La tradición oral es una fuente de datos que un investigador no puede desechar y que muchas veces sirvió para explicar, desentrañar, comprender algunos aspectos de nuestro pasado.
Es por ello que vamos utilizarla para conocer el origen del sobrenombre que acompañó a Julio Argentino Roca durante toda su vida y del personaje que se lo impuso.
Generación tras generación se ha mantenido oralmente una anécdota que hemos decidido transcribirla para que no se pierda o se deforme.
El General Julio Argentino Roca llegó a la Presidencia de la República en el año 1880 por primera vez y repitió el cargo entre 1898 y 1904, estructurando desde la primera magistratura una régimen que perduró a través del tiempo, convirtiéndose en el Jefe indiscutido de la política argentina hasta su muerte.
La Generación del 80, que se conformó y aglutinó a su alrededor, desarrolló un proyecto político de largo alcance, que logró alcanzarlos debido a la presencia y peso de su conductor y líder y de una formación homogénea de sus integrantes, muchos de ellos hijos del Colegio del Uruguay.
Podemos decir que Roca durante cuarenta años manejó la política de nuestro país. Postuló Gobernadores, presionó sobre legisladores y ministros, puso y sacó presidentes, ocupando como vimos, dos veces el sillón que erróneamente llamamos de “Rivadavia”, cuando en realidad deberíamos denominar de “Urquiza”.
¿Cómo pudo mantenerse durante tanto tiempo en la cresta de la ola? El periódico «El Mosquito», de carácter satírico-político, siempre representó en los dibujos a Julio A. Roca como un Zorro. ¿Porqué este sobrenombre? Porque para el común de la gente el zorro es sinónimo de astucia, de picardía, de habilidad, de sagacidad, de engaño, de intriga, de hipocresía y de sutileza. Incluso a todos estos calificativos juntos se les llamo “zorrerías”.
Pero ¿quién le impuso a Roca este apodo? Según una vieja tradición oral que se conserva en el Histórico Colegio del Uruguay, afirma que surgió de la manera que pasamos a contar.
El joven Julio Argentino Roca, tucumano, fue becado por el General Urquiza y alojado en el internado que funcionaba en el establecimiento. A los estudiantes internos se les permitía salir del Colegio a pasear y visitar amigos pero debían indefectiblemente regresar antes de las 21 horas al instituto, ya que hacerlo con posterioridad era motivo de severas sanciones. Una noche, el alumno Roca, regresó después de dicho horario y se encontró con la puerta del establecimiento cerrada.
El tucumano golpeó reiteradamente el gran portal y el Sereno, entreabriendo el mismo, le informó que no lo podía dejar entrar, reprochándole la gravedad que significaba el retardo. Además Roca sabía que debía quedarse a la intemperie toda la noche o molestar a la familia de amigo externo y además, soportar al día siguiente, la severa reprimenda de las autoridades y la posibilidad cierta de perder la beca.
Ante la desesperación sacó de un bolsillo una moneda de oro y mostrándosela al Sereno le dijo que se la entregaría a cambio de que le permitiera el acceso. Andrés Trucco, alias “Vizcacha”, portero-sereno del establecimiento, después de meditar un momento el ofrecimiento, tomó la moneda y lo dejó entrar al Colegio.
Una vez en el interior, el joven Roca tocándose la cabeza, le dice a “Vizcacha” que se había olvidado el “chambergo” (sombrero) sobre uno de los bancos de mármol que antiguamente se encontraban en la vereda, a cada lado de la puerta principal, pidiéndole que se lo alcance.
Cuando el Sereno salió al exterior del establecimiento, Julio Argentino Roca cerró inmediatamente la pesada puerta, exigiéndole para abrirla, la devolución de la moneda que hacía un momento le había entregado, ya que de lo contrario quedaría afuera, debiendo atenerse a la sanción y quizás despedido, por estar en la calle durante el horario de trabajo, habiendo dejado a los alumnos completamente solos por la noche.
“Vizcacha” le devolvió la moneda y Roca le permitió pasar al interior del establecimiento y fue en ese momento que Andrés Trucco lo bautizó, diciéndole “Eres un Zorro”, mote que le quedó para toda la vida.
Pero a manera de epílogo, cuenta la tradición, que este celador, ordenanza y sereno del Colegio del Uruguay llegó a venerar tanto el establecimiento donde trabajó toda una vida, que antes de morir, decidió donar su esqueleto al Colegio.
La transmisión oral sostiene que el esqueleto que se encuentra en la Sala de Ciencias Biológicas, en el primer piso del viejo Instituto, es el de “Vizcacha”, que siguió ofreciendo a miles de jóvenes sus servicios aún después de muerto. Realmente una entrega total y desinteresada hacia el Colegio.
Estos dos hechos, el sobrenombre de “Zorro” a Julio Argentino Roca y el Esqueleto de “Vizcacha” son anécdotas que la tradición oral ha mantenido a través del tiempo.
Edición: Civetta, maría Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Texto extraído de: Argachá, Celomar, “Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza”, 2006