Juan Manuel Blanes, el pintor del palacio San José

Batalla de Caseros, oleo de Juan Manuel Blanes

Juan Manuel Blanes nació en Montevideo el 8 de junio de 1830 y murió en Pisa, Italia, el 15 de abril de 1901 fue un pintor uruguayo de gran reconocimiento en el Río de la Plata por sus interpretaciones de temas históricos locales. Por el aporte de sus pinturas a la identidad uruguaya, es considerado en su país «el pintor de la patria». En 1844 realizó su primera pintura conocida, una imagen de la goleta inglesa Comodoro Purvis en la bahía de Montevideo.

Juan Manuel Blanes y su familia

Para el año 1854, Juan Manuel Blanes, era un joven con grandes aspiraciones de triunfo. Pintaba paisajes y algunas otras cosas, sin la crítica constructiva tan necesaria y oportuna para un autodidacta. Pero había comenzado con retratos que le daban un buen sustento. Pero no se sentía conforme y ante la carencia de maestros, así es que decide trasladarse de su cuidad Montevideo a Salto, donde sigue con los retratos.

Por otra parte, el General Justo José de Urquiza era el presidente de la Confederación Argentina. La capital fue la ciudad de Paraná, pero Urquiza gobernaba desde su casa Palacio San José.

No se sabe bien como fue el encuentro entre los dos, pero Blanes le envía a Urquiza un cuadro, de “tamaño, mediano, de ideografía original, alegoría argentina, al óleo”, como lo especifica un documento de la época. Este obsequio llamó la atención de Urquiza, con quien se entrevistó en el palacio San José y le encargó una serie de obras, por lo que se mudó con su familia a Concepción del Uruguay en 1856. También pintó un retrato del general Urquiza. Luego viajó a Montevideo. De esta manera Blanes logra uno de sus objetivos, tener jerarquía. Llego a ser el pintor de la persona más importante del momento.  Durante su estadía en Concepción del Uruguay, el pintor se alojó en una casa, que ya no existe, en calle 9 de Julio 823.

Corría el año 1856 y ya se había instalado en la ciudad y la mayoría de sus trabajos se los encargaba Urquiza.

Hoy en Palacio San José, se pueden apreciar algunas de sus obras como, por ejemplo:

Retrato del Alférez Miguel G. González

Miguel Gerónimo González

El motivo de este retrato es un poco novelesco.  Después de la batalla de Cagancha, en la Republica del Uruguay (1840), desarticuladas las tropas de Echague (Gobernador de Entre Ríos), Urquiza se lanza al río Uruguay con su cabalgadura. Pierde el dominio del animal y cae al agua sin saber nadar, es entonces que Miguel González le salva la vida, arriesgando la suya.

Motivo este por el que Urquiza hace pintar su retrato por Blanes, en agradecimiento, además de otros reconocimientos.

Los cuadros de las batallas

Caseros, carga de la caballería. Juan Manuel Blanes

Son en total ocho cuadros, de dos metros con cincuenta de largo por noventa centímetros de ancho.

Hay dos escenas de la batalla de Caseros. En uno se ve el desplegué de la caballería entrerriana y el otro la escena abarca la carga contra el Palomar y la Casa de Caseros. Muestra a Urquiza en el centro acompañado por su perro Purvis.

Otros de los cuadros, tienen escenas de las batallas de Pago Largo (1839), Laguna Limpia (1846), Vences (1847), Sauce grande y Don Cristóbal (1840) e India Muerta (1845).

Estos cuadros pintados a través del relato del Gral. Urquiza, fueron colocados en el Patio de Honor, en las esquinas, encontrados de a dos.

Los frescos de la capilla

Frescos de la Capilla. Juan Manuel Blanes

Para 1857 se construía el oratorio privado en palacio San José y Urquiza eligió a Blanes para la decoración de la cúpula. Este viaja en 1858 a comparar todos los elementos necesarios a Buenos Aires. Para mediados del año presenta al Gral. Urquiza los motivos que pintara en la cúpula.

Pinta el fresco principal, “Sueño de San José”, momento en que el ángel le anuncia a san José que será padre. Y el resto de los cuadros son motivos bíblicos con escenas del Vía Crucis.

Terminado este trabajo, regresó a Montevideo, donde continuó pintando retratos y cuadros de temas gauchescos.

Ya alejado de estas tierras, en 1860 Blanes solicitó al gobierno de su país una beca para viajar a Europa a estudiar pintura por cinco años, y a cambio ofreció el envío de las obras que realizara para que su gobierno eligiese, y la promesa de fundar una academia de pintura a su regresó.

En 1869 envió a Urquiza, en Concepción del Uruguay, un retrato ecuestre junto con una carta en la que le cuenta a su viejo mecenas: Exmo. Señor: Alentado por V. E. en el arte que profeso, lo estudié rigurosamente cuatro años en Europa, ayudado por el tesoro público de mi país. La pintura que se encontraba en la Legislatura de la provincia (Colegio del Uruguay), fue destrozado a lanzazos por las fuerzas jordanitas el 12 de julio de 1870. De esta obra, hoy, solo se conserva la cabeza

Lleva su nombre el Museo Juan Manuel Blanes, que se encuentra en el barrio Prado, en Montevideo. Este museo se especializa en Historia del Arte Nacional y contiene gran parte de su obra como colección permanente.

Bibliografía: Macchi, Manuel, “Blanes en el Palacio San José” (1980), Mallea, Lorenza, “Las mallas del viaje” (1982) y Efemérides Culturales, Históricas, Sociales y Políticas de Entre Ríos

Pablo Cataldi, el “Grabador del Gobierno”

Viñeta realizada por Pablo Cataldi para una “Rifa en protección al arte” (1867)

Pablo Cataldi, el singular orfebre, luego convertido en el grabador de Urquiza, había nacido en Sicilia (Italia)  en el año 1820. Su dedicación al arte de la grabación comenzó con el trabajo en pequeñas piezas de plata y obras de joyería. Se perfeccionó en labores en hueco y relieve, incursionando también en la pintura. Multifacético, inventó maquinarias industriales para granjas lecheras. Todas estas actividades las volvería a desarrollar en nuestro país, tanto en Buenos Aires como en Entre Ríos.

Tenía 36 años, cuando decidió trasladarse a Argentina. Vendió todas sus pertenencias en Italia y recaló en la ciudad de Buenos Aires en 1856, dónde de inmediato su arte se difundió, sobre todo entre la numerosa colonia Italiana. Entre esas personas se encontraba Pedro de Angelis, persona muy vinculada a la vida política y cultural del país, quien lo ayudó a instalar su taller y escribió, por ejemplo a Bartolomé Mitre, para quien realizó la medalla conmemorativa a la repatriación de los restos de Bernardino Rivadavia, en 1857.

Pablo Cataldi

Nunca dejo de compartir su trabajo de grabador con la elaboración de productos lácteos, incluso llegó a establecerse, aunque temporariamente, en Morón, donde desarrolló maquinarias para el ordeñe y la industrialización de la leche y la fabricación de quesos, a las que presentó varias exposiciones europeas.

Entre sus muchos trabajos, en  1860, se destacaron los cuños de las primeras monedas de cobre de 2 reales emitidas por el Banco y Casa de Moneda de Buenos Aires. En 1864, trabajó en la acuñación de una medalla conmemorativa del Primer Ferrocarril del Sud y, al año siguiente, en una pieza alusiva a la inauguración del teatro de la localidad de Morón, para la cual utilizó el mismo anverso que troqueló para la anterior. En 1860 el gobierno le negó una concesión lo cual disgustó al orfebre quien creía tener ya un reconocimiento y, más tarde en 1866, el gobierno nacional encargó unas obras de arte a Europa. El verse nuevamente ignorado provocó un disgusto que lo impulsó a dejar Buenos Aires y trasladarse a Entre Ríos.

Cataldi, llega a nuestra ciudad en 1867 el artista siciliano, grabador, platero, orfebre y fabricante de productos lácteos entre otras cosas, conocía a Urquiza desde algunos años antes, más precisamente el 29 de marzo de 1860 cuando le envía al general Urquiza una prensita para timbrar en blanco un sello para el Congreso Legislativo de la Confederación Argentina. Luego, más tarde, el presidente le había encargado la confección de la hermosa medalla del Pacto de Unión de 1860 con que se había obsequiado a autoridades y amigos, y llegado a nuestra ciudad pidió ayuda al general, quien de inmediato le cedió un campo cercano al Palacio, donde el destacado artista habría de alternar su trabajo de orfebre con el oficio de fabricante de quesos y otros productos lácteos.

Sello en seco de Pablo Cataldi

En su estadía en la estancia de Urquiza, da forma a la moneda metálica entrerriana, el medio de real de plata de 1867 y muchas de las más importantes piezas de la  medallística entrerriana, entre ellas las medallitas de oro y plata de la colocación de la piedra fundamental del teatro 1º de Mayo, que la esposa del general Urquiza, Dolores Costa, distribuyó personalmente entre los asistentes al baile realizado en dicha ocasión. Cataldi también troqueló las medallas de “Premio a la Aplicación y al Mérito” que distribuía entonces el Histórico Colegio fundado por Urquiza y que tenía en el anverso grabado el perfil del General Urquiza. Además el artista italiano elaboró recuerdos de bautismo, botones y gemelos, artísticos mates y bombillas, piezas  hoy muy buscadas por coleccionistas y estudiosos.

