Conforme a la distribución edilicia que concibiera Don Tomás de Rocamora al fundar la ciudad, tempranamente la plaza central debió constituirse en el principal paseo público. Las narraciones que de la Villa efectuaron los primeros viajeros describiéndola, ya la destacan. Pero a partir de mediados de siglo XIX y en manera especial durante el período 1860-1883 en que la Ciudad fue sede del Gobierno Provincial, la plaza principal o Plaza General Francisco Ramírez se constituyó en hermoso paseo público, y uno de los atractivos, fue el conocido como “Kiosco de la Plaza General Ramírez”.
Leemos en una vieja crónica: “El antiguo kiosco de nuestra plaza Ramírez desaparecido ha tiempo víctima de lo que se da en llamar exigencias edilicias que generalmente no es nada más que un hueco lugar común. Su arquitectura exótica ponía una nota pintoresca en aquel paseo público. Funcionaba en él una confitería y pequeño bar anexo. Los parroquianos bebían am su aperitivo en tanto que las mujeres paseaban por los jardines la magia de su encanto femenino, y el farolero, con su escalera al hombro, se escurría en las tinieblas parodiando en cada esquina la aparición de una estrella”.
El trasunto poético de este artículo nos exime de mayores comentarios sobre lo que pudo constituir el aludido kiosco para los uruguayenses del siglo pasado.
Promediaba el año 1882 y nada hacía presagiar el despojo que al año siguiente sufriría Concepción del Uruguay por parte del Gobernador Racedo quitándole su condición de Capital de la Provincia. La actividad comercial intensa se traducía a su vez en un notable progreso urbanístico. Contribuyendo a esa evolución, el 3 de mayo de 1882, don Domingo Traverso, que con unos convecinos había formado una sociedad de hecho, eleva al Presidente de la Municipalidad, Coronel Pedro Melitón González, la solicitud correspondiente para construir “Un Kiosco y juego de calesitas en la Plaza General Ramírez en el triángulo situado frente al Teatro 1° de Mayo en toda la extensión circunscripta por el borde inferior de las veredas y boulevard de circunvalación”
La solicitud citada constaba de siete incisos que describían la construcción a realizar y el término de explotación que sería de ocho años, cumplidos los cuales la construcción pasaría a constituir propiedad municipal. Asimismo la Empresa se comprometía a mantener los jardines adyacentes al área del kiosco con el riego y reposición de las plantas, y terminaba la misma diciendo: “La empresa cree así coadyuvar a la Municipalidad en la obra de embellecimiento que ha iniciado para esta Ciudad y que viene a llenar un vacío que el grado de importancia de esta Capital requiere ya, y en esta virtud rogamos al Señor Presidente provea a nuestro pedido por ser de Justicia”. Domingo Traverso y Cía.
Por considerarlo de interés, ya que evidencia que la obra propuesta era un verdadero aporte a la belleza del paseo público, transcribimos algunas características de la construcción, elevadas por la Empresa al Ejecutivo Municipal: “Condiciones para la construcción del Kiosco en la Plaza General Ramírez. 1°) La dimensión y forma del kiosco será en un todo de acuerdo con el proyecto adjunto. 2°) Las paredes serán construidas de ladrillos de buena clase y con mezcla de cal excluyendo por completo el empleo del barro. 3°) -El piso del corredor alrededor del kiosco será de baldosas y el del interior y altillo de tablas. 4°) El techo será cubierto con zinc o con tejas según vea el que sea más conveniente. 5°) Las puertas serán a vidriera con un marco a cajón y con postigos recuadrados y de pino. 8°) -Todos los materiales a emplearse serán de la mejor clase y la mano de obra de acuerdo a las reglas del arte”.
