de lo que era el parque de la casa del Dr. Martín Reibel, en la zona del puerto nuevo, que para esa época era prácticamente un descampado. En este terreno construye primero los galpones de la fábrica y luego su casa familiar. En 1950, contrae enlace con Genoveva Kobilansky, también oriunda de Líbaros. Este matrimonio, tuvo dos hijos (Arnaldo y Gloria). La familia continúa viviendo en la casona de calle Rocamora hasta 1959, en que se trasladan a su nueva vivienda pegada a la  fábrica.

Reunión familiar, a la derecha don Arlando Erpen, a su izquierda el Sr. Bruno Kobilansky, al frente una botellita del jugo Erpen gasificado.

La empresa comenzó con la fabricación de dulce de batata y dulce de leche los que se vendían en cajas de metal con el logotipo impreso en ellas.

La zona, para medidos del siglo XX, era muy descampada con muy pocas construcciones. Las batatas para la elaboración del dulce se almacenaban en una parte del terreno al aire libre, y nos cuenta Arnaldo Erpen, que en las cercanías- para la zona de los tanques- vivía un señor que era lechero y criaba vacas y estas se cruzaban hacia el predio de Erpen para comer las batatas, haciendo un verdadero desastre con estos vegetales, lo que era todo un inconveniente para este emprendedor que recién comenzaba. Finalmente Luis encontró la solución, alambrando su propiedad.

Lata del dulce de batata “Erpen”

El dulce de leche, se hacía con leche que se traía en tarros lecheros con el nombre “Luis Erpen” impresos en ellos, por tren, desde la ciudad de Crespo, centro lechero entrerriano. Estos dulces se llamaron primero “Naldo” y más tarde “Erpen”, ya con la tradicional imagen del bebé. Al tiempo, los dulces se dejaron de elaborar y la fábrica se dedicó solo a la elaboración de jugos

Tarro de leche de la empresa donde se traía la leche desde Crespo para elaborar el dulce de leche

Promediando la década de 1950, entre 1954 y 1955 incorpora la fabricación de jugo de naranja que al poco tiempo se convertiría en el caballito de batalla de la empresa. La materia prima, se traía de la ciudad de Concordia y de Monte Caseros. Jugos concentrados de Pindapoy y Malleret.

La pujanza de Luis y la necesidad de incrementar su rentabilidad, hizo que emprendiera otros aspectos del negocio, incursionado en la producción de soda (aunque por poco tiempo),  y para ellos se reunía con soderos de la época de nuestra ciudad. Estas reuniones se llevaban a cabo en la “Quilmes” y participaban otros soderos recordados como Joray o Salvarezza, e incluso, aunque por poco tiempo, elaboró jugo de naranja con gas en botellitas de vidrio. Para esto había comprado una maquina dosificadora.

Así fueron trabajando, primeramente con envases de vidrio, retornables, hasta usaron damajuanas (a fines de la década de 1970) y luego, ya a principios de la década de 1980 con envases plásticos no retornables de litro y medio. Para ese momento, los jugos “Erpen” eran infaltables en todas las mesas y fiestas Uruguayenses.

Etiquetas de los jugos de pomelo y naranja que hicieron famosa a la empresa. El bebé de la foto es su hijo Arnaldo

Los envases retornables hacían la producción muy complicada. Se tenían que lavar para volver a usarlos, al comienzo todo se hacía a mano. Tenían tres piletones donde se dejaban las botellas y damajuanas toda la noche en soda cáustica. Al otro día se lavaban con cepillos, trabajo que se hacía a mano y se abonaba a los empleados por cajón limpio. Luego, este proceso se mecanizó lo que permitió mejorar el rendimiento de la planta.

La dificultad más importante estaba en que no siempre se recuperaba la misma cantidad de envases que salían de la fábrica, porque algunos almaceneros no eran muy rigurosos con el cambio de envases. Este problema se agudizaba en períodos de alto consumo, como la temporada de verano.

Para 1974 se incorporan  otros sabores, como el de mandarina y limón. Luego viene la época de envases no retornables y hasta de plástico. Ya para entonces se habían incorporado otros sabores: lima-limón y pomelo. Y hasta se llegó a fabricar  jugos en sachet, delicia de los más chicos.

La distribución se hacía en toda nuestra provincia, Buenos Aires y hasta el sur de nuestro país. Fue una época de apogeo, entre los años 1970 y 1980.

Reunión familiar adonde puede verse a la derecha al Sr. Pedro Ernesto Kobilansky, mano derecha de Arlando

Esta fábrica, en su mejor momento, tenía 4 empleados fijos, que lo reforzaban con 15 a 20 empleados en época estival, donde se producía mucho más, llegándose a duplicar los turnos de trabajo.

Don Luis un hombre siempre activo, fue tomando otros compromisos en empresas donde tuvo acciones, por  ejemplo en frigoríficos avícolas. Finalmente deja la fábrica, luego de una enfermedad que lo tuvo internado en Buenos Aire, a mediados de la década de 1970, aunque nunca perdió totalmente el contacto con la  fábrica. Al principio la dirección de la empresa queda en manos de un cuñado de Luis, Pedro Kobilansky, alias el gringo, que estuvo en la fábrica desde su adolescencia, traído por Arlando de Libaros de dónde era oriundo,  acompañado con su hijo Arnaldo y luego de su yerno, Carlos Gondell.

Luis Erpen, el fundador, fallece en 1992, de manera repentina y encontrándose en plena actividad como Director de otras Empresas.

