Durante nuestra infancia era uno de los paseos preferidos corrernos hasta el puerto de la ciudad y acompañar a nuestros padres a comprar frutas en la balandra “Nueva La Flor de la Barca”
La balandra ” Nueva Flor de la Barca” (Matrícula 2871), que fue construida el 29 de septiembre de 1879, aunque una fecha más probable es de 1898, según el Registro de la Propiedad Naval de la Prefectura Naval Argentina. De acuerdo a los datos que constan en su legajo la balandra tenía un casco de madera de 9,80 metros de eslora, 3,88 metros de manga, 1,42 metros de puntal calando 3 pies con un tonelaje bruto de 9,60 toneladas, neto de 7,76 toneladas, carga máxima 12 toneladas, capacidad de bodega 23 m3. Fue construida por los afamados astilleros de José Badaracco y Cía. ubicado en la “Vuelta de Badaracco” en la Boca del Riachuelo en el mes de julio de 1898. Su primer propietario fue Don José Bandrich, teniendo como nombre original el de Fortuna, siendo clasificada como balandra a vela. En sus primeros años, se la utilizó como buque de pesca en el Río de la Plata, para posteriormente ser afectada al transporte de personas y víveres a la Isla Martín García, como también realizo viajes a las islas del Delta del Paraná y los puertos fluviales de los ríos Paraná y Uruguay. Su casco tenía líneas puras -al decir de los entendidos en buques veleros- que hacían que se destacara entre sus iguales.
A principios del siglo XX, (año 1906) fue motorizada, para poder competir en el comercio marítimo, siéndole instalado un motor “Otto Deuz” de 12 Hp por lo que es reclasificada como Balandra a Motor. El 13 de octubre de 1924, pasó a propiedad del Sr. Pedro Guridi (padre) acorde escritura pública realizada ante el escribano Emilio J. Pérez de la Ciudad de Bs. As., quien la rebautizó con su tradicional nombre de Nueva Flor de la Barca. Don Pedro Guridi, fue pionero de la colonización de las islas del “Delta del Uruguay”, habiendo sido el “Primer Alcalde de la Islas”, y gracias a sus gestiones se materializó la Escuela Flotante República Argentina, inaugurada el 29 de marzo de 1936 con la presencia del Sr. gobernador de la provincia de Entre Ríos Dr. Eduardo Tibiletti. Hoy esta escuela tiene su asiento en la Isla “Juanicó”. El sr. Guridi la afectó al transporte de víveres y personas a las islas del delta del río Uruguay, ubicadas al sur de Concepción del Uruguay, comerciando en su condición de “acopiador” de cueros de nutria, lobito de río carpinchos etc., adquiriendo además miel, cera, carbón vegetal, paja, leña y otros productos que eran llevados para su venta a los puertos de San Fernando y Tigre (Provincia de Bs. As).
En sus viajes de “subida” transportaba mercaderías para su almacén de ramos generales de la Isla “Juanicó” y frutas que se vendían en el muelle de los “fruteros” en el puerto de Concepción del Uruguay, como lo hemos conocido en nuestra juventud. El 14 de febrero de 1939, fue transferida por venta realizada a Don Juan Chiozza en la suma de $ 3500 pesos m/n acorde escritura realizada ante el escribano local Don Diógenes Vallarino (antecedentes del Registro de la Propiedad Naval de la PNA).
El 30 de octubre de 1943, vuelve a ser propiedad de la familia Guridi, siendo adquirida por Pedro Félix Guridi en la suma de $ 3000 pesos m/n acorde escritura pública labrada ante el Escribano Don Rodolfo Cassano (antecedentes del Registro de la Propiedad Naval de la PNA). En la década de 1940-1950 la embarcación, además de las navegaciones comerciales antes referidas, estuvo afectada al servicio de correos transportando correspondencia de las islas hasta el Puerto de Gualeguaychú. Tuvo una destacadísima actuación en las grandes creciente del río Uruguay de mayo de 1941 y abril de 1959 evacuando familias y ganado de las islas, en estrecha colaboración con los efectivos de la Prefectura que participaban en la emergencia.
“La Nueva Flor de la Barca” fue por muchos años, la esperanza de los isleños, su llegada representaba, la harina para el pan que escaseaba, el remedio que se había encargado para el enfermo, el traslado de la pareja que se iba a casar o a los “gurises que iban a la escuela de Juanicó”, y también más de una vez, fue el coche fúnebre, llevando al fallecido a “tierra firme” para que recibiera “cristiana sepultura”. A la barca, también estuvo íntimamente ligado Américo Guridi hermano de Pedro, quienes desde gurises habían acompañado a su padre en las navegaciones, donde se formaron en la tareas marineras y cuyas vidas estuvieron siempre ligadas al destino de la balandra.
Entre los años 1972-1977, fue trasladada a un astillero del Tigre donde fue totalmente reparada y se le cambió el motor regresando remozada a la navegación entre nuestro puerto, las islas del Uruguay y los puertos de San Fernando y Tigre en la provincia de Buenos Aires. En diversas ocasiones, la balandra trasladó a delegaciones deportivas de los clubes locales a puertos de la vecina República Oriental del Uruguay en oportunidad de la realización de eventos internacionales. El 18 de abril de 1989, Don Pedro Guridi, transfirió la balandra con “carácter de donación definitiva” a su hija Zulma Nilda Guridi residente en la localidad de Alem Provincia de Misiones, interviniendo en la parte notarial el escribano Roberto Miguez Iñarra, siendo inscripta en el Registro de la Propiedad Naval de la PNA el 13 de julio del mismo año (Expte I-5408-c-c-1989). Al fallecer los hermanos Guridi, la embarcación quedó fondeada en la desembocadura del arroyo “Molino” en el Itapé, próximo al lugar donde había estado el “Patagonia” sede del Club Regatas Uruguay.
La falta de cuidado motivó que la embarcación sufriera la acción de vándalos, que produjeron roturas y robos de diversas partes de sus máquinas y estructura. En fecha lo determinada y acorde versiones de “la ribera”, la embarcación habría sido adquirida por miembros de la familia Guridi residentes en la zona de Escobar (Prov. de Bs. As) donde habría sido trasladada y sometida a importantes reparaciones y se encontraría “en servicios”, no constando lo expresado en los registros matrices de la Prefectura Naval Argentina. Lamentablemente la centenaria balandra “Nueva Flor de la Barca” no quedó en nuestra ciudad, a cuyo patrimonio histórico está incorporada y de haber sido adquirida por algún concepcionero amante de la náutica o de una entidad de la ribera (según comentarios de un antiguo socio, el Yacht Club Entrerriano había estado interesado en su compra) nos habría permitido seguir viendo su esbelta silueta en la ribera de nuestro
Edición: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído de: Rousseaux, Andrés, “Pequeñas Historias Uruguayenses”