Otra de las tareas a las que Cataldi se dedicó con esmero en nuestra región, fue a la industrialización de la leche, hecho este destacado por la prensa Uruguayense de la época. En numerosos artículos se elogia calurosamente la labor desarrollada  en su fábrica y pintorescos avisos publicados por él mismo dan cuenta de los detalles de elaboración y precios.

De las noticias periodísticas locales referentes a Cataldi, “El Uruguay” de 1869, informa sobre el ordeñe realizado por medio de un aparato de sistema norteamericano fabricado por el mismo, casi con seguridad se puede afirmar que fue el primer ordeñe mecánico efectuado en nuestro país.

Pero no todo sucedía con tranquilidad, seguramente, debido a su carácter y forma de ser, a principios de 1868 había tenido una serie de inconvenientes con el personal de su fábrica, los problemas llegan a tal punto que casi todos lo abandonan. En una carta dirigida al general Urquiza el 18 de febrero de ese año le informa: “V. E. sabe que por  3 veces se han  complotado y yo  he sufrido por no tener discípulos en el ramo…” El original tiene muchas faltas de ortografía.

Moneda circulante en San José. 1867

Ante los problemas presentados y la conveniencia de mantener a Cataldi y formar a su vez personal apto y estable, tanto en la artesanía del grabado como en la fabricación de lácteos el general hace que el Congreso dicte una ley estableciendo una Escuela de Artes Oficios, nombrándose a Cataldi director de la misma. El artista recibe con júbilo la noticia y trata de llevar por buen camino la importante iniciativa. Redobla su trabajo personal e inicia a los discípulos en el arte del dibujo, grabado y cincelado a unos, y en la industrialización de la leche, a otros, previa una selección de los mejores para cada caso.

Después de la muerte de Urquiza, Cataldi se siente desamparado y se le hace, día a día más difícil la vida en el lugar. Enfermo y sin apoyo alguno, regresa a la ciudad de Buenos Aires y, si bien en su despedida expone su intención de regresar a Europa, no se sabe si pudo lograrlo.

Ilustración realizada por Pablo Cataldi

Por casi una década se pierden datos sobre su vida o su labor y, recién en 1879, aparece un artículo periodístico en el que el propio Cataldi dice que ya ha regresado de su viaje por Egipto y que se encuentra nuevamente en Buenos Aires.

Pablo Cataldi vivió con el apasionamiento de los artistas y su final estuvo de acuerdo con su vida. Tal vez, la preocupación constante por la educación de la juventud y por la formación de aprendices en el arte del labrado se haya abrigado en su mente marcada por la orfandad temprana. La Escuela de Artes y Oficios, cumplió, por algún tiempo y en cierta medida, con esa inquietud de dejar a las nuevas generaciones la herencia valiosa de su saber.

La enfermedad, la miseria y el abandono acompañaron los últimos días del artista. Se suicidó, al comenzar el otoño, el 21 de marzo de 1882, en Buenos Aires.

Firma de Pablo Cataldi

Texto: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Pablo Schvartzman, Álbum-Guía de la Cámara Metalúrgica de C. del Uruguay (1967) y Publicación del Palacio San José, Colección de piezas numismáticas

Fábrica de dulces y jugos Erpen

Frente la fábrica de dulces y jugos Erpen en 1952, al frente Arlando Erpen, su fundador

A lo largo del tiempo, en nuestra ciudad y región, han habido muchos negocios y productos que  han quedado marcados en la memoria colectiva de la población, entre ellos se encuentran, como no, la “Lusera” y la “Marcela”, y también el motivo de nuestra nota del día de hoy, los recordados jugos “Erpen”.

Nos hemos reunido varias veces con descendientes de emprendedores de nuestra ciudad, que con mucha emoción nos han narrado la historia de sus antepasados y nosotros se las hemos transmitido a Uds., para que no se pierdan en la vorágine de la historia de Concepción del Uruguay.

Hoy nos entrevistamos con Arnaldo Erpen y juntos hemos recordado esa imagen que nos dejó nuestra infancia, de una mesa tendida para el almuerzo o la cena con nuestras familias reunida y esa botella de naranja con una etiqueta de un niño que nos llamaba la atención, y la duda era saber si de verdad era un bebé o simplemente un dibujo. Nuestras madres nos contaban que era de verdad un niño y que era el hijo del dueño de la fábrica de jugos Erpen. Era una época dónde se valoraban, mucho más que ahora, los productos locales y las bebidas de las grandes marcas se dejaban solo para acontecimientos especiales.

La fábrica de dulces y jugos Erpen, estaba ubicada en calle Seguí 72 de nuestra ciudad, funcionó por más de 45 años entre 1950 y 1996.

El impulsor de este emprendimiento fue Luis Arlando Erpen, si, Arlando, no es un error, así estaba anotado. Había nacido en 1920, en Líbaros, departamento Uruguay y era descendiente de inmigrantes del Cantón de Valais, con antepasados en Italia y Alemania.

Los padres de Luis Arlando fueron Valentín Erpen y Antonia Villanova. Este matrimonio, que vivió primeramente en Urdinarrain, se trasladó luego a Líbaros, dónde junto con un hermano fundan un establecimiento agropecuario denominado “Erpen Hnos.” que fue innovador en muchos sentidos, por ejemplo en ese campo se utilizaron los primeros tractores, que por ese entonces tenían grande ruedas de hierro, y supieron aterrizar los primeros aviones en la zona.

Valentín y Antonia tuvieron nueve hijos (cinco varones y cuatro mujeres). Luis, el menor de ellos, desde muy joven trabajó en tareas del campo. Pero su espíritu de progreso y curiosidad lo hacen investigar, ya desde pequeño, a través de revistas que compraba en Buenos  Aires, sobre temas agropecuarios, sobre las abejas y sobre dulces y conservas. Estas revistas las compraba por correo y le llegaban a la semana por el ferrocarril a la entonces Estación de Libaros.

Hacia fines de cada año, Don Valentín reunía a todos sus hijos y distribuía entre ellos, proporcionalmente, las ganancias obtenidas durante ese período  en la explotación agropecuaria. En el año 1947 en dicha ocasión,  Luis le comunica a su padre su intención de dejar las tareas del campo y trasladarse a Concepción del Uruguay para dedicarse a la actividad Industrial que era su pasión. Al año siguiente, fallece repentinamente Valentín y se cierra una etapa en la vida de Luis.

Arnaldo, su hijo, con una botellita de jugo “Erpen”

Con 27 años de edad se traslada a Concepción del Uruguay, vive unos años en la casona familiar ubicada junto al Cine Texier,- existente en la actualidad- que su padre había comprado en los años 20, para tener donde alojarse cuando venía a Concepción del Uruguay y además que pudieran estudiar tres de sus hermanas -Virginia; Isabel y Lucía- que cursaron sus Estudios secundarios y Magisterio en Escuela Normal  “Mariano Moreno” recibiéndose de Maestras y un hermano, Bernardo, que luego fue Escribano.

Ya afincado en la ciudad, en 1949, compra parte de lo que era el parque de la casa del Dr. Martín Reibel, en la zona del puerto nuevo, que para esa época era prácticamente un descampado. En este terreno construye primero los galpones de la fábrica y luego su casa familiar. En 1950, contrae enlace con Genoveva Kobilansky, también oriunda de Líbaros. Este matrimonio, tuvo dos hijos (Arnaldo y Gloria). La familia continúa viviendo en la casona de calle Rocamora hasta 1959, en que se trasladan a su nueva vivienda pegada a la  fábrica.

Reunión familiar, a la derecha don Arlando Erpen, a su izquierda el Sr. Bruno Kobilansky, al frente una botellita del jugo Erpen gasificado.

La empresa comenzó con la fabricación de dulce de batata y dulce de leche los que se vendían en cajas de metal con el logotipo impreso en ellas.

La zona, para medidos del siglo XX, era muy descampada con muy pocas construcciones. Las batatas para la elaboración del dulce se almacenaban en una parte del terreno al aire libre, y nos cuenta Arnaldo Erpen, que en las cercanías- para la zona de los tanques- vivía un señor que era lechero y criaba vacas y estas se cruzaban hacia el predio de Erpen para comer las batatas, haciendo un verdadero desastre con estos vegetales, lo que era todo un inconveniente para este emprendedor que recién comenzaba. Finalmente Luis encontró la solución, alambrando su propiedad.

Lata del dulce de batata “Erpen”

El dulce de leche, se hacía con leche que se traía en tarros lecheros con el nombre “Luis Erpen” impresos en ellos, por tren, desde la ciudad de Crespo, centro lechero entrerriano. Estos dulces se llamaron primero “Naldo” y más tarde “Erpen”, ya con la tradicional imagen del bebé. Al tiempo, los dulces se dejaron de elaborar y la fábrica se dedicó solo a la elaboración de jugos

Tarro de leche de la empresa donde se traía la leche desde Crespo para elaborar el dulce de leche

Promediando la década de 1950, entre 1954 y 1955 incorpora la fabricación de jugo de naranja que al poco tiempo se convertiría en el caballito de batalla de la empresa. La materia prima, se traía de la ciudad de Concordia y de Monte Caseros. Jugos concentrados de Pindapoy y Malleret.

