La noche Uruguayense de principios de los años ’70 era, tal vez, la más importante y activa de la provincia de Entre Ríos. Hasta ese momento eran cuatro los “nigth clubs”, así se denominaba a los “boliches” actuales, que se disputaban las preferencias no solo de los habitantes de Concepción del Uruguay, sino de ciudades vecinas y de los incipientes grupos de turistas que comenzaban a acercarse a nuestra ciudad atraídos sobre todos por la belleza del balneario Banco Pelay, que empezaba a hacerse conocido fuera de los límites de la provincia de Entre Ríos, y que para fines de 1970, tendría su puente para acceder directamente a él.
Para ese entonces, la oferta se componía por “Stop Discotheque”, ubicado en Galarza 782 que se había inaugurado el 24 de mayo de 1968, Al Garete, que funcionaba en Galarza y Congreso de Tucumán, que había comenzado a funcionar en 1967 y que para el 26 de abril de 1968, inauguraba su local definitivo; “Mon Cheri”, inaugurado el 9 de noviembre de 1969, que estaba en la esquina de Vicente H. Montero (Juan Perón) y San Martín y “Macoco”, en calle Rocamora 629.
Poco tiempo después, cerraría “Stop” y sus dueños, abrirían uno de los boliches más innovadores desde su estructura de la ciudad ya que fue, y hoy sigue siendo, el único diseñado específicamente para ser un boliche, como fue “Búfalo”, cuyos propietarios fueron Leandro Rivas y Miguel Fernández Lobato y que fue inaugurado el 14 de diciembre de 1972. La misma suerte de “Stop”, correría “Macoco” poco tiempo después en el año 1973 y su lugar sería ocupado por el boliche protagonista de este relato: “Sarao”.
“Macoco” había abierto sus puertas en el año 1968, en un local alquilado, propiedad de José María “Pepe” Lizaso, socio y viajante de los almacenes mayoristas “Bariffo Hnos.”, dónde antes había funcionado una “yerbatera” de la familia Zonis. Los primeros propietarios de este boliche fueron el José maría “Lobizón” Dellazuana y “Maroma” Fernández, baterista de “los Vikings” un grupo de música de la época y luego se lo vendieron a una persona de nacionalidad china, cuyo nombre era Juan Jim Show. Fernández, luego siguió ligado a la noche, ya que luego se trasladó a Colón donde funda dos boliches emblemáticos de esa ciudad: “Topo’s” y más tarde “Mediterráneo”.
Sarao
Hablar de “Sarao” es, por su puesto hablar de los hermanos Lorán, Mario y Juan Carlos “Pichi”. Para el año 1973, ambos vivían en la ciudad bonaerense de Campana, de dónde eran oriundos y hacía poco tiempo los dos habían terminados sus estudios secundarios en la escuela técnica que funcionaba bajo la órbita de la siderúrgica “Dalmine”, una de las empresas más importantes del país en ese momento.
Juan Carlos, el mayor, se encontraba haciendo el servicio militar, y Mario trabajaba como disc Jockey en un boliche de Campana, propiedad de un italiano, Marco Gazzo, contador, que había venido de su país para trabajar en la planta siderúrgica, que se llamaba “Sarao”, junto con otros dos socios de la ciudad.
En el verano de ese año, Mario, junto con un grupo de amigos, deciden pasar sus vacaciones, como mochileros, en Entre Ríos, más precisamente Colón, que ya era vista como uno de los destinos turísticos de nuestra provincia. Por supuesto que el traslado en ese momento no era tarea sencilla, no estaban los puentes que nos unen con Buenos Aires, las rutas de ripio y los traslados en la balsa, complicaban los movimientos de estos jóvenes turistas. Finalmente, como viajaban haciendo dedo, terminan recalando en Villaguay, donde se sorprenden el movimiento de la juventud de ese entonces, sobre todo al visitar el boliche “L’amour”, dónde pudieron ver la distinta idiosincrasia de la gente del interior del país. Entre Ríos era todo un descubrimiento. Esta experiencia quedo grabada en la mente de Mario.