El Consejo de Administración de la Municipalidad estudió la propuesta y después de sostener “que obras de esta naturaleza en que se trata de embellecer un paseo público, son convenientes para la población”, dio su aprobación final. Antes de finalizar ese año 1882, la obra era inaugurada. El paseo público principal de la Ciudad Capital de la Provincia incorporaba un motivo más de tracción a los que ya poseía. Aquel optimismo emprendedor de sus hijos, a partir del año siguiente, sin duda habría de sufrir mengua. La pérdida de su condición de Ciudad Capital, trajo para Concepción del Uruguay un decaimiento en todos los órdenes y lógicamente en lo económico. Al parecer, la actividad del kiosco del que nos ocupamos, también se vio afectada por esa nueva situación. Antes de cumplirse el plazo de los ocho años estipulados por el convenio firmado entre la Empresa y el Municipio, la primera vendió el aludido kiosco a los Señores Alonso y Silva, vecinos de esta ciudad.
El 4 de agosto de 1885, los nuevos propietarios solicitaban al Municipio una prórroga en la explotación del kiosco, manifestando que habían adquirido el mismo, “confiando corno confiábamos y confiamos en el porvenir de Uruguay y en el creciente desarrollo de su población”. “Acontecimientos que no conceptuamos necesario mencionar, porque son de pública notoriedad, han modificado seriamente la situación comercial de esta Ciudad, viniendo a afectar con mayor gravedad al negocio a que nos dedicamos, por su especialidad. En tales condiciones, ese contrato que en la fecha que fue celebrado y no produciéndose la traslación de la Capital de la Provincia, pudo reportarnos algunas ventajas, ha venido a convertirse en verdaderamente oneroso, y su cumplimiento estricto nos ha causado ya serios perjuicios”.
Considerando que aún faltaba demasiado tiempo para el vencimiento del plazo establecido como derecho de explotación por la Empresa, la Municipalidad, rechazó lo peticionado.
Próximo a cumplirse el plazo establecido en el convenio primigenio nuevamente los propietarios, esta vez por intermedio de Don Francisco Silva, peticionaban prórroga en la explotación. En fecha 18 de agosto del año 1890 se dirigían al Intendente Municipal manifestando entre otros argumentos, que “Los males que han afligido a esta ciudad por la llevada de la Capital, lo que ha hecho que sean muy raras las Compañías que han actuado en el Teatro 1° de Mayo, uno de los recursos con que se contó cuando se solicitó el privilegio para construir el kiosco y la crisis económica resultado de la depreciación del papel moneda han hecho de lo que podía ser un negocio productivo haya dado pérdidas. Parece que la situación tiende a mejorar y en esa esperanza vengo a solicitar de la H. Corporación Municipal por intermedio del Señor intendente se me concedan dos años de prórroga para entregar el edificio comprometiéndome a arreglar los jardines con sujeción al plano aprobado y bajo el cual se arregla hoy la plaza, y además pagar mensualmente a la Municipalidad diez pesos moneda nacional. Es gracia que espera, Francisco Silva”.
Después de estudiar debidamente la solicitud, el intendente Don Rafael M. Paradelo no hizo lugar a la misma y el kiosco pasó a su nuevo propietario: la Municipalidad. De inmediato esta dispuso sacar a licitación por el término de un año su arrendamiento, procedimiento que se fue repitiendo año tras año hasta 1907. Al parecer, la explotación de lo que fuera “paseo de moda” a fines del siglo XIX cada vez redituaba menos a sus concesionarios, y el desinterés por el mismo, se acentuó.
El día 4 de enero de 1907 el Concejo Deliberante disponía la demolición de dicho kiosco, llamando a licitación para vender los materiales con que estaba construido. Al no presentarse ningún interesado, se operó la demolición por cuenta del propio Municipio. La población de Concepción del Uruguay veía desaparecer así uno de los paseos más simpáticos y preferidos por la población de Concepción del Uruguay de fines del siglo XIX.
Miguel Ángel Gregori, “El Kiosco”, revista El Mirador, Tomo VI, 1984