La pujanza de Luis y la necesidad de incrementar su rentabilidad, hizo que emprendiera otros aspectos del negocio, incursionado en la producción de soda (aunque por poco tiempo),  y para ellos se reunía con soderos de la época de nuestra ciudad. Estas reuniones se llevaban a cabo en la “Quilmes” y participaban otros soderos recordados como Joray o Salvarezza, e incluso, aunque por poco tiempo, elaboró jugo de naranja con gas en botellitas de vidrio. Para esto había comprado una maquina dosificadora.

Así fueron trabajando, primeramente con envases de vidrio, retornables, hasta usaron damajuanas (a fines de la década de 1970) y luego, ya a principios de la década de 1980 con envases plásticos no retornables de litro y medio. Para ese momento, los jugos “Erpen” eran infaltables en todas las mesas y fiestas Uruguayenses.

Etiquetas de los jugos de pomelo y naranja que hicieron famosa a la empresa. El bebé de la foto es su hijo Arnaldo

Los envases retornables hacían la producción muy complicada. Se tenían que lavar para volver a usarlos, al comienzo todo se hacía a mano. Tenían tres piletones donde se dejaban las botellas y damajuanas toda la noche en soda cáustica. Al otro día se lavaban con cepillos, trabajo que se hacía a mano y se abonaba a los empleados por cajón limpio. Luego, este proceso se mecanizó lo que permitió mejorar el rendimiento de la planta.

La dificultad más importante estaba en que no siempre se recuperaba la misma cantidad de envases que salían de la fábrica, porque algunos almaceneros no eran muy rigurosos con el cambio de envases. Este problema se agudizaba en períodos de alto consumo, como la temporada de verano.

Para 1974 se incorporan  otros sabores, como el de mandarina y limón. Luego viene la época de envases no retornables y hasta de plástico. Ya para entonces se habían incorporado otros sabores: lima-limón y pomelo. Y hasta se llegó a fabricar  jugos en sachet, delicia de los más chicos.

La distribución se hacía en toda nuestra provincia, Buenos Aires y hasta el sur de nuestro país. Fue una época de apogeo, entre los años 1970 y 1980.

Reunión familiar adonde puede verse a la derecha al Sr. Pedro Ernesto Kobilansky, mano derecha de Arlando

Esta fábrica, en su mejor momento, tenía 4 empleados fijos, que lo reforzaban con 15 a 20 empleados en época estival, donde se producía mucho más, llegándose a duplicar los turnos de trabajo.

Don Luis un hombre siempre activo, fue tomando otros compromisos en empresas donde tuvo acciones, por  ejemplo en frigoríficos avícolas. Finalmente deja la fábrica, luego de una enfermedad que lo tuvo internado en Buenos Aire, a mediados de la década de 1970, aunque nunca perdió totalmente el contacto con la  fábrica. Al principio la dirección de la empresa queda en manos de un cuñado de Luis, Pedro Kobilansky, alias el gringo, que estuvo en la fábrica desde su adolescencia, traído por Arlando de Libaros de dónde era oriundo,  acompañado con su hijo Arnaldo y luego de su yerno, Carlos Gondell.

Luis Erpen, el fundador, fallece en 1992, de manera repentina y encontrándose en plena actividad como Director de otras Empresas.

De pie en la foto Miguel Ángel Squivo, quien transitó casi toda la vida de Jugos Erpen como empleado

A lo largo de todo este tiempo, el mercado fue cambiando, aparecieron nuevas marcas y la competencia fue incrementándose, sumado a esto las continuas crisis por las que atravesó nuestro país y los cambios de valor del dólar, moneda de referencia para muchos insumos de fabricación (envases, jugos, transporte, maquinarias, etc.), todo esto hizo que no dieran los costos de producción por el constante proceso de desvalorización de nuestra moneda, que hizo que la empresa diera más pérdidas que ganancias, de tal manera que una vez que se hubieran jubilado los empleados más antiguos, se tomó la triste decisión de cerrar la fábrica. Uno de ellos era Miguel Ángel Squivo que trabajo desde adolescente en la fábrica.

Así que un 30 de noviembre de 1996, jugos “Erpen” cerró para siempre y se instaló en la memoria colectiva de los habitantes de Concepción del Uruguay, que lo recuerdan hasta el día de hoy.

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuente: Charla con Arnaldo Erpen (07/12/2021)

Victorino de la Plaza actuó como Escribano en esta ciudad

Patio del Colegio del Uruguay a fines del siglo 19

Casi todos, con seguridad, conocemos que el doctor Victorino de la Plaza, que fuera vicepresidente de la Nación entre 1910 y 1914 y presidente de Argentina entre 1914 y 1916 por la muerte del presidente, Roque Sáenz Peña, fue un ex alumno del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza, y que lo recuerda con un óleo colocado en su salón de actos.  Lo que, tal vez no esté tan difundido es que Victorino de la Plaza trabajó durante un período de si vida, en la ciudad de Concepción del Uruguay.

Victorino de la Plaza, cuadro existente en el Colegio del Uruguay

Victorino de la Plaza, había nacido en Payogasta, provincia de Salta, 2 de noviembre de 1840 y en esa ciudad Ingresó al estudio de Mariano Zorreguieta y comenzó a trabajar como escribano y procurador.​ Posteriormente, aprobó un examen ante el Supremo Tribunal de Justicia, por lo que consiguió el título de notario. Gracias a una beca otorgada por el presidente de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, pudo estudiar en el Colegio del Uruguay, completando así sus estudios secundarios. Como presidente de la Nación, sin duda su legado más valioso es he el de haber consolidado la reforma política iniciada por Roque Sáenz Peña y que instaurara en nuestro país el voto secreto y obligatorio.

Respecto de su actuación profesional en nuestra ciudad, en un artículo, aparecido en el diario “La Calle” en el año 1946, Rodolfo Seró mantero nos relata que, el 8 de enero de 1855, el Gobierno Nacional designa Agente fiscal al Doctor Alberto Larroque; defensor de pobres a Don Fidel Sagastume y amanuenses a los alumnos más aventajados del Histórico, quienes debían ser  propuestos por el Rector y “asistirían al despacho sin perjuicio de sus estudios”.

Al comunicárselo el General Urquiza con la firma de su Ministro doctor Del Campillo, le expresan que confían en su patriotismo  “al exigir Ud. este nuevo servicio”. El Rector contesta: “El peso de las inmensas tareas y la responsabilidad que ya gravita sobre mí en la dirección del Colegio del Uruguay, debieran hacer desmayar mis fuerzas y ponerme en la necesidad de no aceptar el nombramiento con que acaba de honrarme el Exmo. Gobierno Nacional. Pero el intenso deseo a costa de los mayores sacrificios, a la  planificación de todas aquellas medidas gubernativas que tiendan a afianzar las garantías y felicidad del pueblo argentino, me induce, decididamente, a contraer este nuevo compromiso”.

Así hablaba y así procedían aquellos grandes hombres eminentes que habiendo nacido en tierra extraña, se sentían  tan íntimamente identificados con  la nuestra. El doctor Larroque era licenciado en Letras en la Universidad de París; había ocupado cátedras de derecho en la Universidad de Buenos Aires. Sus grados académicos databan de 1848 y su patente de abogado lleva la fecha del 15 de septiembre de 1.854.

Al lado de tan gran maestro, recibiendo primero sus lecciones en el Histórico y luego sus enseñanzas  en la judicatura, realizó sus primeras armas Victorino de la Plaza, quién había sido nombrado escribano en el Juzgado del Crimen. Victorino, debió haber tenido para esa fecha 16 años, ya que había nacido el 2 de noviembre de 1840.

El autor, luego indica que en fecha del 7 de junio de 1.862, se emite un decreto que da por terminadas estas funciones, cuyo texto es el siguiente:

“Habiendo terminado el plazo de la licencia para ausentarse de la Capital al escribano del Juzgado del Crimen del primer distrito, y teniendo conocimiento del Gobierno que dicho funcionario ha tomado empleo en Buenos Aires.

Decreta:

Art. 1º. Cesase el título de escribano del juzgado del crimen del primer distrito judicial acordado a favor de D. Victorino de la Plaza.

Art 2º. Nombrase para reemplazarlo al escribano público y de número D. Porfirio  G. Tenreyro.

El Decreto está firmado por Urquiza, Domínguez y Manuel Leiva.

De esta manera vemos que el futuro presidente de la Nación comenzó su vida laboral, como escribano, entre los años 1855 y 1862, en el Juzgado del Crimen de Concepción del Uruguay. Victorino de la Plaza fallecería en Buenos Aires el 2 de octubre de 1919.