Vuelto a Campana y a su trabajo, al poco tiempo la gente que concurría al “Sarao” porteño, decayó mucho, entonces Mario, le propone a Marco, el dueño del boliche, cerrar lo y trasladarse a Entre Ríos, dónde imaginaba que, en función a lo vivido en sus recientes vacaciones, podrían abrir un local con todo éxito.
En vista de la realidad por la que estaba atravesando y confiado en el panorama prometedor que le auspiciaba Mario, Marco, decide cerrar el boliche de campana e intentar la aventura de comenzar de nuevo en Entre Ríos. Nuevamente el destino elegido sería Colón. Mario y Marco viajan hacia nuestra provincia en un Kaiser Carabella, y por distintas circunstancias, terminan entrando a Concepción del Uruguay y parando en la “RyS” (Fundada en 1968 por Abel Rodríguez y Albino Spada), cerca de las cinco de la tarde. Allí ven a toda la numerosa juventud de estudiantes del colegio que para esa época, solían reunirse antes, durante y después de sus clases en esa tradicional confitería de la ciudad y deciden, en ese momento, luego de conversar con los parroquianos sobre las características de la noche Uruguayense, instalar el nuevo “Sarao”, aquí, en Concepción del Uruguay.
De inmediato comienzan a buscar un lugar para poder desarrollar sus actividades y se encuentran con que, para esa fecha, “Macoco” estaba pasando un mal momento, los clientes ya no iban y su propietario no podía hacer frente a los costos del alquiler y mantenimiento, pese a lo cual, se resistía a dejar el salón. Marco y Mario, hablan con Lisazo, dueño del lugar y le proponen alquilar apenas lo desocupe el actual locatario, lo que finalmente sucede, trasladándose la persona de nacionalidad china a la ciudad de Colón.
El salón había quedado prácticamente vacío, por lo cual los nuevos administradores tuvieron que diseñar y equipar al nuevo “Sarao”. Parte lo hicieron con equipamiento y material traído del viejo boliche de campana, pero su capital más importante era n las bebidas, las que fueron trasladadas desde Campana en dos vagones del ferrocarril y arribaron finalmente a nuestra estación.
La barra de “Macoco” estaba donde luego estuvo la pista de “Sarao”, de modo que hubo que trasladarla hasta el frente del local. Al principio, el disc jockey era, como en Campana” Mario, que pasaba música desde la misma barra, que también atendía. La inauguración se hizo en 27 de noviembre de 1973, tal cual se hacía en Buenos Aires. Ese día se abrieron las puertas y toda la gente pudo entrar para ver el boliche por dentro, también había “canilla libre”. Esa noche se llenó de personas, lo que hizo esperanzar a los emprendedores.
Pero, al momento de volver a abrir el boliche, la gente no respondió y, literalmente, no iba nadie. Así fueron pasando los meses y no iba nadie. Para ese momento, “Sarao” abría todos los días de 21,30 hasta el cierre, que generalmente era a las 24, ya que el público continuaba sin asistir. Para disminuir costos, Mario vivía en el boliche y abría todos los días, no por una cuestión de estrategia comercial, sino para ver si entraba alguien. Tan mal la pasaban económicamente que solían concurrir al restaurante “Navarrito” una fonda familiar ubicada en Perú y Posadas y allí pedían, por ejemplo, ¡una papa hervida con sal y pimienta!
Esta situación se volvió muy complicada para el dueño formal del negocio, Marco Guzzo, quien para mayo de 1974, y ante la situación que parecía no tener solución, decide irse y dejarle en negocio a Mario y a su hermano, Juan Carlos “Pichi”, quien estaba haciendo en ese momento el servicio militar y aprovechando un franco se había acercados hasta C. del Uruguay. El traspaso de la firma se realiza a mediados de 1974 en la escribanía de Roberto Miguez Iñarra, de modo que “Sarao” para a ser propiedad de los hermanos Lorán. Juan Carlos, obtiene su baja del ejército el 31 de octubre de 1974, incorporándose definitivamente a Sarao
En ese tiempo intentaron hacer diferentes propuestas para atraer al público, entre las que se pueden destacar noches con diferentes géneros musicales, Samba, Bossa nova, Jazz, etc. Los sábados para parejas, que tuvo bastante aceptación en la ciudad, siendo este boliche, el único lugar que existió solo para parejas, que tenía espacio para 50 parejas sentadas cómodamente, en invierno y unas 20 más en verano, cuando se podía abrir el patio.
