Pablo Cataldi, el singular orfebre, luego convertido en el grabador de Urquiza, había nacido en Sicilia (Italia) en el año 1820. Su dedicación al arte de la grabación comenzó con el trabajo en pequeñas piezas de plata y obras de joyería. Se perfeccionó en labores en hueco y relieve, incursionando también en la pintura. Multifacético, inventó maquinarias industriales para granjas lecheras. Todas estas actividades las volvería a desarrollar en nuestro país, tanto en Buenos Aires como en Entre Ríos.
Tenía 36 años, cuando decidió trasladarse a Argentina. Vendió todas sus pertenencias en Italia y recaló en la ciudad de Buenos Aires en 1856, dónde de inmediato su arte se difundió, sobre todo entre la numerosa colonia Italiana. Entre esas personas se encontraba Pedro de Angelis, persona muy vinculada a la vida política y cultural del país, quien lo ayudó a instalar su taller y escribió, por ejemplo a Bartolomé Mitre, para quien realizó la medalla conmemorativa a la repatriación de los restos de Bernardino Rivadavia, en 1857.
Nunca dejo de compartir su trabajo de grabador con la elaboración de productos lácteos, incluso llegó a establecerse, aunque temporariamente, en Morón, donde desarrolló maquinarias para el ordeñe y la industrialización de la leche y la fabricación de quesos, a las que presentó varias exposiciones europeas.
Entre sus muchos trabajos, en 1860, se destacaron los cuños de las primeras monedas de cobre de 2 reales emitidas por el Banco y Casa de Moneda de Buenos Aires. En 1864, trabajó en la acuñación de una medalla conmemorativa del Primer Ferrocarril del Sud y, al año siguiente, en una pieza alusiva a la inauguración del teatro de la localidad de Morón, para la cual utilizó el mismo anverso que troqueló para la anterior. En 1860 el gobierno le negó una concesión lo cual disgustó al orfebre quien creía tener ya un reconocimiento y, más tarde en 1866, el gobierno nacional encargó unas obras de arte a Europa. El verse nuevamente ignorado provocó un disgusto que lo impulsó a dejar Buenos Aires y trasladarse a Entre Ríos.
Cataldi, llega a nuestra ciudad en 1867 el artista siciliano, grabador, platero, orfebre y fabricante de productos lácteos entre otras cosas, conocía a Urquiza desde algunos años antes, más precisamente el 29 de marzo de 1860 cuando le envía al general Urquiza una prensita para timbrar en blanco un sello para el Congreso Legislativo de la Confederación Argentina. Luego, más tarde, el presidente le había encargado la confección de la hermosa medalla del Pacto de Unión de 1860 con que se había obsequiado a autoridades y amigos, y llegado a nuestra ciudad pidió ayuda al general, quien de inmediato le cedió un campo cercano al Palacio, donde el destacado artista habría de alternar su trabajo de orfebre con el oficio de fabricante de quesos y otros productos lácteos.
En su estadía en la estancia de Urquiza, da forma a la moneda metálica entrerriana, el medio de real de plata de 1867 y muchas de las más importantes piezas de la medallística entrerriana, entre ellas las medallitas de oro y plata de la colocación de la piedra fundamental del teatro 1º de Mayo, que la esposa del general Urquiza, Dolores Costa, distribuyó personalmente entre los asistentes al baile realizado en dicha ocasión. Cataldi también troqueló las medallas de “Premio a la Aplicación y al Mérito” que distribuía entonces el Histórico Colegio fundado por Urquiza y que tenía en el anverso grabado el perfil del General Urquiza. Además el artista italiano elaboró recuerdos de bautismo, botones y gemelos, artísticos mates y bombillas, piezas hoy muy buscadas por coleccionistas y estudiosos.
Otra de las tareas a las que Cataldi se dedicó con esmero en nuestra región, fue a la industrialización de la leche, hecho este destacado por la prensa Uruguayense de la época. En numerosos artículos se elogia calurosamente la labor desarrollada en su fábrica y pintorescos avisos publicados por él mismo dan cuenta de los detalles de elaboración y precios.
De las noticias periodísticas locales referentes a Cataldi, “El Uruguay” de 1869, informa sobre el ordeñe realizado por medio de un aparato de sistema norteamericano fabricado por el mismo, casi con seguridad se puede afirmar que fue el primer ordeñe mecánico efectuado en nuestro país.
Pero no todo sucedía con tranquilidad, seguramente, debido a su carácter y forma de ser, a principios de 1868 había tenido una serie de inconvenientes con el personal de su fábrica, los problemas llegan a tal punto que casi todos lo abandonan. En una carta dirigida al general Urquiza el 18 de febrero de ese año le informa: “V. E. sabe que por 3 veces se han complotado y yo he sufrido por no tener discípulos en el ramo…” El original tiene muchas faltas de ortografía.
Ante los problemas presentados y la conveniencia de mantener a Cataldi y formar a su vez personal apto y estable, tanto en la artesanía del grabado como en la fabricación de lácteos el general hace que el Congreso dicte una ley estableciendo una Escuela de Artes Oficios, nombrándose a Cataldi director de la misma. El artista recibe con júbilo la noticia y trata de llevar por buen camino la importante iniciativa. Redobla su trabajo personal e inicia a los discípulos en el arte del dibujo, grabado y cincelado a unos, y en la industrialización de la leche, a otros, previa una selección de los mejores para cada caso.
Después de la muerte de Urquiza, Cataldi se siente desamparado y se le hace, día a día más difícil la vida en el lugar. Enfermo y sin apoyo alguno, regresa a la ciudad de Buenos Aires y, si bien en su despedida expone su intención de regresar a Europa, no se sabe si pudo lograrlo.
Por casi una década se pierden datos sobre su vida o su labor y, recién en 1879, aparece un artículo periodístico en el que el propio Cataldi dice que ya ha regresado de su viaje por Egipto y que se encuentra nuevamente en Buenos Aires.
Pablo Cataldi vivió con el apasionamiento de los artistas y su final estuvo de acuerdo con su vida. Tal vez, la preocupación constante por la educación de la juventud y por la formación de aprendices en el arte del labrado se haya abrigado en su mente marcada por la orfandad temprana. La Escuela de Artes y Oficios, cumplió, por algún tiempo y en cierta medida, con esa inquietud de dejar a las nuevas generaciones la herencia valiosa de su saber.
La enfermedad, la miseria y el abandono acompañaron los últimos días del artista. Se suicidó, al comenzar el otoño, el 21 de marzo de 1882, en Buenos Aires.
Texto: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Fuentes: Pablo Schvartzman, Álbum-Guía de la Cámara Metalúrgica de C. del Uruguay (1967) y Publicación del Palacio San José, Colección de piezas numismáticas