¿Quién diseño y construyó el panteón de Dolores Costa en el cementerio de C. del Uruguay?

Rotonda de acceso al cementerio municipal c. 1970

 

Por Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio

Hasta el momento de redactar este artículo, ningún autor había mencionado quien fue el autor del panteón de Dolores Costa en el cementerio local. Erróneamente si le adjudicaba la obra al arquitecto francés Sylla de Saint Guily, quien había hecho otra bóveda, pero para el general Urquiza y en el año 1867. También se ha postulado que en el sepulcro de Dolores es dónde estuvo el cadáver de Urquiza en el tiempo que media entre si asesinato y el traslado de sus restos a la basílica de la Inmaculada Concepción.

En este trabajo conoceremos quien fue el diseñador y constructor y quién con sus trabajos de conservación y restauración hizo posible que aún hoy podamos conservar esta bóveda en nuestro patrimonio histórico.

Para ellos hablaremos primero de Dolores Costa y Brizuela, luego veremos los detalles de la obra y sus restauraciones.

¿Quién fue Dolores Costa?

Dolores Costa

Dolores Costa Brizuela, nació en la ciudad de Gualeguaychú  27 de noviembre de 1833. Fue hija Cayetano Costa (Genovés), patrón de barco de una empresa naviera del general Urquiza y de Micaela Brizuela (nacida en la provincia de Córdoba).

Este matrimonio tiene tres hijas, Dolores (1833), Dolariza (1835) y Mercedes (1839), las tres hermanas aprenden a leer, escribir, aritmética, música y dibujo con el preceptor Félix Riesco.

Siendo muy joven, en una recepción ofrecida en su ciudad al general Urquiza, lo conoce y desde ese momento surge una relación que se mantendrá durante18 años, hasta su muerte en 1870. Un año después, en 1852 ante el riesgo que podría ocasionar para la seguridad de “Dolorcita” como él la llamaba y ante la inminente invasión a Gualeguaychú y C. del Uruguay de los generales Hornos y Madariaga, le ofrece quedarse en el palacio y un mes después ya está instalada en la residencia de campo del general.

Dolores y Justo José se casan por primera vez el 11 de octubre de 1855, en una ceremonia que luego no será considerada válida, debiéndose realizar una nueva ceremonia el 23 de abril de 1865. De este matrimonio nacieron once hijos.

Luego del asesinato de su marido, 11 de abril de 1870, Dolores se radica en Buenos Aires, pero lejos de replegarse a una vida de recogimiento toma ella el mando de las tierras y empresas, entre ella la de la fábrica de paños en sociedad con Ubach y Roca, Demás crea colonias con colonos llegados a nuestro país, entre ellas la Colonia Caseros en 1874.

Dolores Costa Brizuela, falleció  en Buenos Aires, el 8 de noviembre de 1896, a las 16 horas, tras sufrir una larga enfermedad. Sus restos fueron depositados en el Cementerio de la Recoleta. El 6 de julio de 1943, se trasladan al Cementerio de Olivos y desde 1967, descansan en el Mausoleo al General Justo José de Urquiza, tumba histórica, ubicada en Basílica de la Inmaculada Concepción, de Concepción del Uruguay (E.R.).

La historia del panteón

Pese a estar radicada en Buenos Aires, Dolores, nunca perdió el contacto con C. del Uruguay, ya que siguió vinculada a esta por sus asuntos comerciales y afectivos como asegurarse que el palacio se conservara siempre en buenas condiciones, además de la mantención de su casa en esta ciudad, en la que se alojara en diciembre de 1885 el presidente Miguel Juárez Celman, en ocasión de la inauguración del muelle exterior.

Entre las acciones que desarrolló Dolores Costa en C. del Uruguay, se encuentra la construcción de un panteón o bóveda ubicado como cierre de la calle de acceso al cementerio municipal, construido en el año 1883 y dónde descansan su padre, Cayetano Costa y algunos de sus hijos como Micaela (1862-1872), Cándida (1870-1872) y Carmelo Urquiza (1868-1909).

Suele haber, como se dijo, una confusión entre éste y el panteón de Justo José de Urquiza, construido en 1867 y obra del arquitecto francés Sylla de Saint Guily. Han atribuido otros autores a este arquitecto el panteón de Dolores costa o que fue en este lugar dónde permanecieron por espacio de un año y cuatro meses los restos del general antes de ser trasladados a la cripta secreta de la parroquia de la Inmaculada Concepción el 25 de agosto de 1871. Estos dos últimos datos no son correctos, Urquiza no estuvo en esta bóveda, ya que es de 1883 y el general murió doce años antes y Saint Guily no construyó el panteón de Dolores como veremos a continuación.

En el año 1994, la Prof. Celia D’angelo publicó en el diario “La Calle” un artículo titulado   “Doña Dolores Costa de Urquiza y la ciudad de los muertos”, donde da cuenta de la historia de esta bóveda basada en documentación del archivo municipal, hoy inaccesible, lo que no nos ha permitido profundizar esta investigación por este lado.

Por esta razón tomaremos este trabajo como base este trabajo y lo profundizaremos con datos provenientes del archivo de Palacio San José para que nos permita conocer algo no mencionado en el trabajo de referencia ¿Quién fue el arquitecto y constructor de este monumento existente hoy en día en el cementerio local?

El 28 de julio de 1882, el Sr. Andreasi, en representación de la viuda del general eleva una solicitud al Presidente Municipal Francisco Ferreyra expresando su intención de adquirir un terreno en el cementerio público local con el objeto de construir una bóveda  para lo que solicita un espacio de 5 varas de frente (4,20 m.) por 6 de  fondo, con frente a la del Sr. Urdinarrain” (Esta bóveda no se encuentra en la actualidad).

El 13 de agosto de 1882 la municipalidad deniega este pedido informando que no se le puede conceder más que 5 varas de fondo por ser lo que tenían las demás construcciones existentes en esa línea, mientras que de frente no existían obstáculos al respecto lo que nos da la pauta de que no eran demasiado numerosos los monumentos funerarios en el sector conocido como “casco histórico”, hoy, totalmente saturado. La operación finalmente se concretó por una suma de 250 pesos fuertes.

No obstante esto, Dolores, no estaba conforme con el lugar adquirido, lo que pone de manifiesto en una carta de fecha 20 de diciembre de 1883 a la Honorable Corporación Municipal de puño y letra  de la interesada aclarando sus deseos de permutar el terreno obtenido recientemente por otro “Más céntrico y notable”, justificando tal pedido “… por la estructura del monumento, por la calidad del material que va a emplearse, por las demás condiciones contenidas en el contrato celebrado  con el arquitecto, no es un error asegurar que no solo será de agradable aspecto, sino que puede el contribuir y contribuir a hermosear nuestro cementerio, llamando la atención de los que en adelante quieran visitarlo como a uno de los centros que se encuentran aglomeradas las más hermosas construcciones de una población…”

Ubicación del panteón en el cementerio de C. del Uruguay

Propone en cambio que el terreno elegido será el punto de encuentro de las calles que van de N. a S., y de O. a E., donde sería percibido desde los cuatro extremos de las mismas. En su evidente deseo de impresionar a las autoridades municipales para lograr su objetivo pone en su conocimiento que las columnas y planchas de mármol se habían encargado a Italia, “… y que por su clase será de lo mejor y más costoso que ha llegado al país… Aclarando que abonaría “alguna diferencia” si fuera necesario para concretar la permuta referida.

La respuesta de la Comisión de Obras Públicas con fecha 22 de diciembre de 1883 fue afirmativa, con la sola aclaración que la obra se iniciara a los 2/3 del común central del cementerio, debido a la existencia de otra sepultura particular en el punto señalado, de la que no hemos hallado dato alguno.

Hasta aquí seguimos el trabajo de D’angelo, el que, como dijimos no da indicios sobre quien fue el arquitecto o el constructor de dicho monumento. Pero se puede asegurar que si la cesión del terreno fue a fines de 1883, el proyecto debió materializarse durante 1884.

¿Quién diseño y construyó el panteón de Dolores Costa?

Panteón de Dolores Costa en el cementerio de C. del Uruguay

En el archivo del Palacio San José se encuentra una carta del 14 de diciembre de 1883 firmada por Belisario Massa y dirigida a José Ballestrini, en la cual expresa: “El portador de la presente Antonio Solari es mi socio en esta y es la persona que va a empezar los trabajos en el cementerio por cuenta de la Señora viuda de Urquiza con este motivo tendrá Ud. la bondad de entregarle las escrituras del terreno si las precisa  e indicarle donde debe dar cuentas para empezar estos trabajos”. Conociendo estas fechas, podemos saber que Dolores ya tenía el proyecto listo, aún antes de que le fuera autorizado el uso del terreno.

 Debemos suponer que fue Belisario Massa, constructor afincado en Buenos Aires, quien fue el autor del diseño y quién se encargó de construir la obra, ya sea directamente o por medio de Antonio Solari, como aparece en esta nota. Esta suposición se confirma cuando un poco más de un año después, en mayo de 1885, Massa acusa el recibo de un pedido de Dolores Costa, realizado por medio de su hija Dolores U. de Sáenz Valiente, para que venga al “cementerio del Uruguay” ya que “la Bóveda que le he construido en el cementerio del Uruguay se ha llovido copiosamente y que Ud. desea que vaya yo al Uruguay para arreglarla”. De esta manera queda en claro que Belisario B. Massa fue quién construyo la bóveda de Dolores Costa en el cementerio local.

Firma de Belisario B. Massa

No obstante esto, es claro que Dolores no estaba conforme con el trabajo de Massa, ya que casi simultáneamente le encarga a Natale Pelletti se encargue de los arreglos de la misma, de modo que no creemos que le haya respondido la carta que le enviara el 21 de mayo Belisario Massa.

En efecto, 9 días después de recibida la correspondencia de Massa, aparece en el Archivo del Palacio un recibo de Natale Pelletti fechada el 30 de mayo de 1885 en la cual acusa el recibo por parte de Dolores Costa de “100 pesos nacionales a cuenta del trabajo que estoy haciendo en la bóveda del cementerio de su propiedad”.

También existen dos asientos en el libro diario de Dolores Costa de fecha 23 y 27 de junio, donde se detallan los trabajos y materiales utilizados por el constructor Natale Pelletti “Por trabajos hechos en la bóveda del cementerio de su propiedad”, importando un total de 235,45 pesos pagados $ 100 el 23 de junio y el resto ($ 135,45) el 27 del mismo mes.

Estos trabajos incluyeron, entre otros ítems los siguientes: El haber sacado todo el cordón de piedra de la vereda. Haber hecho un cimiento todo en giro a los cuatro frentes de la bóveda y a las cuatro piletas de un ladrillo y medio de ancho por cuarenta y una vara y tres cuartas de largo lineal y dos varas de profundidad, por sacar la humedad de adentro (sótano) rellenado de un ladrillo y medio asentados en cal con buena mezcla, el cordón de la vereda de piedra y la canaleta de ladrillos asentados con mezcla y también todas las rajaduras de la vereda y del zócalo de la misma mezcla”.

Para esta obra que fue muy significativa se utilizaron once mil quinientos ladrillos, doce carradas de arena, 37 fanegas de cal, “cuatro changas del carrero del pueblo al cementerio” más personal, peones y oficial de obra por 21 y 29 días respectivamente.

Si bien, como hemos visto Pelletti no fue el constructor original, resulta muy llamativo que en tan solo un año la obra pueda sufrir tanto deterioro, lo que justificaría el “enojo” de Dolores con Massa.

Pelletti era un viejo conocido de la familia Urquiza, ya en 1879 se encuentra un recibo “Vale por doscientos pesos moneda boliviana que el encargado del escritorio de mi Sra. Hermana Dolores Costa de Urquiza pagará al maestro Natale Pelletti por el segundo plazo a cuenta de la obra según contrato fecha agosto 18 de 1879”, sin que se especifique a que obra se refiere, posiblemente la casa de la familia Costa en Gualeguaychú. Sea cual sea esta obra este documento nos muestra que ya existía una relación entre el constructor y la familia de Dolores Costa.

Firma de Natale Pelletti

Es de destacar que Natale Pelletti era una persona de suma confianza, primero de la familia y luego de Dolores costa como se verá más adelante.

Diez años después, el 2 de febrero de 1895, Pelletti eleva a Dolores Costa una propuesta para refaccionar el panteón, lo que demostraría los daños que había sufrido desde su construcción. El detalle de las obras a realizar son “Arriba del piso del sótano le hare tres pisos  de ladrillo alrededor enteramente le hare una pared de ladrillo bien trabada con la existente al alto de dos metros los ladrillos para hacer el dicho trabajo será de un ladrillo especial, hecho a propósito.

“La mezcla para hacer el piso abajo mencionado y para hacer la pared antes mencionada será (…) arena blanca del arroyo del molino, dos paladas de arena, una de cal y una de portland. Arriba del piso de ladrillo, le haré un piso de argamasa de tres centímetros de espesor bien fratachada.

“La mezcla para hacer el piso y para el revoque de la pared que hare de nuevo enteramente será en el modo siguiente arena blanca del arroyo del molino dos paladas de arena una palada de cemento y una de portland.

“Desaceré la vereda a los cuatro frentes del lado de afuera del panteón y las harte de piedra trabajada del país pasada dos veces por el gradino para que queden bien parejas. Todas las piedras que colocaré será de un pedazo del ancho de la vereda de un metro toda la piedra de las cuatro frentes tendrán cinco centímetros de entrada embutida en la pared existente. Todas las juntaduras de la colocación de la piedra será hecho con portland.

“El cuadrado de la vereda como es la forma de la planilla como es hecha la piedra de un solo pedazo del ancho como explica la propuesta y la juntadura de las dos piedras y la colocación de las dos grampas que quedarán como si fuese hecho el cuadrado de una sola piedra.

“A los cuatros frentes arrimado a la misma vereda haré y colocaré un cordón de igual piedra de la vereda de diez centímetros de ancho por treinta y cinco centímetros de entrada abajo del nivel de la vereda. Todo el trabajo mencionado lo haré para la cantidad de ochocientos pesos nacionales de curso legal”.

No obstante no ser el constructor de la bóveda, no podemos negar que fue éste quien prácticamente lo reconstruyo e hizo posible que hoy se encuentre todavía entre nosotros este monumento vivo de la obra y el carácter de Dolores Costa., que a diferencia del construido por el general Urquiza, se encuentra hoy todavía en pie para ser visto por quienes concurren al cementerio municipal de C. del Uruguay.

No hemos podido encontrar datos sobre la vida y la obra de Belisario B. Massa ni de su socio en Concepción del Uruguay, Salvador Solari, pero si del otro protagonista de este monumento, Natale Pelletti, en un próximo articulo contaremos detalles de su vida y su obra.  