Recordemos que para esa época existía una fuerte competencia entre “Sarao”, Búfalo” y “Mon Cheri”, prácticamente por el mismo mercado y que el boliche de Mario y “Pichi” fue el último en sumarse a esta oferta. Para esa época Mario alquilaba una pieza en el residencial “Fiuri”, donde conoció a Juan “Bosco” Zabalo, segunda guitarra de “Los Iracundos”, que también paraba allí y que era, muchas veces, el único concurrente a Sarao con quien luego del cierre anticipado por la falta de concurrentes se iban a comer algún choripán a la parrilla “El Peregrino” de don Ubaldo Morend
Esta situación se extendió por espacio de un año y medio aproximadamente. Finalmente, el público paulatinamente se fue acercando a “Sarao” y les permitió, por fin, a los hermanos, a tener algo de tranquilidad en lo económico, aunque apenas podían cubrir los costos de funcionamiento de la disco.
Un punto de inflexión fue cuando en el año 1977, en virtud a una Ordenanza sancionada por el intendente Giqueaux, que prohibía el ingreso de menores a sitios nocturnos al algunos horarios, “Mon Cheri” fue clausurado por treinta días por haberse encontrado en su interior a dos menores en horario no permitido. Ante esa situación, Rodolfo Gradizuela, decidió separa la confitería, que quedo en la planta baja del boliche (que era el que estaba clausurado) y que pasaría a funcionar en la planta alta, todo esto llevo a que el boliche estuviera cerrado más de un año, ya que volvería a abrir el 25 de junio de 1978, día en que Argentina ganaba su primera copa del mundo.
Al haberse clausurado una de los boliches con mayor convocatoria de jóvenes y al estar cerrado por más de un año, hizo que sus asistentes debieran elegir entre “Búfalo” o “Sarao”, y muchos, eligieron este último, dando inicio así a uno de los mejores momento de “Sarao” es su historia.
Otro hecho que ayudo a consolidar este boliche en la ciudad fue la organización de las llamadas “Listas” estudiantiles, implementadas también desde 1977, y que permitieron que muchos estudiantes pudieran costear su viaje de fin de curso a Bariloche, o al menos aliviar los gatos que tal actividad demandaría. En la implementación de este novedoso sistema, tuvo una gran influencia Beatriz “Batty” Savoy, alumna de quinto año del Colegio del Uruguay, quien no solo invita a los estudiantes de su promoción, sino también a los de cuarto año, que se habían quedado sin sus matinés por el cierre de “Mon Cheri”
Al principio eran para estudiantes de cuarto años de los diferentes colegios de la ciudad ya que luego se fueron incorporando estudiantes de la Escuela Normal y de las escuelas técnicas de la ciudad. Con base en este público, se organizaron las recordadas “Matinés estudiantiles”, que comenzaron a implementarse el 1 de mayo de 1977, los domingos desde las 19 horas, dónde los estudiantes que se registraban eran provistos de un carné con los datos personales, colegio, curso y la foto. Toda una novedad que fue excelentemente recibida. Lo entregaban al entrar y lo retiraban a la salida; en ese espacio de tiempo se los registraba en cada una de las listas correspondientes que integraban.
Pertenecer a estas “listas” permitía a los estudiantes tener la entrada gratis y tener acceso a una consumición de gaseosa, servida en gruesos vasos de whisky, que eran recogidos del piso por “Pichi”, munido de una linterna, para ver en la semi penumbra del boliche. Los estudiantes debían asistir y permanecer dentro de “Sarao”, por lo menos hasta las diez de la noche para tener derecho a un porcentaje de la recaudación de ese día, a la que contribuían con su presencia.