Edición del texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Seró Mantero, Rodolfo, “El Dr. Victorino de la Plaza actuó como Escribano en esta ciudad”, diario “La Calle” del 2 de febrero de 1946. Agradecimiento a la Museóloga Ana Trípoli, por facilitarnos el acceso a las fuentes, texto procesado por María del C. González Méndez.

Victorino de la Plaza

El órgano de la Basílica de la Inmaculada Concepción

Interior del templo de la Inmaculada Concepción para la fecha de inauguración del órgano

Nuestra Basílica de la Inmaculada Concepción ha sido, desde su consagración, el 25 de marzo de 1859, el mayor templo por su importancia y su magnificencia de Concepción del Uruguay. Imponente por el arte que contiene, por su arquitectura y por su historia, no en vano es Monumento Histórico Nacional desde 1942, y Filial de la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma, por lo cual recibe la calificación de “Basílica Menor”.

Posee artísticas imágenes de muchos años, hasta tallas de madera jesuita y guarda en su interior, en un artístico mausoleo, los restos del Gral. Justo José de Urquiza, entre otros, que se encuentran depositados dentro del actual templo.

Hoy, más allá de todo lo significativo que atesora en su interior nos dedicaremos en especial a reseñar la historia y la importancia de ese sublime instrumento musical como es el Órgano.

Vista del teclado y los tubos del órgano

La historia de este instrumento musical comienza en 1919, cuando llega a nuestra ciudad desde Europa, dónde se había dedicado, entre otras cosas, a reunir fondos para las víctimas de la primera guerra mundial, la violinista Celia Torra. Ella había nacido en nuestra ciudad y tenía su familia aquí, a la que venía a visitar después de diez años de estar en el viejo continente, ofreciendo conciertos y prestando servicios en favor de heridos y víctimas de la guerra de 1914. Regresada temporalmente a nuestra ciudad, ya que residía en Buenos Aires, realizó numerosos recitales gratuitos para los Uruguayenses, de esta manera actuó en los salones de la Escuela Normal, del Colegio Nacional, del Círculo de Obreros Católicos, en la misma iglesia parroquial, entre otros lugares más.

A Celia Torra, inquieta concepcionera y amante de nuestra ciudad, interesa al Cura Párroco Don Andrés Zaninetti, para adquirir un órgano y que las misas, en más se pudieran escuchar con música, ya que le había causado mucha impresión que un templo de la magnificencia del de la basílica, no tuviera un órgano para acompañar los oficios religiosos. Recordemos, párrafo aparte, que para ese momento, la parroquia estaba decorada con hermosas pinturas, tenía doble altar, púlpitos de madera labrada, entre otros detalles que la enriquecían respecto a la austeridad de la actual.

En ese tiempo, anterior a la instalación del órgano, cuenta Don Nadal Sagastume en su libro “Nuestra Parroquia” que para algunas ocasiones cuando la ceremonia religiosa lo ameritaba, se realizaban contrataciones de músicos. Encontrándose en el archivo de la basílica, tarjetas donde consta el pago de $3.00 por servicios profesionales en la misa de los primeros viernes, 3 de octubre y 7 de noviembre de de 1902, siendo firmados estos recibos por Doña Rafaela C. de Montero – Presidente.

Pero la compra de un órgano era una operación que debía realizarse se en Europa y que demandaría mucho dinero, que seguramente el templo no contaba. Es así, que Celia Torra encabeza una comisión pro compra de un órgano para nuestra Parroquia, compuesta por varios vecinos de la ciudad. Para acometer este fin, se forma una Comisión Pro Órgano, que quedó constituida de la siguiente manera: Iniciadora y Presidente Celia Torra, Autor del proyecto: José Zaninetti, Presidenta: Gerarda Echecopar, Secretaria: Clelia S de Cossio, Tesorera Evelina Parodie Mantero, Vocales: Ana Ugarteche, Prudencia A. de Texier, Sara M. de Chas, Ana Yanelli, Elvira del Prado, María Riccardini, Ofelia Gutiérrez, Argentina Álvarez. Como Asesor se desempeñó el Presbítero Andrés Zaninetti.

Muchas personas aportaron dinero para comprar el instrumento, entre ellos se puede citar a Gerarda Echecopar, las hermanas Parodié Matero, María Mercedes del Sel de Pons, Cayetano del Prado y sus hijas, María del Carmen y Elvira, varios miembros de la familia Marcó, Corbella y Carosini, Rosa Rizzo de Scelzi, entre muchos otros más. La colecta duró desde 1919 hasta 1927, y se fueron acumulando centavo a centavo los aportes de los fieles de la ciudad. También Celia Torra, ofreció varios conciertos para recaudar dinero, como así también se recibieron varias donaciones, pro compra del ansiado órgano, hasta que al fin se lo pudo comprar.

Llega el órgano

A principios de 1927 comienzan a llegar las partes del órgano, venían en cajones los 2200 tubos que lo conforman, separados en grupos de ocho,  cuatro o seis de acuerdo a su volumen, y de manera que se pudiera identificar por la nota y registro. También llegaron las maderas, bronces, etc. El instrumento había adquirido en la prestigiosa casa Scolari, en Bolzano, Italia, y su maquinaria era de procedencia alemana

Vista exterior del órgano

Y quienes tuvieron la responsabilidad del armado, fueron dos italianos, venidos a nuestra ciudad para tal fin, Enrico Vercelli y Carlos Sacco, la parte instrumental y de carpintería respectivamente. Para la segunda mitad del año 1927, el órgano estaba en pie.  Ambos, luego de su trabajo, quedaron afincados en nuestra zona, uno de ellos, Saco, casó con   Manuela Vicens, de la cual nacieron dos hijos.

Invitada por el Padre Zaninetti, la profesora de música local Prof. María Mercedes del Sel, pulsa por primera vez el teclado, interpretando “La Alambra”.

En esos días fueron llegando las pinturas de San Pedro, Santa Teresita y Santa Cecilia que se encuentran en el frente del instrumento  musical, que da a la nave derecha.

El programa inaugural se desarrolló el 27 de agosto de 1927 a las 14 horas y estuvo compuesto de dos partes: Primera Parte: solemne bendición del nuevo órgano, luego se canta el Himno Nacional, y a cargo del Profesor Pbro. Clemente Silva, estuvo el discurso de inauguración.

Segunda Parte: interpretación de Enrico Bassi, Marcha Festiva y luego la interpretación de Darío Peretti, también italiano, que fue contratado por el Padre Zaninetti a través de su hermano José Zaninetti, figura importante de la cultura,  diplomado en el Real Liceo de Bologna

El órgano, es neumático tubular con turbina “Ventus”, aparato tranporsitor, organola, un órgano positivo, dos expresivos, controbassi, un conjunto de  2200 tubos, una consola con tres teclados y 58 notas y pedales de 30, posee 113 registros, 40 juegos, 29 registros reales, 11 de combinación varias, 40 de combinación libres, 18 de las combinaciones en los teclados y 17 sobre el pedalero Sweller.

Este órgano que durante años acompaño las celebraciones litúrgicas y en más de una oportunidad brindo importantes conciertos, ha necesitado en varias oportunidades un afinador. En 1977, debido al paso del tiempo, fue restaurado por el organero uruguayo Salvador Silvestre Budelli, quien en diez meses término el trabajo.

Ya desde hace muchas décadas el maravilloso órgano, está en silencio. El  último técnico que lo revisó fue Oscar Alberto Tocco, quien después de revisar el histórico instrumento, presento un informe de más de 60 páginas, describiendo el estado actual. “El órgano necesita una restauración total con cambio de la consola, instalando una consola nueva de acción electromecánica y dos combinaciones libres elaborados en fabrica y de las partes eléctricas auxiliares como ser cables magnetos de primarias equipados con protección para los contratos contra arcos voltaicos por descarga de bobinados, panel de conexión principal de trifásica con llave magnética con protección térmica…”

Para esto es necesario proceder a una primera etapa de su restauración, que es la limpieza total para establecer el grado de deterioro y capacidad de recuperación. Durante la misma, se atienden los problemas inmediatos, como restauración primaria y desinfección.

Además, en el informe, se especifican los materiales, partes y repuestos que se necesitan y se hagan en nuestro país, al igual que aquellos que se deban importar de la casa especializada August Leukhuff  Gmbh de Weikersheim, Alemania, que es la misma que fabrico el instrumento original.

Este trabajo que suponemos será en dólares, por el momento no se ha podido aceptar, siendo imposible contar con el presupuesto.

 

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Diarios “La Calle” de fecha, 13 de enero de 1975, 12 de octubre de 1978 y 30 de agosto de 1997.  Agradecemos a los Museólogos Ana Trípoli y Carlos Iriarte, de la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza” por el facilitarnos el material utilizado y a la Prof. Silvia Bonus de Núñez por la información y fotos aportadas.

 

 

 

Los hijos de Justo José de Urquiza

Gráfico que muestra a todos los hijos de Justo José de Urquiza

Justo José de Urquiza, el futuro primer presidente constitucional argentino,  nació en estancia San José, ubicada en el Talar del Arroyo Largo, al norte de Concepción del Uruguay, el 18 de octubre de 1801. Fue   bautizado en el oratorio de la estancia por el Capellán Juan Claramonte, siendo padrino el Dr. Don Feliciano Pueirredon, que al no poder asistir, es reemplazado por Matilde Micaela de Urquiza, hermana de Justo José.

