La primera iglesia de la Villa (¿? – 1849)

Representación gráfica del templo de la Inmaculada Concepción a principios del siglo XIX

Volviendo sobre el tema del templo en sí, en cuanto a sus características y ubicación en el lugar y en el tiempo, debemos recordar que, fundado el pueblo en 1783, la Iglesia Parroquial ha debido funcionar por algunos años en la capilla de Almirón. Allá a la margen izquierda del Arroyo de la China.

Es un interrogante saber cuando realmente se construyó la primera Iglesia en el lugar actual. En el inventario redactado por el Dr. López para la entrega que hace al Dr. Videla, apoderado del Dr. Redruello, fechado en 1802, da la referencia de que en esa fecha ya estaba construida la nueva iglesia en el solar en que hoy se halla La Inmaculada.

Este edificio debió estar enclavado en el centro de la cuadra frente a la plaza. Algunos datos acompañan esta creencia, cuando se realizaban las grandes obras de consolidación del templo, al excavar los cimientos de las columnas de entrada para reforzarlas con inyección de cemento, se halló el vestigio de dos basamentos de columnas en sólida masa de ladrillos, lo que dio la sensación de que allí había existido una puerta principal. Parecía además que en esta manzana han debido existir algunas casas particulares muy cercanas a la Iglesia, lo que viene a corroborarse por la referencia que hace al General Urquiza el Párroco Dr. José Benito Cotelo al describir el incendio del templo, ocurrido en la noche del dos de noviembre de 1849, en uno de cuyos párrafos –Historia Eclesiástica de Entre Ríos, por el Prof. Juan A. Segura, dice: “toda la iglesia ha sido presa de las llamas. De cuanto había en la sacristía nada se pudo salvar, por empezar allí el fuego, y sólo se salvo lo que había en el cuerpo de la Iglesia, a saber,  todos los altares, imágenes, etc. Y más adelante: Se quemó toda la casa de Doña Felipa Galán y hubo tres quemazones más. Hicimos iglesia de la mitad de la Escuela… etc”.

Antes de continuar, debemos señalar que esta “escuela” es el ya fundado Colegio del Uruguay, de lo que informará en otro artículo. Otra referencia interesante relativa a pobladores de esta manzana podría ser la que trae don Eduardo de Urquiza en su folleto “Antecedentes Biográficos de Don José Cipriano de Urquiza”, quien transcribe un documento cuya copia fotográfica -obsequio del autor- poseía el autor de este texto, que se refiere a una transferencia de un lote de terreno en el mencionado solar, que hace Doña Francisca Solana Redruello, hermana del Dr. y Cura Párroco, a Don Cipriano de Urquiza, y que por los limites que menciona, parecería haber estado ubicado allí, junto al templo. Sintetizando: desde 1802 -por lo menos- hasta 1849, Concepción del Uruguay tuvo por templo parroquial aquel que se menciona y describe en el inventario de López y Videla.

Esta Iglesia fue testigo presencial del nacimiento de la nacionalidad. Por allí pasaron los futuros próceres del federalismo y la organización. En su nave criolla, por sus tres puertas abiertas al oriente, fueron pasando generaciones que nacían por el bautismo a la fe. Las parejas criollas que emprendían el camino a la conjugación del amor. Los que se daban en el último adiós y quedaron sepultados en el cementerio contiguo, que existió hasta 1805, en que el Obispo Lué y Riega  dispuso que se erigiera uno nuevo donde estuvo la primera capilla.

Y bien, quemada la Iglesia; pasó a funcionar el en Colegio Nacional hasta el 25 de Marzo de 1859 en que se inauguró el templo actual. Entre tanto, no hay ninguna referencia de que, ni en el traslado de restos del cementerio contiguo al nuevo -de 1805- ni con motivo de la apertura de los cimientos del nuevo templo o del relleno de la superficie -evidentemente elevada- de su piso, se hayan extraído sus despojos mortales.

Siempre sobre el tema del incendio, es bueno destacar como, de la pobreza inicial de aquella sociedad colonial pobre y sacrificada, gracias a su trabajo había logrado una independencia económica que le permitía dedicarle algo de confort y hasta de lujo. Por aquellos tiempos había en el pueblo un piano, arpas y violines y por el detalle de los objetos que se quemaron y que se salvaron de la destrucción puede apreciarse como la ciudad tenía una personalidad desarrollada, culta y de buen gusto.

Edición del texto: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio, sobre el texto extraído de: Nadal Sagastume, José A. “Nuestra Parroquia, apuntes para la historia”, 1975

 

 

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