El sistema era el siguiente, de lo que se recaudaba por el pago de entrada de los clientes no estudiantiles, se le daba la mitad a los inscriptos, es decir el 50%. A Sarao le quedaba el 50% restante, en bruto, más los ingresos en la barra. Este importe correspondiente a los alumnos se dividía entre todos los estudiantes que habían concurrido ese domingo. Todos los martes Mario y “Pichi” se reunían con los alumnos delegados y un responsable generalmente una de los padres para hacer la rendición y entregarle el dinero que le correspondía a cada chico, el que era ahorrado para el tan ansiado, en esa época, viaje a Bariloche. Estos domingos estudiantiles fueron un éxito rotundo por casi 10 años, llegando la concurrencia a superar las mil personas por noche.
A fines de los años ’70, los boliches abrían generalmente viernes, sábados y domingos, y cada uno tenía un día que era en que era el más concurrido, y “Sarao”, gracias a las noches de estudiantes, era quién se imponía los días domingos, mientras que viernes y sábados su concurrencia era normal.
Para mediados y fines de la década de 1970, recuerda Mario, las bebidas que se consumían dentro del local era, generalmente, Coca Cola, Gancia y whisky (Robert Brown y Old Smuggler, entre los nacionales o Caballito Blanco y Johnny Walker, entre los importados), Cubana sello rojo o verde, además de mucha cerveza, no se estilaba mucho pedir tragos, pero los más populares eran el destornillador (Vodka o gin con gaseosa de naranja), el Cuba Libre (Ron y Coca Cola), Gin tonic y un clásico de siempre la Whiscola.
Con el tiempo se fueron haciendo algunas modificaciones, se trasladó la cabina del disc jockey sobre la pista y Mario dejó de ser el disc Jockey para contratar personas que se hicieran cargo de esa función, allí debutó en ese oficio el “Negro” Montenegro, también pasaron por ahí Fabián “Genoveva” Iglesias, Peters, que venía de “Al Garete”, “Cachila” Muntes y muchos más. Las herramientas del disc Jockey eran dos bandejas y discos de vinilo y cada uno se diferenciaba por ciertos temas musicales, que solo ahí se podían escuchar, y que no se podían adquirir en las casa del ramo. Los viajantes visitaban cada uno de los boliches y ofrecían su mercadería, entre los muchos que se adquirían regularmente había algunos, los más buscados que solo se le vendían a uno en particular, de modo que ese tema o ese grupo, por un tiempo, solo se podía escuchar en ese lugar. Fuera de estos viajantes que recorrían las ciudades con grandes valijas llenas de discos, en la ciudad tenían dos lugares dónde adquirían el material, “Discomanía 30”, de Jorge “Sapo” Lacava y el “Centro Cultural del Disco” del recordado Mario Cohen.
También se construyó, sobre la barra, un entrepiso que sirvió como escenario a la presentación de grupos locales y otros de renombre internacional, como el grupo Uruguayo, de Fray Bentos, “Fantasía”, que actuaba solo en “Sarao”, mientras que otros de igual importancia, como los “Hermanos del Silencio”, de Paysandú lo hacían solo en “Búfalo” o “Mon Cheri”. También actuaron en “Sarao” el dúo Vivencia, el grupo de jazz “Swing 39”, y se dio la particularidad de que el domingo que tenían que presentarse “Los Plateros”, no fue posible, dado que su voz principal, cuando bajaba del avión en Ezeiza, falleció por un paro cardiaco.
Otro momento importante para el boliche, fue cuando el auge del carnaval de la ciudad, a principios delos ’80. La aparición, en 1981 de las dos primeras comparsas locales, “Iemanjá” y “Tupinambá” creo una rivalidad que inmediatamente se trasladó a los boliches, “Iemanjá” recaló en “Sarao” y “Tupinambá” lo hizo en “Mon Cheri”. Mario, salió de bastonero con la primera de ellas y en una fiesta llevada a cabo en este boliche, salió electa la primera reina de Iemanjá, que después fuera elegida como la reina del carnaval 1982, Norma Maxit.
