Nicolita (Conrado Rodríguez)

Nicolita (Foto: Revista Juntos)

Creemos que no había mejor día para morir, que un 21 de setiembre, Día de la Primavera, para quien vivió libre como un pájaro.
Si, Nicolita, que recorrió las calles de Concepción del Uruguay, casi por cincuenta años y siempre con su andar lento, dicen porque no tenía apuro, ya que nadie lo esperaba.
Hijo de don Nicolás Rodríguez, (de ahí su apodo Nicolita) y Petrona Da Silva. Tuvo dos hermanos mellizos y una hermana llamada Irene. Era una familia uruguaya, el nació en Paysandú.
Su padre cuidaba los yates de Hufnagel Plotier y Cía., dueños de la Barraca Americana.
Nicolita, trabajaba en la Shell, muy buen trabajador y muy honesto. Su trabajo consistía en arreglar los surtidores y también manejaba el camión que repartía en combustible en el departamento Uruguay.

Nicolita (Foto: Revista Juntos)

Un día hubo un reajuste en la empresa y a Nicolita le ofrecen el traslado a otra ciudad o indemnización.
José Yessi, un vecino y amigo de Nicolita dijo: “Nicolita recibió un mal consejo de un compañero que se quería quedar con su puesto y acepto la indemnización. Con el tiempo se le termino la plata”.
El monto que recibió fue de $1000, para tener en cuenta cuanto valía ese dinero, dicen que un terreno costaba entre 200 a 300 pesos entonces, era mucho dinero.
Al quedarse sin dinero comienza su caminar por la ciudad. Nadie sabe porque, mucho se ha dicho, entre esos dichos con tradición, tenemos:
“Todo fue producto de un amor imposible, llamado Susana”
“Al verse sin trabajo y sin dinero se largó a caminar por vergüenza”
“Todo comenzó cuando murió su madre”
“No pudo superar el suicidio de su padre”
“Es vivo y así lo pasa bien”
“Una noche le pegaron una paliza y se golpeó la cabeza, así perdió la razón”
No sabremos que le paso realmente. Todas las tardes se acercaba al muelle que tiene Arenera Don Antonio. Por relato de un marinero que hacia guardia, conto una vez, que iba a ese lugar todos los días, tiraba al agua, ropa o comida que le daban y alguna vez una flor. Ese lugar fue el elegido por su padre para suicidarse y él decía: “Mi padre también se tiene que vestir y comer”.
¿Dónde dormía?, Donde lo agarraba la noche, en la plaza, en La Salamanca, en alguna cueva. Dormía en la policía y muchas veces fue llevado al hospital.
Fue un personaje inolvidable, pero también fue un hombre muy honesto en toda su vida. Cuando trabajaba en la Shell, dicen que le entregaban un viatico para recorrer el departamento, a su regreso devolvía lo que le sobraba. Decía: “uso lo que gasto lo otro no es mío”.
Cuando ya se había transformado en linyera, pasaba por la agencia de Fraga y Marco, quienes le daban una bolsa con yerba. El agradecía y solo llevaba para una o dos cebaduras. “Con este poquito me alcanza”.

Tumba de Nicolita en el cementerio municipal

En sus años de recorridas por la ciudad, solo cosecho cariño y afecto, y quién sabe, tal vez la envidia y admiración de más de uno que lo veía libre, pobre, pero feliz.
Es así que a los 78 años un 21 de setiembre de 1992, muere en Concepción del Uruguay. Su tumba se encuentra en el cementerio municipal de nuestra ciudad
Este personaje debe haber conocido seguramente lo que dijera Jean Paul Sartre: “Los Dioses compartimos un secreto, los hombres son libres y no lo saben”.

Texto: Civetta, Virginia y Ratto, Carlos. Fuente: Puchulu, Luis Juan, “Nicolita: mariposa gris de la ciudad”, Revista Juntos.

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