
En el año 1860, el Gral. Justo José de Urquiza, vivía momentos venturosos en su vida privada, ya que culminaba un momento político, cuya idea la había desarrollado por muchos años. Terminaba su periodo como Presidente de la Confederación Argentina y comenzaba otro periodo como Gobernador de la provincia de Entre Ríos.
A esto le sumamos la reconciliación de la capital con las provincias. Todo esto hace que llevara a cabo un gran deseo que tenía desde hacía mucho tiempo. El traslado de sus padres fallecidos en Buenos Aires y enterrados en el cementerio de la Recoleta, a nuestra ciudad. Así los tendría cerca y les rendiría culto, como hombre de fe que era.
Es así, que designa al canónigo Avelino Piñeiro, para preparar el traslado.
Una versión de los preparativos del acto lo da Manuel Taurel (encargado de los negocios del Gral. Urquiza en Buenos Aires) y decía que el Sr. Piñeiro no se fijaba en gastos, que ha repartido 33.000 pesos m/c en limosnas.
El acompañamiento estuvo formado por más de 150 carruajes, todo de gran duelo. Las cofradías y templos estarán de duelo.
Cuenta también que en la Bolsa de Comercio, en una mesa de duelo hizo colocar las cartas de invitación al acto. De 240 invitaciones, solo habían quedado 60 sin retirar, lo que hacía suponer que asistirían muchas personas al acto y destacaba lo importante que era Urquiza. Tal es así que el Dr. Vélez Sarsfield, al preguntarle si asistiría, comento que no había recibido invitación, pero que iría gustoso al acompañamiento de la familia Urquiza.
El 2 de mayo de 1860, se llevó a cabo la inhumación de los restos mortales de Josef de Urquiza, fallecido en 1829, de Cándida García, fallecida en 1844, y de dos hermanos Juan José, fallecido en 1855 y Ana, fallecida en el año 1827.
El acta fue firmada por varios testigos entre los que se encontraban sacerdotes, generales y el administrador del cementerio.
Ese mismo día fueron trasladados los cuerpos, al puerto de Buenos Aires, siendo uno de los espectáculos más imponentes del Siglo XIX.
Cada urna, trabajada en madera por los tallistas españoles Crusellas y García, colocadas en coche fúnebre tirado por seis caballos, ataviados con los ornamentos fúnebres, en número de cuatro, cada uno para cada despojo. Lo acompañaban carruajes cubiertos de paño negro, otros descubiertos, con lacayos de etiqueta y más de cien coches de acompañamiento.
Al llegar al puerto, se usaron cuatro balleneras y otras seis de acompañamiento, enlutadas, para trasladar los restos al vapor “11 de noviembre”. El cual traería hasta nuestro puerto la familia Urquiza y a quienes los acompañaban.

El 5 de mayo llegan al puerto de Concepción del Uruguay, que se encontraba en lo que hoy es el balneario Itapé, y son trasladados a la Basílica de la Inmaculada Concepción.
Paralelamente a este traslado, Urquiza había ordenado el traslado de los restos de Cipriano de Urquiza, hermano, asesinado en 1844, en la ciudad de Nogoyá, siendo gobernador delegado.
Es así, que el mismo Gral. Urquiza, recibe los restos mortales de su familia y expresa un sentido discurso hacia la personalidad de sus padres y valores que le inculcaron. Y lo mismo hizo al recordar a su hermano Cipriano, a quien admiró de muy joven y a quien guio en su ideario político.
Lo recibió diciendo: “El dolor de tu perdida no ha turbado jamás mis propósitos de fusión política. Rogad desde la diestra de Dios, donde están los mártires de la patria, porque no vuelvan sobre ella jamás los tiempos de calamidad y de sangre en que tú, como tantos pereciste”.
Luego del responso de Urquiza se rezó un funeral dando por terminado el acto.
Hoy los restos de sus padres y hermanos descansan en una urna ubicada dentro del pedestal que corona el ataúd del General Urquiza y su hermano Cipriano, se encuentra en el panteón del Dr. Ruiz Moreno en el cementerio local.
Texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Macchi, Manuel “Urquiza y el Catolicismo”, 1969