Según las crónicas de la época, Justo José aparentaba a sus cincuenta años, ser mucho más joven. De estatura regular, con fuertes y vigorosos músculos y espaldas anchas. Es decir su aspecto revelaba: valor, audacia y fuerza física.

Desde joven tuvo negocios, participo del ejército y a los 25 años de edad fue Presidente de la Legislatura de Entre Ríos. Tuvo además una vida social muy reconocida, logrando que al llegar a algún pueblo de nuestra provincia era recibido con una gran fiesta por los habitantes del lugar.

Mucho se ha hablado de su descendencia, adjudicándole muchos hijos, hasta se ha llegado a hablar de cientos de ellos. Pero lo cierto es que, según expresaba la Ley Nº 41 sancionada por el Congreso de la Confederación  Argentina el 1 de setiembre de 1855, “Se autoriza al Poder Ejecutivo de la Nación para que en vista del expediente que el Exmo. Señor Presidente Brigadier General D. Justo José de Urquiza produzca, para obtener la legitimación de sus hijos naturales, le otorgue esta con derechos a heredarle los legitimados en virtud de esta sanción, concurriendo en perfecta igualdad en cuanto a la patria potestad, herencia y demás derechos civiles, con los que puedan ser legitimados por subsiguiente matrimonio, o nazcan legítimos en virtud de este.”

Los trámites respectivos se demoran hasta el 31 de agosto de 1859. De esta manera, los hijos naturales reconocidos en virtud de esta Ley fueron:

Concepción: (1820-1892), hija de Encarnación Díaz; Teófilo (1823-1893), hijo de Segunda Calvento; Diógenes (1825-1904), hijo de Segunda Calvento, Waldino (1827-1870), Hijo de Segunda Calvento; José: (1829-1864), hijo de Segunda Calvento; Ana: (1835-1899), hija de Cruz López Jordán; Justo José, (1840-1870), hijo de Juana Sambrano; María Juana, (1842-1886), hija de Juana Sambrano; Cándida: (1842–1869), hija de Transito Mercado; Clodomira: (1846-1888), hija de Transito Mercado; Medarda: (1846-1910), hija de Cándida Cardoso y Norberta: (1846-1929) hija de María Romero

De esta manera, Urquiza, reconoce como propios a 12 hijos naturales, siete mujeres y cuatro varones, producto de sus romances con siete mujeres diferentes, algunas de ellas de muy importantes familias de la época como Segunda Calvento y Cruz López Jordán.

Luego, ya lo vemos, para el año 1852 residiendo en el palacio San José con Dolores Costa Brizuela (Gualeguaychú, 1833- Buenos Aires, 1896). En efecto, antes de la Invasión de Madariaga a Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, que hace peligrar la integridad de Dolores que estaba en Gualeguaychú. Urquiza in tentando resguardar la seguridad de su prometida, hace que se traslade a Palacio San José. En su residencia de campo, se encontraban viviendo Ana Urquiza y López Jordán de 17 años y María Juana de Urquiza y Zambrano de 10, quienes le brindan su amistad y bienvenida a la casa.

Urquiza, finalmente se casaría con Dolores Costa, el 11 de octubre de 1855. De esta manera los hijos del matrimonio, fueron Dolores (1853-1940), Justa (1854-1940), Justo José Salvador (1856-1923), José Cayetano (1858-1920), Flora Del Carmen (1859-1945), Juan José (1861-1915), Micaela (1862-1871), Teresa, (1864- 1945), Cipriano José (1866-1949), Carmelo (1868-1909), Cándida (1870-1872). Con Dolores, Justo José tuvo 11 hijos, los que sumados a los doce que reconoció en virtud de la citada Ley, hace ascender a un total de 23 los hijos que tuvo, durante su vida  Justo José de Urquiza

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Domínguez Soler; Susana de, “Urquiza, Ascendencia vasca y descendencia en el Rio de la Plata” y Peppino Barale, Ana y Domínguez Soler, Susana “Doña Dolores Costa y Brizuela, esposa y viuda del Gral. Justo José de Urquiza”

 

 

 

Doctor José Scelzi

Dr. José (Giussepe) Scelzi

Cuantas veces pasamos por una calle de nuestra ciudad y nos preguntamos el porqué de su nombre. Antes se denominaba calle A, pero, desde 1947 se llama calle Dr. José Scelzi. Éste es un apellido muy conocido de la historia local y generalmente lo relacionamos con Carlos María Scelzi, quien fuera tres veces intendente de Concepción del Uruguay. Pero, en este caso no está relacionado con el viejo caudillo justicialista, sino que refiere a una personalidad del pasado más lejano, al Doctor José Scelzi, que si bien no fue hijo de Concepción del Uruguay, lo podemos considerar como si lo fuera. Fue un italiano del que realmente los concepcioneros ponemos sentirnos orgullosos.

Su llegada a nuestra ciudad se da a través  de la invitación de un compatriota, el profesor Luis Scappatura, Vice rector y profesor del Colegio del Uruguay.

Respondiendo a esa invitación llega José Scelzi a nuestra ciudad, siendo muy joven, con el título de Doctor en Leyes expedido por el Real Universidad de Nápoles, enamorándose de Concepción del Uruguay y de una joven muy ilustrada, Señorita Rosa Risso, con quien se casa, formando así, su familia.

Este joven de tan solo 27 años, por sus características personales y su erudición, fue muy bien visto por el Gobernador de nuestra provincia, además eran escasos en esos tiempos, los profesionales venidos de una tan prestigiosa Universidad.

Es así, que le confía el cargo de Agente Fiscal de esta jurisdicción. Y como prueba de fuego, debe actuar en un juicio que nos toca muy de lleno y de gran repercusión social y política. Nada menos que de la querella de los deudos del Gral. Justo José de Urquiza, en el juicio a José María Mosqueira, el único detenido de la partida que invadió el Palacio San José, el 11 de abril de 1870. José Scelzi afronto la tarea airosamente, había que dar un dictamen y produjo un fallo ejemplificador para la violencia política de la época.

Mosqueira era un reo distinguido, agitaba a opositores. Pero no asusto a Scelzi quien produce un nutrido y brillante dictamen. Y condena a Mosqueira a una multa de dos mil a seis mil pesos fuertes, ya que este fue un actor pasivo, en aquella tragedia de San José Este dictamen hace muy conocido al Dr. Scelzi.

Posteriormente fue convocado para profesor del Colegio Nacional. Y el 20 de abril de 1887, en un hecho bravío y altivo como eran los comicios de ese entonces, es consagrado por sus convecinos para regir los destinos de la comuna de Concepción del Uruguay.  Luego volvió a su cargo de Juez interino en lo Civil y Comercial y más tarde como Juez del Crimen

Ocupa varios periodos en el cuerpo colegiado de la comuna, y  en 1900 se retira de la función pública debido a su enfermedad.

Scelzi no olvido a sus compatriotas, a los que reúne ocupándose personalmente de ello y difunde los beneficios del mutualismo solidario. Fue uno de los principales impulsores del asociativismo italiano en la ciudad y fundador por antonomasia de “La Benevolenza”, además lucha para la construcción del edificio propio de la sociedad mutualista, presidiendo la Comisión en los años 1883, 1884, 1887, 1893 y 1897. El nuevo edificio, el actual, fue inaugurado el 31 de diciembre de 1900. En reconocimiento de la colectividad italiana a su trabajo y compromiso, tan solo dos años después en gran salón servía como “capilla ardiente” para despedir los restos de uno de sus fundadores.

Había nacido en Sasso Castalda, provincia de Potenza, el día 7 de setiembre de 1844 y después de su viaje a Italia, había contraído el tifus fatídico que termina con su vida, el 30 de noviembre de 1902.

La colonia italiana y toda la ciudad estuvieron de luto. Perdían a un hijo de Concepción del Uruguay, pues, a pesar de sus orígenes italianos amó a nuestra tierra tanto, que lo consideramos así, de esta manera.

En reconocimiento al aporte que el Dr. Scelzi hizo a la ciudad, por medio de la Ordenanza Nº 1351, sancionada del 8 de septiembre de 1949, siendo presidente del HCD el Sr. Juan E. Lacava y presidente municipal Juan J. Rizzo, la calle “A del Oeste”, pasa a llamarse “Dr. José Scelzi”. Entre quienes impulsaron esta declaración se encontraban el diputado provincial Efraín Ahumada y el Dr. Caros J. Gatti

Texto: Civetta, María Virginia/Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Comisión Directiva Sociedad Italiana “La Benevolenza”, “Los Primeros 75 años de “La Benevolenza”” y Bonvín, Jorge, “Calles con historia”

   

 

La tragedia del Arroyo Sandoval y las maniobras militares de 1914

Las tropas marchan desde la Escuela Normal hasta el puerto

En el cementerio local, a metros a la izquierda del panteón del Dolores Costa se levanta un monumento de piedra mora cuyo significado es totalmente desconocido para la mayoría de las personas que transitan por el sitio, se trata de un homenaje a las víctimas del luctuoso hecho conocido como “La tragedia del Arroyo Sandoval”.