 

Fuentes: “Los primeros 75 años de “la Benevolenza”, 1874-24 de mayo- 1949. Urquiza Almandoz, Oscar, “Historia de C. del Uruguay” Tomo 3. Miloslavich de Álvarez, “Los restos del general Urquiza, como fueron encontrados”, Peppino Barale, Ana y Domínguez Soler, Susana “Doña Dolores Costa y Brizuela, esposa y viuda del Gral. Justo Jose de Urquiza”, D’angelo, Celia (1994) “Doña Dolores Costa de Urquiza y la ciudad de los muertos”, Diario “La Calle”. Agradecimiento a la Mus. Daniela Molina y al personal del Archivo Histórico del palacio San José y a la Hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza”

 

 

 

Los cementerios del “Arroyo de la China”

Si contamos los enterratorios que tuvieron los habitantes de la zona, desde los primeros asentamientos, en torno a la capilla de Almirón, hasta los que se fueron generando después de la creación de la primera parroquia hasta los cementerios utilizados luego de la fundación de la villa, se pueden contabilizar cinco, como puede verse en el plano que se adjunta a  continuación.

Ubicación de los distintos cementerios.

 

Antes de la fundación

Primer  cementerio

En la época colonial, las agrupaciones de personas, que luego darán origen a muchas ciudades actuales en Entre Ríos, se iban consolidando en derredor a las pequeñas capillas que les daban sustento ante tanta adversidad. Algo similar ocurrió con la futura villa de Concepción del Uruguay.

La gran cantidad de pobladores que se había ido asentando en lo que se conocía como el Partido del Arroyo de la China, que abarcaba una gran extensión de territorio entre el río “Gualeguaychú” y el arroyo “El Palmar”, hizo nacer la necesidad de contar con un templo para satisfacer las necesidades espirituales de los habitantes de esta región, que hacia 1780 alcanzaba un total de 354 personas de ambos sexos, aunque estos datos solo hacían referencia a los “vecinos establecidos y con medios de vida independiente”, dejando fuera de este censo a peones, sirvientes, esclavos y naturales, por lo que la cantidad de habitantes podía llegar a duplicarse. Para nuestra zona, es decir los residentes entre el arroyo de “La China” y el “Vera” (Actual “Molino”) era un total de 41 familias y de 42 entre el Arroyo de “La China” y el “Tala”.

Ante esta situación, el vecino León Almirón realiza gestiones en Buenos Aires con el fin de conseguir autorización para instalar una capilla, la que le fue concedida por el Cabildo Eclesiástico en sede vacante, esto fue confirmado por el virrey Ceballos el 27 de mayo de 1778, designándose además a Fray Pedro de Goytía como primer teniente cura de la nueva capilla. La población de esta zona fue calculada por treinta familias establecidas y otras treinta naturales. Aunque hay dudas sobre su ubicación original, algunos historiadores la sitúan al sur del arroyo de la China, donde estaba ubicado el puerto de Echarrandieta, en la zona en la cual hoy se encuentra Santa Cándida.

De esta manera, y como los cementerios en esa época, se  generaban en tornos a los templos, ahí debió estar ubicado el primer cementerio establecido de la región. Para confirmar este hecho se menciona que cuando se hicieron trabajos de remodelación del palacio Santa Cándida, a principios del siglo pasado,  se encontraron en este lugar gran cantidad de féretros y cuerpos destruidos por el paso del tiempo (Gregori, 1982).

Segundo cementerio

Fray Sebastián Malvar y Pinto, es nombrado, en 1779, obispo de Buenos Aires, y, antes de asumir su función, decide recorrer una amplia zona de su diócesis, a los efectos de conocer de primera mano, las condiciones de vida y las necesidades de los vecinos de la zona. Con tal motivo, desde Montevideo, emprendió una larga gira por Misiones, Corrientes y Entre Ríos, este viaje fue como respuesta a las instrucciones recibidas por el Rey Carlos III con el fin de proteger el territorio de los enemigos portugueses.

Como consecuencia de las conclusiones a que arribó, dirigió un oficio al virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, proponiendo la creación de varias parroquias, la propuesta fue aprobada por Vértiz el 3 de julio de 1780 erigiéndose de inmediato las correspondientes a Gualeguay, Arroyo de la China y Gualeguaychú. La primera misa de la flamante parroquia de la Inmaculada Concepción, tuvo lugar el 1 de noviembre de 1781, esta sí, ya ubicada en la zona del barrio La Concepción y colocada bajo el patronazgo de “San Sebastián”.

Es importante destacar que una vez fundada la villa, el traslado de los habitantes hacia los solares que se les habían asignado en la nueva urbanización no fue inmediata, de modo que la iglesia continuó funcionado en esa zona hasta años después de fundada la villa. Algunos historiadores consideran que recién hacia  1791 se produjo el traslado definitivo hasta el sitio actual, frente a la plaza Ramírez. La imagen que se veneraba en esta primitiva parroquia, se encuentra en la actualidad en la Basílica de la Inmaculada Concepción.

De manera que el segundo cementerio o enterratorio, como también se le llamaba, del poblado se ubicó en torno la nueva parroquia y funcionó desde 1780 hasta que, como se dijo, hacia 1791 tanto la parroquia como el campo santo se trasladaron a su nueva ubicación en el centro de la villa.

Tercer cementerio (primero de la villa)

Toda fundación española en la época de la colonización disponía del lugar para la Plaza Mayor y a su alrededor los edificios públicos más importantes: Autoridades Gubernamentales, Autoridades Policiales, Escuela e Iglesia y Campo Santo. Esto nos lleva a comprender que, al fundarse nuestra ciudad, Don Tomás de Rocamora, delimito los solares correspondientes.

Siendo entonces el emplazamiento del primer cementerio que contara nuestra ciudad, luego de su fundación el 25 de junio de 1783, en torno a la capilla de la ciudad, frente a la hoy plaza General Francisco Ramírez, aunque abarcaba también parte de la manzana dónde hoy está el Colegio del Uruguay.

Cuarto cementerio (segundo de la villa y ciudad)

La ciudad fue creciendo y para fines del siglo XVIII, aparecen algunos inconvenientes al mantener el cementerio en un lugar céntrico.

En el año 1805, en oportunidad de la segunda visita que realizara el Obispo Benito de Lué y Riera, y en base a una cédula eclesiástica que determinó que los cementerios se construyan, en adelante, en lugares apartados de la ciudad por razones de “salud pública y mayor decencia del templo”. Y con el fin de dar cumplimiento a esta orden el cementerio es trasladado y el sitio elegido fue donde funcionara años atrás la primitiva parroquia “por ser seco y ventilado el más proporcionado para este objetivo. Esta nueva necrópolis tenía una extensión de “cien varas de largo por setenta y cinco varas de ancho cerrado y cercado y puesta una cruz en el medio” (Nadal Sagastume, 1975). Ver plano que se adjunta, gentileza Omar Gallay).

Sobre la ubicación de este, al que se lo ubicaba en la manzana dónde hoy se levanta la capilla de “La Concepción” ha habido un error. El viejo cementerio estaba en la manzana rodeada por las calles Malvar y Pinto, Washington (Hoy Dra. Ratto), 21 de Noviembre y Rivadavia. “En esta manzana y no en la que se levanta la actual capilla, están enterrados los restos de  nuestros antepasados” (Troncoso Roselli, 1968).

En este sitio, desde el  9 de julio de 1941, fecha en que fue inaugurado, se encuentra “Monumento a los Fundadores de la Ciudad, ya que en ese terreno es donde descansan los primeros pobladores de la villa. El monumento fue obra del Ing. Carlos Diez Figueras y consiste en un artístico montículo de piedra del lugar en cuya cúspide se eleva la Cruz del Homenaje y esculpida en mármol tiene una estrofa evocadora del poeta Dr. Delio Panizza: “Junto a la Cruz, bajo este cielo abierto,/ Sus casas alzaron los conquistadores,/La soledad venciendo y el desierto./ Caminante: rogad por cada muerto,/Alma de los primeros moradores”.

Monumento a los primeros pobladores y placa que recuerda a María Delfina

Además, al pie del montículo, se encuentra una placa que recuerda que en este terreno se encuentran sepultados los restos de María Delfina, quien  falleció el 28 de junio de 1839.

Quinto cementerio (tercero de la villa y ciudad)

Hasta mediados del siglo XIX, este cementerio al sudoeste de la ciudad cumplió sus fines, pero las autoridades de entonces vieron la necesidad de elegir un nuevo solar. A tal fin se crea una comisión para control del nuevo cementerio, conformada por el Cura Interino Felipe Rocatagliata, el jefe político Fidel Sagastume, el Juez de Paz del departamento Wenceslao López, Pedro María Irigoyen y Nicolás Jorge. Esta comisión elije para la instalación del nuevo cementerio, un terreno al oeste de la ciudad, sobre una lomada, por ser alto y por entonces alejados de la ciudad.

Lorenza Mallea, en su libro “Las mallas del viaje” cuenta una vista del cementerio desde el centro de la ciudad (ambos sobre elevados) y un cañadón rodeado de árboles que era el arroyo de las Ánimas.

El nuevo cementerio se habilita el 26 de octubre de 1856 y el padrino del “Nuevo Campo Santo” fue el general Justo José de Urquiza, que fuera representado en ese acto por el general Manuel Urdinarrain y contó, además, con la presencia de los alumnos del Colegio organizados como “Batallón escolta de S.E.”. Muchos restos sepultados en el “cementerio viejo” fueron trasladados al nuevo, de manera que allí deben estar enterrados algunos de los fundadores de nuestra ciudad.

Al principio sus dimensiones eran mucho más reducidas que la actualidad. Su frente este llegaba a la línea donde hoy se encuentran las tumbas de Rosario Britos de Tejera, Waldino de Urquiza y de Cruz López sobre la avenida principal. El panteón de Mariano Calvento marcaba su límite sur, sus extremos norte lo indicaba el viejo cuerpo de nichos y el oeste la tumba del padre Pablo Lantelme (Capellán del Hospital de Caridad). Su frente era un tapial bajito, con una entrada en forma de arco obra del arquitecto Delaviane.

Plano del cementerio actual con la delimitación del primer enterratorio

Como puede verse en el plano que se incluye a continuación y que pertenece a un proyecto de desarrollo urbano para la capital de Entre Ríos existente en el palacio San José, posiblemente fechado entre 1857 y 1860 y adjudicado al agrimensor Picont, el cementerio abarcaba una superficie no mayor a una cuadra y en su frente tenía un espacio denominado “Plazoleta del cementerio” que serviría años después para su ampliación hacia en este.

Para esa época, los cementerios eran administrados por la iglesia católica, pero hacia 1860, las autoridades civiles empezaron a tomar mayor injerencia en el manejo de los cementerios. En ese sentido, el 23 de mayo de ese año el gobierno provincial dicto un decreto estableciendo que el cementerio de las Capital (C. del Uruguay quedaras a “cargo y bajo la vigilancia del Departamento de Policía” que se encargaría de recaudar los derechos de sepultura aunque, “sin perjuicio de los que correspondan al señor Cura Vicario de esta Parroquia”, aunque posteriormente se amplió esta reglamentación a todos los cementerio de Entre Ríos (Vásquez, Aníbal, 1950).

En febrero y marzo de 1863, y teniendo en cuenta que se generaban varios problemas ya que algunos religiosos se negaban a recibir a difuntos de otros credos, el gobierno provincial emitió una circular que decía que en los “cementerios públicos se haga una separación de terreno dónde pueda sepultarse a los individuos que muriesen profesando otras creencias que no fuera la católica” (Vásquez, Aníbal, 1950).

El 11 de abril de 1864, la legislatura sancionó una ley que establecía que mientras no  estén establecidas las municipalidad (creadas por la Constitución de 1860), “queda a cargo del P.E. la administración y gobierno de los cementerios de la provincia”. Esta situación se mantuvo hasta la entrada en vigencia de la Constitución de 1883, la que definía a las necrópolis como “servicio público” y entrego su gobierno a las Corporaciones Municipales.

Es de destacar que creada la municipalidad de Concepción del Uruguay, el 1 de enero de 1873, dos de las primeras Ordenanzas tuvo que ver con los cementerios.

Las dos primeras ordenanzas sancionadas por Municipio de Concepción del Uruguay se refieren al estado civil de los habitantes de la ciudad.

La primera de ellas consta de cuatro artículos que establecieron lo siguiente: “Art. 1°: Es obligación de todos los jefes de familia dar cuenta a la Municipalidad de los nacimientos, matrimonios y defunciones, ocurridos en el seno de la familia. Art. 2°: No podrá el cura párroco del Municipio celebrar ningún bautismo, matrimonio ni entierro, sin previo permiso escrito de la Municipalidad. Art. 3°: Se hará imprimir un número bastante de la presente ordenanza a fin de que llegue al conocimiento de todos los habitantes del Municipio. Art. 4°: Comuníquese a quienes corresponda”.

La segunda ordenanza, referida al mismo asunto, consta de un solo artículo en el que se dispuso: “Art. 1°: (…) 3°. Llevará un libro, el que contendrá las partidas de fallecidos, expresando el nombre, apellido, edad, nacionalidad de la persona muerta; si fuese o hubiese sido casado, el nombre y apellido del otro cónyuge”. Ambas ordenanzas llevan la firma del presidente Antonio López Piñón y de su secretario, Ricardo Torino.

Ampliaciones y reformas

Plazoleta del cementerio hacia 1970 (Foto: Mario Soria)

Ya en 1871, según consta en el informe elevado por el Jefe Político Avelino González, y a tan solo 15 años de su apertura el cementerio estaba muy deteriorado. “Las malas condiciones higiénicas en que se encontraba (…), motivo erogaciones que en él se hicieron, reconstruyendo parte de las paredes, limpieza de su interior, arreglo de la capilla…” (Gregori, 1982).

También menciona este informe que a los herederos de Waldino de Urquiza (asesinado en 1870), les fue comprado un panteón que contenía más de 60 féretros de víctimas del cólera que había afectado a la ciudad en 1868, que poseía un gran sótano que será en el futuro utilizado como osario común. “Este monumento tiene un cómodo sótano, el que una vez dispuesto interiormente (…) servirá de buen osario que hacía notablemente falta”.

Es decir que en el lugar donde hoy se encuentra el osario de los muertos por la fiebre amarilla de 1871, anteriormente estuvo el panteón de Waldino de Urquiza y que fue demolido para dar cabida a ese enterratorio común. Durante esta epidemia se tomaron medidas drásticas en la necrópolis, como por ejemplo quitar todas las puertas de panteones que eran de madera y tapiarlas con ladrillos hasta que pase esta crisis. Por esta razón de las bóvedas anteriores a esta epidemia solo se conservan las que tenían puertas-lápidas de mármol (Galarza, Teresa Urquiza) o hierro (Teófilo Urquiza, familia Mabragaña).

