Nacido en Gualeguaychú el 2 de diciembre de 1843, Gervasio Méndez vio transcurrir su niñez y juventud en medio de una época turbulenta de la historia argentina. Como muchos otros de sus comprovincianos, debió formarse en la dura escuela de los autodidactas.
Carente de recursos, alternó la poesía con algunos trabajos que le permitían subsistir. Publicó sus primeros versos en distintos periódicos de la provincia. A ellos le siguieron varios artículos periodísticos, a raíz de los cuales trabó amistad con Olegario V. Andrade, cuya figura ya se destacaba con nítidos perfiles en los círculos literarios de la época. Con él compartió sus ideas, estableciendo un vínculo que habría de perdurar para siempre.
El poeta, como bien lo ha señalado Ricardo Rojas, si tomáramos algunas poesías de Mármol, Gutiérrez, Andrade, Guido Spano, Obligado, Almafuerte, Fernández Spiro y Gervasio Méndez, sin salir del siglo XIX, se podría formar una pequeña antología digna de parangonarse con las mejores de América hispana y que contendría lo más característico del sentimiento lírico argentino y de la conciencia técnica en cuanto al verso.
Su consagración pública ocurrió en 1878, cuando ya inválido, entregó su oda “A San Martín”, para que fuera leída en la función de gala del Teatro Colón de Buenos Aires, llevada a cabo en homenaje al Libertador, en oportunidad de conmemorarse el centenario de su nacimiento.
Una vez finalizada su lectura, el presidente Nicolás Avellaneda, poseído del entusiasmo general, se alzó del sillón presidencial para aplaudir con más libertad; los ministros lo siguieron y, tras de esto, hicieron lo mismo señoras y caballeros, viejos y jóvenes, hasta alcanzar la amplitud entera del teatro. Gervasio Méndez quedó, así, públicamente consagrado.
Más emoción
La ausencia del poeta enfermo agregó una nota más a la emoción del momento. Cuando al día siguiente recibió la noticia de semejante reconocimiento, Gervasio Méndez tuvo una de las pocas horas felices de que gozó en su triste vida.
El afecto uruguayense
Un hecho singular ocurrió en nuestra ciudad en 1876. El poeta tenía, entonces, 32 años, pero se hallaba muy enfermo. Trasladado a Buenos Aires para su atención, el mal que lo aquejaba, sin embargo, continuó avanzando, inexorablemente.
Pobre y paralítico, se hallaba confinado en los estrechos límites de su habitación, cuando, por lo menos, hubiera querido vivir frente a una plaza. Con flores de sol y pájaros en los árboles. El destino, en cambio, lo había condenado a estar frente a aquella ventana
que encuadraba un ramplón paisaje ciudadano, no matizado siquiera por algunos árboles.
En Concepción del Uruguay conocida la noticia. de su precaria situación, un caracterizado grupo de personas lanzo la iniciativa de organizar una función literaria y musical, para recaudar fondos que aliviaran las penurias del poeta.
Efectuada una reunión en una de las dependencias del teatro 1° de Mayo, el 18 de agosto de 1876 se procedió a nombrar una comisión organizadora, que fue presidida por el doctor Benito G. Cook.
Sus integrantes trabajaron arduamente en los días sucesivos para concretar el apoyo de las personas que actuarían en la velada, hasta que, finalmente, fue elaborado el programa definitivo.
El día señalado
El domingo 17 de setiembre de 1876 fue el día señalado para que se llevase a cabo, en el teatro “1l° de Mayo”, la función extraordinaria “cuyo producto se destinará a auxiliar al joven poeta argentino Don Gervasio Méndez, señaló un periódico de la época. Cabe consignar que todos quienes actuaron en la velada fueron conocidos de la ciudad.
El programa desarrollado se dividió en tres partes: Primera Parte (musical) : popurrí de “Norma”, de Bellini, ejecutado por un conjunto de violines, flautas, clarinete, corneta, piano y contrabajo. “El Gato”, música nacional, con arreglos orquestales del maestro Enrique Spreáfico, profesor del Colegio del Uruguay.
Segunda Parte (literaria): disertaciones de los señores Benigno T. Martínez, M. Fernández Espiro, Cordero, Auli y Casamayor. Lectura de composiciones poéticas de Gervasio Méndez, composiciones poéticas de Gervasio Méndez, Olegario V. Andrade, Francisco Ferreyra y Fernández Espiro.
