Barrio del Cerrito

Vista aérea de la ciudad

Es posible que cuando Don Tomás de Rocamora llegara a estas regiones como fundador de pueblos ya se encontraran afincados en los lugares llamados San Felipe y El Cerrito, cercanos al arroyo de La China, los indios que componían una tribu conocida como por “la toldería”, que subsistió hasta mediados del siglo XIX, más o menos 1858, según tradiciones familiares.

Una de las primeras familias afincadas en el lugar fue la de Don Antonio Ruiz y Doña Francisca Zerpa, naturales de España, que levantaron la quinta San Antonio en 1833, conocida luego como “quinta de los Ruices”.

Ya en el siglo XX, el Ejército Argentino adquirió los terrenos y en la casa funcionó la Escuela Nº 50 anexa a las fuerzas armadas. También en esos terrenos funcionan la panadería del Batallón de Ingenieros de Combate 121 y la Capilla de San Ignacio de Loyola.

En esa misma casa había nacido la Señorita Angélica Miró, descendiente del fundador, que dedicó su vida a la enseñanza de primeras letras y religiosas, instalando en la mencionada la primera escuelita llamada del Cerrito. Esa inquietud espiritual de volcarse al prójimo era herencia de familia; ya su bisabuelo, Don Antonio Ruiz, desde que se instaló tuvo buenas relaciones con los indios a quienes instruyó en las letras y la fe y a quienes para las procesiones de ciertas festividades de la Iglesia prestaba la imagen de su santo (que aún conserva la Señora Asunción Mancione de Castagné, descendiente de Don Antonio Ruiz) y tres Cristos de bronce (que se han perdido) para que fueran encabezándola.

Cuando los indios se trasladaron a otra zona se instaló allí el Saladero San Felipe, que dio su nombre al lugar, y más tarde el conocido saladero de López. Todo esto a fines del siglo XIX. El almacén que surtía a la barriada pertenecía a Don Felipe Ghiorzo, italiano que hospedó a Giuseppe Garibaldi después del combate de La Paz.

Hasta hace pocos años la familia conservaba el reloj de oro y el chaleco de pana verde que dejara, no sabían si olvidado o en agradecimiento, el héroe. A fines del siglo pasado Don Felipe Ghiorzo trasladó su almacén al otro extremo del barrio, al conocido hasta hoy como El Cerrito, pues desde la instalación del saladero la costa se llamó San Felipe. Los Ghiorzo se instalaron en un rancho que todavía se conserva en perfectas condiciones y que se hizo famoso en la barriada porque en 1906 el Doctor Blanchet, llamado para atender una parturienta que se moría realizó una cesárea y la salvó. La mujer tuvo, después, ocho hijos más. Cuando esto ya los Ghiorzo habitaban una casa de material que fue la primera del barrio, en la esquina sureste de Montoneras y Almafuerte.

Talabartería “Telechea” (Foto: Natacha Matzkin)

En las primeras décadas de este siglo, el barrio del Cerrito (llamado así porque la cuchilla más grande de la zona estaba allí) se componía de un conjunto de quintas (de los Presas, Joray, Goñi, Poggio), algunas pocas casas de adobe, el almacén y la comisaría en la parte más alta, con paredes de ladrillos sin cocer, techo de paja, cerco de tunas, un pozo de agua, un ombú y dos aguaribay. En esta humilde casa funcionó la primera escuelita cerrera oficial. Más acá, dando el frente al actual Bulevar Montoneras, que en ese tiempo no existía y era una calle angosta llamada Bulevar Interior del Oeste y más tarde calle 4 del Oeste al sur, se establecieron tres industrias que daban medios de vida a los habitantes del lugar: una curtiembre, de Simón Telechea, en la vereda que mira al este entre Almafuerte y Sarmiento, una jabonería, de Francisco Telechea, en la intersección del Bulevar y Ereño, miraba al noreste y la casa del encargado, pintada de amarillo se veía desde muchísimos puntos de la ciudad; esa casa fue demolida para que la calle Ereño pudiera continuar; la jabonería pasó a ser después propiedad de Suilar y se llamó La Concepción; Don Antonio Telechea trabajaba los cueros que curtía su hermano en la talabartería situada cerca de la actual casa comercial de ese nombre. Otra cosa digna de mencionar es que en San Felipe los Goñi tenían un barco que acarreaba sal para los saladeros allí instalados. El barco encalló y tuvo su fin en la costa opuesta. Como se ve era barrio de gente emprendedora.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído de: Mallea, Lorenza y Calivari, Coty, “Las Mallas del Viaje”, 1982

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