Así perduró el cementerio por catorce años más, hasta su primera ampliación en marzo es de 1884, siendo intendente Darío Del Castillo, en dicha ocasión el Consejo Municipal aprobó la compra para tal efecto, de un terreno contiguo propiedad de Agustín Artusi, que se anexó a las hectáreas ya existentes.  Este nuevo predio tenía una superficie de cincuenta y un mil ciento veinte varas cuadradas (doscientas cuarenta varas de este a oeste por doscientas trece de norte a sur (una vara mide 83,6 cm.) y limitaba al norte con terrenos despoblados, al sur con Justo Jurado, al este con el cementerio municipal y al oeste con los terrenos de la vieja tablada, de propiedad de Juan León Caminos (Salvarezza, Luis,  2006)

Es importante destacar que para esa época, la población del departamento era de aproximadamente 13.000 habitantes de los cuales cerca de  8.000 lo hacían en la ciudad que hacía un año había dejado de ser la capital de la provincia.

Son pocos ejemplos que aún se conservan de las construcciones de la primera época, entre ellos los de la familia Almada, Galarza, Calvento, Cruz López, Elliot Grieve, Teófilo de Urquiza, entre no muchos más. Otros como el de Rosario Britos de Tejera, Waldino de Urquiza y Calisto Arredondo, solo conservan sus lápidas colocadas en  bóvedas más recientes.

No obstante, muchos de ellos, y que existían aun hacia 1910, fueron desapareciendo. La Juventud del 13 de diciembre de 1910, transcribía algunas de las lápidas existentes en ese momento y que son algunas de las primitivas inhumaciones del cementerio municipal, y que hoy, salvo la tumba de Cruz López, no se pueden hallar. Algunas de ellas son:

“A la memoria póstuma de las respetables cenizas de D. Francisco Calventos y de Da. Rosa González fieles esposos y tiernos padres. Dedican este monumento de gratitud la sensibilidad de sus hijos. 22 de enero de 1831.

“Da. Tránsito Segovia de Larrechau, falleció el 1 de octubre de 1856 a los 87 años y más diez y seis días y fue sepultada en la parroquia de Concepción del Uruguay.

“Aquí reposan los restos de Da. Manuela Pila de Galarza, falleció el 18 de septiembre de 1856 a la edad de 111 años. A la memoria de tan buena esposa y mejor madre dedica este recuerdo su hijo, el Brigadier General Miguel Gerónimo Galarza.

“Aquí yacen los restos mortales de Juan Peralta, nació el 29 de diciembre de 1850 y falleció el 19 de septiembre de 1863 a la edad de 13 años y 8 meses. Sus padres D. Manuel Peralta y Da. Estefanía Balmaceda lloran su prematura muerte.

“Aquí yacen los restos de D. Juan Gregorio Barañao, nació en Curuzucuatiá el 9 de mayo de 1831 y murió en la Concepción del Uruguay el 22 de junio de 1864. Sus desconsolados padres le dedican este recuerdo.

“A la Sra. Da. Cruz López, murió el 25 de agosto de 1858.

Tumba monumento de Cruz López Jordán. Única que aún existe.

“Mercedes López, hija del General Ricardo López Jordán falleció de edad de 15 años, el 31 de octubre de 1871. Recuerdo de su padre.

“Aquí yacen los restos mortales de José Pintos, falleció el 14 de diciembre de 1870 a la edad de 46 años. Agustina Medina, su esposa”.

Lamentablemente, en los archivos del cementerio local no se conserva nada de los primeros tiempos del mismo, lo que podría haber proporcionado datos sobre los cambios que se iban produciendo en la necrópolis.

Con todo a fines del S. XIX, el estado del cementerio era ruinoso y la prensa se encargaba de  mostrar el estado de la  necrópolis en ese tiempo. En efecto, Gregori (1982) transcribe parte de un artículo aparecido en el periódico Fiat lux, en septiembre de 1888 expresa, “Las bóvedas sin techo, expuestas a la intemperie y convertidas en lagunas durante las últimas lluvias, los cajones colocados sin orden, algunos sin tapas, otros entreabiertos, en fin, en un estado lamentable”.

Unos años después, en abril de 1901, el periódico “La Juventud expresaba que éste estaba “…en ruinas, antihigiénico y desatendido hasta el extremo de hacer imposible el tránsito en el radio que ocupa sin pisar las tumbas o tropezar con las cruces”. En otro párrafo publicaba que “Las tumbas y las bóvedas laterales del norte, (…) en ruinoso estado desmoronándose día a día sus muros para dejar los restos humanos que albergaba a la intemperie, a la vista de todo” el que transite por allí.                            

Para 1904, el estado del cementerio era desolador, si nos dejamos guiar por las publicaciones de la época. En junio de ese año, La Juventud publicaba, bajo el título Las obras del Cementerio. “Nadie desconoce el estado de ruinas en que se encuentra y ha estado desde hace 4 o cinco años la Necrópolis del Uruguay. Recién la Municipalidad ha demostrado su interés por arrancar de la Ciudad aquel cúmulo de escombros  que hablan elocuentemente de todo el abandono e inercia de otras administraciones que nada hicieron por destruir esa vergüenza perenne”.

Meses después, en noviembre, y haciendo referencia a la poca concurrencia de deudos en el día de todos los muertos (2 de noviembre), el periódico hacía referencia a que en vista del deterioro de las tumbas y panteones, la municipalidad había tomado la medida de prohibir a los menores el ingreso al mismo y agregaba, bajo el título de “Ignominioso presente”:

“Las medidas adoptadas por la intendencia, limitando la entrada solo a personas mayores, por una parte, y el deseo, por otro lado, del público, anheloso de evitarse la presentación de aquel cuadro de ruinas, agravado cada día por la acción del tiempo que no ha dejado muro sin amenazar derrumbe, han contribuido mucho para evitar la concurrencia de deudos en el día dedicado a recuerdo de los muertos, sobre cuyas tumbas se tiende  una alfombra de verde gramilla. Y como bofetada en pleno rostro a la cultura, los nichos abiertos mostrando en pilas unos tras otros, los ataúdes deteriorados, destilando  materias, cuando no mostrando restos humanos en desorden! Y los nichos del Norte; los mismos del frente, resentidos en su base, como bamboleantes, abrumados por el peso de ciertos ataúdes, entre escombros de los techos que se desmoronan, presentan a los vivos el testimonio de la piedad humana, de la gratitud de los padres, de los hijos, etc., para aquel montón de carne por cuyas venas corrió su propia sangre!” Así se presentaba el cementerio municipal a principios del siglo XX

Si bien ya en 1899 la municipalidad empieza a interesarse en este problema, y con ese fin sanciona una Ordenanza de fecha 15/04/1899 mediante la cual se manda a demoler los nichos en ruinas del cementerio, al norte y al este, dando un plazo de 60 días para desocupación y reconocimiento de títulos, y meses después por medio de la Ordenanza del 27/07/1900 dispone reconstrucción del cementerio y se establece una Comisión Administrativa se ocupe del asunto por haber fondos Municipales y de colecta pública, en los hechos nada cambió.

Más de diez años habían pasado de estos primeros intentos y basados en los planteos que realizaba la prensa de ese momento, nada se había solucionado, hasta que el presidente municipal Juan M. Chiloteguy (Enero de 1910 a julio de 1912) sanciona, con fecha 27 de agosto de 1910 un decreto que en sus artículos principales dice lo siguiente:

“Art. 1º- Emplázase hasta el día 15 del próximo mes de octubre para que todos los propietarios o encargados de las bóvedas ubicadas en el costado Este del Cementerio procedan a retirar los restos que se encuentren  en ellas.

“Art. 2º-  Vencido el plazo que fija el artículo anterior, se procederá a la demolición de las mencionadas bóvedas, depositándose en el Osario los restos que no hayan sido retirados.

“Art. 3º- A los efectos del cumplimiento del presente Decreto esta Municipalidad otorgará en permuta, a cada uno de los que acredítenla propiedad de las bóvedas a que él se refiere, una  fosa en la sección respectiva o un lote de tierra equivalente a la misma área que la que ella ocupan, en el costado sud del ensanche del Cementerio”.  Este plazo  fue luego extendido hasta el 30 de noviembre de ese mismo año.

Como puede verse, la resolución abarcaba a todas las construcciones del lado este, sin limitaciones ni excepciones de ningún tipo.

Esta medida trajo, como era de suponer alguna resistencia y así lo hacía notar en un artículo del 22 de septiembre de ese año: “Algunos de los propietarios de nichos que dan frente al Este en el Cementerio se sienten disconformes con la permuta que les ofrece la municipalidad apreciando la tierra que deben desalojar en mucho más que lo que se les ofrece”.

 Las demoliciones se demoraron, tal es así que a casi un año, el  13 de junio de 1911, La Juventud volvía con el tema: “La transformación del cementerio. Las obras que se realizan en la Necrópolis están transformando por completo la mansión de los muertos. La serie de nichos, exponentes del abandono y olvido de los deudos ha desaparecido casi por completo para dejar lugar a los jardines proyectados como complemento del embellecimiento de la Necrópolis. Desaparecidos casi por completo, decimos, porque aún restan solo tres que sus dueños Roca, C. D. Urquiza y F.M. López, se resisten a la demolición y a  aceptar los terrenos que en cambio les ofrece la municipalidad”.

Estas obras estuvieron a cargo del arquitecto-constructor Santiago Giacomotti, adjudicadas mediante la Ord. Nº 252 del 25 de noviembre de 1910, e incluían la reconstrucción del cementerio y la construcción del portal de acceso, capilla y sala de autopsias, estableciéndose una comisión Administradora que se ocupará de administrar los fondos municipales y de colectas públicas. Para la realización de estos trabajos remodelación del lugar se debieron demoler nichos en ruinas del sector Norte y Este. Ese mismo año, se habilita una habitación existente en el lugar para oficiar de capilla.

Pórtico de entrada al cementerio municipal, obra del constructor Santiago Giacomotti en 1911

Como se ha visto muchos sepulcros importantes ya no están, el de la madre del general Galarza, el de la pequeña hija de López Jordán, el de Urdinarrain, el del padre Pablo Lantelme, entre tantos otros que sucumbieron al abandono o a la piqueta del progreso.

En la actualidad, y luego de las sucesivas ampliaciones, el cementerio, entre las cuales se pueden citar las siguientes: Ord. Nº 0419 del 08 de julio de 1918 Autorizando al D.E. para adquirir en compra un terreno de propiedad particular ubicado en el costado sud del Cementerio público y la Ord. Nº 0957 del 23 de septiembre de 1935, aprobando el contrato celebrado entre el Presidente del D.E. y el señor Andrés Bonelli por el que compra una fracción de terreno para su ampliación, tiene en la actualidad, una superficie aproximada, incluyendo el cementerio Israelita, es de 8,7 hectáreas. El sector de panteones abarca veintiocho (28) manzanas, subdividido en cuatrocientos dieciséis (416) lotes que contienen cuatrocientos doce (412) edificios funerarios (tumbas, panteones, nicheras y cenotafios), distribuidos de la siguiente manera: 307 panteones, 87 nicheras, 17 tumbas y un cenotafio (Souchetti, 2020).

Vista actual del cementerio municipal

Dentro del marco del Plan de Reordenamiento Urbano (PLANUR), el 22 de septiembre de 1986, se sanciona el Decreto Nº 9018, que toma como antecedentes a la Ord. Nº 2747/78 y al Decreto Nº 6996/81. El mismo en su Art. Nº 1 establece que es aprobado el Registro de Interés Histórico-Arquitectónico de la ciudad, los que son detallados en el Anexo Nº 1, en el mismo aparece mencionado el “Cementerio municipal”, aunque sin mayores detalles sobre que es lo que debería proteger.

En el 22 de marzo de 1993, el DEM promulga la Ordenanza 3647 que declara como “Construcción de interés Histórico-Arquitectónico”, a todo panteón cuya construcción sea anterior al año 1940.

En 2021, por medio de la Ordenanza 10.805, promulgada el 12 de mayo de ese año, fue declarado, junto con el Cementerio Israelita y el entorno de la Capilla La Concepción o Cementerio Viejo de la ciudad, como “Patrimonio Municipal” por su valor Histórico, Artístico, Simbólico y Natural.

El “Cristo Redentor”

Cristo Redentor, emplazado el 9 de abril de 1938. Foto: Mario Soria

Frente al portal de acceso al cementerio se encuentra un monumento dedicado al “Cristo Redentor”, con el correr de los años este sitio se ha convertido en un lugar al que diferentes instituciones y grupos, en fechas significativas, rinden homenaje a los asociados o miembros fallecidos, generalmente con palabras alusivas y colocando diferentes ofrendas florales

La Ordenanza Nº 0461 del 24 de octubre del año 1919, autoriza al Departamento Ejecutivo “…para gestionar la compra de tierra a ambos lados de la calle 9 de Julio frente al Cementerio para formar una plazoleta.” En esa plazoleta años después, el 9 de abril de 1938 es inaugurado el monumento al Cristo Redentor, éste fue donado por la  familia Mardon en homenaje a sus padres, Juan Mardon y Elena Carosini. En la placa de bronce ubicada sobre el pedestal, puede leerse: “A la municipalidad de Concepción del Uruguay,  en homenaje a la memoria de nuestros padres Juan G. Mardon 1842-1907 – Elena Carosini 1857-1895 – Hermanos-  Abril 9 de 1939”

 

 

Bibliografía: D’angelo, Celia  (1994), “Doña Dolores Costa de Urquiza y la ciudad de los muertos”, La Calle, 17 de enero de 1994. Domínguez Soler, Susana (1992), Urquiza. Ascendencia Vasca  y descendencia en el Río de la Plata”. Gregori, Miguel Ángel (1982), “Concepción del Uruguay en el Siglo XIX, Primeros Cementerios”, El Mirador N° 3 y 4. Macchi, Manuel (1969),  “Urquiza y el Catolicismo”. Macchi, Manuel (1992),  “Urquiza, última etapa”; Mallea, Lorenza y Coty Calivari (1982), “Las mallas del viaje”. Mercado Limones, Carlos (2021) “El cementerio como espacio cultural trascendente de las comunidades”. Municipalidad de C. del Uruguay (1901), “Digesto de Ordenanzas año 1901”. Nadal Sagastume, José A. (1975), “Nuestra Parroquia, apuntes para la historia”. Nadal Sagastume, José A. (1956) “El centenario del cementerio”, diario La Calle 30/09/1956, Ruiz Moreno, Isidoro (2017) “Vida de Urquiza”. Salvarezza, Luis (2006) “De cruces, alas y mármoles”. Souchetti, Roberto F. (2020) “Cementerio de Concepción del Uruguay. Estudio de patologías constructivas”; Troncoso Roselli, Gregorio (1968), Artículo diario “Provincia”; Urquiza Almandoz. Oscar (1983), “Historia de Concepción del Uruguay” Tomos 2 y 3;  Vásquez, Aníbal S. (1950) “Dos Siglos de vida entrerriana”. Agradecimiento a la Mus. Personal del Archivo Histórico del palacio San José. A Mirta Parejas, sección Digestos de la Municipalidad de C. del Uruguay y a la Mus. Analía Trípoli, Hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza”.

