El “Yaguareté”, “Jaguar” o Tigre Americano” (simplemente Tigre para la mayoría de la población) figura entre los mayores felinos del planeta y poco tiene que envidiar en audacia, fiereza y aún en belleza sus parientes cercanos, como el león africano, el leopardo y el mismo tigre de la India. De fuerte contextura, puede alcanzar hasta un metro ochenta, de la cabeza al extremo de su cuerpo, sin contar la cola que puede llegar a los noventa centímetros.
El aspecto del “yaguareté” o “tigre”, es medio recatón, con patas cortas y muy gruesas, predominando la robustez sobre la elegancia. Su piel tiene una tonalidad de amarrillo-rojizo, salvo la parte inferior del cuerpo que generalmente es de coloración blanca. Su piel tiene una serie de manchas negras, que la convierten en una de las pieles más codiciadas por los cazadores furtivos, para su venta en el mercado negro de pieles.
Antiguamente se lo podía encontrar en todo el territorio de la actual República Argentina, habitando hoy sólo algunos ejemplares en los bosques de la provincia de Misiones- Formosa y Salta, protegido por medidas conservacionistas para evitar su extinción. La localidad bonaerense de Tigre, recibe su nombre a la gran cantidad de estos felinos que habitaban la zona del delta del Paraná en la época hispánica y posteriormente hasta bien entrado el siglo XIX.
Su presencia en Entre Ríos:
En nuestra provincia, la presencia del tigre o yaguareté fue importante, especialmente en la zona del Delta Entrerriano, donde se cazara el último ejemplar de “Tigre” en la década de 1940. Su búsqueda y caza se efectuaba en época de creciente, cuando los animales se refugiaban en los albardones o “embalsados”, donde eran fácilmente cazados por los que se dedicaban a esta actividad y se los conocía con el nombre de “Tigreros”
En nuestra ciudad: En la zona isleña, del Río Uruguay, son numerosas los antecedentes que han llegado hasta nuestros días sobre la presencia de “tigres” o “yaguareté”, como el caso de la Balandra “Ana IV” cuyos tripulantes fueron muertos en la isla “Rica” por tigres que los atacaron cuando cortaban leña con destino a Buenos Aires o el caso de la Isla “Jaula del Tigre” que recibiera su nombre por la caza de tigres que en ella se hacía.
El hecho de mayor repercusión en la entonces Villa de Concepción del Uruguay, fue la muerte del Presbítero y Cura Párroco Interino Don Basilio López, que falleciera como “consecuencia de las heridas que le produjera un tigre” (así consta en el certificado de defunción obrante en el libro de defunciones página 22 del archivo de la Iglesia Parroquial de Concepción del Uruguay) habiendo ocurrido los hechos, de la siguiente forma: El Cura Basilio López, se encontraba “a cargo interinamente” de la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción desde el 22 de Enero de 1817 en reemplazo del Cura Propietario (titular) D. José Bonifacio Redruello.
Según versiones, el Cura López era oriundo de la ciudad de Paysandú (ROU) donde con anterioridad había estado a cargo de dicha parroquia (1785-1791), lo que daba lugar que, frecuentemente viajara a ésa ciudad, utilizando como era lógico la vía fluvial. En uno de sus habituales viajes (11 de Agosto de 1818) al desembarcar del bote que lo traía de regreso a la ciudad, en el paraje conocido por “Puerto Las Piedras” (paraje sobre el arroyo Itapé, entre la proyección hacia el río entre las actuales calles Rocamora y 9 de Julio, aproximadamente), el Padre López fue atacado por un tigre que se encontraba oculto entre los árboles de la orilla.
El felino, le causó gravísimas heridas que le provocaron la muerte al día siguiente (12 de Agosto de 1818) expresando el documento de su fallecimiento: “… el día 14 de agosto de 1818 enterré al sacerdote D. Basilio López -cura interino de esta parroquia, que falleció el día 12 de agosto a las 4 de la mañana por las garras de un tigre….” Firmado Joaquín Pérez. Como podemos apreciar, el tigre que matara al cura López, se encontraba prácticamente en la ciudad, en la ribera del Riacho Itapé, a unas diez cuadras de la Plaza General Ramirez.
La Tigrera. En este conocido paraje del Departamento Uruguay, conocido como “La Tigrera” su nombre deviene de las siguientes circunstancias: En el lugar vivía D. Francisco Lozano, conocido popularmente como “El Tigrero”, dado que se dedicaba a la caza de estos animales y “gatos montes”, que abundaban en la zona, especialmente el al zona del Arroyo Molino y el rio Uruguay, conocido como “Potrero Chiloteguy”.
La propiedad de estas tierras por parte de D. Francisco Lozano, consta en la subdivisión de tierras que realiza el Sr. Bencivenga a D. Juan Barreiro (Ex Molino Barreiro), zona del actual y conocido balneario, donde consta que tiene como lindero al oeste a Doña Manuela Pérez de Lozano viuda de Don Francisco Lozano (a) “El Tigrero”. Por lo que se infiere, que al fallecer Francisco Lozano, su esposa Manuela Pérez de Lozano haya “heredado” la ocupación, de donde recibiera la denominación popular de “La Tigrera”, toponimia que perdura hasta nuestros días, en la zona lindante al puente sobre el Arroyo “Del Molino o Molino” en el camino vecinal a la localidad de Pronunciamiento.
Edición: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio, sobre un artículo de Rousseaux, Andrés .De la serie “Pequeñas historias uruguayenses”, artículo publicado en los diarios “La calle” y “La Prensa Federal”