
Todos aquellos concepcioneros, que hemos nacido en el principio de la segunda mitad del Siglo XX, recordamos a ese señor de contextura chica que caminaba temprano por las calles de nuestra ciudad, pregonando la venta de pescado.
Era don Luis María Gallo, alias “Cosita”. Apodo que algunos dicen, que así, lo llamaba su abuelo, por ser muy chiquito. Otros dicen que comenzó vendiendo mojarritas en el Mercado Municipal, y lo decía tan rápido que le entendían “cosita” y de ahí su sobrenombre.
Primeramente vivió en un rancho ubicado donde hoy está la puerta de entrada a la cancha de fútbol del Club Parque Sur (calle Artigas). Ahí permaneció hasta 1959, por la gran creciente, se trasladó a un lugar más alto. No era única su vivienda en esa zona, sino que era un gran barrio humilde, que ocupaba los terrenos del actual Club Parque Sur, el Parque Carlos Squiavo y la Defensa Sur. Vivía de la venta del producto que cosechaba día a día del riacho Itapé. Tenía una canoa, la que se llamaba “La Salvación”.
Tuvo dos hijos, Herminda y Hugo Antonio. El solo los crió, pues su compañera se fue muy temprano, dejándolo viudo con dos pequeños.
Muy temprano recorría el espinel y salía a recorrer las calles vendiendo los frutos que recolectaba en el Itape. En pocas horas vendía todo. Era muy conocido y también se sabía de la calidad de sus productos, siempre frescos. Tenía clientes fijos; como por ejemplo cuando tenía anguilas, se las llevaba a don Scelzi, quien fuera Intendente de nuestra ciudad.
Trasladaba el pescado en una palanca que había hecho de una rama de Mora, a la que pelo, dejo secar y lijo prolijamente. De ella colgaban los productos que el río le brindaba diariamente. La llevaba sobre su hombro y caminaba con pasos cortos y cruzados, muy rapidito, gritando Piscaadoo…
Si deseabas comprar un pescado que llevaba en el final de la palanca, con suma habilidad, cambiaba ese palo de hombro y te presentaba la mercadería deseada de frente. Era un maestro con la palanca.
Cuenta su hijo, que cuando regresaba de su venta cerca del mediodía, ya venía con lo que cocinaría ese día.
Recorría la ciudad, pero también iba al Mercado Municipal, quienes entraban por calle Urquiza, recordaran que había piletas y ahí se vendía pescado en cercanías al puesto de empanadas, las inolvidables que vendían los hermanos Garnier.

No solo fue pescador Cosita, también fue murguero. Estrella de nuestros corsos en Plaza General Francisco Ramírez, con su murga a la que llamo primeramente: “Scola Do Samba”, luego, “Pélala que está Madura”, “Sácale el hilo a la Chaucha”, “Déjala que Gire”. Era el Presidente de la agrupación y el Director, el inolvidable Quelo.
Este hombre que no tuvo vicios, más que tomar mates, que crió a sus hijos haciendo de padre y madre, dejo esta tierra el 18 de diciembre de 1992, a los 71 años de edad.
“Seguro que el río debe extrañar su canoa buscando el lugar apropiado para pescar. Y las mañanas de Concepción del Uruguay, están más silenciosas porque falta el particular grito PISCAADOO”.
Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto y fotos extraído de: Proyecto “Entre Mates y Chocolate”, Asociación Civil “Caminos de Esperanza”,