Los asesinatos de los hijos de Urquiza. Nº 3 José del Monte Carmelo de Urquiza y Costa

Hijos reconocidos por el general Urquiza y con Dolores Costa

De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron  asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.

Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.

Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910  (hija de Cándida Cardoso)  y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.

En esta  serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.

 

José del Monte Carmelo de Urquiza y Costa

Carmelo de Urquiza y Costa

Firmaba como Carmelo de Urquiza. Nació en el palacio San José y fue bautizado en el oratorio de la estancia el 21 de septiembre de 1868.

Carmelo estudió en Buenos Aires, donde residió hasta la mayoría de edad, a principios de los años 1900 se radicó en Concepción del Uruguay y se dedicó a administrar un importante campo heredado del general Urquiza, sobre el arroyo de “La China”, además otras tierras y bienes legados por su padre como por ejemplo, acciones del ferrocarril Central Entrerriano, parte de una casa frente a plaza Ramírez.

Los hechos

Edificio del Hotel Argentino, dónde funcionaba en 1909 el Club Social de C. del Uruguay

El periódico “la Juventud” informaba que el día 4 de agosto poco después de las 5 p.m. resonaron “hacia el este, en la calle San Martín” varios disparos de arma de fuego.

Al poco tiempo, se conoció entre los habitantes de esta pequeña ciudad, que, en los salones del Club Social, que funcionaba en ese entonces en el edificio de la calle Galarza, a media manzana, entre Supremo Entrerriano y Eva Perón (casona que aún se conserva, funcionando en ella en la actualidad el internado de niñas “Remedios Escalada de San Martín”), se había producido un altercado resultando, como consecuencia de este, herido de gravedad el Sr. Carmelo de Urquiza.

Este suceso tuvo como protagonistas a Lisandro Martínez y al propio Carmelo. Martínez hizo fuego dos veces contra Urquiza, una de ellas en el estómago, de suma gravedad ya que afectó a órganos muy importantes del cuerpo. El otro disparo fue en la tetilla derecha, interesado superficialmente también su brazo.

Urquiza fue trasladado de inmediato a su domicilio, dónde, al revestir su caso una gran gravedad ya que el proyectil podría haber dañado sus intestinos, a media noche los doctores que lo atendía tomaron la decisión de operarlo para ver si se podía salvar su vida.

Urquiza fue intervenido por el cirujano, Dr. Pascual Corbella y asistido por los doctores Gregorio Fraga y Benito C. Cook, quienes dieron por finalizada la operación cerca de las una y media de la madrugada. Pese a este esfuerzo, el estado del enfermo seguía siendo muy grave.

El día  de agosto, “La Juventud” informaba que al cierre de esa edición, a las once de la mañana el estado de Carmelo era “gravísimo”. “La ciencia declara desesperante su estado y el desenlace (es) inevitable”.

Carmelo de Urquiza fallecería horas después, en su residencia de calle Moreno, víctima de una de las heridas recibidas.

Placa de Carmelo de Urquiza en el panteón de su madre

Entre los homenajes que recibió, ya que era una persona muy considerada y de muy buen corazón, se destacó el del personal d la Administración de Aduana, Urquiza había sido el primer jefe de vista de esa repartición. Este reconocimiento consistió en la colocación de una placa que fue conducida por cuatro marineros, y contó con la presencia del Administrador de Aduanas, Sr. C. Paiz, el jefe de resguardo, Benjamín Puebla y el subprefecto Alejandro Cantini, además de parte del personal, familiares y amigos del extinto.

Un mes después, el 6 de septiembre de 1909, su esposa, sus hijas, sus hermanos y demás deudos invitaban al funeral que en descanso de su alma se iba a realizar  ese día a las nueve de la mañana en el templo de la Inmaculada Concepción.

Publicación en el periódico " La Juventud"
Invitación al funeral de Carmelo

“El duelo se despedirá por tarjeta” finalizaba la invitación publicada el 26 de agosto de 1909.

A pesar de que sus restos fueron originalmente depositados en el panteón de Dolores Costa en el cementerio local, en algún momento no determinado de la historia, estos fueron retirados por sus familiares y depositados en una estancia de sus descendientes en el partido de Escobar. Finalmente, por decisión de sus familiares, el 8 mayo de 2023 sus restos, junto al de su esposa fueron traídos nuevamente a Concepción del Uruguay y  depositados en el panteón de su madre en el cementerio municipal de la ciudad dónde viviera hasta su asesinato. 

Llegada de los restos de Carmelo y de su esposa al cementerio de C. del Uruguay

 

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Periódico “La Juventud (Hemeroteca del museo Casa de Delio Panizza, Miloslavich de Álvarez M. del C, “Hace un largo fonos de años“ y Dominguez Soler, S. “ Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata” 

 

Los asesinatos de los hijos de Urquiza. Nº 4 Medarda de Urquiza y Cardoso

 

Hijos reconocidos del general Urquiza y con Dolores Costa

De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron  asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.

Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.

Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910  (hija de Cándida Cardoso)  y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.

En esta  serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.

Medarda de Urquiza y Cardoso

Medarda vivió su infancia en la ciudad de Nogoyá junto a su madre. En su adolescencia se trasladó a vivir en la palacio San José, junto con su padre, dónde recibió una esmerada educación a través de profesores europeos.

En octubre de 1866 se casa con José Joaquín Sagastume Irigoyen, siendo padrinos de la boda Indalecia Sagastume (Madre de José J.) y Justo José de Urquiza. Del matrimonio nacieron seis hijos: Joaquina, María, Joaquín, Sara, Cándida y Esperanza. Su marido había nacido en 1837 y falleció el 5 de febrero de 1887.

Medarda fue una mujer de carácter fuerte y valiente. En una oportunidad, cuenta Domínguez Soler, había salido de paseo con sus hijos en un carruaje de la familia, que iba conducido por un cochero de confianza, cuando en un momento los caballos se desbocaron poniendo en peligro a la familia y el conductor no los podía controlar, Medarda  tomo el control de las riendas y dominó la situación poniendo fuera de peligro a sus hijos.

Precisamente este carácter, muy exigente con los suyos y con el personal, fue lo que le acarrearía su  triste final. En 1910, una mucama hizo entrar a la noche a la casa de la familia a su novio. Al enterarse de esta situación, Medarda reprendió severamente a la empleada azotándola con una fusta. Esta mucha resentida con la señora de la casa, luego, le ocasionaría la muerte.

Los hechos

Chalet de la estancia San Joaquín, dónde ocurrió el asesinato

El periódico “la Juventud” informaba el  día 6 de abril de 1910 que en la primeras horas de la madrugada, se había tenido conocimiento por medio de un chasqui proveniente de la estancia de “San Joaquín de Miraflores”, a la que se había trasladado recientemente, que había sido asesinada la señor Medarda Urquiza de Sagastume.

De inmediato, una comitiva se trasladó hacia el lugar del crimen. Esta era encabezada por el juez del Crimen, Dr. Romualdo Baltoré, la policía que tenía al frente al secretario Prado, al doctor Pascual Corbella, a si hija, Sara Sagastume de Chiloteguy y al Sr. Eduardo Oliver.

Al llegar, pudieron constatar que la señora de Sagastume tenía una herida de bala que había penetrado detrás de la oreja y tenía su punto de salida en la frente de la occisa. Analizando la escena pudo determinarse que Medarda había sido ultimada poco después de la media noche.

La cama de la víctima, manchada con su sangre

El autor del asesinato  había utilizado una pistola, que, pese a la requisa realizada, no pudo hallarse en ese momento. Se supuso que el arma había sido arrojada a algún pozo de agua o al w.c. de la casa, por lo que se había ordenado el desagote del mismo.

El juez, luego tomar declaración en el lugar a los empleados de la estancia, procedió a la detención e incomunicación de ocho personas, en la suposición de que entre ellos estaba el autor del homicidio. Estos fueron Rosario Almada, Luis Benítez, Juan Balbi, Máximo Segovia, Juan Pereyra, Valentina Fernández, Antonia Muñiz y Ana López.

El cuerpo de Medarda fue trasladado a Concepción del Uruguay a las 8,30 p.m. y fue depositado a las 9 p.m. en la capilla ardiente montada en la casa de su hija Sara Sagastume de Chiloteguy, hasta las 4 p.m. del día siguiente en que se procedió a su inhumación en el panteón familiar del Cementerio Municipal. Esta capilla ardiente, según narra “La Juventud” “es de estilo severo, con flores naturales que rodean el ataúd de madera tallada.  

El féretro es sacado de la casa de su hija Sara con rumbo al cementerio municipal

El entierro se realizó como estaba previsto, el cuerpo fue llevado en una carroza por las calles Madrid y 9 de julio, siendo acompañada a pie por una compacta concurrencia que era encabezada por  el Dr. Tiburcio Torres, y los Sres. Eduardo Oliver y Diego Herrera. Detrás cerraba el cortejo una caravana de más de setenta vehículos.

Mientras tanto, la investigación por dilucidar este alevoso crimen continuaba, encontrándose, como consecuencia de las declaraciones vertidas por los detenidos algunas contradicciones y sospechas sobre la actuación de alguno de ellos. Por estas se conoce que una niña, de ocho años, criada por la víctima, que dormía en las cercanías de su lecho, se despertó al escuchar un disparo y, entre la confusión propia de su brusco despertar y entre el humo de la pólvora, pudo observar la figura de una empelada y de un hombre.

Esto era algo que los investigadores sospechaban, ya que la habitación de la difunta, apenas estaba iluminado por la tenue luz de una pieza contigua y el asesino se manejó con total conocimiento del lugar, ya que a pesar de la penumbra se dirigió sin tropiezo alguno hasta la cabecera de la cama de la víctima, donde le descerrajo un certero disparo a no más de cincuenta centímetros de donde ingreso la bala.

Días después, todo seguía igual y la prensa ya empezaba a dudar de la eficacia de la justicia. ¿Se sigue alguna pista? ¿No se estará perdiendo tiempo alrededor de las sospechas sobre la servidumbre? ¿No podría haber arrojado alguna luz si se hubiera hecho la autopsia del cadáver?

No obstante estas dudas de la prensa, al final la investigación dio sus frutos el finalmente la menor Antonia Muñiz confesó ser la autora del crimen. Dijo que ese día (el 5 de abril) se decidió a llevar adelante el asesinato que tenía pensado desde hacía algún tiempo y que nadie del resto de los empleados estaba al tanto de ello.

Antonia Muñiz, la autora del hecho

Esa noche, tomó un revolver que la señora guardaba en un cajón del dormitorio y espero escondida en la pieza contigua a que Medarda se durmiera, como era su costumbre. En ese momento se acercó y le descerrajó un certero disparo que terminó en el momento con la vida de la víctima.

Contó luego Antonia, que consumado el crimen escondió el revolver en una cajón de una pequeña mesa que estaba cerca del lecho de muerte, esta mesa al momento de la primeras diligencias fue dada vuelta por lo que el cajón quedo contra la pared y no fue visto. Comisionado para  buscar el arma y munido de la pertinente orden, el comisario se dirigió a la estancia y halló el revolver dónde la asesina confesa lo había indicado. Esta pistola bull-doc (SIC) de 16 mm niquelado era un recuerdo muy preciado por la víctima ya que era un regalo que el Dr. Álvarez Prado le había hecho a su hijo José, ya fallecido.

Antonia Muñiz tenía 15 años al momento en que cometió el asesinato, “no era mal parecida” y se encontraba al servicio  de la señora Sagastume desde muy joven.  Era de Tala y en la cárcel de la localidad tenía a una hermana presa por infanticidio.

Un hecho anecdótico sucedió en ese momento, pese al drama reinante; el jefe de la policía, Sr. Irazusta, que fue quién interrogó a Antonia y logró la confesión de la asesina, que, además indicó el sitio dónde había escondido el arma. Como se contó más arriba, luego de que el comisario lo anoticiara al juez a cargo, partió en comisión a buscar el revólver. Hasta ahí lo normal.

Pero Irazusta remitió al juzgado el arma secuestrada con una nota que indicaba que había sido el quien la encontrara. El juez planteó que se suprima este párrafo del expediente y se le devuelva la nota al comisario.

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Periódico “La Juventud (Hemeroteca del museo Casa de Delio Panizza), Miloslavich de Álvarez M. del C, “Hace un largo fonos de años“ y Dominguez Soler, S. “Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”. Fotos: Propias y de “Caras y Caretas” recuperadas por Omar Gallay 

 

 

Los asesinatos de los hijos de Urquiza. Nº 3 José del Monte Carmelo de Urquiza y Costa

Hijos reconocidos del General Urquiza y de Dolores Costa

De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron  asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.

Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.

Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910  (hija de Cándida Cardoso)  y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.

En esta  serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.

José del Monte Carmelo de Urquiza y Costa

Carmelo de Urquiza y Costa

Firmaba como Carmelo de Urquiza. Nació en el palacio San José y fue bautizado en el oratorio de la estancia el 21 de septiembre de 1868.

Carmelo estudió en Buenos Aires, donde residió hasta la mayoría de edad, a principios de los años 1900 se radicó en Concepción del Uruguay y se dedicó a administrar un importante campo heredado del general Urquiza, sobre el arroyo de “La China”, además otras tierras y bienes legados por su padre como por ejemplo, acciones del ferrocarril Central Entrerriano, parte de una casa frente a plaza Ramírez, entre otros.

Estaba casado con Emilia Micelli y tuvo dos hijas, María del Carmen y María Emilia. 

Los hechos

El periódico “la Juventud” informaba que el día 4 de agosto poco después de las 5 p.m. resonaron “hacia el este, en la calle San Martín” varios disparos de arma de fuego.

Al poco tiempo, se conoció entre los habitantes de esta pequeña ciudad, que, en los salones del Club Social, que funcionaba en ese entonces en el edificio de la calle Galarza, a media manzana, entre Supremo Entrerriano y Eva Perón (casona que aún se conserva, funcionando en ella en la actualidad el internado de niñas “Remedios Escalada de San Martín”), se había producido un altercado resultando, como consecuencia de este, herido de gravedad el Sr. Carmelo de Urquiza.

Edificio del Hotel Argentino, dónde funcionaba en 1909 el Club Social de C. del Uruguay

Este suceso tuvo como protagonistas a Lisandro Martínez y al propio Carmelo. Martínez hizo fuego dos veces contra Urquiza, una de ellas alcanzó a Urquiza en el estómago, ocasionando una herida de suma gravedad ya que afectó a órganos muy importantes del cuerpo. El otro disparo fue a dar en la tetilla derecha, interesado superficialmente también su brazo.

Urquiza fue trasladado de inmediato a su domicilio, dónde, al revestir su caso una gran gravedad ya que el proyectil podría haber dañado sus intestinos, a media noche los doctores que lo atendían tomaron la decisión de operarlo para ver si se podía salvar su vida.