Los hechos

En los años 1913/1914 ya se hablaba de un enfrentamiento mundial, que comenzaría en Europa. Y se decía que Brasil atacaría a nuestro país. Por tal motivo los Estados Mayores de nuestras Fuerzas Armadas, encomendaron al Gral. Eduardo Ruiz la coordinación y planificación de ejercicios militares en la provincia de Entre Ríos, con la participación de más de 15.000 soldados, que estaban destacados en los departamentos Concordia, Villaguay y Concepción del Uruguay. Participaron efectivos de Primera, Segunda, Tercera, Cuarta y Quinta Región Militar.

El proyecto planteado se basaba en la hipótesis que una “Fuerza Colorada”, invadía el territorio franqueando el rio Uruguay. Estas fuerzas avanzaban por el centro de la provincia hacia el Sur, siendo interceptadas por las “Fuerzas Azules” a la altura del departamento Villaguay.

Los planes del Gral. Ruiz fueron aceptados y los soldados participantes arribarían a nuestra provincia en barcos y en ferrocarril, costando estos ejercicios $250.000 de ese entonces.

Los informes meteorológicos emitidos en diciembre de 1913, presagiaban lluvias e inundaciones para abril de 1914 en la provincia. Estos informes no fueron tomados en cuenta por las Fuerzas Armadas, pronóstico que  luego habría de concretarse. La media anual de lluvia en Entre Ríos es de 900 mm, ese Abril llovieron 450 mm.

Las tropas marchan desde la Estación de trenes a la Escuela Normal, donde se alojarían

Es de imaginar que los caminos, que eran de tierra, no hicieron fácil el desplazamiento de las tropas, sumándose también los arroyos desbordados y los terrenos y campos anegados. Tal es así, que por ejemplo. en las vías férreas que unían Basavilbaso con Concepción del Uruguay, en el puente sobre el rio Gualeguaychú, el agua sobrepasaba las vías en un metro.

Los encargados de estas maniobras se mostraron satisfechos por la resistencia de sus soldados, que cruzaron campos inundados, ríos y arroyos desbordados, perdiendo algunos elementos, pero los soldados con frío y engripados seguían adelante.

El día 25 de abril, arribó a la zona del Arroyo Sandoval una compañía de soldados del Regimiento 2 de Infantería “Gral. Balcarce”. Habían acampado en los galpones del ferrocarril de Estación Clara y avanzaban para el encuentro con el supuesto enemigo que debía ocurrir entre los Arroyos Vizcacheras, Villaguay y Sandoval.

Como el Arroyo Sandoval estaba desbordado  y ya era la tarde-noche, y con lluvia, se veía poco, el encargado Capitán Julio Mon, ordena cruzar el arroyo por el puente ferroviario, con tan mala suerte que en el momento del cruce,  ya con la tropa sobre el puente, aparece un tren de carga procedente de Paraná que iba con destino a Concordia, arrollando a los soldados. Algunos mueren al chocarlos la formación, otros se tiran al agua, algunos fueron arrastrados por la corriente.

Las tropas marchan hacia el puerto por calles Galarza y Eva Perón

No se sabe a ciencia cierta cuántos fallecen, se supone por interés del ejército que intentaba minimizar los hechos. Algunas fuentes indican que fueron aproximadamente 70 personas las que perdieron la vida, otros sólo 5. El Capitán Mon, se suicidó por su responsabilidad en este hecho descerrajándose un tiro con su pistola reglamentaria, aunque algunos sostienen que también murió arrollado por el tren.

El resto de las tropas se concentran en Concepción del Uruguay, fueron alojados en las instalaciones de la Rural y Escuela Normal. Las crónicas de la época destacan el buen comportamiento de los soldados con la población, pues vivieron aquí una semana esperando el regreso a sus casas.

En los últimos días de abril, la Armada Argentina destaca en nuestro puerto, una escuadra de buques y transporte al mando del Capitán de Navío Luis Almada, integrada por la Cañonera Paraná, al mando del Cap. de Fragata Daniel García, la Cañonera Rosario, al mando de Cap. de Fragata José Cross, los Transportes Guardia Nacional, al mando del Tte. de Navío R. Ramiro, el “1º de mayo, al mando del Tte. de Navío Remigio de La Sota, el “Constitución”, al mando del Tte. de Navío José A. Urquiza, el “Pampa”, al mando del Capitán de Fragata Nelson Page y el “Maipú”, al mando del Tte. de Fragata Julio Luneta.

Esta concentración de buques ha sido la mayor que se registró en nuestro puerto. Los barcos esperaban turno para entrar en inmediaciones de puerto exterior. A medida que se iba disponiendo la entrada, embarcaban los soldados y sus pertenencias. Esto llevo varios días.

Los soldados permanecieron en nuestra ciudad hasta el 8 de mayo, día en que, en formación, desfilan despidiéndose de los concepcioneros.

Monolito que recuerda el hecho en el cementerio local

Salieron de la Escuela Normal, por calle San Martin hasta 3 de febrero, por esta y Urquiza hasta Galarza donde se encontraban los alumnos del Colegio Nacional. Por calle Galarza pasan frente a la casa del Gral. Urquiza, donde estaban formadas las alumnas de la Escuela Normal. Las tropas se detienen y la banda interpreta el Himno Nacional Argentino. Las alumnas les regalan escarapelas a los Jefes Oficiales y Suboficiales.

Con el paso de los soldados que accedieron al puerto por calle Mitre, gran parte de los habitantes de Concepción del Uruguay, despiden desde los muelles al último buque que zarpo de regreso.

En nuestro Cementerio Municipal, como dijimos, existe un monolito que recuerda a los caídos el 25 de abril de 1914. En el año 1964, los sobrevivientes de la tragedia del Sandoval, colocan una placa, que lamentablemente fue robada. Hoy, mucha de las personas que transitan por este lugar no conocen la trágica historia que se oculta tras este sencillo monumento de piedra

 

Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Rousseaux, Andrés, “Historia del puerto Concepción del Uruguay”, Tomo I y diario “La Calle” 22, 23 y 24 de abril de 1995. Agradecimientos a la Mus. Ana Trípoli y a la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza” por su colaboración para este artículo

 

 

 

 

 

 

Cuando se dispuso talar todos los árboles de plaza Ramírez

Plaza en 1902, puede verse sin árboles y ya con la reforma de canteros de W. Gadea

Wenceslao Gadea, la tala de árboles en plaza Ramírez y la defensa de Lorenzo Sartorio
 
En el libro “La ciudad de Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”, una Edición de Autor de Francisco Javier Abescat (Editorial Ca-Sal, 10 de marzo de 1971) podemos leer lo siguiente:
“25/2/1901 se autoriza a cortar inmediatamente todos los arboles de plaza Ramírez y vender la madera. La gran arboleda se taló por la noche apareciendo al día siguiente sin árboles, a raíz de lo cual hubo un movimiento y propuesta popular y se imprimieron y distribuyeron volantes alusivos al hecho”.
La Ordenanza Nº 21, fue aprobada por el HCD el 19 de febrero de 1901 siendo su presidente Porfirio L. Tenreyro y su secretario José A. Vidal, y promulgada el 3 de marzo de 1901 por el presidente municipal Wenceslao S. Gadea y secretario Gregorio Izaurralde.
 
El articulado, expresa lo siguiente:
Art. 1: Autorícese al DEM para que someta a estudio de persona perita, la sustitución de los paraísos que se encuentran en la plaza “General Ramírez”, por la arboleda adecuada para esta clase de paseos, debiendo presentar un proyecto al efecto.
Art. 2: El DE procederá a cortar inmediatamente todos los árboles casuarinas que existen en la misma.
Art. 3. Autorizase igualmente al DE para que se proceda a la venta, en licitación pública de toda la madera que se extraiga de estos árboles, destinando su producto a la compra de nuevos árboles que embellezcan dicha plaza.
Art. 4: Los gastos que demande la presente se imputarán a Obras Públicas
Art. 5: Comuníquese.
 

Esc. Wenceslao Gadea

Wenceslao Gadea es electo Presidente Municipal el 7 de enero de 1899, Gadea renuncia a su cargo el 20 de mayo de 1902, siendo reemplazado por el Presidente del HCD, Porfirio L Tenreyro. Había nacido en la ciudad de concordia en el año 1863 y falleció en Buenos Aires en 1951.