Tercera Parte (musical): ejecución de “Juana de Arco”, de Verdi; fragmentos de “Rigoletto” y sinfonía de la obertura de “Nabuco”, de Verdi.
La velada constituyó un éxito total. No sólo por la cantidad de público, que colmó las instalaciones del teatro, sino por la calidad y el buen gusto puestos de manifiesto por quienes participaron en ella.
El fin del poeta
Los años fueron transcurriendo penosamente. En los últimos lustros, tuvieron una monotonía estúpida y achatante. Conservó amistades, pero solamente las buenas. Las otras se cansaron del mal espectáculo y se alejaron. No en vano dijo Rubén Darío: “Baudelaire entristece; Heine da pena y Méndez espanta“.
Agradecido a quienes le fueron leales, nuestro poeta escribió : “En ciertas situaciones, de la vida, la gratitud no se expresa con palabras sino con lágrimas; en ellas mojamos
la pluma para agradecer”.
El dolor
A su dolor físico se sumó el experimentado por la muerte de su gran amigo Andrade, acaecida el 30 de octubre de 1882. Ese día, sobreponiéndose a su mal, salió por primera y única vez de su encierro y se hizo llevar hasta el cementerio, para colocar sobre el féretro una vieja corona de laureles, ganada en un certamen literario.
El escritor García Merou, que lo visitó por ese entonces, nos ha dejado su impresión: “Sobre un sillón articulado, de lectura, envuelto hasta la cintura en una raída manta de viaje, se encuentra un hombre joven, todavía. Su frente, pálida y descarnada, estaba sombreada por algunos cabellos negros ligeramente ondeados, que caían sobre las sienes, en desorden. Sus ojos, rodeados de un círculo rojo, tenían una rara fijeza y una expresión generalmente dura, que se dulcificaba sólo cuando alguna tenue sonrisa iluminaba su rostro”
Gervasio Méndez falleció en Buenos Aires el 18 de abril de 1897, a los 55 años de edad. Pero en todo ese lapso, cuando su mano demacrada y casi seca trazaba con suma dificultad algunas líneas sobre un papel colocado en el atril movible adherido al sillón, entre los pocos recuerdos gratos que el destino le había reservado, estaba
aquel singular rasgo de solidaridad del pueblo de Concepción del Uruguay. Porque, como se dijo entonces, “conviene a la moral social, conviene al perfeccionamiento de la índole humana, no despreciar la ocasión de practicar tan exquisita virtud, como es la de asociarnos al dolor de un semejante y buscar su remedio”.
Homenaje en nuestra ciudad. El rincón de los poetas
En el año 1957, el Gobierno de la provincia de Entre Ríos donó a la Municipalidad de Concepción del Uruguay, los bustos de los poetas entrerrianos Gervasio Méndez, Diego Fernandez Spiro, Evaristo Carriego, Olegario Víctor Andrade, Daniel Elías, Damián P. Garat y Luis N. Palma, obras del gran escultor argentino Luis Perlotti realizadas entre los años 1940 a 1942.
El destino original de los bustos era la Plaza General Ramírez, pero por causas desconocidas, permanecieron por varios años en los depósitos municipales.
En 1962, se demuele la pista de patinaje y se emplaza una hermosa fuente construyéndose nuevos canteros en su alrededor.
En el año 1971, durante la intendencia del Profesor Miguel Ángel Gregori rescata del olvido la valiosa obra del artista Perlotti y toma la decisión de su emplazamiento en la conocida placita “Columna” en el sector que estaba la fuente.
El 8 de diciembre de ése año (miércoles) se inaugura oficialmente, el “Rincón de los Poetas” en una ceremonia que presidiera el Profesor Gregori, haciendo uso de la palabra el Presidente de la Comisión Municipal de Cultura Profesor Díaz Abal y el distinguido periodista uruguayense D. Ernesto Bourband T. Durante este año este sitio fue reacondicionado, junto con toda la plaza, agregándose dos busto más, el de Victoriano Montes y el de Delio Panizza, merced a un proyecto presentado por el escultor local Mario Morasán.
Edición: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto: Urquiza, Almandoz, Oscar “C. del Uruguay y el dolor de un poeta”, Diario “La Calle, 1997 y Andrés Rousseaux, “Plaza Columna o Constitución”.