Urquiza fue intervenido por el cirujano, Dr. Pascual Corbella y asistido por los doctores Gregorio Fraga y Benito C. Cook, quienes dieron por finalizada la operación cerca de la una y media de la madrugada. Pese a este esfuerzo, el estado del enfermo seguía siendo muy grave.

El día  de agosto, “La Juventud” informaba que al cierre de esa edición, a las once de la mañana el estado de Carmelo era “gravísimo”. “La ciencia declara desesperante su estado y el desenlace (es) inevitable”.

Carmelo de Urquiza fallecería horas después, en su residencia de calle Moreno, víctima de una de las heridas recibidas.

Entre los homenajes que recibió, ya que era una persona muy considerada y de muy buen corazón, se destacó el del personal d la Administración de Aduana, Urquiza había sido el primer jefe de vista de esa repartición. Este reconocimiento consistió en la colocación de una placa que fue conducida por cuatro marineros, y contó con la presencia del Administrador de Aduanas, Sr. C. Paiz, el jefe de resguardo, Benjamín Puebla y el subprefecto Alejandro Cantini, además de parte del personal, familiares y amigos del extinto.

Un mes después, el 6 de septiembre de 1909, su esposa, sus hijas, sus hermanos y demás deudos invitaban al funeral que en descanso de su alma se iba a realizar  ese día a las nueve de la mañana en el templo de la Inmaculada Concepción.

Invitación al funeral de Carmelo

“El duelo se despedirá por tarjeta” finalizaba la invitación publicada el 26 de agosto de 1909.

A pesar de que sus restos fueron originalmente depositados en el panteón de Dolores Costa en el cementerio local, en algún momento no determinado de la historia, estos fueron retirados por sus familiares y depositados en una estancia de sus descendientes en el partido de Escobar. Finalmente, por decisión de sus familiares, el 8 mayo de 2023 sus restos, junto al de su esposa Emilia Micheli fueron traídos nuevamente a Concepción del Uruguay y  depositados en el panteón de su madre en el cementerio municipal de la ciudad dónde viviera hasta su asesinato. 

Llegada de los restos de Carmelo y de su esposa al cementerio de C. del Uruguay

 

 

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Periódico “La Juventud (Hemeroteca del museo Casa de Delio Panizza, Miloslavich de Álvarez M. del C, “Hace un largo fonos de años“ y Dominguez Soler, S. “ Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata” 

 

 

Los asesinatos de los hijos de Urquiza. Nº 2 Waldino de Urquiza y Calvento

Hijos reconocidos del general Urquiza

 

De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron  asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.

Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos.

Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910  (hija de Cándida Cardoso)  y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.

En esta  serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.

Waldino de Urquiza y Calvento

Coronel Waldino de Urquiza y Calvento

Waldino, había nacido el 30 de enero de 1827, en Concepción del Uruguay. Su madre Segunda Calvento y González. Estudio como sus hermanos en Buenos Aires. En 1843, regresa a Concepción, incorporándose al ejército de reserva en calidad de distinguido. Por su valiente desempeño en la defensa a la ciudad, ante la invasión de Madariaga, el 21 de noviembre de 1852, fue designado con el grado  coronel, en diciembre de 1861.

Ese mismo año se afinca en la ciudad de Concordia como jefe Militar. Waldino era carácter duro y autoritario, hacia respetar en todo momento el poder de su padre, que era continuamente amenazado por sus enemigos.

En 1863, en concordia, recibe y ayuda al general Mitre en la organización del Ejercito de la Triple Alianza, en la guerra al Paraguay.

Era casado en primeras nupcias con Isidra Bazán, con quien tiene dos hijos, Manuel y Diógenes y en segundas nupcias con Ciriaca Britos, que le da ocho hijos: Juana, Emiliano, Elvira, Waldino, Teresa, Dolores, Silvia y Teófilo.

Los hechos

El de abril de 1870, ya en horas de la tarde-noche, estando en su hogar, recibe la visita de varios hombres de los que solo a uno conocía, quienes le informan de la mala noticia de que su padre había sido asesinado en San José y que debía acompañarlos hasta la comisaría para  “saber lo que pasa”.

En minutos se encontró en la comisaria de la ciudad, lugar donde permanece unas horas, no se sabe bien  si en carácter de detenido o por alguna razón engañosa.

Al pasar las horas y no regresar a su casa, se hacen presentes en la comisaria su esposa y su hija, quienes son impedidas de tomar contacto con él. Una de sus hijas, increpo fuertemente a un grupo de individuos que persistían en negar la presencia de Waldino en ese lugar. Muchos de ellos eran amigos o compañeros del coronel y les dijo “Uds. Los amigos de mi padre resultan sus peores enemigos”. Ante el cariz dramático que tomaban los hechos, el  comisario les pidió que se retiren ante el riesgo cierto de que se les pudiera hacer algún daño.

Seguidamente, Waldino, es informado que viajarían a San José, donde se encontrarían con su otro hermano, Justo José. Seguramente, sospecho su final, al ver que es rodeado por varios hombres a caballo y al ver que le negaron la posibilidad de pasar por su residencia a buscar sus armas y equipo de combate.

La improvisada comitiva tomó el camino al cementerio viejo, y es ahí donde lo apuñalan y lo tiran dentro del Campo Santo. En el mismo momento, en otro espacio cercano a donde ocurrían estos hechos, era asesinado otro hijo del general, del cual hemos hablado en el artículo anterior.

Lápida de mármol de Waldino de Urquiza en el cementerio local

Al otro día fue encontrado su cuerpo, el que fue sepultado sin ceremonia alguna. Algunos autores afirman que un año después fue traído al cementerio local, nosotros creemos que no debido a la situación política que imperaba en esos momentos.

Waldino tenía un panteón, con un amplio sótano, en el cementerio local, el que fue vendido en 1871 por su familia a la Jefatura Política de la ciudad para que, una vez demolido, fuera utilizado como fosa común para los muertos  en la epidemia de fiebre amarilla que asoló a Concepción del Uruguay en ese año

En el cementerio Municipal, en la avenida principal, junto al monumento que recuerda a su madrina, Cruz López (fallecida en 1858), se encuentra una placa de mármol que lo recuerda.

 

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Miloslavich de Álvarez M. del C (1988), “Hace un largo fonos de años“, Dominguez Soler (1992), S. “Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”, Salduna, Bernardo (  ) La rebelión de López Jordán, Gadea, Wenceslao (1943) “Don Justo. La tragedia de Entre Ríos de 1870 y Gregori, Miguel Ángel (1982), “Concepción del Uruguay en el Siglo XIX, Primeros Cementerios”, El Mirador N° 3 y 4.

 

 

Los asesinatos de los hijos de Urquiza. Nº 1: Justo José del Carmen de Urquiza y Zambrana

 

Hijos reconocidos y de Dolores Costa

 

De los veintitrés hijos que tuvo el general Urquiza, cuatro de ellos fueron  asesinados. Justo José había tenido 12 hijos con siete mujeres distintas ellas fueron Encarnación Díaz (1), Segunda Calvento (4), Cruz López Jordán (1), Juana Zambrana (2), Transito Mercado (2), Cándida Cardoso (1) y María Romero (1) y 11 con Dolores Costa.

Dos de ellos, Waldino, nacido el 30 de enero de 1827 y asesinado el 11 de abril de 1870 (hijo de Segunda Calvento) y Justo José del Carmen, nacido el 27 de febrero 1840 y muerto también el 11 de abril de 1870 (hijo de Juana Zambrana), fueron ultimados en Concordia por razones políticas en la revolución Jordanista que terminó también con la vida de su padre, hechos estos bastante conocidos, aunque no en detalle.

Pero hubo otros dos hijos, y esto tal vez no sea tan conocido, Medarda, nacida el 8 de junio de 1847 y asesinada en su estancia de San Joaquín de Miraflores el 5 de abril de 1910  (hija de Cándida Cardoso)  y José del Monte Carmelo, nacido en septiembre de 1868 y que falleció víctima de dos disparos en Concepción del Uruguay el 5 de agosto de 1909 (hijo de Dolores Costa) que también perdieron la vida víctimas de sendos a asesinatos, en estos casos por causas que de ninguna manera estaban relacionadas con la vida política ni suyas ni de su padre.

En esta  serie de cuatro relatos contaremos las circunstancias y las causas de los asesinatos de todos ellos.

Justo José del Carmen de Urquiza y Zambrana

Justo José del Carmen de Urquiza

 

Justo José del Carmen, nació en Concepción del Uruguay, el 27 de febrero de 1840. Su madre fue Juana Sambrano y Ferreira, hija de una distinguida familia uruguaya, radicada en nuestra ciudad ante la inestabilidad política que existía en esos momentos en la República del Uruguay.

Desde muy joven abrazó la carrera militar, siendo nombrado por su padre en 1870, jefe Político de la ciudad de Concordia.

De buen carácter, simpático, y servicial, era muy querido en la población. Al igual que su hermano trabajó en la formación del ejercito de la Triple Alianza y fue muy amigo de López Jordán.

Justo era casado con Juana Campodónico y tuvo dos hijas, Carmen y Juana. Luego del asesinato de su padre las niñas estuvieron bajo la tutela de Dolores Costa y de su tía Juanita de Urquiza de Santa Cruz.

Los hechos

Ya en 1868, habían recibido, los hombres de la familia Urquiza, advertencias de una revolución, en la que pretendían asesinarlos y que sería encabezada por López Jordán y, a pesar que el general Urquiza la desestimaba, sus hijos estaban atentos a los acontecimientos. Nunca han de haber imaginado que el final estaba tan cerca y quienes lo cometerían.

Justo Carmelo, al final de la jornada, le gustaba reunirse con un grupo de amigos en el hotel, bar-café “La Provincia”, ubicado en el centro de Concordia, donde años después funcionara el diario “El Litoral”.

Ese 11 de abril, llega cansado y preocupado, había recibido una nota donde le advertían que iban a asesinarlo, y contaba con la lista de quienes llevarían a cabo el hecho. Eso era lo que más le debe haber inquietado, la lista nombraba a sus amigos, ahí reunidos con él. Se dice que les lee la nota, donde figuraban, los hermanos Querencio, Andrés Herrera, José M. Geneiro, José Toledo y Juan Ventura.

Este día no se jugaría a las cartas, ni se compartiría un trago, ni el mate amargo a que era tan afecto el hijo del general Urquiza, el destino disponía de otra cosa. Justo Carmelo, de su estado de preocupación pasó al de asombro y contrariedad, al ver que uno de sus amigos lo sujeta por sus brazos y Herrera, a quien le había tocado en suerte ser el asesino, le hunde un puñal en el pecho lo que le ocasiona la muerte inmediatamente. Perplejo, solo atina a decir “Mis amigos..!” antes de caer exánime.

El puñal que le clava su amigo certeramente en el corazón, atraviesa, paradójicamente, el listado de los traidores que Justo guardaba en el bolsillo de su saco. De inmediato, los complotados suben su cadáver a un carro de los que se usaban en ese tiempo para repartir forraje y lo tana con pasto. El cuerpo es llevado hasta el arroyo Yuquerí, y lo arrojan en un lugar llamado “Paso Grande” (puente Alvear).

Un año después un niño de las inmediaciones encontró los restos de un cadáver que fue identificado como el de Justo José. El cuerpo es rescatado y trasladado a la basílica de la Inmaculada Concepción, donde descansan, desde 1872, junto a su madre Juana Sambrano y una urna vacía que estaba destinada a su abuela materna, Pascuala Ferreira de Sambrano. En el acta de inhumación se hace referencia a que esta última está vacía, ya que el cuerpo de Pascuala no pudo ser hallado en el cementerio municipal debido a las reformas que se hicieron durante la epidemia de del año 1871.

Basílica de la Inmaculada Concepción antes de las reformas del siglo pasado

 

Su tumba estuvo en un altar de líneas góticas presidido por una imagen que originalmente fue atribuida a Santa Rita de Casia, pero que luego se estableció que en realidad pertenecía a la Virgen del Carmen, una talla italiana de ébano. Delante del altar había una lápida de mármol que decía: “Justo Carmelo, asesinado en Concordia, la noche trágica de San José, a los treinta años”. Al realizarse reformas en el templo, el altar fue trasladado a la iglesia de Colonia Elía. Actualmente los restos de Justo del Carmen y de su madre descansan en una cripta cerrada ubicada detrás del órgano de la basílica.

 

 

Texto: Virginia Civetta y Carlos Ratto. Fuentes: Miloslavich de Álvarez M. del C (1988), “Hace un largo fonos de años“, Dominguez Soler (1992), S. “Urquiza, ascendencia vasca y descendencia en el Río de la Plata”, Salduna, Bernardo (2018) La rebelión de López Jordán, Gadea, Wenceslao (1943) “Don Justo. La tragedia de Entre Ríos de 1870, Nadal Sagastume, José A. (1975), “Nuestra Parroquia, apuntes para la historia”.  y Gregori, Miguel Ángel (1982), “Concepción del Uruguay en el Siglo XIX, Primeros Cementerios”, El Mirador N° 3 y 4.

 

 

La industria de Concepción del Uruguay en 1889 y la destilería de Martín Reibel

 

En el ángulo superior izquierdo puede verse la destilería de Martín Reibel (“La Uruguaya”)

 

Por gentileza de nuestra amiga Yolanda Santoni, hemos accedido al libro de Cayetano R. Ripoll (1889) “La provincia de Entre-Ríos bajo sus diversos aspectos” Tomo I, obra que, en dos tomos, describe los múltiples aspectos de la provincia de Entre Ríos hacia fines del S. XIX. Áreas como la hidrografía, la fauna, la geología, la ganadería, las poblaciones, etc. son minuciosamente analizadas y descriptas en estos volúmenes.

De todos ellos, en esta oportunidad, transcribiremos lo referente a las industrias, específicamente de la ciudad de C. del Uruguay, haciendo eje en la destilería del Dr. Martín Reibel.

Esta había sido fundada en el año 1886 por Reibel, en una sociedad con varios vecinos uruguayenses, entre los que encontraba Pedro Barnetche. La empresa fue registrada bajo la razón social de “Reibel y Cía.” recibiendo la denominación de “Fábrica de Aguardientes y Licores La Uruguaya”.

La fábrica entró en pleno funcionamiento en el mes de septiembre de 1888, produciendo una variada gama de bebidas alcohólicas, entre las que podemos citar: grapas, diversas clases de aguardientes, ginebra, coñac, ron, anís, bitter, whisky y diferentes clases de amargos que se consumían como aperitivos en esa época.

Para el año 1898, la fábrica comenzó a experimentar una notoria decadencia, abrumada por los quebrantos económicos de las deudas hipotecarias que sobre ella pesaban, más una abultada deuda con el fisco provincial, por falta de pago de los “impuestos internos”, que la llevó a una situación insostenible, sumándose a ello, el fallecimiento el 10 de abril de 1899, del que fuera “alma mater”, el Dr. Francisco Martín Reibel.