Estudió en el colegio Nacional Justo José de Urquiza y más tarde se recibió de Escribano, a lo largo de su extensa vida desempeñó varios cargos públicos entre los que se destacan el de Secretario (1893) y Presidente de la Municipalidad local (1899-1902) cargo al que renuncia para asumir como Diputado provincial por el partido Conservador desempeñándose como tal hasta el año 1905 y autor del libro “Don Justo, la tragedia de Entre Ríos en 1870” sobre el asesinato del general Urquiza.
Como Intendente realizó importante sobras para la ciudad, entre ellas: Sustituyó el alumbrado público a kerosene por el de gas acetileno y más tarde por el alumbrado eléctrico. Obtuvo del Gobierno Nacional la reconstrucción del edificio del Correo y de la Curia Eclesiástica la refacción del interior de la Parroquia de la Inmaculada Concepción y de sus techos. Hizo construir los jardines y canteros de la Plaza Ramírez y remodeló el cementerio público municipal que estaba, para ese tiempo, muy deteriorado. Proporcionó al Gobierno Nacional la piedra para construir la dársena del puerto, y finalmente logró de la Provincia la sanción de la Ley que permitió la construcción de la Escuela Nicolás Avellaneda. En 1907/8 fue Convencional por el Círculo Uruguay-Colón junto con los Dres. B. G. Cook y L.B. López
Wenceslao Gadea falleció el 15 de Agosto de 1951, a los 88 años, en la ciudad de Buenos Aires y sus restos descansan en el panteón de la familia Jorge en el cementerio local. Una calle de la zona del puerto nuevo lleva su nombre (Ordenanza 1566 del 8 de septiembre de 1952), y lindando a esta en una plazoleta existe un busto que lo recuerda.
 
Intentando dilucidar los pormenores de esta publicación, consultamos distintos ejemplares del periódico “La Juventud”, existentes en la Hemeroteca Municipal en el museo Casa de Delio Panizza, para relatar cómo fueron los hechos, y si en verdad esta tan polémica resolución se llevó a cabo, a pesar de lo afirmado por Abescat en su publicación.
 

Lorenzo Sartorio

“La Juventud”. Este periódico, fue fundado y dirigido hasta su muerte por Lorenzo Sartorio, quien lo funda, el 14 de diciembre de 1899, con tan solo 14 años (Había nacido en 1885) y se publicaba los martes, jueves y sábados, siendo sus diferentes ediciones muy esperadas por el contenido de sus artículos. Lorenzo Sartorio falleció en Buenos Aires el 25 de febrero de 1921, siendo sus restos traslados a la ciudad por tren y depositados en un panteón en el cementerio local. Su periódico, “La Juventud” dejó de aparecer entre los años 1953 a 1955. La ordenanza Nº 646 del 14 de octubre de 1924, le da su nombre a la ex calle Nº 1 del Norte. Los ejemplares que hoy atesora el museo “Delio Panizza”, fueron legados al propietario de la vieja casona, por Cecilia Sartorio, última hermana viva de Don Lorenzo.

Durante la búsqueda en las ediciones preservadas en la hemeroteca del Museo Delio Panizza, correspondientes al año 1901, hemos encontrado 3 referencias a los árboles de plaza Ramírez (4 y 11 de marzo y 1 de abril) y uno al paseo en general, correspondiente al 19 de septiembre de dicho año, todas ella oponiéndose a la medida y al estado de la plaza.
 
El primero, publicado al día siguiente de la promulgación de la Ordenanza por el intendente Gadea, es decir el 4 de marzo de 1901, bajo el título “Este desatino, Sres. Ediles” expresa: “Una Ordenanza municipal recientemente sancionada, manda que sean tumbados bajo el peso del hacha los paraísos que adornan nuestra plaza embelleciéndola. Constituye esta medida un desatino del gobierno de la ciudad. Un disparate natural que solo obra inducido por la inspiración de un inocente, sin pensar en las conveniencias y el ornato de la plaza. Esos árboles frondosos que brindan su sombra protectora están bien como están y solo puede permitirse que un gobierno comunal despojado de prestigio sin fijarse en la protesta pública, mande hacer un desatino semejante.
”El producto de la leña que den se empleará en la compra de los que han de suplir, pero sean cuales fueren estos árboles, Sres. Ediles tendremos la plaza Ramírez por algunos años en estado deplorable. ¿Acaso no hay suficiente con la destrucción de los jardines para hacer las innovaciones que han dejado a la plaza despojadas de éstos, reemplazados por un adorno mamarrachos sin ninguna estética porque ni siquiera se han consultado las reglas de un mediano buen gusto. El gobierno de la comuna manda ahora a deshacer ahora, de un golpe lo que fue obra de estudio para otras C.D. constituido por elemento de más inspiración y preparación que llegaron a la solución de que configura un desatino el voltear árboles que difícilmente podrán ser bien reemplazados. Las casuarinas están también incluidas en la resolución edicial”.
 

 

En esta foto pueden verse los canteros con diferentes formas de la reforma de W. Gadea

 
Días después, el 11 de marzo, el periódico volvía con sus reclamos a favor de los árboles de la plaza y en un artículo titulado “Protestamos nuevamente” publicaba una nueva crítica que decía “Ninguna resolución ha tomado el C.D. Municipal que destruya su resolución destinando a ser cortados los árboles de la plaza y por lo tanto, repetimos nuestra protesta. El público sensato ha aplaudido nuestra propaganda y solo hay palabras de acre reproche contra los que han ordenado semejante extinción. Los árboles de la plaza están bien como están y los únicos responsables de la falta de ornato y desmantelamiento de la misma serán los Sres. Ediles, muchos de ellos sin intereses en este vecindario y que bien pueden estar hoy en esta como mañana en Buenos Aires y, por consiguiente, importándoles bien poco que exista o no plaza, que tengan o no árboles que le embellezcan, etc. Un anciano venerable que fue laborioso intendente, Mrs. Seekamp (Fue intendente interino en 1882 y 1883),n os decía, días ha, que él ha visto pasar 30 años para que los paraísos llegaran a ser los frondosos y bellos árboles que hoy embelleces nuestro paseo público. Esperamos, repitiendo nuestra protesta severa contra tal desatino edilicio”.
 
El 1 de abril, “La Juventud” volvía a arremeter contra la norma cuestionada, y bajo el título de “Los árboles de la plaza y el Concejo Deliberante” expresaba “Parece que el intendente no se atreve a cumplir, en atención a la protesta pública, la ordenanza del C. D. Municipal que manda exterminar los árboles de la plaza Ramírez. Hemos dicho y repetimos, buscando la derogación de la ordenanza citada porque ellos es un anhelo público, que el gobierno comunal está en un error craso al interponer como fundamento que esos árboles que embellecen aquel paseo público son viejos. Esto no es una razón ni la aceptamos como excusa. La arboleda de nuestra plaza es frondosa en primer lugar y luego se encuentra en perfecto estado.
“Como medida higiénica, continúa, el cronista, los árboles son necesarios” luego agrega que “Nuestros ediles no saben que destruir árboles es destruir vida” y agrega “A ellos le dedicamos la transcripción de lo que dice (el general) Mansilla “…confío en Dios y confío que de algún provecho ser (la publicación oficial del gobierno Norteamericano sobre Arboricultura) en tierras donde todavía no saben todos que destruir árboles, es destruir vidas”.
Como se ve, a casi un mes de promulgada la norma, está todavía no había sido cumplida, en razón, si nos dejamos llevar por esta fuente, del malestar general que esta medida había provocado en la población de la ciudad.
 

En esta foto pueden verse los canteros con forma de estrella de la reforma de W. Gadea

 
La última referencia a este tema que encontramos en el archivo de “La Juventud” es del 11 de septiembre y en un artículo titulado “32 meses después” el redactor hace una severa crítica sobre las obras de Gadea en plaza Ramírez, pero sin mencionar la tala de árboles.
Dice la noticia “En los primeros días de diciembre de 1899, al ocupar su puestos, el intendente hacía, con todo brío, dar inicio a las obras de ornamentación de nuestra plaza Ramírez. Desde entonces (…) no se ha hecho otra cosa en esa plaza Ramírez como no sea remover tierra, destruir el buen trazado de los jardines, destrozar las pocas plantas existentes. A los 32 meses han concluido de arrojar tierra inútilmente, gastando en peones, acarreos, etc., miles de pesos para no dejar siguiera algo que pueda verse sin repulsión. Y como el señor Gadea y todo ese tren de empleados (…) han resuelto ahora entretener ahora a esos 5 o 6 peones en hacer luceritos, estrellas, soles y lunas en los jardines, o lo que equivale a decir destruir todo lo hecho anteriormente, lo que poco nos importaría si no tuviera el pueblo pagano que pagar todas esas tonterías de los ediles con nuevos impuestos”.
Como se ve, el redactor no hace referencia explícita al corte de los árboles, por lo que después de leer estas noticias, podemos concluir con bastante certeza que el misma nunca ocurrió, al menos por ese año 1901.
Algunos párrafos de la misma son elocuentes para reseñar la obra del intendente en lo referente al principal paseo público de la ciudad de entonces, aunque es interesante destacar que el periódico dirigido por Lorenzo L. Sartorio fue muy crítica con las acciones del municipio y no son raros los ataques al intendente y ediles por la plaza, el cementerio público, la plaza Constitución y la iluminación a kerosene, gas o eléctrica de la ciudad, e incluso por intentar regular las tarifas de los cocheros, los remises de la época.
 

El origen de esta foto no lo hemos podido hallar, ¿será una toma de la trágica tala de árboles?

 
Luego de analizar estos documentos, y como vinimos anticipando, podemos llegar a firmar que la tala indiscriminada de árboles no ocurrió ese año, ya que de haberse hecho, se vería reflejado en las páginas del periódico, aunque podría haberse hecho un año después, a juzgar por una foto fechada en 1902.
 