Los años fueron pasando sin demasiados sobresaltos para “Sarao” hasta que en 1986, apareció en la ciudad un boliche innovador, ya eran llamados “Discos”, no sin mucha polémica, ya que se había abierto frente al Colegio del Uruguay, y hacía poco tiempo se había sancionado una ordenanza que impedía abrir boliches a menos de 50 metros de clínicas y colegios. Esa nueva propuesta era propiedad del disc Jockey Guillermo Moyano y se llamaba “Le Feu Rouge” que trajo muchas innovaciones en materia de sonido e iluminación. Esta nueva oferta surgió en un momento dónde se producían cambios en las expectativas de la juventud Uruguayense, Los boliches tradicionales habían cerrado o estaban en momentos difíciles, “Mon Cheri” había cerrado en 1982 y en su lugar funcionó brevemente una disco llamada “Amarras”, “Búfalo” iba a cerrar por algunos años y “Al Garete” se debatía intentando nuevas propuestas. En este marco, los clientes, dejaron de ir a “Sarao” de un día para otro y ante esa situación que se tornaba irreversible, el 31 de julio del año 1988, los hermanos Lorán deciden cerrar definitivamente “Sarao”.
Mucha gente hizo posible la vigencia de “Sarao”, entre ellos no se puede dejar de recordar y mencionar, a Hugo Díaz, quien durante gran parte de la vida del boliche era el encargado de recibir a los concurrentes. Otros colaboradores y amigos fueron Rodolfo Bordet, “Pata”, Pablo Rotela, Ricardo Cladera, Enrique “Chiquitín” Guisareli, en la barra y Alberto Olivera, “Cachila” Muntes, el “Negro” Montenegro y “Peter” Días, como disc Jockey.
Luego del cierre del boliche, los hermanos Lorán, abren una rotisería, en ese mismo lugar, a la que denominarán “Las Brasas” ahí funcionan unos años y luego se traslada, ya solo con Juan Carlos como dueño al lugar dónde años atrás había funcionado la “Caja de Créditos Uruguay”, sobre calle Rocamora en el número 823.
Finalmente, en enero de 1991, Juan Carlos cierra la rotisería y vuelve a Campana dónde permanece hasta ahora trabajando como secretario en la vieja escuela técnica, ahora del estado, dónde se recibiera de técnico a principios de los años 1970. La historia de Mario, es mucho más conocida, desde 1975 comienza a involucrarse en la cultura teatral de Concepción del Uruguay y luego se decía a la docencia en la Escuela Técnica Francisco Ramírez y En la escuela de taro dependiente de la UADER, en Gualeguaychú y tiene una gran trayectoria como actos habiendo trabajado en películas, como “El otro”, junto con Julio Chávez , series de televisión nacional como “Algo habrán hecho”, junto a Antonio Grimau y participando en obras de teatro en el teatro nacional Cervantes.
Sarao fue el último de los boliche tradicionales de Concepción del Uruguay junto con “Búfalo”, “Mon Cheri” y Al Garete” marco una época para quien tuvimos la posibilidad de vivirla y creemos que es bueno recordarla, no para vivir del pasado, sino para alegrarnos por lo que hemos vivido en nuestra juventud. Sin dudas, tanto “Sarao” como Mario y Juan Carlos Lorán debe tener un espacio en nuestra memoria y en nuestros corazones.
Luego vendría una nueva generación de discos, junto a “Le Feu Rouge”, y en pocos años aparecerían “Jeito Club”, en Alem 115, dónde hace años había funcionado una fábrica de calzados de goma, “Space”, en el viejo teatro “Texier”, “Acrópolis, en el ex cine “Rex” y “Berlín”, en calle Rocamora 870, en el salón de la ex mueblería “Baratz”, pero eso, eso ya es otra historia.
Texto: Carlos Ratto y Virginia Civetta. Fuente principal, entrevista con Mario Lorán Agradecimiento a Miguel López, Alicia Sito, Mirta Reynoso, Francisco Alaluf, Guía de C. del Uruguay, 1967-1968, Revista Panorama, 1938, Guía Turística de Concepción del Uruguay, 1971, archivos de diario “La Cal