Para fines del año 1899, la fábrica estaba totalmente paralizada, habiendo pasado a manos del Banco Hipotecario Nacional, por la deuda impaga, quedando como cabeza visible de la sociedad el Sr. Barnetche. La fábrica salió a remate durante muchos años, hasta que en 1905.

El 16 de mayo de 1906, sale nuevamente a remate, quedando otra vez desierta por falta de interesados lo que lleva al banco a rebajar la base, finalmente el remate tiene éxito y es adquirido Augusto S. Rivero.

Su nuevo propietario, teniendo en cuenta la gran cantidad de obreros que estaban trabajando en las obras del “puerto nuevo o dársena interior”, hace remodelar las instalaciones de la fábrica,  en departamentos para ser alquilados, transformándose en una casa de inquilinato (conventillo en la jerga popular).

En marzo de 1928, Mateo Fabani junto a sus hermanos, propietarios del molino  hidráulico, ex Maury, del arroyo Urquiza adquieren a Augusto S. Rivero, el terreno y edificios de la ex-destilería “La Uruguaya”, ese mismo año comienza la demolición de la vieja  fábrica de aguardiente y el 26 de noviembre de 1929, se inaugura el moderno molino, cuyos propietarios deciden llamarlo “Concepción” en homenaje a la ciudad donde estaba emplazado. 

Hasta acá una introducción sobre el origen y el final de este gran emprendimiento uruguayense, a continuación lo que aparece en el libro antes mencionado y que nos da una idea de cómo era la vida en la ciudad en esos años y de lo significativo que fue esta empresa para C. del Uruguay:

El Uruguay Industrial

En la actualidad este departamento, según planillas que tenemos a la vista, cuenta con 98 establecimientos industriales, si excluimos unas 54 carbonerías que (…) dan ocupación a 239 personas.

Sus establecimientos son: Fideerías 2, colchonerías 2, talabarterías 2, cervecerías 2, zapaterías 12, velerías 2, saladeros 1, sombrererías 2, sastrerías 6, licorerías 2, panaderías 8, platerías 4, molinos 2, de los que uno es a vapor y de agua el otro, representando ambos un capital de 100,000 pesos, imprentas dos, herrerías 8, carpinterías 14, hojalaterías 5, ladrillerías 6, barracas 7, cigarrerías 2, confiterías 4, 2 mueblerías y 1 destilería.

Si entramos a considerar el valor que todos estos establecimientos representan tenemos que ellos suman 826,500 $ m/n. los que dan ocupación a 639 personas, estando equilibrado en dicha cantidad el elemento nacional y extranjero. Los caballos que como motores tienen empleados estos mismos establecimientos suman 636.

Destilería de Reibel y Cía.

Siendo la destilería del señor Dr. Martin Reibel y Cía., el establecimiento industrial más importante con que cuenta el Uruguay, por cuanto es un agente poderoso del desenvolvimiento de la agricultura, he creído mi deber consagrarle algunas líneas, haciendo su descripción a grandes rasgos.

La fábrica de aguardiente de los señores Reibel y Cía. fundada en 1886 ocupa 4 hectáreas de terrenos al Este de la ciudad del Uruguay, sobre la margen izquierda del arroyo La China (N del E: Riacho Itapé).

Los edificios allí levantados para los sótanos, los depósitos de cercales, los molinos, las calderas, los alambiques, los cocedores, las bombas, etc., ocupan un espacio de más de mil metros cuadrados de superficie.

La elegante chimenea de 34 metros de alto, la construcción peculiar de las paredes de piedras labradas y ladrillos con juntas, los terraplenes nivelados, las casas anexas para habitaciones, tonelería, herrería, carpintería, licorería; el tambo instalado en la parte inferior con vacas lecheras a pesebre, que comen los residuos de la fabricación y dan una leche sabrosísima у abundante forman un conjunto que regocija la vista y dá aliento al espíritu, deseoso de ver trabajar y progresar á los pueblos de Entre Ríos.

Una quinta huerta, perfectamente trabajada, contribuye a dar un agradable aspecto a la instalación de la fábrica. Los gastos de instalación de esta fábrica alcanzan a 120.000 pesos m/n., no habiéndose olvidado un solo detalle para que ella sea al mismo tiempo más elegante y productiva.

Los sótanos cavados en la roca misma, tienen paredes de piedras del país, labradas, pisos de macadam, piletas de fermentación de una capacidad de cuatrocientos mil litros; los depósitos de cereales, con piso de madera cepillada, pueden contener cómodamente 500.000 kilos de maíz; los alambiques de una cantidad de sesenta pipas, pueden destilar el producto de cincuenta fanegas cada 24 horas. El molino cilindro puede moler hasta sesenta fanegas diariamente, mientras que el aplastador de malta puede dar abasto a todos los cereales necesarios para la sacarificación.

Las tres calderas a vapor de fuerza de sesenta y dos caballos, empujan un motor de veinte y cuatro caballos de fuerza que dá movimiento a cuantas bombas, molinos, cocedores, aplastadores, etc. hay en la fábrica, dando además calor a los cuatro alambiques y a los dos cocedores.

Para la agricultura, esta fábrica tiene su importancia real; en los tiempos ordinarios elabora mil doscientos cincuenta litros de alcohol en las veinte y cuatro horas, con cincuenta fanegas de maíz, cebada o trigo. El consumo anual llega a 1.500,000 kilógramos de cereales. Los agricultores pueden sembrar con toda confianza, no les faltará quien les compre sus cosechas, y les libre de las especulaciones comerciales que anteriormente hacían bajar los precios de un modo perjudicial para el trabajador.

Las Cámaras Provinciales, bajo el progresista gobierno actual, han exonerado de patentes por nueve años, la destilería de Reibel y Cía., tratando de favorecer el establecimiento de industrias semejantes en la Provincia. El personal empleado en esta fábrica lo forman 30 personas.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Rousseaux, Andrés René “Desde la fábrica de aguardiente “La uruguaya” al molino harinero “Concepción” y Ripoll, Cayetano R. (1889) “La provincia de Entre- ríos bajo sus diversos aspectos” Tomo I,

 

 

Los campos deportes del Colegio del Uruguay a lo largo de su historia

Alumnos del colegio en el campo de deportes de la ex-Chacra del establecimiento. C. 1910


Por María Virginia Civetta y Carlos Ignacio Ratto

El Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”, que arriba en 2024 a sus 175 años, fue y es uno de los pocos colegios de la República Argentina que ha propagado su prestigio dentro y fuera del país. Miles de alumnos año a año van pasando por este recinto histórico que fue pionero en muchas medidas educativas de avanzada que marcaron, en varios sentidos, el rumbo de la educación argentina.

Heredero del Gral. Justo José de Urquiza, guiado por Rectores y plantel docente ha dejado su impronta en los anales de la educación, no solamente de Argentina, sino que sus métodos se han extendido también a otros países de la región. Se impartieron cursos y clases de Jurisprudencia, Agrimensura, Estudios Militares, Comercio, Arte y Oficios y también sobre el tema que compete a este artículo, la Educación Física y los lugares de los que dispuso el colegio para su práctica.

Es importante para los autores de este artículo, hacer mención al Prof. Celomar Argachá, cuyas obras e investigaciones realizadas sobre diferentes aspectos de la vida del Colegio del Uruguay se convierten en fuente primaria para cualquier trabajo que intente reflejar algunas de las múltiples facetas de la historia del heredero del general Urquiza. Esta reseña sobre los campos de deportes del colegio, no es una excepción y se basa, en algunos aspectos históricos, en este historiador de reconocida trayectoria.

Si bien es innegable el aporte fundamental de José Benjamín Zubiaur a partir de su asunción como Rector, por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional del 5 de enero de 1892, lo cierto es que ya en 1872, el entonces Ministerio de Instrucción Pública aprueba la creación de la cátedra de “Gimnasia” para aquellos institutos que desearan incorporarla a su currícula para 1873. En aquel entonces solo dos colegios solicitaron la designación de un profesor para dicha asignatura el primero fue el de Tucumán, el 14 de enero de ese año y el 20 de febrero hizo lo propio el Colegio del Uruguay, designándose a Juan Laveggio como el primer docente de “Gimnasia” del histórico (Argachá, 1999b, p. 31). Lamentablemente, estas prácticas se extendían por varios meses, pero luego, quedaban a criterio de cada uno de los rectores si se continuaban implementando o no.

Como se ha mencionado, fue José Benjamín Zubiaur (31 de mayo de 1856 – 6 de septiembre de 1921), paranaense, ex alumno y Rector desde 1892 hasta 1899, uno de los rectores que más se preocupó y ocupó del desarrollo de las aptitudes físicas de los estudiantes de esta institución. Por tal motivo es interesante que se conozca, brevemente, su historia y el porqué de esta prédica por el deporte en general. Al terminar sus estudios en el Colegio del Uruguay, y en mérito a sus buenas notas, ingresa a trabajar en el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación y a su vez continúa estudiando graduándose, en la Universidad de Buenos Aires, como Doctor en Derecho. Al ser nombrado inspector General de Colegios Nacionales y representando a nuestro país, viaja a la Exposición Universal de París (1889). En este viaje conoce a Pierre de Couberten, quien le inculca la importancia de la educación física en las escuelas. Además, este viaje sirvió para que el doctor Zubiaur observara y se interiorizara de diferentes formas de educar, no solo lo vinculado al aspecto físico.

Es todo lo observado y aprendido en su viaje lo que aplica en el Colegio cuando llega a ocupar el cargo de rector. Entre otras cosas, organizó viajes de estudios, permitió el ingreso de las mujeres, siendo Teresa Ratto la primera en recibirse de Bachiller en el año 1895, y estableció las clases de educación física con un criterio totalmente diferente al que era de práctica usual en ese tiempo. Si bien se debe mencionar que este tipo de actividades ya se llevaban a cabo en el colegio de Corrientes (1890) y en el de Tucumán, desde ese mismo año.

Hasta ese momento, año 1892, los alumnos hacían, generalmente, sus ejercicios dentro de las aulas como, por ejemplo, flexiones junto a sus mesas de estudios y en algunos momentos utilizaban el patio para movimientos de brazos. Además, eran impartidos de manera simultánea los llamados “ejercicios militares”, a los que calificaba de “muy monótonos” y “… de poca importancia para el desarrollo físico” del alumno (Argachá, 1999a, p. 47-48). Zubiaur, había traído un amplio conocimiento de Europa y, a poco de ser designado se plantea implementar clases de Educación Física, al aire libre, en un principio, en el amplio patio del colegio, dónde se había instalado una cancha de pelota vasca y aparatos para gimnasia, como la barra y las paralelas (Argachá, 1999a, p. 48).

Primeros aparatos de gimnasia para los alumnos del colegio. Circa 1893

No las llamó clases de Educación Física, sino que los denominó “Juegos atléticos al aire libre”. Se practicó fútbol, tenis, atletismo, remo, pelota vasca, etc. Estos deportes tuvieron una marcada tendencia inglesa, ya que el rector había designado el 6 de marzo de 1892 a J. H. Gibbon Spilbury, de esa nacionalidad, para que llevara a cabo las clases. Este hizo una lista de elementos necesarios, siendo autorizados y pagados con dinero de la institución. Estas prácticas traspasaron los límites del patio del Colegio y el 12 de octubre de 1892, se realizó el primer encuentro en público, fútbol y regatas escolares (práctica de remos), en festejo del 400 aniversario del descubrimiento de América.

De esta manera se puede ver que el primer campo de deportes del colegio, funcionó, con sus limitaciones de espacio, en el amplio patio del establecimiento.

Segundo campo de deportes. Parte del sitio que hoy ocupa la escuela Normal

Práctica de fútbol de alumnos de primer año, circa 1895.

Ya en 1898, y en ocasión de que el Congreso de la Nación había dispuesto, por un lado, suprimir la enseñanza de la instrucción militar en los colegios nacionales, y por otro implantar las clases de gimnasia en los establecimientos de todo el país, Zubiaur se refiere a la existencia de “…un terreno compuesto por dos manzanas, (…) a cinco cuadras de distancia” del colegio, como campo de deportes del histórico (Argachá, 1999a, p. 51). Estas dos manzanas, pueden verse libres de edificaciones en un plano de la ciudad de 1897. Son las ubicadas entre 9 de julio y San Martín y Chaco (Jordana) y Los Andes (Mariano López). En este lugar se construiría luego, sumando dos manzanas más hacia el sur, el nuevo edificio de la Escuela Normal. Estas tierras fueron demarcadas con un cerco perimetral y un portal. Para 1905, el periódico La Juventud, se hacía eco de lo abandonado que se encontraba el lugar, pidiendo se acondicione y resguarde el predio (Busiello, 2021 p. 246).

Estas clases al aire libre se continuaron en ese espacio durante el rectorado de Enrique de Vedia (1899-1902) y de quien lo sucede, Dermidio Carreño (1902-1910) quien con su vicerrector Juan José Millán, ante la sesión por parte de sus propietarios, la Municipalidad local y la Nación para la edificación del edificio de la citada Escuela Normal, proponen la compra de dos manzanas para práctica de deportes, pero no obtienen la autorización. Este sitio estaba ubicado entre las calles San Martín y Entre Ríos (Norte y Sur) y Piedras y Bulevar del Este (Argachá, 1999a, p. 265). Esas manzanas son las que ocupan hoy, la escuela Santiago del Estero y el club San Martín.

Las actividades fueron aumentando como así también los alumnos que practicaban diferentes deportes, haciendo necesario usar la cancha de La Fraternidad y en varias oportunidades las canchas del Club Atlético Uruguay y Club Gimnasia y Esgrima. Durante el rectorado de Luis Grianta (1940-1948), este solicita la cancha de pelota vasca del Club Uruguay, la que se usó como gimnasio cerrado por las inclemencias del tiempo de esa temporada.

Tercer campo de deportes. La vieja chacra del Colegio

Ya durante su gestión como rector, en 1897, Zubiaur se dirigía en numerosas ocasiones al Inspector General de Colegios Secundarios solicitando, sin resultados positivos, la compra de un predio más amplio, y sugería la adquisición de la antigua chacra del Colegio u otra similar (Argachá, 1999a, p. 231). Esta chacra funcionó, en terrenos del general Urquiza, aproximadamente entre 1851 y 1862, cuando se entrega en explotación a Ambrosio López. En 1899, el rector Enrique de Vedia solicita la restitución de la chacra al patrimonio del colegio basado en una nota enviada en 1873 por el rector Agustín Alió que hacía referencia a una comunicación del Ministerio de Instrucción Pública que otorgaba parte de esos terrenos al histórico. Finalmente, eso no se pudo comprobar y esos terrenos fueron vendidos a particulares, entre ellos al profesor del colegio y constructor del primer edificio de “La Fraternidad” Enrique Delor (Seró Mantero, 1946, p. 11).

Práctica de tenis en el campo de deportes ubicado en la vieja “Chacra del Colegio”, circa 1910.