Wenceslao Gadea, produjo importantes modificaciones en el viejo trazado de la plaza, como puede verse en viejas fotos, algunas de las cuales acompañan este trabajo, donde se pueden ver canteros irregulares y de varias formas, incluso uno con forma de estrella.
 
No hemos podido ver fotos que muestren a la plaza con los árboles “frondosos” como hace referencia el periódico, pero si podemos ver años después a la plaza casi sin árboles o con estos muy jóvenes por lo que seguramente en algún momento estos deben de haber sido reemplazados, aunque no hemos podido determinar si esta sustitución fue tan drástica como lo indicaba la Ordenanza Nº 021/1901, aunque una foto, acá publicada, y fechada en c. 1902 muestra el paseo casi totalmente despojado de árboles, aunque es difícil a veces datar correctamente las imágenes.
 
Bibliografía: Abescat, Francisco “La ciudad de Nuestra Señora de la Concepción del Uruguay”; “Nomenclatura callejera. Quien es quien en las calles de la ciudad”, Guía Turística de Concepción del Uruguay, Centro Editor Río de los Pájaros, Jorge Bonvín, “Calles con historia”, Municipalidad de Concepción del Uruguay, “Ordenanzas y Decretos 1901”, Periódico “La Juventud” y Larenze, Héctor Luis, “Concepción del Uruguay. Sus calles… su historia”. Agradecimientos a la Mus. Ana Trípoli y a la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza” por su colaboración para este artículo
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El hundimiento del barco Ciudad de Buenos Aires

Barco “Ciudad de Buenos Aires”

A 64 años del hundimiento del barco Ciudad de Buenos Aires. Pasajeros de nuestra ciudad viajaban en él

La historia de cualquier ciudad, no solo se debe a la vida de sus hombres y mujeres, sino también a los hechos alegres y por supuesto catástrofes que  marcan esa historia. No escapa a esto Concepción del Uruguay, cuna de grandes hombre como el Gral. Francisco Ramírez, el Gral. Justo José de Urquiza, Capital Histórica de la provincia de Entre Ríos, en efecto, la ciudad sufrió una  de las mayores catástrofes se sucedió en el año 1959, donde el río Uruguay se desbordó por varios metros sobre su marca normal de un metro, o la tragedia del “Puerto Viejo”, hechos a los que ya nos hemos referido en este sitio, entro otros, seguramente menores.

Hoy nos vamos a dedicar a otro de ellos, que ocurrió el día 27 de agosto de 1957. El hundimiento del barco Ciudad de Buenos Aires que transportaba desde el puerto de Buenos Aires pasajeros a nuestra ciudad y departamento. Concepción del Uruguay se vio enlutada en este hecho, ya que en el mismo desaparecieron dos vecinos de la ciudad, como la señora Ethel Witcoff de Ciacon, esposa de Beril Ciacon que también viajaba en la nave y pudo ser rescatado y el señor Miguel A. Izaguirre, suboficial de la Banda de la Escuela de Ingenieros, de 26 años. En el barco viajaban otros dos Uruguayenses que afortunadamente salvaron sus vidas, ellos eran Marcelo Martínez Uncal, que fue trasladado a Colonia y Julio Arrarte, que luego de ser rescatado fue derivado a la isla “Martín García.

El Sr. Izaguirre viajaba  junto con su esposa, la que logro ser salvada por una de las embarcaciones que acudieron en socorro de los náufragos.

¿Qué había ocurrido aquella fatídica noche del 27 de agosto de 1957?

El barco Ciudad de Buenos Aires, pertenecía a la flota fluvial, anteriormente hacia el servicio nocturno entre Buenos Aires y Montevideo.

La nave, muy moderna para la época, tenía una velocidad de 16 nudos, contaba con turbinas de vapor con 5825 CV de potencia de 3754 ton de registro bruto. Podía transportar 720 pasajeros y medía 110 metros de eslora (largo).

El 27 de agosto de 1957, afectado a navegar desde Buenos Aires a puertos del río Uruguay, zarpo a las 17.00 horas desde  Capital Federal y debía arribar a Concepción del Uruguay el día siguiente, es decir el 28 de agosto a las 08:00 horas.

Mormacsurf, nave que que colisionó con el “Ciudad de Buenos Aires”

Desde el puerto de la ciudad de Rosario había zarpado el carguero de bandera norteamericana Mormacsurf que tenía como destino el puerto de hacia Buenos Aires. A la altura del Km. 126,7 ambos barcos se encontraron proa a proa. Ambos correctamente maniobraron a estribor (derecha). Pero el Ciudad de Buenos Aires tal vez por miedo a varar sobre el veril, cayó a babor (izquierda), cruzándose frente al carguero que venía e n bajada con carga y corriente a favor, siéndole imposible, a este último, evitar el choque, que se produjo sobre la banda de estribor del Ciudad de Buenos Aires. Este comenzó a escorarse (inclinarse) de inmediato hacia babor, haciendo caer al agua a la gente que estaba en cubierta y por supuesto generando pánico entre la tripulación y pasajeros al ver toda el agua que entraba al barco.

La colisión sucedió, aproximadamente, a las 22:45, a la altura del Km. 126 del canal principal del Río de la Plata, en las cercanías de la isla “Juncal” entre las desembocaduras de los ríos “Paraná Guazú” y “Paraná Bravo”.

El Capitán Silverio Brizuela trato de salvar vidas en todo momento. Un tripulante al testimoniar lo ocurrido dijo que vio al Capitán ir a su camarote y no lo vio más. Nunca se supo si se suicidó o se hundió con el barco, como indica la tradición.

Ante la gravedad de la situación, el capitán del Mormacsurf, enviste nuevamente al Ciudad de Buenos Aires para arrastrarlo a un lugar de menor profundidad, ya que el canal tiene, en ese lugar, 20 metros de profundidad y a su vez, se emitían señales de socorro. Desde el país vecino salieron lanchas de salvatajes y desde Buenos Aires fue el Rastreador Drummond y remolcador Pancho. Una de las primeras naves en arribar al lugar y prestar ayuda fue el remolcador “Don Pablo”, que afortunadamente se encontraba cerca.

Los sobrevivientes fueron trasladados a Nueva Palmira, Martín García y Carmelo. Luego del naufragio, solo quedaba a la vista los palos y el radar que quedaron fuera del agua.

Salvar a las personas fue muy difícil por la oscuridad, la corriente del rio y además el combustible derramado en el agua hacia difícil tomar a los pasajeros que estaban sumergidos.

Aproximadamente venían 200 personas en el barco, y de las mismas desaparecieron 71 pasajeros y 23 tripulantes, no todos ellos murieron ahogados sino, como relataron algunos sobrevivientes, el impacto de la nave norteamericana fue tan violento que prácticamente destrozó al “Ciudad de Buenos Aires”, provocando la muerte de algunos pasajeros que estaban en sus camarotes. Este hundimiento ha sido una de las más grandes tragedias de nuestro país. Algunos cuerpos fueron rescatados de las aguas por las embarcaciones que acudieron al rescate y otros, por ejemplo, aparecieron en la costa de la ciudad Uruguaya de Colonia, entre ellos el de la señorita Elena Plaski.

El “Ciudad de Buenos Aires” luego de su naufragio

En el diario “La Calle” del viernes 30 de agosto de 1957, se publicaron declaraciones de un sobreviviente. Había llegado el día anterior a nuestra ciudad y se alojaba en la casa de un familiar, Don Sixto Minetto, desde donde partiría a su lugar de residencia Urdinarrain. Se trató del Señor Hugo Eduardo Bouyrier.

Este joven no pudo describir  como fue el accidente pues viajaba en su camarote. Al sentir el choque sale a cubierta, donde el pánico brotaba a todos los pasajeros. Cuenta que el Mormacsurf, choca nuevamente el barco y en contados minutos el Ciudad de Buenos Aires se hunde, 45 minutos, según indicaron algunos de los pasajeros rescatados. Él se tira al agua y el vacío ocasionado por el hundimiento lo absorbe y cree que lo introduce en la chimenea, que al expulsar el agua es despedido nuevamente y cae junto a un salvavidas y presta ayuda a una señorita, a la que logra llevar, a nado, hasta un banco de la embarcación que flotaba en las cercanías, así flotan hasta ser rescatados por el remolcador Don Bartolo.

El hundimiento del barco “Ciudad de Buenos Aires”, si bien afectó tangencialmente a personas de nuestra ciudad, es otro de los hechos relacionados con el  río todavía recordados por los viejos habitantes de la ciudad, al igual que lo ocurrido con el “Captain Papis”, el hundimiento de la “Bouchard” y la tragedia del Puerto Viejo y, creemos que es bueno que estas historias, tanto las buenas como las malas de la ciudad y región, deben ser recordadas ya que forman parte de nuestra historia cotidiana.

Texto: Civetta, María Virginia/Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Diarios “La Calle” del 29, 30 y 31 de agosto de 1957. Agradecemos a la Museóloga Ana Trípoli por colaborar con la obtención del material periodístico. Fotos: Revista Weekend