De pie en la foto Miguel Ángel Squivo, quien transitó casi toda la vida de Jugos Erpen como empleado

A lo largo de todo este tiempo, el mercado fue cambiando, aparecieron nuevas marcas y la competencia fue incrementándose, sumado a esto las continuas crisis por las que atravesó nuestro país y los cambios de valor del dólar, moneda de referencia para muchos insumos de fabricación (envases, jugos, transporte, maquinarias, etc.), todo esto hizo que no dieran los costos de producción por el constante proceso de desvalorización de nuestra moneda, que hizo que la empresa diera más pérdidas que ganancias, de tal manera que una vez que se hubieran jubilado los empleados más antiguos, se tomó la triste decisión de cerrar la fábrica. Uno de ellos era Miguel Ángel Squivo que trabajo desde adolescente en la fábrica.

Así que un 30 de noviembre de 1996, jugos “Erpen” cerró para siempre y se instaló en la memoria colectiva de los habitantes de Concepción del Uruguay, que lo recuerdan hasta el día de hoy.

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuente: Charla con Arnaldo Erpen (07/12/2021)

Victorino de la Plaza actuó como Escribano en esta ciudad

Patio del Colegio del Uruguay a fines del siglo 19

Casi todos, con seguridad, conocemos que el doctor Victorino de la Plaza, que fuera vicepresidente de la Nación entre 1910 y 1914 y presidente de Argentina entre 1914 y 1916 por la muerte del presidente, Roque Sáenz Peña, fue un ex alumno del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza, y que lo recuerda con un óleo colocado en su salón de actos.  Lo que, tal vez no esté tan difundido es que Victorino de la Plaza trabajó durante un período de si vida, en la ciudad de Concepción del Uruguay.

Victorino de la Plaza, cuadro existente en el Colegio del Uruguay

Victorino de la Plaza, había nacido en Payogasta, provincia de Salta, 2 de noviembre de 1840 y en esa ciudad Ingresó al estudio de Mariano Zorreguieta y comenzó a trabajar como escribano y procurador.​ Posteriormente, aprobó un examen ante el Supremo Tribunal de Justicia, por lo que consiguió el título de notario. Gracias a una beca otorgada por el presidente de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, pudo estudiar en el Colegio del Uruguay, completando así sus estudios secundarios. Como presidente de la Nación, sin duda su legado más valioso es he el de haber consolidado la reforma política iniciada por Roque Sáenz Peña y que instaurara en nuestro país el voto secreto y obligatorio.

Respecto de su actuación profesional en nuestra ciudad, en un artículo, aparecido en el diario “La Calle” en el año 1946, Rodolfo Seró mantero nos relata que, el 8 de enero de 1855, el Gobierno Nacional designa Agente fiscal al Doctor Alberto Larroque; defensor de pobres a Don Fidel Sagastume y amanuenses a los alumnos más aventajados del Histórico, quienes debían ser  propuestos por el Rector y “asistirían al despacho sin perjuicio de sus estudios”.

Al comunicárselo el General Urquiza con la firma de su Ministro doctor Del Campillo, le expresan que confían en su patriotismo  “al exigir Ud. este nuevo servicio”. El Rector contesta: “El peso de las inmensas tareas y la responsabilidad que ya gravita sobre mí en la dirección del Colegio del Uruguay, debieran hacer desmayar mis fuerzas y ponerme en la necesidad de no aceptar el nombramiento con que acaba de honrarme el Exmo. Gobierno Nacional. Pero el intenso deseo a costa de los mayores sacrificios, a la  planificación de todas aquellas medidas gubernativas que tiendan a afianzar las garantías y felicidad del pueblo argentino, me induce, decididamente, a contraer este nuevo compromiso”.

Así hablaba y así procedían aquellos grandes hombres eminentes que habiendo nacido en tierra extraña, se sentían  tan íntimamente identificados con  la nuestra. El doctor Larroque era licenciado en Letras en la Universidad de París; había ocupado cátedras de derecho en la Universidad de Buenos Aires. Sus grados académicos databan de 1848 y su patente de abogado lleva la fecha del 15 de septiembre de 1.854.

Al lado de tan gran maestro, recibiendo primero sus lecciones en el Histórico y luego sus enseñanzas  en la judicatura, realizó sus primeras armas Victorino de la Plaza, quién había sido nombrado escribano en el Juzgado del Crimen. Victorino, debió haber tenido para esa fecha 16 años, ya que había nacido el 2 de noviembre de 1840.

El autor, luego indica que en fecha del 7 de junio de 1.862, se emite un decreto que da por terminadas estas funciones, cuyo texto es el siguiente:

“Habiendo terminado el plazo de la licencia para ausentarse de la Capital al escribano del Juzgado del Crimen del primer distrito, y teniendo conocimiento del Gobierno que dicho funcionario ha tomado empleo en Buenos Aires.

Decreta:

Art. 1º. Cesase el título de escribano del juzgado del crimen del primer distrito judicial acordado a favor de D. Victorino de la Plaza.

Art 2º. Nombrase para reemplazarlo al escribano público y de número D. Porfirio  G. Tenreyro.

El Decreto está firmado por Urquiza, Domínguez y Manuel Leiva.

De esta manera vemos que el futuro presidente de la Nación comenzó su vida laboral, como escribano, entre los años 1855 y 1862, en el Juzgado del Crimen de Concepción del Uruguay. Victorino de la Plaza fallecería en Buenos Aires el 2 de octubre de 1919.

Edición del texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Seró Mantero, Rodolfo, “El Dr. Victorino de la Plaza actuó como Escribano en esta ciudad”, diario “La Calle” del 2 de febrero de 1946. Agradecimiento a la Museóloga Ana Trípoli, por facilitarnos el acceso a las fuentes, texto procesado por María del C. González Méndez.

Victorino de la Plaza