Finalmente, y por motivos que nada tienen que ver con la práctica de actividad física, la vieja chacra volverá al patrimonio del colegio. En efecto, en 1908 se destinaron $3000 para la compra de un terreno para la construcción de un colegio tutorial (una especie de internado para los alumnos del colegio). Paralelamente, la viuda de Delor, Isabel, ponía en venta las 27 hectáreas de su quinta, terreno que fue adquirido por la Nación, aunque su escrituración se demoró un tiempo y finalmente fue firmada por el rector Eduardo Tibiletti (1910-1920).

Este colegio tutorial nunca se construyó, entre otras cosas porque “La Fraternidad” (1877) había suplido la carencia de alojamiento para los estudiante que proveían de otros lugares del país, y, ante esta situación, el rector Tibiletti decidió, de conformidad con las autoridades nacionales arrendarlo, pero reservando un espacio para ser usado por los alumnos para la práctica de deportes, sobre todo natación y remo, ya que podían usar el arroyo Molino, lindante al predio. Entre otras obras en ese sitio, el rector Tibiletti mandó cercar la cancha de fútbol con un alambrado de tres hilos, colocando en su interior arcos y redes para la práctica de este deporte. También se construyó en el lugar un polígono y un stand de tiro (Argachá, 1999a, p. 287).

La chacra de Delor, como era conocido ese predio, fue utilizado como lugar para la práctica de actividades físicas por los alumnos del colegio hasta 1920 que por Ley Nº 11.049 la vieja chacra fue transferida al Ministerio de Obras Públicas de la Nación. En diciembre de 1923, el presidente Marcelo T. de Alvear dicta un Decreto creando el Policlínico Regional del Litoral “Justo José de Urquiza”. La piedra fundamental de este centro de salud fue colocada el 4 de abril de 1925 y su inauguración sería concretada el 29 de noviembre de 1931, siendo el doctor Pascual Corbella su primer director (Cieri, 2011).

Cuarto campo de Deportes. Plaza Constitución

Durante la gestión de Tibiletti, durante el año 1915, el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación compró y entregó a los colegios nacionales aparatos para la realización de ejercicios, entre ellos columpios, anillas sin abrazadera, barras, etc. Elementos que recibían el nombre de “Gimnasio Spalding”. Su nombre hacía referencia a Albert Goodwill Spalding, un innovador en materia deportiva que abrió una tienda de artículos de ese ramo en EEUU, 1876 y se convirtió rápidamente en un referente de ese campo. Inventó, entre otros elementos, la moderna pelota de béisbol y el primer guante para ese mismo deporte.

Como en el patio del colegio no había suficiente lugar, Tibiletti solicitó al intendente Vicente Corbalán autorización para colocarlos en la plaza Constitución. Dicho predio fue aceptado por medio de la Ordenanza Nº 0320 de fecha 23 de septiembre de 1915, que expresa que se destinará “…provisoriamente la plaza Constitución como de educación física en base al gimnasio y demás juegos que en ella habrá de instalar el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”. Inmediatamente, bajo la supervisión de un técnico del Ministerio de Educación se instalaron los diferentes elementos, entre ellos columpios, barras y paralelas.

Campo de deportes en la plaza Constitución.


La plaza de educación física, la primera de la ciudad, fue inaugurada el 5 de noviembre de 1915 con la presencia de autoridades y alumnos y el Prof. Eduardo Nadal, docente de Educación Física del colegio hizo uso de la palabra (Rousseaux, 1996). Estos aparatos no fueron usados en exclusividad por estudiantes del histórico, sino que otros establecimientos educativos de la ciudad pudieron tener acceso a ellos. Esta plaza funcionó hasta el año 1945, en que fueron trasladados al predio de la cancha de la Liga, donde ya funcionaba el nuevo campo de deportes del Colegio del Uruguay.

Quinto campo de deportes. La “Cancha de la Liga de Fútbol”

Entre 1920, fecha en que se transfiere a la Nación los terrenos de la chacra del Colegio y hasta 1943, en que la municipalidad cede los terrenos de la ex “cancha de la Liga”, el colegio careció de un lugar propio para desarrollar las clases de educación física y estas se trasladaron al lugar que les fuera facilitado, estos pudieron ser la cancha de Atlético Uruguay, de Gimnasia y Esgrima, las canchas de pelota de los clubes Social y de Pelotas Uruguay, hasta incluso sitios baldíos cerca de la institución. También se utilizó para tal fin el patio de la Escuela Normal, cuando el colegio funcionó en dicho edificio debido a su reconstrucción casi total (1938- 1942).

En 1941, el rector Luis Grianta se dirigió a las autoridades nacionales para insistir en la necesidad de que el colegio contara con su propio campo de deportes, y, específicamente solicitó la sesión de la manzana ubicada entre 9 de julio y San Martín al norte y sur y Rizzo y Vértiz al oeste y este respectivamente, dónde hoy está la plaza Urquiza, pero no tuvo respuesta favorable. Este terreno había sido otorgado a la Nación para que allí se construyera una nueva Escuela Profesional de Artes y Oficios para Mujeres, cosa que no había sucedido estando, en ese momento, baldío y sin uso.

En su búsqueda por dotar al colegio de su propio campo de deportes, el rector decidió hacer lo mismo a la municipalidad local, solicitando un terreno de cuatro manzanas, algo alejado del colegio, pero con potencial para construir en él un futuro campo de deportes. Estos terrenos estaban asignados a la Liga de Fútbol de la ciudad y, por medio de la Ordenanza 1252 promulgada el 30 de octubre de 1942, el Intendente Ambrosio Artusi, retira la “administración y usufructo del terreno de propiedad municipal en que dicha institución tiene instalada su cancha de foot-ball” y lo cede en iguales condiciones al Colegio del Uruguay, con destino al campo de deportes de ese establecimiento.

Un tiempo después y por medio de la Ordenanza Nº 1260, sancionada el 4 de febrero de 1943 y promulgada por el DEM dos días después, se establece lo siguiente:
“Art. 1º: Decláranse desafectados como bienes del dominio público los tramos de las calles Pablo Lorentz, entre Calles 6 del Oeste y Boulevard Exterior del Oeste y Calle 7 del Oeste, entre Lorenzo L. Sartorio y 3 del Norte.
“Art. 2º: Dónase al Gobierno Nacional el terreno de propiedad municipal compuesto por 4 manzanas situadas entre los siguientes linderos: Norte calle 3 del Norte; Sud Calle Lorenzo L. Sartorio; Este, Calle 6 del Oeste y Boulevard Exterior del Oeste (Actual Bv. Díaz Vélez), incluso la superficie de las calles comprendidas dentro de este perímetro, a las que se refiere el Art. Anterior”.

La misma Ordenanza, en su artículo 3º le otorga al gobierno de la Nación un plazo de cinco años para la construcción de infraestructura básica, como ser pista de atletismo, canchas de básquet y fútbol, el cercado del predio y la instalación de vestuarios y baños. Estableciendo que, en caso de que esto no sucediera, la municipalidad podrá revocar la cesión del terreno.

Pese a la insistencia del rector para que el gobierno nacional cumpliera con su parte, es decir con la construcción de la infraestructura básica, éste no lo hizo y es así que finalmente la Municipalidad, por medio de la Ord. 2069 de fecha 28 de septiembre de 1961, con la firma del presidente municipal Juan E. Lacava, establece en su Art. 1º “Dejase sin efecto la donación efectuada por esta Municipalidad al gobierno Nacional de una fracción de terrenos compuesto por cuatro manzanas…”. En su Art. 2º vuelve a ceder estos terrenos a la Liga de Fútbol, esta vez por 25 años y a título precario. De esta manera, y por desidia de las autoridades de educación de la Nación, nuevamente, como sucedió entre 1920 y 1943, el histórico se encuentra sin un campo de deportes propio dónde concretar las clases de Educación Física.

Sexto campo de deportes. La costanera Paysandú, campo de deportes de la Escuela de Aprendices

Lugar donde se encontraba el campo de deportes de la Escuela de Aprendices y hoy se encuentran los silos de la ex Junta Nacional de Granos.

 

El domingo 20 de septiembre de 1953, la Escuela de Aprendices Nº4 “Evita” del Ministerio de Obras Públicas, inaugura su propio campo de Deportes. El mismo estaba ubicado sobre el lado este de la Avenida Paysandú (Justo José de Urquiza en ese momento), casi en su extremo sur. En este lugar se construirían años más tarde los silos y elevadores de la Junta Nacional de Granos.
“Uruguay posee ya la pista atlética más importante de la provincia”, titulaba el diario “La Calle” (1953) y agregaba que sería formalmente inaugurada con la realización del “Torneo Primavera” que era auspiciado por la Federación Atlética Entrerriana del Río Uruguay. En efecto, este nuevo centro era muy completo, poseía una pista de 300 metros de extensión, con una recta de 130 metros con siete andariveles; cajones de arena para salto en largo, triple y con garrocha, además de todos los elementos para diferentes tipos de lanzamientos (bala, disco, etc.).

Este campo de deportes, aunque ya sin su brillo anterior, recordemos que en 1971 se cierra por primera vez la Escuela de Aprendices, funcionó hasta 1970, año en que se llama licitación pública (Nº 350/1970), para la construcción de los nuevos silos y elevadores de la Junta Nacional de Granos, los que serán inaugurados el 29 de enero de 1975. A este lugar concurrirán los alumnos del colegio hasta la inauguración de Centro de Educación Física Nº12 en 1973

Séptimo campo de deportes. Centro de Educación Física Nº 12 (Hoy CEF Nº 3 “Mario La Nasa”

Casi en simultáneo con la desaparición del campo de Deportes de la Escuela de Aprendices, se crea en el ámbito del Ministerio de Educación de la Nación el Centro de Educación Física Nº12 (CEF Nº12). El mismo fue creado el 16 de abril de 1969 por medio de la Ley Nacional Nº16.727, Decreto Nº5633/67. Si bien ya en 1970 hay registros de que ya se hallaba en actividad, recién el 24 de septiembre de 1973 se inauguran las primeras instalaciones, que incluían una pista de carbonilla. El 1 de enero de 1993, deja de ser nacional y pasa a ser una institución educativa provincial, recibiendo la denominación CEF Nº 3 “Prof. Hugo Mario La Nasa”.

Por más de 40 años la totalidad de los estudiantes del colegio concurrieron a este campo para cursar la materia “Educación Física”, y si bien no era un predio propio, así lo consideraban quienes asistían a estas, ahora, viejas instalaciones. El 27 de julio de 2017, se inauguró la nueva pista sintética del CEF Nº3. Esta obra había sido acordada durante el año 2014 con un costo estimado de 24 millones de pesos de la época, lo que convirtió a esta institución en un espacio para competencias de alto rendimiento deportivo.

En sus orígenes y hasta la actualidad, aunque en menor grado, ya que actualmente es un centro de alto rendimiento deportivo este sitio fue ocupado por todos los colegios de la ciudad, dando fin a la incesante búsqueda del colegio Justo José de Urquiza, para que sus alumnos practiquen diferentes deportes. Este lugar, sin ser de su propiedad, le permitía a sus alumnos realizar sus clases de educación física sin contratiempos mayores.

Actualidad

Desde que el Centro de Educación Física Nº3 “Profesor Hugo Mario La Nasa” se convirtió en un espacio dedicado al alto rendimiento deportivo, poco a poco ha ido perdiéndose para diferentes instituciones educativas locales, entre ellas el Colegio del Uruguay, como un espacio para poder desarrollar las clases de Educación Física.

En la actualidad, año 2024, el colegio cuenta con 59 divisiones de alumnos, de las cuales siete corresponden a la educación de adultos. Por lo tanto, son 52 divisiones (27 cursos del turno mañana y 25 del turno tarde) que tienen la asignatura de Educación Física. Las clases se desarrollan a contra turno y se distribuyen en tres lugares. El CEF Nº3, el predio Multieventos, en terrenos de la vieja estación del Ferrocarril, este es el grupo más numeroso y el tercer espacio ocupado es el del salón Anexo al Colegio del Uruguay, dónde se realizan específicamente las prácticas de handball y básquet y concurren a sus clases los alumnos de primer año. Este anexo del colegio, fue inaugurado el 3 de septiembre de 1999 (La Calle, 1999), aunque ya en 1991 se utilizaba para el dictado de clases, y en él se encuentran aulas, oficinas y un gimnasio cerrado frente al Colegio, en el espacio que ocupaba la vieja “Casa del Rector”. Desde aquellos primeros docentes que dictaban sus clases en soledad, hoy el plantel docente está integrado por numerosos profesores, los que son coordinados por el Prof. Carlos Burgos.

El futuro

Estos espacios, si bien permiten el desarrollo con normalidad de las clases de Educación Física, no son los ideales para ello, por diferentes razones. No obstante, siempre está en la idea de las autoridades del colegio el poder contar con un campo de deportes, que ya no sería propio como en el pasado, sino compartido por las diferentes instituciones de educación secundaria de Concepción del Uruguay.

 

Agradecimientos:

Lic. Mario Pelisier, ex Director del Centro de Educación Física Nº 3 “Prof. Hugo Mario La Nasa”; Museóloga Analía Trípoli, Hemeroteca del Museo “Casa de Delio Panizza”. Lic. Pedro Fruniz, Coordinador del “Museo de la ciudad”. Prof. Ramón Cieri, Rector del Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza” y Mirta Parejas, encargada del área de Digestos de la Municipalidad de C. del Uruguay. Prof. Cristina Escalante, por su colaboración.

Bibliografía:

Argachá, Celomar (1999a). El Colegio del Uruguay a través de sus rectores. 150 años al servicio de la educación. Concepción del Uruguay: EDUNER.
Argachá, Celomar (1999b) Un ayuda memoria. Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”. 1849-1999. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Imprenta del Congreso de la Nación.
Busiello, Orlando César (2021). Instituciones sociales y deportivas de Concepción del Uruguay 1854-1920. Concepción del Uruguay: Espacio Editorial Institucional UCU.
Cieri, Ramón (2011). “El Estado y el Sistema de Salud al inicio del Siglo XX Policlínico Regional del Litoral ¨Justo José de Urquiza¨. https://www.entrerios.gov.ar/hospitalurquiza/historiadelhopital.doc
“La Calle” (1999). “1849-1999. 150 aniversario del Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza”. Suplemento. Concepción del Uruguay.
“La Calle” (1953). “Uruguay posee ya la pista atlética más completa de la provincia”. 23 de septiembre de 1953. Concepción del Uruguay.
Rousseaux, Andrés (1996). “La primera plaza de ejercicios físicos”. Diario “La Calle”, 4 de marzo de 1996. P. 11. Concepción del Uruguay.
Seró Mantero, Rodolfo (1946). La chacra del Colegio. Diario La Calle, Nº 700. Concepción del Uruguay.

