Los cementerios de la ciudad.
Toda fundación española en la época de la conquista disponía del lugar para la Plaza Mayor y a su alrededor los edificios públicos más importantes: Autoridades Gubernamentales, Autoridades Policiales, Escuela e Iglesia y Campo Santo.
Esto nos lleva a comprender que, al fundarse nuestra ciudad, Don Tomás de Rocamora, delimito los solares correspondientes. Siendo entonces el emplazamiento del primer cementerio que contara nuestra ciudad, luego de su fundación el 25 de junio de 1783, en torno a la capilla de la ciudad, frente a la hoy plaza General Francisco Ramírez.
La ciudad fue creciendo y para fines del siglo XVIII, aparecen algunos inconvenientes al mantener el cementerio en un lugar céntrico.
En el año 1805, una cédula eclesiástica determinó que los cementerios se construyan, en adelante, en lugares apartados de la ciudad por razones de “salud pública y mayor decencia del templo”. Con el fin de dar cumplimiento a esta orden el cementerio es trasladado y el sitio elegido fue donde funcionara años atrás la capilla de Almirón “por ser seco y ventilado el más proporcionado para este objetivo (…) cerrado y cercado y puesta una cruz en el medio”. (Ver: Barrio “La Concepción y el “viejo cementerio de la ciudad)
Por este motivo las autoridades españolas, dictaron una real cédula, disponiendo el ordenamiento de los cementerios.
En oportunidad de la segunda visita que realizara el Obispo Benito de Lue y Riera a nuestra Parroquia, dispuso se ubicara el cementerio en un lugar apartado del centro. Destinándose para ese fin un predio lindero a la antigua iglesia (La Concepción), lugar que dio origen a la villa.
Hasta mediados del siglo XIX, este cementerio al sudoeste de la ciudad cumplió sus fines, pero las autoridades de entonces vieron la necesidad de elegir un nuevo solar. A tal fin se crea una comisión para control del nuevo cementerio, conformada por el Cura Interino Felipe Rocatagliata, el jefe político D. Fidel Sagastume, el Juez de Paz del departamento D. Wenceslao López, D. Pedro María Irigoyen y D. Nicolás Jorge.
Esta comisión elije terrenos al oeste de la ciudad, por ser altos y por entonces alejados de la ciudad, para el nuevo emplazamiento del cementerio de nuestra ciudad.
Lorenza Mallea, en su libro “Las mallas del viaje” cuenta una vista del cementerio desde el centro de la ciudad (ambos sobre elevados) y un cañadón rodeado de árboles que era el arroyo de las Ánimas.
El arq. Delaviane, fue el encargado de la construcción del paredón y arcada del frente.
El nuevo cementerio se habilita a fines del octubre de 1856 y el padrino del “Nuevo Campo Santo” fue el general Justo José de Urquiza.
Muchos restos sepultados en el “cementerio viejo” fueron trasladados al nuevo, de manera que allí deben estar enterrados algunos de los fundadores de nuestra ciudad.
En sus orígenes el Cementerio era más pequeño que hoy día, siendo su frente un tapial bajito con la entrada en forma de arco, ubicado aproximadamente por detrás de los panteones de López y Chilotegui.
Recordemos que para esa época, los cementerios eran administrados por la iglesia católica, eso hacía que se generasen algunos problemas ya que algunos religiosos se negaban a recibir a difuntos de otros credos, con tal motivo, el 13 de marzo de 1863, el gobierno provincial emitió una circular que decía que en los “cementerios públicos se haga una separación de terreno dónde pueda sepultarse a los individuos que muriesen profesando otras creencias que no fuera la católica”.
La primera ampliación del cementerio es de el año 1884, siendo intendente el Sr. darío Del Castillo, en dicha ocasión el Consejo Municipal aprobó la compra para tal efecto, la compra de de un terreno contiguo, propiedad de Agustín Artusi, que le dio sus dimensiones actuales.
Finalizando el siglo XIX, se dispone por ordenanza la reconstrucción del cementerio, estableciéndose una comisión Administradora, que se ocupara de administrar los fondos municipales y de colectas públicas. Se demolieron nichos en ruinas del sector norte y este, dando un plazo de 60 días para la desocupación y reconocimientos de títulos.
El 25 de noviembre de 1900, se aprueba la propuesta de Santiago Giacomotti, empresario constructor, para la remodelación del lugar. Y ese mismo año, se habilita una habitación existente en el lugar para oficiar la capilla.
En el año 1993, el Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad de Concepción del Uruguay, sanciona una ordenanza que declara de “Construcción de Interés Histórico-Arquitectónico” a todo panteón existente en el cementerio Municipal, y cuya construcción sea anterior al año 1940.
Hoy a más de un siglo de existencia, poseemos un cementerio, que atesora un bello patrimonio arquitectónico representado en las tumbas de tantos personajes que hicieron a la historia de Concepción del Uruguay.
Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos. Fuentes: Nadal Sagastume, José A. “Nuestra Parroquia, apuntes para la historia”, 1975; Mallea, Lorenza y Coty Calivari, “Las mallas del viaje”, ediciones El Mirador, 1982; Gregori, Miguel Ángel, “Concepción del Uruguay en el Siglo XIX, Primeros Cementerios”, El Mirador N° 3/4.