El 15 de noviembre del 1900, se embarca en el Piróscafo Sirio, viejo vapor que hacia la línea Génova – Buenos Aires.
Como casi todos nuestros antepasados al partir de su lugar de origen deja con mucha nostalgia familiares y el lugar donde crecieron, y al que prometen volver.
El viaje no fue de lujo, pero la juventud, todo lo soporta y está todo bien. Francisco, viajo a cargo de una familia, de apellido Vaccaro, formada por el matrimonio y cuatro hijos. La niña más pequeña, María, unos diez años más tardes se transformaría en su esposa.
El día que llegan a Buenos Aires, con gran sorpresa, ve que en “La Boca”, donde se encontraba el puerto de Buenos Aires se hablaba italiano. Claro, si ahí se juntaban los inmigrantes italianos.
Rápidamente llega al encuentro del contacto que traía para trabajar .Por su corta edad y pocos estudios, le asignan la tarea de limpieza. Una vez terminado su trabajo, le asignaban otras tareas, terminando su día laboral a las 23 horas. Los días domingo, los usaba para recorrer la ciudad y conocerla. Le atraía el Riachuelo y el Tigre, los barcos y veleros.
Solo había venido a Argentina por seis meses, pero se fue quedando y superando en su trabajo por su capacidad y voluntad.
Un día recibe noticias de su hermano que trabajaba en la provincia de Corrientes. Este debía viajar a Italia a cumplir con el servicio militar, que en aquel entonces era obligación para el mayor de la familia, si este no se presentaba, debía hacerlo el segundo de los hermanos. Este no era el problema, el problema era, que se dejaba el trabajo lo perdía. Es así que le solicita a su hermano Francisco que lo reemplace, guardándole el lugar. Este hablo con su jefe, quien entendió la situación y le permitió viajar para trabajar por su hermano, guardándole el trabajo.
El viaje a Bella Vista fue duro, al llegar le presentan su nuevo patrón y al otro día, cinco de la mañana ya estaba trabajando en un negocio de ramos generales. Fue muy bien recibido, ya que tenía la experiencia adquirida en Buenos Aires.
En 1903, regresa su hermano, quien recupera su puesto de trabajo. Pero el patrón, ofrece a Francisco, ser el encargado de una sucursal en un pueblo cercano, Caa-Cati. Y para ahí partió. Un pueblo chico, pobre, mucho calor, poca agua, la carne había que secarla para conservarla, se hablaba poco y necesario. Una vida dura.
En conjunto con su hermano habían ahorrado un poco de dinero, y deciden montar un negocio solo: Mortola Hnos. Este negocio fue creciendo día a día, con la ayuda de comerciantes amigos. Francisco, viajo a Buenos Aires, y trajo mercadería que hicieron crecer aún más el negocio. También se casa para entonces y con el nacimiento de su primer hijo, viaja a Italia, a visitar su familia y mostrar su esposa y primer hijo.
Pasan varios meses, disfrutando de la familia y viajando por Italia y Europa. En 1910, regresan a Argentina acompañados por su padre, quien regreso a Italia a los tres meses.
En 1921, regresa a Italia nuevamente, vivían cerca del mar y tenían dos botes, usados por los hijos para paseos. Así nació el amor al mar y las embarcaciones. Crearon el Yatch Club Golfo Tibullio, con aficionados al deporte a velas, en Santa Margarita.
Así transcurría la vida de trabajo y práctica del deporte a vela. Europa entraba en momentos políticos muy peligrosos, deciden regresar a Argentina, era el año 1930.
Deciden afincarse en alguna ciudad del Uruguay, más precisamente Paysandú. Ahí desarrollan su negocio, acompañado por sus hijos y siguen su práctica del deporte favorito, la vela. Como la plaza de Paysandú no era muy importante, deciden trasladarse a Concepción del Uruguay, Entre Ríos, fundando el comercio al que llamaron “Francisco Mortola e Hijos”. En esta radicación tuvo mucha injerencia el Pbro. Zaninetti, a la sazón Cónsul de Italia, quien realizó importantes recomendaciones para que Francisco pudiera afincarse en nuestra ciudad. Con el tiempo este comercio se convirtió en uno de los grande mayoristas de la ciudad, incorporando, además una importante fábrica de fideos
Para 1950 Don Francisco retorna a Italia, dónde permanecerá hasta principios de la década de 1970, dónde vuelve con su señora a C. del Uruguay, dónde fallece el 7 de agosto de 1978 a la edad de 94 años.
Yacht Club Entrerriano y la primera regata
Se hacen socios del Club Regatas, que no practicaban navegación a vela, solo canotaje.
Los Mortola tenían un velero, el Delfhis (Fabricado en Paysandú), al que por supuesto llevaron al club. Este velero hizo que muchos se interesaran por el deporte, y los Mortola fueron haciéndose importantes en el club. Hasta don Francisco presidio la sub-comisión de canotaje y vela.
Fueron tomando importancia y relacionándose con gente de Prefectura. Tal es así, que proponen hacer una regata al principio de la temporada veraniega, que rindiera homenaje a todos los caídos en el mar. Llevándose a cabo todos los años.
Es así, que la primera, reunió varias embarcaciones, que precedidas por una de Prefectura, navegaron hasta Balneario Itapé. Al llegar al lugar se dispusieron en círculo, uno de los marinos dijo unas palabras conmemorando el Combate del Arroyo de La China y se tiro al agua una corona de laureles, con vivas a los caídos en dicho combate.
Se regresó al puerto y se realizó la primera regata que fue dar tres vueltas a la isla. El primer premio fue para el velero, Delphis, tripulado por Antonio y Marcos Mortola (hijos de Francisco), segundo lugar, el Felicia, de Paysandú y tercero de Gualeguaychú, el Golondrina.
La sub-comisión de vela del club, siguió trabajando y creciendo, tan es así, que, Francisco Mortola propone formar un nuevo club náutico, dedicado fundamentalmente a los barcos a vela. Inmediatamente se pensó en un lugar contiguo al club para radicarse. La primera reunión se hace en el Centro Comercial, quedando formada la comisión de esta manera:
Comodoro: Francisco Mortola, Vice-comodoro: José Rivero, Capitán: Arturo Bernal, Secretario: Agustín Artusi y Tesoreros: Antonio Mortola y Enrique Toscani
Elijen el lugar en La Salamanca que era propiedad del ferrocarril y bautizaron el nuevo club náutico con el nombre Yatch Club Entrerriano. Al poco tiempo el ferrocarril responde afirmativamente cediendo un pedazo de terreno de 200 metros. Su primera sede fue una casita prefabricada de una sola pieza. A los cinco años de fundado el club Don Francisco debió trasladarse a Italia nuevamente, y, la Comisión Directiva nombro a José Alonso Rivero como nuevo Comodoro.
Dieron inicio a un lugar de reunión de familias y amantes del deporte a vela.
Hoy es un lugar muy importante, contando con innumerables embarcaciones, que surjan diariamente el Arroyo del Molino, Riacho Itapé y Río Uruguay.
Edición: Virginia Civetta/Carlos Ratto. Fuente: Bernal, Gabriela, “Diario de Francisco Mortola”, 2015