El “viejo” y el “nuevo” Mercado Municipal “3 de Febrero”

Vista del mercado desde calle Urquiza. Circa 1955

 

En una  época dónde no existían los mayoristas de mercaderías tal como los conocemos hoy y la totalidad de los productos alimenticios que se consumían en un poblado eran los que, en su gran mayoría, los se producían en las cercanías de los pueblos, se hacía necesario contar con centros de venta, dónde la población pudiera tener fácil acceso a todos estos productos.

Por otro lado, esta concentración permitía que los productores pudieran vender su mercadería sin necesidad de contar con un local propio en el poblado. Además, y no era menos importante, le facilitaba a las autoridades el control de pesos y medidas y el cobro de impuestos.

De esta manera fueron apareciendo los mercados, como una evolución urbana de los almacenes de ramos generales que se encontraban diseminados por toda la geografía de nuestra provincia.

En una época dónde el estado no disponía de muchos recursos económicos, estos espacios eran financiados por empresarios privados, los que construían las instalaciones (muy precarias en muchos casos), alquilaban los puestos y como contrapartida eran beneficiados con restricciones para la venta de lo que se comercializaba en el mercado en un área cercana a este. Al fin del contrato, lo construido quedaba para el estado.

Concepción del Uruguay, no fue ajena a esta situación. Uno de los primeros mercados que tuvo la ciudad estuvo ubicado en la manzana dónde hoy se encuentra la escuela “Nicolás Avellaneda”. En efecto, en un plano de la ciudad del año 1853, el predio delimitado por las calles “Del Mercado”, (hoy Estrada), Vences (hoy Leguizamón), Paraná (hoy Congreso de Tucumán) y Uruguay (hoy Artusi), estaba reservada con destino al “Mercado de la ciudad”.

Ubicación del mercado en 1853 (Omar Gallay)

En 1862, hubo una propuesta de edificar, tal vez en ese sitio, un mercado, según un proyecto presentado por el ingeniero Nicolás Grondona, quien proponía levantar un “establecimiento sencillo, cómodo y de poco costo” que ocuparía una manzana de terreno (40 por 40 varas) y contaría con 32 cuartos de 5 varas cada uno, tendría, además, dos entradas y un aljibe.

La inversión rondaría en catorce o quince mil pesos amortizables en 3 años con el alquiler de los locales cuyo costo se estimaba entre 15 y 20 pesos por mes. Todo indica que este proyecto nunca se llevó a cabo, ya que dos años después, se aprobó la edificación de otro mercado.

Como se consideró que este emplazamiento estaba muy alejado del centro, lo que era cierto, ya que la ciudad se extendía por pocas cuadra fuera de la plaza Ramírez, se construye en 1864 por iniciativa del general Urquiza, un nuevo mercado en un terreno ubicado en calle Rocamora (Comercio) entre Urquiza y Leguizamón (vences), actual ubicación.

En 1864, la Cámara Legislativa de la Provincia de Entre Ríos aprobó la propuesta presentada por Santiago Cometa. El socio capitalista fue el General Urquiza y el Mercado se denominó “3 de Febrero”.

El 11 de febrero de 1865, el Jefe Político de C. del Uruguay, Pedro Melitón González ordenó: “Art 1° Desde el 20 del presente mes en que tendrá lugar la apertura del mercado, queda absolutamente prohibido establecer puestos de carne, pescados, verduras ni frutas a diez cuadras de la plaza principal en todas direcciones, sin previo consentimiento de la empresa”, algo polémico y conflictivo que se volvería a suceder 80 años después con el nuevo mercado.

En efecto, el 28 de diciembre de 1864, Santiago Cometa, recibe de manos de  Vicente Corbalán, por cuenta del general Urquiza, la suma de 2.625 pesos bolivianos, por la “mitad de la obra que estoy haciendo en el mercado”. Más adelante, el 26 de septiembre de 1865, se formaliza la venta de dos solares (media manzana) que eran propiedad del general Urquiza con los señores Santiago Cometa, asociado a José Colombo, para la finalización de la  construcción del mercado por cuenta del primero (Urquiza).

Los dos terrenos habían sido adquiridos por Urquiza en la suma de 600 pesos de plata bolivianos a Antonio Dominguez, esposo de Gregoria Castañeda y vendidos en 5.000 pesos bolivianos. Ese predio, debió continuar bajo la propiedad de Cometta, ya que en el año 1941, se sanciona una Ordenanza, la Nº 1180, por la que se autoriza al DEM a adquirir la media manzana donde funciona el mercado.

En un artículo de publicado por Luis Lonarde en el diario “La Calle”, en el año 1945, se afirma que el mercado de la ciudad toma el nombre de “3 de Febrero”, recién el 1873, posiblemente al pasar a formar parte de la nueva corporación municipal (Constituida en enero de ese año). Esta suposición se basa en que sobre el frente norte del viejo mercado (consumido por un incendio en 1941) existía, escrito con letras gruesas la fecha “1873”, algo que vimos que no fue así, según la resolución de Melitón González que ya hemos visto.

Del mercado a la plaza Rocamora y a la escuela Avellaneda

Plano de 1897, en naranja puede verse la ubicación de la primera plaza Rocamora

 

El antiguo terreno al quedar desocupado, la Municipalidad lo destina para plaza pública, a la que se llamó “Plaza Tomás de Rocamora”. Se procedió a mejorar el terreno, desmalezando y plantando especies arbóreas. Al inaugurarse se enterró una caja de hierro con documentación de la ciudad.

Según relatos de la época, al poco tiempo, este paseo quedo abandonado, y había quejas de algunos periódicos de tal situación sobre todo de un número importante de caballos que se alimentaban de los árboles allí plantados.

Luego, a fines de la década de 1890, y con motivo de cederse esta manzana para la construcción del edificio de la escuela “Nicolás Avellaneda” y autorizado por el Ordenanza 018, el DEM cede ese terrero al gobierno nacional para la construcción del nuevo edificio de ese centro educativo, el que fue inaugurado el primero de enero de 1903.

Plaza Rocamora en su ubicación definitiva, al frente la escuela “Avellaneda”

 

Previamente, el 28 de Marzo de 1901 se había iniciados los trabajos de construcción de la Escuela Nicolás Avellaneda, en el predio que fuera, originalmente, destinado a la Plaza Rocamora. La empresa constructora de la escuela antes de iniciar las obras desenterró del sitio la caja que fuera colocada en oportunidad de la inauguración de la Plaza Rocamora y que contenía documentación alusiva la que fue entregada a la Municipalidad local.  

Por este motivo, la plaza Rocamora se trasladó a la manzana  del frente, hacia el este, la que  mantuvo ese nombre hasta que en 1909. Ese año y por Ord.  0194 se designa la Plaza Rocamora para la colocación de la estatua del Gral. San Martín, que según la Ley Provincial N° 2136 fue donada a la Municipalidad. Por ese motivo, y por medio de  la Ord. Nº 0222 se le cambia el nombre de Rocamora  por plaza “José de San Martín.

 El incendio del primer mercado “3 de Febrero”

La noche del 20 de agosto de 1941, y producto de un cortocircuito en las instalaciones eléctricas, se desató un “pavoroso incendio”, así lo describió el diario “El Mundo” en su edición del día siguiente, en el “viejo” mercado “3 de Febrero”.

Las llamas, avivadas por el fuerte viento sur que soplaba en esos momentos se extendieron rápidamente por las construcciones vecinas, en su mayoría negocios, que se vieron significativamente afectadas por el siniestro. Según la crónica, al lugar acudieron rápidamente dotaciones de bomberos del ejército y de la policía de la provincia quienes trabajaron, con ayuda de muchos vecinos, durante varias horas para poder extinguir el fuego que afectó de gravedad a muchas construcciones lindantes con el mercado.

Como consecuencia de este incendio el mercado quedo totalmente reducido a escombros, destacándose el hecho que, al haberse producido el siniestro en horas de la noche, no hubo que lamentar ninguna víctima fatal.  

 El nuevo mercado

Previo a este siniestro, y en vistas de lo deteriorado del viejo mercado, hay numerosas referencias a arreglos, pintura, construcción y mejoras de los sanitarios, etc., el Concejo Deliberante, por iniciativa del presidente municipal Ambrosio Artusi, había sancionado el 9 de abril de 1941 una Ordenanza para la construcción en ese mismo lugar de un nuevo mercado municipal. Esta norma legal fue aprobada por seis votos a favor y cuatro en oposición a la elección del lugar.

Esta resolución despertó una gran polémica en la población, ya que la mayoría se inclinada por el establecimiento del mercado en un lugar un poco más alejado del centro, entre los argumentos que se esgrimían estaban los relacionados a cuestiones de higiene y facilidad de acceso. Y argumentaban que lo que se estilaba era ubicar estos centros de compras en lugares un poco distantes del centro de la ciudad, ya que la aglomeración de personas y vehículos podría ser perjudicial para la comunidad.

Otro problema que se vislumbraba era lo reducido del lugar (media manzana). Lo que se decía que no era consecuente con crecimiento y desarrollo de la ciudad, por lo que se consideraba que este mercado no dejaba de ser una solución provisoria y que en un futuro no muy lejano habría que rever.

Llamaba la atención, sobre todo el hecho que desde el Concejo se habían realizado encuestas y entrevistas con funcionarios y numerosas dependencia técnicas, encontrándose entre ellas peritos de la municipalidad de Buenos Aires y del centro de ingeniero de esta ciudad, quienes en su totalidad se habían expedido en que era necesario ubicar el mercado en otro lugar.

Sobre todo teniendo en cuenta las crecientes necesidades de la población que hacen necesario que el nuevo centro comercial tenga, por lo menos, una manzana de terreno, con amplias superficies cubiertas y descubiertas, debiéndose prever la existencia de playas para carga y descarga y estacionamiento para los usuarios del mismo.

“Por todo lo cual, el vecindario considera que el Concejo no ha contemplado y satisfecho sus verdaderas aspiraciones sobre el particular”, cerraba un artículo periodístico.

Mientras duraban las obras de construcción del nuevo mercado, los puesteros se trasladaron al edificio  de “Palacio Monumental” (Rocamora y Colón), alquilado por la municipalidad a su dueña, la sociedad de “Francisco Tavella y Hnos.” (Ord. 1203), autorizando a pagar hasta $ 1.880 a los propietarios del inmueble.

Finalmente, el nuevo mercado “3 de Febrero” es inaugurado el 20 de enero de 1944, unos días antes que falleciera su impulsor Ambrosio Artusi (25 de enero de 1944).

Vista exterior del mercado hacia 1950

 

Al momento de su inauguración, el mercado contaba con 15 puestos instalados, 7 de venta de carne, 6 de frutas y verduras y 2 de facturas y fiambres. Unos días después, el 29 de enero, la municipalidad saco a licitación los restantes puestos interiores y la totalidad de los exteriores, “estos últimos rebajados de acuerdo al Dec. Nº 478”.

Más allá de la polémica inicial por su ubicación, el Decreto municipal que limitaba a diez cuadras del mercado la instalación de negocios similares provocó la reacción de algunos medios de comunicación como por ejemplo el del novel diario “La Calle” (fundado el 6 de enero de ese año), que desde sus páginas resaltaba los inconvenientes que traería esta medida no solo para los comerciantes, sino también para los clientes, y a la par que solicitaba se anule esta controvertida disposición expresaba: “mandar a los dueños de verdulerías, fiambrerías de carnicerías, etc., mandarlas, decimos a diez cuadras a la redonda del mercado, comporta en algunas direcciones, mandarlos casi al campo. Cuando no al mismo río o a las barreras del ferrocarril”

Pero, ésta obra, pudo sortear todos inconvenientes iniciales y el mercado  fue prosperando a tal punto que la gestión de Ambrosio Artusi sería recordada por la construcción del nuevo mercado, además del matadero y frigorífico modelo municipal (que llevaba su nombre) y el primer barrio para de casas para obreros de la ciudad.

El mercado, fue considerado un modelo ya que fue planificado y construido con todos los adelantos de la época y materiales de primera calidad, como se puede ver aún hoy.

El mercado ocupa media manzana de la zona céntrica de la ciudad con una superficie cubierta de 2.430m2. Se destaca en su planta un gran hall central de 41,70 x 18.45m., sobre el cual se hallaban distribuidos 45 puestos para la exposición y venta de carnes, frutas, verduras, aves, pescados, huevos, etc.

Vista interior del mercado

 

La superficie, disposición y ubicación de los mismos se habían tratado en forma especial y conforme a su destino, contando cada uno con los elementos necesarios para facilitar el trabajo, movimiento y exhibición.

Para la higiene y limpieza de los puestos se habían instalado desagües de pisos y se habían revestido la totalidad de las paredes con mosaicos graníticos. Sobre el mismo hall central estaban situadas las cámaras frías para diferentes productos naturales. Contaba también el mercado con locales para administración, depósito de útiles y con servicios sanitarios para hombres y mujeres.

Exteriormente y sobre las tres calles que lo rodean se ubican 10 locales para negocios, contando todos ellos con servicios sanitarios independientes y, algunos, con las comodidades y dependencias propias del destino que se les ha fijado: cocina, ante cocina, sótano, vidrieras instaladas, etc. Estos locales siguen funcionando en la actualidad, siendo la los únicos de todo el mercado.

Los tres frentes del edificio están revestidos totalmente en mármol travertino hasta una altura de 4.20 m. sobre el nivel de las veredas. En las entradas (3, una sobre calle Urquiza, otra sobre Leguizamón y la restante sobre Rocamora) y vidrieras se colocaron cortinas metálicas a mallas.

Hace unos años, un grupo de vecinos  impidió que se convirtiera en una sala tragamonedas y hoy se debate sobre el uso que darle sin que haya, al menos expuesto, alguna idea en la actual administración municipal. Es de destacar que la gestión anterior, de Martín Oliva, se comenzó con importantes arreglos, sobre todo en los techos. Estos trabajos quedaron inconclusos y no se sabe si se retomarán.  

Vista actual del mercado “3 de Febrero”

 

Más allá de su sombrío presente, todos quienes hemos tenido la suerte de conocer el mercado en su época de mayor movimiento o, aún hoy, verlo desde afuera, podemos dimensionar lo importante que fue para la ciudad y la región.

Pese a las opiniones en contrario de la época, este centro comercial fue un elemento  vital para la ciudad y nuestro homenaje y reconocimiento a este viejo edifico debe ser revalorizarlo y, conservando su estructura, darle un uso comunitario adecuado a los tiempos que corren.

 

Texto: Virginia Civetta y Ratto, Carlos I. Fuentes: Diario “La Calle”, 20, 29 de enero; 24 de abril de 1944; 28 de marzo de 1945; Diario “El Mundo”, 10 de abril y 21 de agosto de 1941 (gentileza Antonio Artusi); Barreto, Ana maría, “Vida cotidiana. Aspectos del comer y beber en tiempos de Urquiza (1850-1870)”, Revista “Caminos y transportes”, 1941. Agradecimiento al personal de la hemeroteca del museo “Casa de Delio Panizza”.