No cabe duda de que la principal industria que poseyó nuestra ciudad, en el transcurso del siglo XIX, fue la saladeril. Y ello, fundamentalmente, a través de la actividad desarrollada por el saladero Santa Cándida, aunque en la zona también .funcionaron algunos otros establecimientos, por cierto que de mucho menor envergadura, como el de Juan Barañao; el Concepción, del señor La Riera; el San Felipe, etc.
Si bien las saladerías constituyeron la más importante actividad de la zona, no fue, sin embargo, la única. Existieron varias otras, como se verá a continuación.
Las sedas
Al promediar la segunda mitad del siglo XIX, se concretaron dos interesantes iniciativas para incorporar la industria textil a la vida económica de Concepción del Uruguay. En 1871 la firma Invernizzi y Toschini comenzó la plantación de la morera y la cría del gusano, con tan buenos resultados que, según afirmaciones de la época, la seda obtenida tuvo gran aceptación en Italia y Suiza, dada la calidad del producto. Pero no se crea que una afirmación de esta naturaleza fue originada por un mero afán de propaganda. Por el contrario, existen pruebas evidentes de las bondades de aquellas sedas uruguayenses. En 1877, el Gobierno nacional, de acuerdo con la ley de fomento de la sericultura, otorgo a Invernizzi y Toschini, un premio por sus plantaciones de morera y por los ochenta kilos de capullo presentados.
Un año después, en la Exposición Universal de Paris, se les confirió una medalla por la calidad de las sedas, volviendo a ser premiados en la Exposición Industrial de Buenos Aires, en 1882.
Ciertas dificultades para la elaboración del producto, malograron tan promisorios comienzos y la sericultura no continuó siendo una actividad económica de Concepción del Uruguay, como hubiera podido esperarse de este éxito inicial.
Los paños
Algo semejante ocurrió con la fabricación de hilados y tejidos de lana. En 1869, el general Urquiza y el industrial catalán José Ubach y Roca firmaron un contrato para establecer una fábrica de paños en Concepción del Uruguay. Ubach, que viajó enseguida a Europa, enviado por Urquiza, para traer inmigrantes con el fin de continuar la obra de colonización y para comprar máquinas para la fábrica, retornó poco después de asesinado el prócer, lo que no fue un obstáculo para que con su sucesión continuara la empresa, la que en 1871 instaló las maquinarias de vapor. Al año siguiente se inició la producción de paños.
La empresa se denominó “La Industrial Argentina” y, por una ley de marzo de 1873, se autorizó al Poder Ejecutivo de la provincia a otorgarle un préstamo de 10.000 pesos, pagaderos en telas. La fábrica, instalada en una de las propiedades de Urquiza, en la actual calle Juan D. Perón realizó la manufactura de yetas, satines, estameñas, frazadas, etc.
Lamentablemente, los sucesivos levantamientos jordanistas y las prolongadas consecuencias de las luchas que debió soportar la provincia, a lo que se sumaron algunos otros inconvenientes, fueron factores que incidieron en el cierre definitivo de la fábrica. La maquinaria quedó abandonada durante algún tiempo, hasta que en 1881 fue vendida en Buenos Aires.
Aguardientes y cerveza
En 1888, el periódico Uruguayense “Fiat Lux” anunció la inminente firma de un contrato entre los señores Schwab y Giraud, propietarios de la “Cervecería Nacional” y el dueño de unos terrenos ubicados en los fondos de la destilería de Reibel y Cía. para establecer una gran fábrica a vapor de cerveza.
Si el contrato llegara a formalizarse –decía esperanzadamente el periódico- “será un progreso más en la industria de esta ciudad y entonces tendremos al este de Concepción del Uruguay convertido en el barrio de las chimeneas o usinas”.
Es indudable la alusión del articulista a la existencia en la misma zona de la ciudad, de lo que por ese entonces constituía el establecimiento industrial más importante de Concepción del Uruguay, la fábrica de licores de Reibel y Cía., fundada en 1886, la que contaba con depósitos de cereales, molinos, alambiques, cocedoras, bombas, etc.
Una descripción de la época hace referencia a “la elegante chimenea de 36 metros de alto, la construcción peculiar de las paredes de piedra labrada y ladrillos con juntas, los terraplenes nivelados, las casas anexas para habitaciones, tonelería, herrería, carpintería licorería, etc.; el tambo instalado en la parte inferior con vacas lecheras a pesebre, que comen los residuos de la fabricación y dan una leche sabrosísima y abundante, forman un conjunto que regocija la vista y da aliento al espíritu, deseoso de ver trabajar y progresar a los pueblos de Entre Ríos. Una huerta perfectamente trabajada, contribuye a dar un agradable aspecto a la instalación de la fábrica”.
El catálogo que tengo a la vista, distribuido por la “Destilería a vapor” de Reibel y Cía. menciona los productos que allí se elaboraban: diversos tipos de aguardiente, grapa, kümel, ginebra, coñac, ron, anís, bitter, whisky y diferentes clases de amargos.
Harinas y cigarros
También tuvieron su importancia en la segunda mitad del siglo XIX, algunas industrias dedicadas a la elaboración de harinas y de diversos productos alimenticios. Hacia la década del 80 existían varios molinos que contaban con los últimos adelantos en la materia. Uno de ellos fue el “Santa María”, de Maury Hnos., que se levantaba junto al Arroyo Urquiza. Mediante un tajamar de diez metros de profundidad, se obtenía una fuerza hidráulica que ponía en movimiento un sistema de molienda húngaro, de trece pares de cilindros de porcelana. Su producción fue abundante y de buena calidad, tanto es así, que en las exposiciones llevadas cabo, en Concordia (1879) y en nuestra ciudad (1884), sus harinas fueron premiadas.
La firma Barione y Chiessa, propietarios de la cigarrería “Nueva Suiza”, elaboraron cigarros de distintos tipos: Virginia, negro, hebra brasileña, picadura Bahía, caporalo, negro común, negro Bahía, etc. También elaboraron rapé de diferentes clases: francés, siciliano, etc.
Infaltables artesanías
Otras pequeñas industrias fueron productoras de vinos, quesos, manteca, galletas, confituras, fideos, etc. y, por supuesto, no faltaron las artesanías: fabricantes de calzado, carpinteros herreros, plateros, talabarteros, tejedores, que satisfacían las necesidades de la población. Los demás productos que no se elaboran en la zona, eran adquiridos principalmente en Buenos Aires, ya fueran de fabricaciones nacionales o traídas del exterior.
Muchas de las manufacturas provenientes de las industrias y de las artesanías que he mencionado, fueron expuestas en la Exposición Feria Rural e Industrial llevada a cabo en Concepción del Uruguay en 1884, con todo éxito.
Ella permitió mostrar una variedad importante de productos, lo que puso de manifiesto, sobre todo, las bondades del suelo de la zona y el trabajo fecundo de sus habitantes.
Edición: Civetta , María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio sobre el artículo de Urquiza Almandóz, Fernando, “Las industrias del pasado” publicado en el diario La calle el 23 de abril de 1999